Una paciente con Sensibilidad Química
Múltiple explica su día a día
JOSE FORÉS ROMERO | VALENCIA
4 junio 2014
Eva María tiene 47 años. Vive en
Alboraya y tiene sensibilidad química múltiple. Una dolencia no
reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS). «Consiste
en una pérdida de la tolerancia normal a la exposición ambiental de
diferentes productos químicos. Es un complejo cuadro clínico que
afecta a múltiples sistemas y aparatos. No todo el mundo tiene los
mismo síntomas y son muy invalidantes, porque el paciente se
encuentra francamente mal y eso provoca conductas de evitación»,
afirma el doctor BenjamÍn Climent, responsable de la Unidad
Toxicología Clínica del Hospital General.
A Eva hace siete meses que se lo
diagnosticaron. «Aunque hace trece años que convivo con el problema
sin saberlo. Tenía crisis que duraban mes y medio, me dieron
tratamiento con corticoides, y hacía una vida normal, pero desde
hace dos años, empecé con hernias y a sentir molestias en el
estomago. A raíz de ahí me molestaba todo, el humo de los coches,
el del tabaco y todo fue desencadenando en problemas digestivos,
cansancio, y no sabían como ayudarme y se me fue la cabeza, ahora
necesito ayuda psicológica», cuenta esta mujer que intenta salir
del infierno en el que se ha convertido su vida.
Una vida en la que no hay perfumes, ni
disolventes, donde no hay cabida para los típicos productos de
limpieza, ni para el humo del tabaco ni derivados de los
hidrocarburos. Es decir, todos aquellos productos cotidianos y que no
son nocivos para el ciudadano en general, los debe tener lejos de su
alcance. ( De hecho para realizar la entrevista, los periodistas
tuvimos que lavar la ropa con bicarbonato y no ponernos colonia ni
nada que pudiera provocar un ataque a la entrevistada)
Todo ello le impide casi totalmente
salir a la calle y tener un contacto normal con familiares y amigos.
«Antes las crisis duraban poco, pero ahora todo el que está a mi
lado lo sufre, hasta para afeitarse mi marido ha tenido que buscar un
jabón que no me moleste y esto afecta a los que están cerca de mi,
y de alguna manera me siento culpable», cuenta con lágrimas en los
ojos esta mujer casada y con dos hijos que rozan los veinte años. De
hecho ha tenido que adaptarse su hogar a su enfermedad y ha tenido
que cambiar no solo su alimentación, sino también su entorno.
Su 'guerra' también tiene otros campos
de batalla. Como en su comunidad de vecinos donde la limpieza y las
reformas corren de su cuenta si hay que hacer frente a ellas con los
productos que no son nocivos para Eva.
La paciente empieza a ver la luz al
final de este tortuoso túnel, con la ayuda, en gran medida, de la
Asociación Valenciana de Afectados de Síndrome de Fátiga Crónica,
Fribomialgia y Sensibilidad Química (AVASFASEM) cuya presidenta
esFrancisca García. «Desde la asociación, en la que somos unos 600
en Valencia, ayudamos a que las personas tengan una vida digna, nos
falta mucho por conocer, les ayudamos a nivel emocional para
fortalecerse, y que se adapten a la sociedad actual, que vivan con
dignidad».
El nivel emocional es importante ante
el desconocido enemigo porque no se sabe cómo actúa. No es una
alergia ni una intoxicación crónica, y eso complica la situación.
«la pérdida de la calidad de vida que van teniendo, les provoca un
trastorno ansioso depresivo. He visto enfermos que han perdido sus
capacidades como expertos en su empleo a medida que se desarrollaban
los síntomas. El cambio psicológico es reactivo a la pérdida de
las situaciones normales», confirma el doctor Climent.
Estas personas pues sufren una
incomprensión social y sanitaria que puede tener su final
próximamente. «La fibromialgia se reconoció por la OMS sin prueba
diagnóstica y creo que acabará sucediendo», asegura el médico.
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