Las
radiaciones electromagnéticas que generan los cables de alta tensión
y las estaciones, subestaciones y centros de transformación
eléctricos así como las microondas emitidas por las antenas de
telefonía, de radio y televisión, los teléfonos móviles, los
inalámbricos, las redes Wi-Fi, los radares y numerosos aparatos
domésticos -como los ordenadores, los televisores y otros- pueden
interferir en el ADN celular y por tanto en el correcto
funcionamiento del organismo perjudicando gravemente la salud.
Obviamente
no todos en la misma proporción. Son ya numerosos los trabajos
científicos que lo demuestran. Entre ellos un documentado informe
que constata que la exposición continua a las radiaciones
electromagnéticas puede provocar trastornos
neurológicos (irritabilidad,
cefalea, astenia, hipotonía, síndrome de hiperexcitabilidad,
somnolencia, alteraciones sensoriales, temblores y mareos), mentales
(alteraciones
del humor y del carácter, depresiones y tendencias suicidas),
cardiopulmonares
(alteraciones
de la frecuencia cardiaca, modificaciones de la tensión arterial y
alteraciones vasculares periféricas), reproductivos
(alteraciones
del ciclo menstrual, abortos, infertilidad y disminución de la
libido sexual), dermatológicos
(dermatitis
inespecíficas y alergias cutáneas), hormonales (alteraciones
en el ritmo y niveles de la melatonina, substancias neurosecretoras y
hormonas sexuales) e
inmunológicos (alteraciones
del sistema de inmunovigilancia antiinfecciosa y antitumoral) además
de incrementar el riesgo de cáncer,
especialmente leucemias agudas y tumores en el sistema nervioso
central en niños.
Es
más, hoy se sabe que el impacto de las ondas electromagnéticas es
acumulativo
y
que el riesgo de padecer cáncer se multiplica por 3,29 entre quienes
viven o trabajan a menos de 400 metros de una antena.
Cabe
agregar que no existe en el mundo un sólo científico que no haya
puesto su conciencia en alquiler o venta que niegue ya la potencial
peligrosidad de las radiaciones electromagnéticas. EL
CONSENSO SOBRE SU PELIGROSIDAD ES UNÁNIME. Lo
único que se discute es si hay niveles de radiación admisibles y si
existe un punto a partir del cual se pone ya en riesgo la salud de
los seres vivos. Y en ese sentido hay que decir que es ABSOLUTAMENTE
FALSO que la comunidad internacional esté de acuerdo unánimemente
en que por debajo de los 100 microteslas de radiación no exista
riesgo para la salud.
Por otra parte es intolerable que sea cada
persona afectada por radiaciones electromagnéticas la que tenga que
demostrar su peligrosidad. Deberían ser las empresas eléctricas y
de Telefonía las que DEMUESTREN CIENTÍFICAMENTE que las radiaciones
electromagnéticas son INOCUAS. Algo que no han podido demostrar
jamás en ningún lugar del mundo. En cambio la influencia negativa
de las radiaciones electromagnéticas en los organismos vivos SÍ
está
científicamente constatada.
Va
siendo hora pues de que nuestras autoridades políticas y sanitarias,
los jueces, las organizaciones de consumidores, los medios de
comunicación y las empresas afectadas asuman sus obligaciones y
responsabilidades. Nos estamos jugando mucho y no es aceptable que se
siga engañando a la población.
Fuente: http://www.electromagneticos.es/news.php?newsid=37
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