Entrevista
a Ángel Martín, hijo de la primera mujer que se ha quitado la vida
en España por los efectos de la contaminación electromagnética
“Políticos
y médicos se han reído de nosotros”
Es
la historia inversa de una “madre coraje”. Ángel Martín
atravesó un penoso calvario de dos años en busca de una salida
digna a la situación de su madre, Ángela Jaén, mujer
“electrosensible” que, con 65 años y con el sistema nervioso
estragado, acabó por suicidarse. Se trata de la primera mujer en el
estado español que se quita la vida, desesperada, por el impacto
sobre su organismo de la contaminación electromagnética. Clase
política, medios de comunicación, médicos y psiquiatras le
cerraron las puertas y los oídos. Su hijo podría enhebrar el
argumento de la mejor novela de Kafka. “Se han reído de nosotros”,
concluye. Y lanza un mensaje a la opinión pública: “todos somos
electrosensibles, aunque no seamos conscientes de ello”.
¿Cuándo
empieza la historia de tu madre y cuál es su desarrollo?
En
2008, cuando mi madre tenía 62 años, cambió de operador de
telefonía móvil, de Movistar a Vodafone. A raíz del cambio,
comenzó a sentir dolores de oído. Pero todo pasó a los tres meses,
cuando dejó de hablar por el celular. En marzo de 2011 hizo una
llamada por el teléfono móvil y se le abrasaron tanto los oídos
como la garganta. A partir de ahí, la situación empeoró. Para que
te hagas una idea. Cuando llegaba a su casa, se iba corriendo a la
habitación del fondo y con las manos en los oídos, para evitar las
radiaciones. Sentía dolores muy fuertes ante la presencia de
móviles, Wi-Fi o antenas de telefonía.
¿Qué
problemas de contaminación electromagnética presentaba su casa de
Pinto (Madrid)?
A
unos 60 metros de la casa había implantadas unas grandes antenas de
telefonía móvil, de Vodafone y Yoigo. Había puntos, en el hogar de
mis padres, en que los medidores detectaron más de seis
voltios/metros. Según la legislación vigente, la cifra está dentro
de los límites legales y por eso no pudimos hacer nada. Sin embargo,
hay científicos que afirman que no deberían superarse los 0,1
voltios/metros en los hogares. Mis padres se trasladaron a diferentes
domicilios huyendo de la contaminación electromagnética. Por
ejemplo, buscamos la tranquilidad de la costa, en Calp (Alicante).
Pero también allí había un bosque de antenas. Llegaron a dormir en
un garaje para evitar el efecto de las radiaciones.
¿Te
dirigiste a instancias oficiales? ¿Cuál fue la respuesta?
Los
técnicos del Ayuntamiento de Pinto que vinieron a realizar las
mediciones a la casa llegaron a decir: “Vámonos de aquí, que hay
muchas radiaciones”. Había lugares de la casa en que se saturaba
el aparato medidor. Cuando mi madre ya había intentado suicidarse,
mantuve una reunión con la alcaldesa de Pinto, el teniente de
alcalde y el concejal de Sanidad. Les pedí que resolvieran el
problema. Les expliqué que mis padres eran pensionistas y no tenían
por qué abandonar su casa. En mudanzas, muebles, implantes o
medicinas, nos hemos gastado 50.000 euros en un año. Pero más
importante que el problema económico es la necesidad de atención
social y sanitaria. Pedíamos una vivienda sin radiaciones. Los
políticos son, a fin de cuentas, los responsables de la salud de los
ciudadanos.
¿Y
después?
Con
el ayuntamiento de Pinto, he tenido dos reuniones, la última en
marzo. Luego he pedido muchas más, sin que se me hiciera caso. Todas
las peticiones llevaban copia dirigida a las consejerías de Salud y
Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid, al Ministerio de Sanidad,
al defensor del pueblo y a todos los diputados del Congreso. Incluso
al rey. En términos generales, recibí la callada por respuesta.
Pero en la Consejeria de Medio Ambiente me respondieron que las
radiaciones medidas en la casa se encontraban dentro de los
parámetros legales. También me llegué a reunir con la delegada del
Gobierno, Cristina Cifuentes, quien me dijo que no me preocupara y me
prometió que trataría el problema. Aún estoy esperando su
respuesta. Pero capítulo aparte merece el trato de la Defensora del
Pueblo.
¿En
qué sentido?
Soledad
Becerril, o sus asesores, siempre me contestaban que las emisiones se
ajustaban a los criterios legales. Que se había puesto en contacto
con Sanidad y le aseguraban que las cifras de las mediciones no
apuntaban ninguna ilegalidad. Siempre me decían lo mismo. No
atendían a razones. Siempre me respondían por carta. Me llegaron a
contestar: “Confiamos que comprenda que no es posible aceptar un
diagnóstico que no venga mínimamente corroborado por los servicios
técnicos y médicos y se base en apreciaciones realizadas por
profesionales”. Y eso que mi madre fue diagnosticada por Mar
Gimena, doctora experta de la Seguridad Social que participó en el
documento de Consenso de Sensibilidad Química Múltiple.
¿Y
qué ocurrió durante tu visita a los médicos?
Algunos
otorrinos se reían. Visitamos el ambulatorio de Pinto, hospitales,
urgencias y especialistas de todo tipo. En muchos casos se reían de
nosotros. Pero esto es algo que nos ocurre a todos los
“electrosensibles” y a sus familias. “Pues váyase de su casa”,
“pues no hable por el móvil”. Estas eran algunas de las
respuestas de los médicos. Viendo la lengua de mi madre de color
amarillo o naranja, quemada por las radiaciones, nos llegaron a decir
que era por efecto de hongos. Fíjate que mi madre estuvo ingresada
hasta tres semanas en el centro de salud mental San Juan de Dios de
Ciempozuelos, donde se le diagnosticó una “psicosis”. Allí la
tuvieron sedada y dopada. Esto ocurrió tras el segundo intento de
suicidio de mi madre. Es el protocolo que legalmente se sigue. Pero,
insisto, estábamos ante un problema de exposición a radiaciones.
¿Cuál
era en estos casos tu reacción?
Imagínate.
Yo me llevaba documentación científica a los hospitales y también
las resoluciones europeas sobre campos electromagnéticos. Se las
mostraba a los doctores, pero ni las miraban. Era como toparme con un
muro. Negaban la enfermedad que realmente afectaba a mi madre. Me
decían que yo no tenía ni idea. Y eso que la Organización Mundial
de la Salud (OMS) y la Agencia Internacional de Investigaciones del
Cáncer (IARC) han clasificado los campos electromagnéticos de
radiofrecuencia como posibles cancerígenos. Y alertan de sur riesgos
potenciales.
¿Has
intentado denunciar el caso de tu madre en los medios de
comunicación?
He
remitido correos electrónicos a todos los medios. Y únicamente
conseguí un reportaje en El Mundo, por el compromiso de un
periodista concreto, Paco Rego, y una entrevista en ABC.Radio. Pienso
que hay algunas razones que explican esta desatención de los
periodistas. Primero, hay profesionales en los medios de comunicación
muy “enganchada” a las nuevas tecnologías. Prefieren negar la
realidad a cuestionarse el uso que le dan, por ejemplo, a su iPhone.
En segundo lugar, piensan que éste es un “jardín” en el que no
vale la pena meterse. Sin embargo, hay muchos periodistas de otros
países que sí sacan estas informaciones a la luz. En mi opinión,
los periodistas tienen una responsabilidad esencial en informar a los
ciudadanos sobre los peligros de las radiaciones.
¿Qué
rol desempeñan, a tu juicio, las grandes empresas de
telecomunicaciones en el problema de la contaminación
electromagnética?
Las
grandes compañías van a lo suyo, ganar dinero. El sector de la
telefonía móvil es uno de los que genera más beneficios del mundo
para sus empresas. Además, conforma uno de los loobies más
poderosos El problema es: ¿Quién defiende a los ciudadanos? En
muchas ocasiones, los políticos están “colocados” en esas
mismas empresas. Por lo demás, las compañías son conscientes de
los problemas de las radiaciones y están investigando alternativas.
¿Qué
apoyos has recibido en esta larga lucha de dos años?
Por
ejemplo, el de Minerva Palomar, una de las primeras personas que en
España ha identificado su condición de “electrosensible” y a la
que se le ha diagnosticado esta enfermedad. He recibido, asimismo,
numerosas llamadas de Alemania, Estados Unidos, Francia, Canadá,
Gran Bretaña, Italia e Israel, por parte de personas afectadas y sus
familiares. Me trasladaban el pésame por el fallecimiento de mi
madre. También me gustaría destacar el respaldo de Miguel Jara, en
su blog de periodismo científico y ambiental. Y el de un científico
sueco, Olle Johannson, que ha trabajado mucho en estas cuestiones
mientras le han dejado.
¿Qué
lecciones deberíamos extraer de la tragedia de tu madre?
Tras
18 meses de lecturas, investigación y hablar con afectados,
científicos y médicos, saco la conclusión de que todos somos
electrosensibles. A todos nos afecta la contaminación
electromagnética. Lo importante y el factor diferencial es el grado
de conciencia que tengamos. Porque muchas veces la gente no asocia
dolores y enfermedades que padece, a las radiaciones
electromagnéticas. Y realmente es este el origen. ¿Ejemplos?
Sangrado de nariz, dolores de cabeza, dificultades para conciliar el
sueño o nerviosismo e irritabilidad, entre otros.
¿Y
otros de mayor gravedad?
Las
dolencias más graves proceden de horas y horas de exposición a
radiofrecuencias emitidas por las nuevas tecnologías, Wi-Fi,
inalámbricos y demás. Por ejemplo, quemazones en garganta, oído y
piel; leucemia y otro tipo de cáncer (esto se ve muy claro en los
colegios ubicados cerca de antenas de telefonía móvil), así como
tumores cerebrales. Ten en cuenta, además, que se dan enfermedades
nuevas, que no existían hace 20 años porque no había exposiciones
a campos electromagnéticos. Me refiero a las fatigas crónicas,
fibromialgia, sensibilidad química múltiple y electrosensibilidad.
Por
último, ¿qué consejos darías al común de la gente, que se expone
diariamente a las nuevas tecnologías?
Usar
el teléfono por cable, el que se ha utilizado toda la vida. Sin
Wi-Fi ni inalámbricos. Rechazar de plano sistemas como las cámaras
vigila-bebés, que constituyen un emisor muy potente de
radiofrecuencias. No dormir con el teléfono móvil encendido y
además usarlo con moderación. También me gustaría advertir del
peligro de los implantes metálicos, como los bucales, o de los
empastes de mercurio. La razón es que funcionan como amplificadores
de la señal electromagnética. Mi madre vivió un mes y medio mucho
mejor cuando le retiramos los implantes bucales.
Fuente:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=162285
No hay comentarios:
Publicar un comentario