La
viguesa Gregoria Alonso padece desde hace ocho años sensibilidad
química múltiple, una enfermedad que le ha cambiado la vida
vigo
/ la voz 26 de enero de 2013
Gregoria
siempre sale a la calle con una mascarilla porque los olores que
desprenden toda clase
de
productos dañan su salud. M. MORALEJO |
Gregoria
Alonso no puede salir a la calle si no es con su mascarilla. Sufre
sensibilidad química múltiple, una rara enfermedad que le impide
entrar en contacto con cualquier sustancia que no sea natural. El
jabón, las colonias, el humo de los coches, los barnices, la
pintura..., toda clase de productos que genera la industria química,
amenazan su salud.
El
único modo que tiene de sentirse bien, es permaneciendo lejos de
todos esos agentes que asegura que le hacen mucho daño. Pero
reconoce que cada vez es más difícil encontrar un lugar apropiado.
El
único sitio donde puede estar sin preocuparse es una habitación de
su casa, en San Andrés de Comesaña, en la que nunca apaga el
purificador de aire.
Ni
siquiera en la playa o en el monte puede sentirse segura, porque
hasta allí dice que llega el aire contaminado y además es sensible
para percibir los olores de los vertidos.
«Los
olores viajan, se mueven, no hay escapatoria», afirma. Cuando ella
los percibe, es que ya le están dañando la salud. «Estoy en casa y
me empiezo a encontrar mal primero, luego me viene el olor y busco la
causa: es el hijo de la vecina, que se pone colonia y sube y baja por
las escaleras», dice. Los químicos le perjudican de muchas formas.
Los síntomas son mareos, dolor en la boca, picor en los ojos,
debilidad en las piernas y, lo que peor lleva, es el «fuego en la
nariz, porque el olor según entra en la nariz te quema, yo la tengo
siempre en carne viva».
Hace
ocho años que descubrió por sí misma que padecía sensibilidad
química múltiple. Cuando lo supo no daba crédito, pero fue una
liberación poder poner un nombre a lo que le estaba pasando. Después
la enfermedad se la diagnosticó un médico en Barcelona. Además
padece fibromialgia y fatiga crónica.
Cuando
sale a la calle siempre lo suele hacer con un carrito, porque su
enfermedad también le hace perder el equilibrio. La sensibilidad
química múltiple es un mal de causa desconocida que muchos
especialistas discuten y por eso cuando se refieren a ella lo hacen
como la «supuesta enfermedad».
De
hecho no está reconocida por la Organización Mundial de la Salud ni
otras instituciones médicas. Para Gregoria Álvarez eso tiene una
explicación. Afirma que afecta a muchas personas y que el número
seguirá creciendo. «Reconocer esto es crear una alarma social, es
que la gente deje de comprar un montón de cosas y no interesa»,
afirma.
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