Aumenta el número de personas mayores
que llega al hospital con serias ulceraciones en la zona del sacro y
heridas gangrenadas
Aunque están más que habituados a ver
a diario la parte más más descarnada de la vida, profesionales de
las urgencias hospitalarias han empezado a constatar que en los
últimos meses las personas que acuden a este servicio de puertas
abiertas las 24 horas presentan una situación de mayor degradación
física, hasta el extremo de volver a ver casos que no se
contemplaban desde hacía décadas, como son las heridas con gusanos,
ulceradas e infectadas en personas mayores dependientes, consecuencia
irrefutable del avance del deterioro social.
El asombro entre los sanitarios surge
porque no se trata de indigentes o vagabundos sin acceso a una mínima
higiene y a unos cuidados básicos, sino que son personas de un
estatus medio, supuestamente cuidadas y atendidas.
Cuando los
gusanos crecen en una herida es que se han abandonado y con mucho los
cuidados más mínimos. «El enfermo desprendía un olor tan
repulsivo que tuvieron que quemar alcohol en la sala donde había
estado porque no se podía soportar», declaró a Levante-EMV un
cirujano.
Empleados de al menos dos hospitales de
la ciudad de Valencia confirmaron a este periódico que en los
últimos meses sí han atendido a personas con este tipo de heridas.
En algunos casos, el afectado rechazaba la escasa atención sanitaria
que recibía del exterior, los hijos carecían de tiempo para
cuidarlos y dedicarles la atención necesaria, las esposas que eran
tan mayores como ellos carecían de ánimo y fuerza para curarlos y
la higiene brillaba por su ausencia. ¿Resultado? Una ulceración
progresiva de la carne infectada que termina criando larvas y
finalmente gusanos.
«Lo que vemos es el resultado del
deterioro social que hay en la calle; los mayores se vuelven
testarudos y cuesta mucho convencerles para que se dejen cuidar, para
asearlos adecuadamente, los hijos no pueden descuidar su trabajo por
miedo a perder el empleo y la asistencia sanitaria que recibe en el
domicilio se limita a los avisos de urgencia del centro de salud por
lo que la situación tiene todos los elementos para una herida
ulcerada se afee», detalla un supervisor de urgencias.
Ni frecuentes ni extraños
Otro
facultativo relata la historia de un paciente con una adenopatía
(problema de los ganglios linfáticos) ulcerada que también acabó
con gusanos al negarse el enfermo a recibir asistencia. «La hija le
hacía fotos periódicamente para mostrar la progresión de la herida
a los médicos porque el paciente era muy remiso a acudir al
hospital».
«No es la primera vez que llegan este tipo de casos,
no es frecuente, pero tampoco es extraño», precisó. El grueso
de pacientes que se atiende en las puertas de urgencias son personas
de de 70 a 95 años, con un promedio de edad de 85. El mismo médico
reconoció que este grupo de enfermos dependientes y asistidos, en su
mayoría, cada vez acude en peor estado: con úlceras de decúbito,
úlceras sacras y hasta con gangrena que acabará con la amputación
de la extremidad para evitar que la infección se extienda al resto
del cuerpo.
El facultativo explica que para que una
herida se convierta en un nicho de gusanos requiere de una larga
evolución y mucha falta de higiene. «Además, —agrega— el
tratamiento es fácil, solo hay que limpiarla con agua y jabón y ya
está». En el hospital General también atienden a pacientes mayores
con grave deterioro. «Aunque no es lo habitual, llegan casos de
úlceras de apoyo en mayores a las que no se les ha meneado en una
semana, también hemos visto situaciones de abandono que existen
desde siempre y muchas personas con problemas graves de higiene.
Un enfermero de otro centro
hospitalario de la ciudad de Valencia coincide con este médico al
señalar que los ancianos más deteriorados proceden de residencias
privadas, «una circunstancia» que el sanitario asocia a los
recortes e impagos de la ley de dependencia.
Por otro lado, este sanitario ha
observado que los malos tiempos para la economía han reducido de
forma especular los casos de alcoholismo que se veían a diario en el
hospital. «Venían ‘cocidos’ y hechos polvo, la mayoría era de
los países del Este, con una media de edad de 30 años, agresivos y
a veces con situaciones de violencia doméstica, pero ahora apenas
tenemos, ha descendido muchísimo el número de personas con
alcoholismo y no sabemos si es porque han regresado a sus países por
falta de trabajo o porque no tienen dinero ni para comprar
alcohol».
Sin embargo todavía ven algunos casos. «Esta semana
llegó uno de 45 años que se meó en la silla y dejó un reguero por
toda la sala de espera que no se pudo limpiar hasta dos horas más
tarde porque por la noche solo hay dos limpiadoras en un hospital
como el Clínico, con más de 600 camas», informó. El otro grupo
que sigue llegando a urgencias con problemas de alcohol es el de los
jóvenes del botellón, «sobre todo las noches del viernes y del
sábado, muchos de ellos acaban en una camilla con hidratación hasta
que se les pasa la mona».
Centros de caridad
Desolador fue el
caso de un hombre de mediana edad y bien vestido, quien al ser
preguntado hace unos días en la ventanilla de triaje de urgencias
del hospital General qué le pasaba respondió: «Nada, que llevo
cuatro días sin comer».
Más desesperanzador aún fue el
comentario que realizó el administrativo que le cogió los datos:
«Pues no lo vaya diciendo por ahí que, como se enteren, la cola
dará la vuelta a la manzana». Este es uno de los grandes temores
que inquieta a las personas que están al frente de urgencias que
temen que después de Navidad este servicio de acceso al sistema
sanitario abierto y sin cita previa los siete días de la semana se
convierta en un centro más de caridad.
«Me preocupa que empiecen a aparecer
más personas con problemas sociales que viven angustiadas porque
muchas instituciones ya no las admiten», declaró un profesional que
reconoció que entre los trabajadores ya existe «preocupación e
incertidumbre» porque no pueden intuir lo que va a pasar en los
próximos meses, «y por eso no podemos bajar la guardia».
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