- La investigadora Ana Santurtún explica cómo afecta el dióxido de nitrógeno que hoy asfixia el aire de Madrid o Barcelona al aumento de ingresos hospitalarios por trastornos cardíacos
- "Habría que alertar a la población de los picos de contaminación para que pudieran prevenir efectos nocivos en sus cuerpos"
- La polución tiene un coste "en salud pero también en gasto sanitario, en las cosechas o en horas de trabajo perdidas", asegura la científica
Raúl Rejón 12/01/2015
Madrid
está en medio de un nitrogenazo. Días de altos niveles de dióxido
de nitrógeno (NO2) acumulado en el aire. Tanto, que cuatro
estaciones de medición ya han rebasado el número máximo de
superaciones de concentración de este contaminante para todo el año.
Este agente proviene sobre todo de los tubos de escape. En Barcelona,
la Generalitat tuvo que poner la semana pasada en acción un
protocolo en el área metropolitana por circunstancias similares.
Paralelamente, las autoridades alegan que este gas proviene en gran medida de los motores diésel que han copado el mercado. Ese boom del
gasoil estuvo favorecido en buena medida por los incentivos fiscales
de las autoridades.
En
medio de esta vorágine atmosférica, la doctora Ana Santurtún,
investigadora en la Unidad de Medicina Legal y Toxicología en la
facultad de Medicina de la Universidad de Cantabria, explica la
relación innegable entre este gas y el empeoramiento de las
enfermedades cardiacas, además de avisar de que esta acumulación
puede llevar aparejados otros contaminantes dañinos como son las
partículas en suspensión. "Hay que alertar" cuando se
prevén picos de polución, pide la científica. Y existe la técnica
para predecir buena parte de estos nitrogenazos.
Para
empezar, ¿por qué es malo el dióxido de nitrógeno?
Nosotros
hemos comprobado que, a medida que sube el NO2, se producen más
arritmias cardiacas. Estudiamos los datos en nueve ciudades españolas
durante seis años tomados por las estaciones de medición de fondo
urbano que son las que mejor reflejan el aire que está respirando la
población en su día a día. Núcleos con mayor y menor densidad
poblacional, de costa y de interior. Y en todas se repetía este
patrón.
En
estos días se están superando las acumulaciones de este
contaminante marcadas como límite por la ley. Pero ¿hay un nivel no
perjudicial a la hora de respirarlo?
Una
de las cosas que descubrimos en nuestro estudio es que lo que
realmente afecta son los cambios de nivel. Parece que hay menos
efecto cuando el dióxido se mantiene estable que cuando varía. Como
si al organismo le costase adaptarse a esos cambios.
¿Se
acepta ya como innegable, desde un punto de vista científico, que el
aire contaminado es un factor de riesgo sanitario?
Estudios
como el nuestro que cruzan los datos de polución con los ingresos en
hospitales lo demuestran. Es evidente que exponerse a contaminantes
tiene efectos en determinadas partes del cuerpo. Los estudios para
determinar cómo afecta en un nivel genético o si multiplica un
determinado tipo de cáncer tienen que tener en cuenta muchos más
factores, pero está claro que el aire contaminado que respiramos
afecta a nuestra salud, sería aberrante negarlo.
Comprendo que tomar medidas directas
contra la contaminación es complicado porque implica aspectos
económicos o de transporte
Episodios
como los que están viviendo en el comienzo de este año Madrid o
Barcelona, ¿pueden prevenirse?
Una
emisión puntual de gases que haga crecer el nivel de este
contaminante en el aire –como pudiera producir una industria– no
es controlable. Pero sí hay otros factores que son más predecibles:
por ejemplo, también hemos demostrado que, epidemiológicamente, la
población es más vulnerable a los efectos del NO2 en determinadas
épocas del año como el otoño y el invierno (quizá asociado a
otros factores que ayudan a acentuar patologías). Al mismo tiempo
sabemos que la estabilidad atmosférica, los anticiclones, favorecen
la acumulación de contaminantes. Si, además, existen ahora unos
buenos modelos y posibilidades de predicción atmosférica, pueden
anticiparse episodios de alta concentración contaminante en momentos
de alta sensibilidad de las personas.
Como
ocurre actualmente con un anticiclón prolongado en época invernal.
Igual
que existe la Agencia Estatal de Meteorología podría existir una
entidad similar para la polución. No que se diga "ayer hubo
mucha contaminación" sino "mañana seguro que hay altos
niveles de NO2. Tenga cuidado".
Unas
alertas sobre el fenómeno para, por ejemplo, no salir de casa esos
días si se tiene una afección cardiaca o con niños pequeños.
Hay
algunos canales como páginas web sobre calidad del aire, pero los
datos se dispersan mucho: ayuntamientos, comunidades autónomas,
trabajan con series diferentes. Hay que alertar a la población para
que puedan tomar precauciones cuando se den estos picos de alta
contaminación.
Ahora
se ha puesto el foco sobre el dióxido de nitrógeno. En el verano se
habla del ozono troposférico. ¿La contaminación va por estaciones?
Cuando
respiramos metemos todo en los pulmones. De hecho, es posible que el
mismo aire que ahora está saturado de NO2 también contenga mucho
material en suspensión.
Las
llamadas PM10 y PM2,5.
Eso
es. Además, para las micropartículas más pequeñas, las PM2,5,
también se sabe que las situaciones atmosféricas que favorecen el
dióxido favorecen igualmente ese material. Estas partículas
suspendidas en el aire se acumulan sobre las ciudades y, por su
tamaño, son capaces de traspasar la zona de la tráquea y pasar a
los pulmones y alcanzar los alveolos. De ahí pasan a la sangre. Las
PM 2,5 tienen su origen en la actividad humana: el 80% en la
industria y el 20% en el transporte. Su acción se relaciona con el
aumento en los ingresos hospitalarios por procesos respiratorios como
el asma.
¿Cree
que la política medioambiental recoge suficientemente la importancia
de los efectos de la contaminación?
Comprendo
que tomar medidas directas contra la contaminación es complicado
porque implica aspectos económicos o de transporte. Pero también
debería meterse en esa ecuación los costes de la polución. En
primer lugar la salud de la población, que deriva directamente en el
gasto en sanidad. Pero también hay daños a los cultivos o miles de
horas de trabajo que se pierden por bajas laborales.
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