PURIFICACIÓN
LEÓN - SALUD - 30
MAY 2014
(Imagen
CC)
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Nuestro
entorno más inmediato puede esconder agentes tóxicos sin que nos
percatemos. De hecho, algunas sustancias presentes en productos de
limpieza, pinturas, utensilios de cocina o, incluso, en los
alimentos, pueden ser perjudiciales para la salud, según explica
Elisabet Silvestre, doctora en biología y autora del libro “Vivir
sin tóxicos”.
Un
agente tóxico es aquel factor “capaz de hacer perder el equilibrio
a los sistemas biológicos del organismo”, señala Elisabet
Silvestre.
“Asistimos
a un cambio de paradigma en toxicología, de modo que las evidencias
científicas indican que las dosis bajas –hasta hace poco
consideradas inocuas— que pueden ser habituales en el día a día
pueden llegar a sensibilizar algunos organismos, haciendo que pierdan
ese equilibrio de los sistemas biológicos y que aparezcan síntomas
y trastornos de salud”, añade Silvestre en entrevista con EFE.
En
el trabajo, en el ambiente y en el hogar
Doctora,
¿a qué tóxicos nos vemos expuestos en el día a día?
La
lista es tan extensa como diversa: tener moho en el ambiente a causa
de humedades no resueltas o por condensación, debido a un deficiente
aislamiento del edificio; una estufa o sistema de calefacción que
realiza combustiones deficientes; respirar las sustancias químicas
sintéticas que se volatilizan de algunas pinturas justo después de
redecorar una estancia; las sustancias químicas presentes en los
productos de limpieza de la casa, en los cosméticos, muebles, telas,
utensilios de cocina, e incluso en los juguetes de los más pequeños
de la casa.
¿Es
cierto que también puede estar en el propio terreno?
Sí,
también existen las radiaciones naturales, como por ejemplo en el
caso de que la vivienda esté ubicada en un suelo de naturaleza
predominantemente granítica, en cuyo interior se pueden medir
concentraciones no deseadas del radioactivo gas radón, en especial
cuando no hay una ventilación eficiente.
¿Y
también en el trabajo o en el hogar?
Efectivamente,
podemos vernos expuestos a los factores asociados al electroclima,
como las cargas electrostáticas que se generan en ambientes
interiores muy secos, que crean disconfort e incluso “saltan las
chispas” al tocar a un compañero o un objeto metálico, o la
exposición habitual a los campos eléctricos alternos derivados de
las mismas instalaciones de los edificios, del cableado eléctrico, o
las ondas electromagnéticas provenientes de equipos electrónicos y
de tecnología.
¿Cómo
afecta a la salud el contacto cotidiano con todo este tipo de
tóxicos?
No
todos los organismos reaccionan de la misma forma ante la exposición
habitual a estos agentes. Depende de múltiples factores, como la
naturaleza del agente tóxico con el que se está en contacto, del
tiempo de exposición al mismo, de la dosis, de la sinergia con otros
agentes, de la sensibilidad personal, etc.
¿Qué
grupo de personas es más delicado en este tema?
Dentro
de la población más sensible se encuentran las embarazadas, los
bebés y niños, que deberían protegerse aplicando el principio de
precaución (al que instan autoridades sanitarias como la OMS o la
Asamblea Parlamentaria de Europa), a fin de evitar la exposición a
agentes de naturaleza química y física que se están revelando como
nocivos para la salud de los seres vivos. También son muy sensibles
las personas que ya han perdido la tolerancia a las dosis bajas (a
sustancias químicas, a radiaciones).
Hombres
y mujeres afectados de distinta forma
La
experta indica que con el conocimiento científico que se tiene en la
actualidad, y ante la evidencia del incremento de casos de personas
con alergia, asma, problemas respiratorios, sensibilidad química
múltiple, electrosensibilidad, así como determinados cánceres
(mama, pulmón, próstata) queda claro que el ambiente en el que
vivimos juega un papel importante en la salud. Si bien es necesario
seguir investigando, y lejos de crear alarma alguna, debería primar
el principio de precaución a favor de la salud pública.
Elisabet
Silvestre es partidaria de aplicar el sentido común, de dar
información clara y apostar por hábitos más saludables que
ayudarían a minimizar el incremento de estas patologías.
¿Los
agentes tóxicos afectan a hombres y mujeres en la misma medida?
No
exactamente. Algunos afectan de forma prioritaria a las mujeres, por
ejemplo, en el síndrome del edificio enfermo, condiciones
ambientales de humedad relativa baja y presencia de campos
electromagnéticos se relacionan con la denominada lipoatrofia
semicircular, una pérdida de tejido adiposo subcutáneo, donde casi
en un 90% de los casos de afectadas son mujeres. También ocurre lo
mismo en el síndrome de sensibilidad química, donde se evidencia
una mayor afección de féminas, aunque cada vez hay más casos de
hombres que la presentan.
¿Y
eso por qué?
Porque
diferencias biológicas, como la maternidad, hacen que el cuerpo de
una mujer pueda tener un 15% más de grasa respecto al del hombre,
siendo el tejido adiposo el lugar donde de forma prioritaria se
almacenan las sustancias químicas más persistentes -a modo de
“mochilas tóxicas”-.
¿Qué
son las enfermedades ambientales?
Las
enfermedades ambientales se pueden explicar como aquellos
desequilibrios del sistema biológico debidos a factores o agentes
presentes en el ambiente, en general están creados por el mismo
hombre. En nuestra sociedad, y derivado del estilo de vida, el medio
ambiente más habitual y en el que pasamos más horas es el espacio
interior –edificios laborales, domicilios particulares, escuelas y
guarderías−. El 90% de la jornada suele transcurrir en espacios
interiores (8 horas en el ámbito laboral o escolar y 8 horas en el
dormitorio). Por el tiempo de exposición y porque esa exposición se
repite día a día, todos los días del año, puede acabar mermando
la salud.
¿A
qué nos exponemos en el interior del hogar?
A
agentes que, en gran medida, introducimos nosotros mismos con los
productos de uso cotidiano sin ser conscientes de ello. Así lo
muestran los estudios de la EPA (Environmental Protection Agency US)
que indican que el ambiente interior de un hogar puede estar de 2 a
5, e incluso 10 veces más contaminado que el del exterior, por
ejemplo por compuestos orgánicos volátiles, esas sustancias que
tienen la capacidad de “escaparse” de los productos, de
volatilizarse y pasar al ambiente, y que se respiran sin ser
conscientes de ello. Proceden de materiales de construcción,
pinturas, colas, moquetas, suelos de pvc, muebles aglomerados, etc.
¿Cómo
nos contaminan?
Algunas
sustancias entran en contacto con la piel (y también las respiramos
o absorbemos) al aplicarnos un producto cosmético o al limpiar con
un detergente. Otras las ingerimos porque están en los alimentos o
en el agua… En los análisis de viviendas habituales se hallan
sustancias químicas como el formaldehido, xilenos, ftalatos,
parabenes, bisfenol A, plaguicidas, etc. Por lo que en nuestro hogar,
están más presentes de lo que pensamos.
Casas
limpias pero sucias por contaminantes
¿En
qué consiste el síndrome de la casa enferma?
Haciendo
el símil con el síndrome del edificio enfermo, se define así a una
residencia o domicilio particular que presenta algún factor o agente
ambiental capaz de alterar el equilibrio del organismo de alguno de
sus habitantes.
¿Cómo
podemos resolverlo?
El
control ambiental es la mejor receta de salud en estas situaciones.
Por ejemplo, pintar con pinturas sin compuestos orgánicos volátiles,
elegir materiales y muebles saludables, sin tóxicos, limpiar con
productos que no contaminen de sustancias químicas toxicas el
ambiente, etc.
¿Entonces
puede la limpieza del hogar ensuciar el ambiente?
La
limpieza ayuda a mantener a raya microorganismos como ácaros, mohos
o bacterias. Aunque, para disfrutar de un estado de salud óptima no
es necesario llegar a hacer una asepsia completa en todas las
estancias de la casa. Mantener la casa limpia es suficiente y, para
ello, no es preciso aplicar casi a diario productos que incorporan
sustancias que pueden ser irritantes, alergenizantes o
sensibilizantes para el organismo. La buena noticia es que existe en
el mercado una gama interesante de productos de línea más
ecológica, que no incorporan sustancias tóxicas.
La
paradoja es que, muy a menudo, se limpian las casas de gérmenes y
microorganismos “ensuciándolas” con compuestos químicos
potencialmente nocivos.
¿Las
plantas pueden ayudarnos a purificar el aire de la casa?
Las
plantas son buenos purificadores del ambiente, así lo muestran
estudios realizados en la NASA. Cada especie está más especializada
en unas sustancias concretas, por ello, vivir en ambientes interiores
con abundancia de plantas y vegetación, combinando varias especies
diferentes, ayudará a mejorar la calidad del ambiente.
¿En
los alimentos hay productos que pueden poner en riesgo la salud?
Sí,
sustancias muy diversas que se pueden incorporar en diferentes fases
de la producción o el procesado. Los alimentos pueden contener
productos como restos de pesticidas, insecticidas o fertilizantes
químicos, que se añaden en el cultivo de vegetales y hortalizas,
cuando estas no son de cultivo ecológico. Estas prácticas deberían
evitarse, optando por tratamientos inocuos para la salud.
¿Cómo
influyen los campos electromagnéticos en la salud?
Depende
de si se trata de campos electromagnéticos de baja frecuencia (los
que provienen de los equipos eléctricos, electrónicos, de las
instalaciones eléctricas, de las torres de distribución eléctrica
a 50 Hz) o de los de alta frecuencia (telefonía móvil, wifi,
inalámbricos, etc). Es evidente la controversia que existe en este
campo, incluso dentro del mundo científico. También se evidencia el
creciente número de personas que muestran síntomas de
electrosensibilidad, de modo que su organismo reacciona de forma
adversa, pierde la tolerancia, ante la exposición a las fuentes de
campos electromagnéticos y a los niveles presentes en la vida
cotidiana. En Suecia, por ejemplo, se reconoce como una discapacidad.
Contaminación
electromagnética
La
experta indica que la Organización Mundial de la Salud (OMS), desde
2001, siguiendo la clasificación del IARC (Agencia Internacional
sobre el Cáncer), incluye los campos electromagnéticos de baja
frecuencia en el grupo 2B “posiblemente cancerígenos para el ser
humano” tomando como referencia los estudios epidemiológicos que
muestran una asociación con la leucemia en niños.
Y
en 2011 esta organización hace lo propio para los campos
electromagnéticos de alta frecuencia, ante las evidencias que
indican una asociación con diversas disfunciones de salud como la
evidencia de que la población infantil es muy vulnerable a la
exposición habitual y continuada, la evidencia de la aparición
emergente de electrosensibilidad, la evidencia de daños en
espermatozoides y en la reproducción, en la barrera
hematoencefálica, en el sistema nervioso o en un incremento de las
proteínas del estrés…
¿Qué
recomendación nos haría al respecto?
Mientras
la comunidad científica saca sus conclusiones, las evidencias y el
sentido común indican que, en pro de la salud pública, es urgente
aplicar el principio de precaución para evitar la exposición
continuada las 24 horas. Especialmente para los niños, con sistemas
muy sensibles y hay que evitar la sobreexposición a esas dosis
pequeñas continuadas en el tiempo, día a día.
¿Podemos
hacer algo para minimizar el impacto de los tóxicos en la vida
cotidiana?
Como
consumidores podemos elegir las opciones más saludables, para ello,
es preciso estar informado. No se trata de asustarse o de alarmar,
igual que podemos decidir incluir en la dieta más vegetales y
verduras porque sabemos que ayudan a mantener un estado más óptimo
de salud, que comer de forma habitual alimentos muy procesados y
refinados.
¿Algún
consejo a la hora de hacer la compra?
La
realidad es que en algunos establecimientos, en una misma estantería,
se puede optar por un producto que incluya sustancias que no son
recomendables u otro que esté exento de ellas. Como al elegir un
cosmético, un detergente, una pintura para renovar el salón o la
habitación de los niños, o los alimentos que componen la cesta de
la compra.
Por
suerte, hoy día hay alternativas más saludables. Además, cada vez
que adquirimos un producto estamos apostando por una forma de
producción u otra y es una forma de alertar a empresas, y también a
las autoridades, de que como ciudadanos preferimos opciones más
saludables para el planeta, para todos los seres vivos y más justas
socialmente.
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