R. I. / MADRID
Gracias a las técnicas de imagen
PET/RM demuestran la activación de una proteína en el cerebro de
las personas con esta condición
MARCO LOGGIA, PHD, MARTINOS CENTER FOR
BIOMEDICAL IMAGING, MASSACHUSETTS
GENERAL HOSPITAL
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El dolor crónico puede dejar de ser
invisible. Por vez primera se ha encontrado la evidencia de la
existencia de neuroinflamación en regiones clave del cerebro de los
pacientes con dolor crónico. Lo ha visto un equipo del Massachusetts General Hospital (MGH) gracias al empleo de escáneres PET/RM
integrados y lo publican en la revista «Brain».
Y, como subrayan los autores del
trabajo, el hecho de mostrar que los niveles de una proteína
relacionada con la inflamación se encuentran elevados en estas
regiones que se sabe están involucradas en la transmisión del dolor
abre el camino para la exploración de posibles nuevas estrategias de
tratamiento, pero también puede poner fin a una de las limitaciones
más frustrantes en el estudio y tratamiento del dolor crónico: la
falta de medir de forma objetiva la presencia o la intensidad del
dolor.
«El hecho de identificar niveles
elevados de esta proteína en regiones como el tálamo, la puerta de
entrada sensorial del cerebro para el dolor y otros estímulos, es
muy importante –enfatiza Marco Loggia-, ya que sabemos que esta
proteína esté muy expresada en la microglia y los astrocitos, las
células inmunes del sistema nervioso central, cuando se activan en
respuesta a algún evento patológico». Según Loggia, al demostrar
que hay activación en la glía causada por el dolor crónico se
podrían emplear estas células como diana terapéutica para el
tratamiento del dolor. Además, añade, «la consistencia con la que
hemos encontrado activación glial en los pacientes con dolor crónico
sugiere que nuestros resultados pueden suponer un paso importante
hacia el desarrollo de biomarcadores para las enfermedades que causan
dolor».
Proteína activada
Aunque numerosos estudios han asociado
claramente la activación glial con el dolor persistente en modelos
animales, ninguno lo había logrado en el cerebro de seres humanos
con dolor crónico.
El estudio se ha llevado a cabo en 19
pacientes con dolor crónico de espalda baja y 25 participantes sanos
como control. También se incluyó un subgrupo de 10 pacientes y 9
controles sin dolor. Los investigadores analizaron las obtenidas
mediante escáneres PET / RM integrados que emplean un nuevo
radiofármaco que se une a la proteína de translocador (TSPO). De
esta forma encontraron que los niveles de dicha proteína presentes
en el tálamo y otras regiones del cerebro eran superiores en los
pacientes que en los controles. Según Loggia, la señal era tan
evidente que era muy sencillo diferenciar a los pacientes de los
controles con sólo mirar las imágenes, sin necesidad del análisis
estadístico detallado de los datos. Otro hallazgo del estudio es que
los niveles de la proteína medían el dolor.
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