2016-02-08
Los datos en los que se basa la
declaración de emergencia internacional por el virus zika son
sorprendentes. No por los riesgos que la expansión que este virus
implicaría, sino por la falta de evidencias para motivar tan
grandilocuente declaración por parte de la Organización Mundial de
la Salud (OMS) ante una enfermedad leve, con muy escasos indicios de
conexión con dolencias más serias y sin pruebas científicas de
ello. Para suplir estas ausencias, agrega que como el vector de la
enfermedad –el mosquito Aedes aegypti– es también vector de
dengue y chikungunya, se está atacando las tres.
Este contexto alarmista, enfocado en
aspectos singulares –el "ataque" al vector, aislado de
sus causas– favorece enfoques estrechos, erróneos e incluso
peligrosos. Por ejemplo, la empresa Oxitec, que ha hecho
controvertidos experimentos con mosquitos transgénicos, los promueve
ahora como "solución" (en realidad como negocio) ante la
expansión de zika, obviamente sin mencionar los riesgos que conlleva
y que los mosquitos transgénicos podrían incluso empeorar la
situación.
Oxitec ya realizó experimentos de
liberación de mosquitos transgénicos en Islas Caymán, Malasia,
Panamá y Brasil. Intentó hacerlo en Europa, que no lo permitió por
razones de bioseguridad y estudios de impacto deficientes. Encontró
regulaciones "flexibles" en Brasil, donde ha hecho
experimentos en el noreste, aunque no pudo conseguir la autorización
de Anvisa, autoridad sanitaria de ese país. Su técnica es producir
Aedes aegypti transgénicos manipulados con un gen letal condicional,
que no se expresa si se aplica el antibiótico tetraciclina, lo cual
hacen durante la cría. Luego los liberan para cruzarse con mosquitos
silvestres, que si no encuentran el antibiótico, producirían
descendencia estéril.
Oxitec reporta una reducción de 80-90
por ciento de la población de mosquitos en las zonas de experimento.
Pero según documentados informes de Edward Hammond, Red del Tercer
Mundo y de GeneWatch, la realidad es muy distinta.
En un informe de 2015, GeneWatch
explica que la disminución de mosquitos no está probada, porque los
mosquitos silvestres se pueden haber sencillamente trasladado a zonas
aledañas. Los resultados de Islas Caymán sugieren que la técnica
es muy ineficaz, ya que usaron 2.8 millones de mosquitos por semana
para combatir una población silvestre de 20 mil mosquitos y de todas
maneras, aunque informaron una baja en la zona de liberación, hubo
un aumento de la población de mosquitos en zonas vecinas. Pero
además, aunque provisoriamente bajara la cantidad de mosquitos, no
existe evidencia, en ninguna parte del mundo, de que los mosquitos
transgénicos hayan reducido la incidencia de dengue ni otras
enfermedades.
Por el contrario, una de las
preocupaciones sobre los impactos de los mosquitos transgénicos,
particularmente en zonas endémicas, es que la disminución temporal,
pueda bajar la resistencia cruzada a varios serotipos del dengue que
existe en esas poblaciones, favoreciendo el avance de formas más
agresivas como dengue hemorrágico. Además, el desplazamiento de
Aedes aegypti puede favorecer la expansión de trasmisores rivales,
en el caso del dengue, del Aedes albopictus, que es más difícil de
erradicar.
GeneWatch nombra también que Oxitec no
ha presentado pruebas de que la proteína que expresan los mosquitos
transgénicos, llamada tTA, no tenga efectos alergénicos o tóxicos
en animales o humanos, pese a que ya se ha observado toxicidad y
neurotoxicidad en ratones.
Desde 2015 Oxitec pasó a ser propiedad
de Intrexon, empresa de biología sintética estadunidense, por lo
que podría estar considerando el uso de tecnologías de biología
sintética con mosquitos, más riesgosas, como el uso de conductores
genéticos (gene drives) que podrían modificar toda una población
de mosquitos en una o dos generaciones. Las consecuencias de
modificar toda una especie tendría implicaciones imprevisibles,
incluyendo impactos potenciales serios en el ecosistema y mutaciones
en los agentes de las enfermedades. Ya existen experimentos
confinados de modificación de insectos con esta técnica en
universidades de Estados Unidos, lo que motivó una alerta de
científicos sobre los altos riesgos de esta tecnología, incluso su
potencial uso como arma biológica. (The Independent, 2/8/15) Sin
embargo, en aguas de la "emergencia" por el zika, aumentan
la propaganda y presiones para usar esta tecnología.
Son remiendos técnicos estrechos,
concebidos más como negocio que para enfrentar realmente los
problemas. Además de los impactos que conllevan, desvían la
consideración de las causas y atrasan su atención real.
Según datos oficiales al 2/2/16, se
han confirmado 404 casos de microcefalia en Brasil. Solamente 17
tenían el virus zika. Es apenas 4.2 por ciento de los casos
confirmados y sólo muestra que el virus estaba presente, no que
fuera causante de microcefalia, anomalía que tiene un amplio
espectro de causas posibles, como exposición durante el embarazo a
tóxicos, desnutrición y otras infecciones, todos factores de alta
incidencia entre la población pobre del noreste, donde están 98 por
ciento de los casos referidos.
La Asociación Brasileña de Salud
Colectiva publicó una excelente nota técnica y carta abierta al
pueblo, notando que el aumento de microcefalia se puede deber al uso
de insecticidas y larvicidas que se colocan en el agua potable (¡!),
cuya concentración aumentó en el noreste en el periodo en cuestión,
debido al racionamiento de agua por sequías inesperadamente más
intensas que lo normal. Exigen una consideración amplia de las
causas de microcefalia, en una estrategia decidida con la gente,
desde sus condiciones, que al contrario de esos enfoques técnicos de
alto riesgo, es la única forma efectiva de enfrentar las epidemias.
Silvia Ribeiro. Investigadora del Grupo
ETC
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