por
Colectivo No a O´Belen
Lunes,
03 de Junio de 2013 11:55
Es
necesario articular un discurso y una estrategia de lucha contra la
psiquiatrización de la sociedad.
Este
año 2013, se espera la aparición del nuevo Manual Diagnóstico y
Estadístico de Trastornos Mentales, DSM-V, que por lo que se conoce
de su borrador, amenaza con una redacción más pobre e inconsistente
que los anteriores, lo que supone una mayor patologización y
medicalización de la población.
Asamblea
de Majaras | Periódico CNT
¿Pero
qué es el Manual Diagnóstico y Estadístico?
Se
trata de una convención acordada por un grupo de psiquiatras de la
Asociación Psiquiátrica Americana (APA), que recopila síntomas
constitutivos de alguna "enfermedad mental" o "trastorno".
En un marco de apariencia científica, psiquiatras de la corriente
dominante cognitivo-conductual, formando 13 grupos de trabajo, se
ponen de acuerdo en hacer una relación de hipotéticas enfermedades
y revisión de las ya existentes y otras, como si fueran videntes,
que están por venir.
¿Quiénes
están detrás de este manual?
Si
nos atenemos a quien paga los congresos psiquiátricos en lugares
paradisíacos, a todo lujo y carísimos regalos, tendríamos que
afirmar sin lugar a dudas que quienes financian e inspiran la
creación de nuevas "enfermedades mentales" y el
mantenimiento de las antiguas, son las multinacionales farmacéuticas
que ya disponen de tratamientos para los "trastornos" que
van a llegar.
Con
el DSM-V las casi 300 patologías del manual anterior (DSM-IV), que
suponía que la mitad de la población americana estuviera enferma,
se multiplican de tal manera que lo difícil será encontrar una
persona "sana". La utilización de estos manuales
diagnósticos, supone el abandono total del estudio de patologías en
psiquiatría, de manera que los diagnósticos se realizarán a través
de la elección en un extenso catálogo de síntomas del
padecimiento, en el que nadie estará libre de "enfermedad"
y se dispondrá de una extensa gama química farmacéutica para su
tratamiento. Puede parecer exageración, pero si tenemos en cuenta
que el entorno de la psiquiatría es uno de los más conservadores,
debería de iluminarse alguna alarma cuando el jefe de psiquiatría
infantil de Ginebra, François Ansermet, comenta irónicamente que
"en el futuro, ¿habrá que curar a los normales"?
Sería
hasta cómico de no ser por el drama cotidiano para muchas personas y
sus familiares a quienes se les niegan otras alternativas. La
psiquiatría no pretende incidir en el contexto social y/o familiar,
sino modificar y anular químicamente voluntades y síntomas aunque
el dolor psicológico germine por dentro.
Con
el DSM-V se ha reconocido que, no sólo se incrementan las tasas de
trastornos mentales con nuevos diagnósticos y con umbrales más
bajos, sino que debido a las graves imprecisiones, se podrán crear
"decenas de millones" de "falsos positivos" con
"la rúbrica de enfermedad mental" y con el peligro de ser
medicados, con fármacos devastadores, de por vida.El DSM-V está
planteado con tal insensibilidad, que no contempla posibilidad de mal
uso o la interpretación como sucede entre jueces y la ley.
Por
otra parte, incluye en su redactado una serie de diagnósticos tan
absurdos como problemáticos. Aquí enumeramos sólo algunos:
-
Síndrome de riesgo de psicosis. Supone que, debido a la alta tasa de
"falsos positivos", "cientos de miles de adolescentes
y jóvenes adultos recibirían una prescripción de antipsicóticos
atípicos". La identificación temprana y su tratamiento, es un
riesgo peligrosamente prematuro, pues los antipsicóticos reducen las
expectativas de vida.
-
Trastorno disfuncional del carácter con disforia. Hace referencia a
la psiquiatrización de lo que conocemos popularmente como "mala
leche".
-
Trastorno cognitivo menor. Se refiere a alteraciones cognitivas que
habitualmente aparecen a partir de los 50 años, convirtiendo esta
etapa de la vida, en un inicio patológico.
-
Trastorno de déficit de atención con o sin hiperactividad. El
DSM-V, no sólo aumenta la tasa de este hipotético trastorno, sino
que pretende utilizar un generalizado abuso de medicaciones
estimulantes en una población especialmente vulnerable.
-
Trastorno de atracones. Los millones de personas que se dan atracones
una vez a la semana, pueden tener, de repente, un trastorno mental
estigmatizante y cuyo tratamiento es de dudosa eficacia.
-
Trastorno mixto ansioso depresivo. Convierte comportamientos
habituales de la población en síntomas poco específicos,
psiquiatrizando reacciones normales de la vida por las que todas
hemos pasado.
-
Pedohebefilia. Distorsiona la pedofilia con la pederastia,
convirtiendo el abuso de menores en enfermedad y propiciando el abuso
de la psiquiatría por el sistema penal.
-
Trastorno de espectro de autismo. Se unifican los llamados autismos
sin atender a las causas, incorporando clasificaciones diagnósticas
ajenas a ellos, como el denominado síndrome de Asperger, y toda la
estigmatización que conlleva.
-
El trastorno de la identidad sexual pasa a ser disforia de género.
No se reconoce como enfermedad, pero sí necesitada de tratamiento ya
que lleva asociada un alto riesgo de sufrimiento, sin reconocer que
la angustia o incapacidad es causada por el binarismo sexual cerrado
que no permite otras experiencias a las asignadas en el nacimiento
como sexo.
-
Desaparece la categoría de trastornos sexuales, pero mantienen como
desórdenes la pedofilia, el masoquismo sexual, el sadismo sexual, la
eyaculación precoz o el exhibicionismo y los recolocan entre los
capítulos disfunciones sexuales y desórdenes parafílicos.
-
En los desórdenes parafílicos encontramos el desorden travestista
que se caracteriza por excitación sexual intensa y recurrente al
tener fantasías travestis. Se patologizan las fantasías y no la
inexistencia de cauces que permitan expresarlas. En la parte de los
trastornos coercitivos parafílicos, se corre el grave riesgo que
penalidad y sanidad se confundan y trastoquen.
Entre
las cuestiones que se han expresado que aparecen en este nuevo DSM,
también se encuentra la eliminación de la distinción entre "abuso"
y "dependencia" de sustancias, ampliando la nueva categoría
de "adicción" que reemplazaría a ambas.
También
se psiquiatriza la llamada hipersexualidad, así como las "adicciones
conductuales" permitiendo medicalizar comportamientos y
elecciones de vida como por ejemplo, las "adicciones" a los
videojuegos, al sexo, a comprar, etc…
Otro
de los diagnósticos que se comenta que aparecía en el borrador y
del que no se habla demasiado en medios sanitarios, es el del
"trastorno de oposición desafiante" que se enmarcaría
dentro de los trastornos de conducta y que además de servir como
otra forma más de control social de aquella población que
"cuestiona la autoridad", se sumaría al trastorno disocial
y al negativista desafiante, cubriendo así todo el espectro de
"edades de la rebeldía". Si la represión policial y
judicial no es suficiente como elemento disuasorio y coercitivo para
la rebeldía, quizá un tratamiento psiquiátrico sea más efectivo.
Entre
las cuestiones más preocupantes de este DSM-V, encontramos la
medicalización del duelo normal, de manera que tras un suceso de
pérdida importante para una persona, el estado de ánimo depresivo,
la falta de apetito o de concentración, el insomnio, o la pérdida
de interés por las actividades, pueden ser calificadas como
"enfermedad mental". En los tiempos de precariedad que
corren, con esta medicalización, los únicos beneficiarios
exclusivos serán las multinacionales farmacéuticas.
Las
orientaciones más influyentes de la psiquiatría siempre han sido
instrumento para el control social y el sostenimiento del sistema, y
en estos momentos se le exije una mayor efectividad. La industria
farmacéutica que se orienta al ámbito psiquiátrico, lleva tiempo
investigando, con la excusa de la curación de enfermedades, la
anulación de voluntades y los cambios conductuales. Por eso no
sorprende que el electroshock, haya recuperado la actividad de antaño
a través de diferentes formas de estimulación magnética y la
lobotomía se realice por medio de sustancias químicas. Si a todo
esto le sumamos olimpíadas, fútbol o tele basura, ya tenemos
democracia para 40 años más.
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