Los nuevos contadores de la luz, un
peligro para la salud pública
En noviembre de 2011
la Organización Mundial de la Salud (OMS) clasificaba las
tecnologías inalámbricas (antenas de telefonía, teléfonos
móviles, radares, Wi-Fi, Wimax, WLAN, Bluetooth) que emiten
microondas o radiación electromagnética como cancerígenas tipo 2B,
un nivel de clasificación igual al DDT, un pesticida prohibido en
gran parte del mundo. Dicha clasificación se hacía pública
tras un largo y dificultoso proceso en que hubo que identificar y
expulsar de la comisión evaluadora a los científicos financiados
directamente por la industria energética y de la telefonía móvil.
Una noticia de tanta
importancia y significación para la salud pública no recibió la
cobertura mediática que merecía, al mismo tiempo que –ignorando
las repetidas llamadas del Consejo Europeo por el principio de
precaución en la aplicación de estas tecnologías- el Ministerio de
Educación imponía el Wi-Fi en las aulas sin dejar opción a la
conexión de Internet por cable ni tan sólo en los centros escolares
en que padres y maestros, que ya eran conscientes de la acumulación
de evidencia científica vinculando la exposición continua a campos
electromagnéticos a diversas patologías, lo pedían.
Destacados científicos como Magda
Havas en la Trent University (Canadá), David Carpenter en la
SUNY-Albany (EEUU), i Olle Johansson del Karolinska Institute
(Suecia) han establecido una relación entre el despliegue de dichas
tecnologías que emiten radiación electromagnética y el incremento
de patologías como el cáncer, la infertilidad, la diabetes,
patologías cardíacas y del sistema nervioso, insomnio, depresión y electrosensibilidad. Olle Johansson afirma que las personas con
electrosensibilidad reaccionan de una forma celularmente correcta
ante la radiación electromagnética, una reacción de evitación
correcta del mismo modo que una persona evitaría estar expuesta a
los rayos solares, los rayos X, la radiactividad o los olores
químicos.
En el caso de los niños, el
incremento de la hiperactividad y los problemas de aprendizaje y
conducta en niños sometidos constantemente a estrés metabólico
bajo campos electromagnéticos elevados se está tratando con
calmantes y antidepresivos, cuando bastaría con poner Internet con
cable y regular el acceso de los menores a los teléfonos móviles
únicamente en caso de extrema necesidad.
El proyecto de
sustitución inminente de los contadores de la luz y agua actuales
por otros electrónicos que funcionan como una antena de telefonía
emitiendo microondas las 24 hora del día (y que permiten a las
empresas leerlos y controlarlos a distancia para ahorrarse el sueldo
de las personas que han de ir por las casas a leerlos) suponen una
amenaza directa para la salud pública, que debido a la densidad de
población y a la organización urbanística podría convertir este
país en uno de los más contaminados electromagnéticamente del
mundo.
Ya tenemos la
experiencia de los EEUU, donde el despliegue de estos contadores se
inició en enero de 2011 de forma totalmente antidemocrática (sin la
posibilidad de poder quedarte con el contador analógico y comunicar
las lecturas a la empresa personalmente), dejando poco después a
miles de personas lesionadas por radiación electromagnética,
algunas personas con marcapasos e implantes metálicos muertas,
personas que no eran electrosensibles se volvieron después de tener
un contador electrónico en casa –o
docenas si se vive en un edificio de apartamentos-, y los que ya
estaban sensibilizados a los campos electromagnéticos tuvieron que
marcharse de casa y vivir en el coche buscando lugares donde aparcar
para dormir alejados de antenas o en el bosque.
En el estado de
California, las protestas diarias de miles de personas frente a la
California Public Utilities Commission (CPUC) –la agencia del
gobierno reguladora de las compañías privadas eléctricas, de agua,
gas y telecomunicaciones-, durante más de un año consiguieron
finalmente la posibilidad de pedir que les devolvieran el contador
analógico a cambio de un elevado impuesto.
La Academia
Americana de Medicina Ambiental hizo pública su oposición a la
instalación de estos contadores, especialmente en escuelas y
hogares. Docenas de pueblos y ciudades pasaron ordenanzas municipales
prohibiendo la instalación de dichos contadores mal llamados
“inteligentes” o más bien “soplones” (por la amenaza no sólo
a la salud, sino también a la privacidad de las personas).
Nuestros municipios
deberían plantearse un diálogo social profundo y crítico sobre la
relación entre cambio tecnológico y social, democracia y bienestar,
aplicando de manera responsable el principio de precaución y
diciendo simplemente “¡no!” a la instalación de estos
contadores. Creo que la sociedad y los ciudadanos son quienes deben
decidir el qué y el cómo de los cambios tecnológicos, y no la
tecnología la que decida el cambio social y hasta los “cambios”
genéticos humanos. Al fin y al cabo, los ingenieros de
telecomunicaciones no reciben formación alguna en biología ni en
medicina en la facultad, y corresponde a la sociedad decidir sobre su
salud y su bienestar.
Fina Carpena
Para más información, puede
consultar:
No hay comentarios:
Publicar un comentario