jueves, 30 de octubre de 2014

Electrosensibilidad ¿Electro... qué?

¿Electro... qué? ¿no ha pronunciado nunca esa palabra? ¡No es un chiste! Las personas que padecen electrosensibilidad no se están riendo. Si tiene síntomas crónicos inexplicables siga leyendo.

¿Qué es?

La electrosensibilidad forma parte de las nuevas enfermedades surgidas en el seno de las sociedades desarrolladas. Se trata de una enfermedad notoria recurrente provocada por la exposición a campos electromagnéticos. Ser eléctricamente sensible significa poseer un conjunto de síntomas (dolor de cabeza, cansancio crónico, dificultad para dormir...) que se activan o se intensifican al encontrarse cerca de aparatos eléctricos, transformadores, antenas de telefonía móvil y/u otras fuentes de radiaciones. Sin embargo, la persona afectada no aparenta tener problema alguno mientras no se exponga a los campos eléctricos. Toda enfermedad recurrente que sea producida por radiaciones, y que disminuya o desaparezca cuando uno se aleja de la fuente que los genera, constituye un caso de hipersensibilidad electromagnética.

El también llamado Síndrome de las Microondas afecta sobretodo a personas con el sistema inmunitario debilitado, o en fase de desarrollo (ancianos, enfermos, niños…) aunque cualquier persona con buen estado de salud puede llegar a padecerla si su exposición a las radiaciones se hace intensa y prolongada. Cursa con síntomas de insomnio, cansancio o irritabilidad. No es mortal, aunque puede acabar degenerando en enfermedades como el cáncer así como provocar diversos trastornos neurológicos en caso de no reducirse la exposición.

De igual forma que la SensibilidadQuímica Múltiple puede hacer que una persona se haga muy sensible a dosis muy pequeñas de productos químicos, los afectados por hipersensibilidad electromagnética pueden hacerse sensibles a niveles de radiaciones que normalmente, para el público en general, pasarían desapercibidos. Por otra parte, la mayoría de las personas intoxicadas por productos químicos (insecticidas, pesticidas, metales pesados, dioxinas, etc.) padecen de electro-hipersensibilidad sin saberlo.

Hoy se sabe con certeza que los campos electromagnéticos interfieren en el funcionamiento de nuestro organismo y de todos los seres vivos. Numerosos estudios científicos lo demuestran. Por ejemplo, la alteración del ciclo de producción de la hormona melatonina, que regula el sistema inmunitario y hormonal (estudios del profesor José Luís Bardasano, Director del Departamento de Especialidades Médicas de la madrileña Universidad de Alcalá de Henares) o de daños en el ADN que trasporta la información genética de las células (informe REFLEX, participado por investigadores de más de 12 países europeos y financiado por la UE con más de 3 millones de euros).

Las personas hipersensibles a las radiaciones presentan síntomas característicos:
  • Cefalea
  • Insomnio
  • Cansancio crónico
  • Irritabilidad
  • Alteraciones en la piel, incluido picor, quemazón
  • Infecciones recurrentes
  • Dificultad para concentrarse
  • Pérdida de memoria a corto plazo
  • Tristeza sin motivo aparente
  • Alteraciones cardiacas, mala circulación sanguinea
  • Desorientación
  • Congestión nasal
  • Disminución de la libido
  • Trastornos del tiroides
  • Escozor de ojos
  • Acúfenos
  • Ganas de orinar frecuentemente
  • Nerviosismo
  • Devilidad capilar
  • Manos y pies fríos
  • Rigidez muscular
Según las últimas estimaciones para las sociedades modernas la población electrosensible oscila ya entre el 3 y el 5%, lo que eleva a unos 13 millones el número de europeos que sufren este mal. En Suecia, primer país que aceptó la electrosensibilidad como causa de baja laboral (invalidez física), la cifra de afectados se eleva a 290.000.

Las personas que padecen hipersensibilidad a los campos electromagnéticos ven mermada enormemente su calidad de vida no sólo por sus síntomas físicos sino también por los profundos cambios emocionales que suele llevar aparejados. A esto último hay que añadir una serie de inconvenientes: por un lado, la dificultad de su diagnóstico (aunque la mayoría de los médicos no la identifican aún en su consulta porque en nuestro país todavía no está tipificada) hace que a la persona que empieza a padecer el conjunto de síntomas se la derive de especialista en especialista. Estos errores de diagnóstico, con frecuencia agravan el síndrome, pues hacen que el sujeto permanezca expuesto largos años al agente causal y retardan el tratamiento correcto. Por otro lado, las personas con este problema comienzan a recibir la exclusión social, empezando por los familiares, amigos y después en su trabajo. Se les califica de alarmistas, vagos, hipocondríacos, inadaptados sociales... cuando en realidad lo que están padeciendo es una enfermedad orgánica descrita por la Organización Mundial de la Salud.

Cada vez se hace más evidente que a las personas que ostentan el poder no les interesa el reconocimiento de las enfermedades que van en contra de los intereses de mercado y/o traen consigo claras responsabilidades legales (para las empresas de las telecomunicaciones y eléctricas), o que no son suficientemente fáciles y rentables (para la gran industria farmacéutica).

Todo ello a pesar de que el Parlamento Europeo a través de sus recientes resoluciones de 2 de abril de 2009 y de 27 de Mayo de 2011, ha solicitado a todos los estados miembros que sigan el ejemplo de Suecia y reconozcan la hipersensibilidad electromagnética a fin de proporcionar una protección adecuada y garantizar la igualdad de oportunidades entre quienes la padecen.

El 23 de mayo de 2011, Minerva Palomar se convertía en la primera trabajadora en España a la que un juez ha concedido “la incapacidad laboral permanente y absoluta” porsíndrome de hipersensibilidad electromagnética y ambiental, dotándola con una pensión equivalente al cien por cien de su sueldo.

Además, desde el 3 de marzo de 2012, el Colegio de Médicos de Austria tiene publicadas unas directrices para el diagnóstico y tratamiento de la electrohipersensibilidad, dentro del contexto de las “enfermedades y problemas de salud relacionados con los CEM”.

Como evidencia de lo que las actuales leyes que regulan los niveles de exposición a altas y bajas frecuencias por una parte y los medios de comunicación por otra nos ocultan, basta con leer los testimonios directos de las personas afectadas de electrosensibilidad.

Para evitar llegar a estos extremos es conveniente prevenir, y para ello (y mientras que las autoridades no lo hagan) es conveniente identificar y reducir al máximo nuestra exposición en los entornos doméstico y laboral, con el fin aproximarnos al objetivo de vivir en lugares libres de contaminación electromagnética (zonas blancas).

¿Qué causa la electrosensibilidad?

Actualmente los focos más recurrentes de contaminación radioeléctrica son las antenas de telefonía móvil, a la par que los teléfonos inalámbricos y los routers WIFI instalados en el interior de las viviendas. Todos ellos emiten microondas de manera permanente (24 horas al día y 7 días/semana) en los lugares donde se instalan. Los teléfonos móviles, a diferencia de los anteriores sólo nos pueden exponer a niveles de emisión altos durante el inicio de las llamadas y mientras que estemos hablando.

Últimamente, les ha dado a nuestros alcaldes por ser “modernos” y colocarnos conexiones a internet inalámbricas gratuitas para todo el barrio. En el entorno WiMAX (similar al WiFi pero con un mayor alcance) que preparan para nosotros la contaminación electromagnética es constante, omnipresente e invisible. En la ciudad de Madrid por ejemplo, los distritos de La Latina, Chueca y Gran Vía ya la tienen, además los puntos WiFi de kioskos y autobuses municipales, que se unen a los ya existentes puntos de acceso gratuito en centros culturales, deportivos y de ocio.

Ante la actual oposición generalizada de las comunidades de vecinos a instalar antenas de telefonía móvil en sus tejados, las operadoras de telecomunicaciones están buscado nuevas opciones. Una de ellas son las picoantenas. Son pequeñas y están situadas en las fachadas a la altura de la calle, a veces camufladas dentro de los rótulos luminosos de locales comerciales, que les alquilan el espacio, o mimetizadas en las paredes. Son las mismas que ya se han instalado en algunas estaciones de metro para tener cobertura también bajo tierra.

Otra configuración son las femtoceldas, que con la forma y el tamaño de un router se instalan en el interior de las viviendas, oficinas, etc. En su publicidad se identifican como ADSL con tarifa plana para teléfonos móviles, entre otros.

Con la excusa del ahorro de costes en la tarifa eléctrica tenemos un emisor más: los contadores de la luz con capacidad de telegestión (también conocidos como contadores inteligentes, o "smart-meters" en países de lengua inglesa). Con ellos las compañías eléctricas están procediendo a la sustitución progresiva de los antiguos contadores analógicos. Los nuevos aparatos de medida digitales permiten la lectura a distancia de su consumo (ya no se necesitarán inspectores que vengan a leer los datos de estos a nuestro domicilio) pero para ello necesitan emitir bien mediante microondas similares a las de la telefonía móvil, de manera intermitente, o bien mediante campos electromagnéticos de frecuencias medias que se inyectan a la red eléctrica por todos los cables eléctricos, contaminándonos con ello. También los contadores del agua o el gas podrían ser objeto de sustitución, multiplicando los niveles de exposición a campos electromagnéticos de los lugares donde los instalen.

En bajas frecuencias, las radiaciones no ionizantes con mayor riesgo potencial provienen de los centros de transformación, las subestaciones y los cables eléctricos de media/alta tensión, tanto aéreos como soterrados, o los que pasan pegados a las fachadas de los edificios a la altura de los primeros pisos. Si las líneas eléctricas no se apantallan con materiales de alta permeabilidad magnética (y casi nunca se hace debido a su elevado coste) o se alejan una distancia prudencial de las viviendas, se corre el riesgo de estar expuestos a niveles de campos magnéticos elevados. Con el simple soterramiento de los cables del transporte y distribución eléctrica se pueden frenar los campos eléctricos, pero en ningún caso se consigen evitar los potencialmente peligrosos campos magnéticos.

Cualquier aparato o equipo doméstico que esté en funcionamiento (como el televisor, ordenador, vitrocerámica, secador, manta eléctrica, etc.) suele provocar campos elevados, que por su cercanía al usuario pueden atraer riesgos si la exposición es prolongada. Sin embargo, estos últimos se podrían desenchufar para ver desaparecer sus efectos por completo.

En ocasiones, vemos como personas que siempre han gozado de un buen estado de salud pueden llegar a enfermar por fuentes generadoras de campos electromagnéticos tales como aparatos eléctricos (radio-reloj, cadena de música, etc.) que se encuentren muy cerca de la cama. De igual forma, podremos ver que un niño que sufre de nerviosismo, insomnio y dolores de cabeza, es capaz de dormir y estar calmado, después de corregir los problemas existentes con el cableado eléctrico de las paredes de su dormitorio. Los efectos de las radiaciones son acumulativos y se pueden ver agravados si además tenemos nuestra cama situada encima de una corriente de agua subterránea, una falla geológica o un cruce de líneas de la red de Hartmann-Curry (anomalías en el campo magnético terrestre). A veces tienen que pasar años hasta aparece alguno de los síntomas mencionados. En los casos antes citados, al alejar las fuentes que producían campos electromagnéticos, al corregir el cableado eléctrico que pasa entre las paredes o al cambiar de habitación, se devolvió la salud o produjo mejoras sustanciales en la salud. ¿Eran estas personas sensibles a la electricidad? Si las fuentes generadoras de radiación no hubieran sido identificadas y no se hubiera reducido su exposición, estas personas podrían haber llegado a desarrollar una intolerancia a los campos electromagnéticos más severa y permanente.

Existen varios grados de hipersensibilidad electromagnética, del mismo modo que ocurre con la sensibilidad química. Aquellas formas susceptibles de ser revertidas, son formas suaves de sensibilidad eléctrica. Cuando se ha permanecido expuesto por largo tiempo, la persona se hace muy sensible a las frecuencias iniciales (por ejemplo, de las antenas de telefonía). Posteriormente y a medida que avanza el síndrome la persona se va haciendo sensible también a otras fuentes emisoras de radiación electromagnética (como los router wifi, los ordenadores, o los tubos de luz fluorescentes). El hecho de que se experimente el síndrome de las microondas, aunque sea sólo una vez, debería considerarse como una señal de aviso que nos manda el cuerpo de que podría empezar a existir cierto grado de susceptibilidad crónica.

La electrohipersensibilidad (también conocida como EHS por sus siglas) puede convertirse en el eslabón perdido que explique patologías tan dispares como la fatiga crónica, fibromialgia, depresión, alzheimer, Parkinson, enfermedades autoinmunes (lupus, artritis reumatoide, enfermedad de Chron, psoriasis, esclerosis múltiple),enfermedades cardiovasculares, ciertos tipos de cáncer, y muchos otros problemas recurrentes de salud para los cuales las personas no encuentran respuesta ni alivio permanente por parte de la medicina alopática.

¿Cómo tratar la electrosensibilidad?

No se dispone aún de ningún tratamiento específico para la hipersensibilidad electromagnética al no conocerse totalmente las bases fisiopatológicas de este síndrome.

El método más efectivo para mejorar la calidad de vida de los afectados consiste en evitar o reducir al máximo la exposición a cada fuente de radiación electromagnética. Para ello puede resultar de gran ayuda solicitar los servicios de un profesional independiente y experimentado que nos examine detalladamente los lugares donde dormimos, ya que es cuando nuestro cuerpo está en reposo y es más vulnerable porque se segregan una serie de sustancias vitales (melatonina) para el correcto funcionamiento del organismo que se ven alteradas si estamos sometidos a campos electromagneticos. Así mismo conviene que se revisen por completo el resto de lugares de permanencia habituales dentro de casa, así como en el trabajo.

Los alimentos ricos en melatonina como las nueces, avena, arroz integral; y en triptófano (aminoácido precursor de la hormona anterior) como los plátanos, pipas de calabaza, alga espirulina, pollo o pavo, pueden ayudar a las personas sanas a prevenir los efectos nocivos de las radiofrecuencias y a los afectados de electrosensibilidad a recuperar el equilibrio perdido. De igual manera, los alimentos ricos en acidos grasos omega-3 como el aceite de lino, de pescado azul (siempre que esté libre de metales); y en compuestos azufrados como el ajo, o el requesón pueden mejorarnos la circulación sanguínea y ayudar a disminuir los dolores de cabeza, problemas de hipertensión y/o pequeñas arritmias asociadas.

Las plantas adaptógenas pueden ayudarnos a elevar nuestro sistema inmunitario y combatir la fatiga. El reishi, por ejemplo, es un hongo muy apreciado en oriente por sus potentes efectos antitumorales, inmunomoduladores y hepatoprotectores.

Hay que asegurarse de que no existen carencias nutricionales en la dieta. Para ello conviene suplementarla con uno o varios alimentos que sean ricos en vitaminas, minerales y oligoelementos, y especialmente en el complejo de las vitaminas B (mejoran la memoria, concentración y agilidad mental). Es el caso de las semillas de chía hispánica, bayas de Goji, o cualquier producto de las abejas (miel, polen, jalea real o propóleo).

Para descargarnos de las radiaciones electromagnéticas que hemos ido acumulando en nuestro cuerpo, podemos acudir a terapias de biorresonancia (moraterapia o quantum-SCIO) y repetirlas si fuese necesario o mientras que no consigamos alejarnos de las fuentes que nos irradian en nuestro entorno.

Los metales pesados (mercurio, plomo, cadmio...) que se pueden acumular a lo largo de los años en nuestro cuerpo y que suelen proceder de alimentos contaminados, de las amalgamas que tengamos en la boca, de tuberías antiguas que transporten el agua que bebemos a diario, etc. y que pueden agravarnos la sensibilidad a las radiaciones si no se eliminan a tiempo (baste recordar que los metales son muy buenos conductores de la electricidad). Para limpiar nuestro organismo de estos productos tóxicos va muy bien el alga chlorella, así como el ajo y el cilantro.

La desintoxicación del organismo debe acompañarse de varias limpiezas consecutivas de cálculos en la vesícula biliar y el hígado, para evitar que sigan obstruyendo los conductos hepato-biliares, y con ello dificultando el resto de procesos regenerativos. Para ello se puede seguir el método descrito por Andreas Moritz en su libro: Limpieza hepática y de la vesícula.

Algunas recomendaciones para personas electrosensibles:
  • Examinar exhaustivamente, las fuentes de radiación de los entornos doméstico y laboral a los que podemos estar expuestos habitualmente: campos eléctricos, magnéticos, radiofrecuencias, microondas, electricidad estática, geopatías y radiactividad, entre otros. Con ayuda de un buen especialista, la mayoría de estos problemas tienen solución (ver articulo: Contaminación electromagnética a raya - publicado en periódico "LaRazón" en Abril de 2013)
  • Sustituir los teléfonos inalámbricos (DECT) por otros de tipo ecológico. Por ejemplo, el modelo AS200 de Siemens que cuesta unos 25 euros y no emite ninguna radiación cuando está en la base (para ello hay que activar los modos ECO y ECO+ a través del menú de opciones del teléfono). Una alternativa mejor aún, son los teléfonos fijos alámbricos.
  • Limitar el uso del teléfono móvil. Tratar de no usarlo dentro de estructuras metálicas y/o en movimiento (coches, autobuses, trenes, ascensores, etc.) asi como en lugares con poca cobertura porque el móvil emite con más fuerza. Mantener el terminal lo más alejado como sea posible de la cabeza y del cuerpoutilizando para ello el altavoz (manos libres).
  • Sustituir las redes WiFi por cables (ethernet).
  • Cambiar los antiguos monitores para ordenador de tubo de rayos catodicos por pantallas planas.
  • Los flexos con bombillas halógenas suelen llevar adosados a su base un transformador que emite campos magnéticos muy intensos. Los tubos fluorescentes también, así como las bombillas de bajo consumo cuando están a poca distancia de nuestro cuerpo. Conviene sustituirlos por bombillas de tipo incandescente, o por halógenas ECO (sin transformador).
  • Ventilar el interior de las viviendas al menos 15 minutos cada día y/o instalar aparatos generadores de iones negativos para mejorar la calidad del aire y reducir la carga electroestática.
  • Cambiar la ropa sintética (favorece la electricidad estática) por tejidos de origen natural.
  • Aumentar la ingesta de productos frescos (frutas, verduras, hortalizas...) preferentemente de cultivo ecológico, y tratar de evitar las frituras, los productos industriales, refinados y/o adulterados, asi como los cocinados con horno microondas.
  • ¡Ojo con los vigila bebés!. Su misión es la de alertarnos de posibles problemas, pero también están emitiendo continuamente radiaciones electromagnéticas. Nuestros recien nacidos tienen una fisiología aún extremadamente débil como para poder soportar un clima eléctricamente hostíl.
  • Caminar descalzo (o con suelas de cuero) sobre césped, arena o baldosa, para descargarse gradualmente de la electricidad estática acumulada...
Además de todo esto, hay que denunciar, manifestarse, recoger firmas y exigir ya a nuestros políticos el reconocimiento por ley del potencial riesgo sanitario de los campos electromagnéticos. Las nuevas leyes deberían tener en cuenta los sectores más susceptibles de la población, como los niños, los ancianos y los enfermos asi como estar en consonancia con los estudios científicos más actuales. Dichos estudios recomiendan adoptar límites de exposición en función de los efectos que puedan tener las radiaciones sobre las personas a medio y largo plazo. Hay que tomar ejemplo de países como Italia, Suiza, Polonia, Rusia o China donde sus gobiernos, en base al principio de precaución y al sentido común, han promulgado valores máximos de exposición cientos de veces más bajos que en España.

Valores máximos permitidos (milivatios por metro cuadrado)
RUSIA
SUIZA
CHINA
ESPAÑA
24
40
66
4500

Es necesario difundir la existencia de la electrosensibilidad, primero para defender los derechos de las personas ya enfermas, y también para prevenir a los demás con el fin de que no la padezcan.

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