León tiene un espacio libre de
tóxicos. Es el único de Castilla y León y uno de los pocos de
España a los que pueden ir las personas con Sensibilidad Química
Múltiple. La arquitecta María Cornejo apuesta por otra forma de
vida sin wiffi ni aditivos ni fuentes químicas. «No estamos locos,
vivir así es posible», dice
Nayara, brasiñela, y Chiara, italiana,
buscan un lugar natural, silencio y el conocimiento de
la zona, incluido el Camino de Santiago. JESÚS F. SALVADORES -
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CARMEN TAPIA | LEÓN
Bicarbonato, vozka y vinagre para
limpiar y desinfectar. «Que no estamos locos, que se puede vivir
así». La arquitecta leonesa María Cornejo ha diseñado un espacio
único en Castilla y León y uno de los pocos de España libre de
agentes tóxicos y corrientes electromagnéticas. En La Casa del
Arzipreste pueden alojarse las personas con Sensibilidad Química
Múltiple (SQM). La mitad de los clientes que buscan este refugio
sufren problemas graves de salud si están en contacto con sustancias
químicas. Es la enfermedad de las ‘personas burbujas’,
reconocida por las autoridades sanitarias en España en 2014.
En la casa de Requejo de Pradorrey no
hay wiffi —a no ser que la persona que se aloje lo pida
expresamente—, los alimentos son ecológicos —tienen su propia
huerta—, las sábanas y toallas están lavadas con productos
ecológicos y puestas a secar al sol, no se planchan, no hay
microondas, televisión ni aparatos que emitan ondas nocivas, y toda
la información turística de la zona está en libros.
«Esto ya funcionaba en Estados Unidos
hace treinta años», asegura Cornejo, especializada en arquitectura
biológica y estructuras antiguas. «Es la marea de comer, vivir y
experimentar de antes», asegura.
La casa rural ha sido el laboratorio de
prueba de esta arquitecta leonesa. «He probado materiales y de la
zona como el barro, ripio, barro y paja. Tenemos el único tejado de
centeno de la zona, centeno que hemos plantado nosotros».
María Cornejo en las despensas en las
que conserva todos los productos naturales.
JESÚS F. SALVADORES
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Las personas que padecen SQM sufren un
auténtico calvario que les obliga en la mayoría de los casos a
vivir confinados en su hogar y a ponerse mascarilla las escasas veces
que salen a la calle. «Lo peor es que todos los días nos metemos
para el cuerpo químicos y aditivos sin darnos cuenta y el riesgo es
la acumulación. ¿Por qué hay tantos niños celíacos o con
hiperactividad?. La razón está en la alimentación y las ondas
electromagnéticas». Un mensaje que repite con insistencia «porque
lo que más me interesa es concienciar. Concienciar de que es posible
alimentarse con productos biológicos, «no es más caro, al
contrario, simplifica mucho. No es necesario comer carne todos los
días, con dos o tres veces al mes es suficiente siempre y cuando esa
carne tenga todas las garantías. No es necesario comer dos kilos de
tomates a la semana. Come uno, pero biológico, libre de químicos.
No es necesario beber leche y menos desnatada. No es necesario
protegerse la piel con cremas de pantalla total; ponte un bueno gorro
y cúbrete la piel si tienes que salir a las horas punta. Para
beneficiarse de la vitamina D hay que tomar el sol 20 minutos al día,
diez por la mañana a primera hora y otros diez a última hora. Eso
sí, en pelota, sin crema».
La casa tiene hoy dos huéspedes,
Nayara, de Brasil, y Chiara, de Italia. Dos estudiantes de erasmus
que buscan «el silencio y estar en un lugar sostenible en el Camino
de Santiago». Encontramos a las dos jóvenes pintando parte de la
cocina. El trabajo forma parte de otro de los proyectos de este
espacio. «Sólo pueden pagar 20 euros por noche así que hacen algún
trabajo para pagarse la estancia», explica Cornejo.
En esta casa, de 1774, también se
imparten talleres y cursos intensivos en los que se enseñan pautas
saludables de alimentación, higiene y limpieza.
En la despensa solo se conservan
productos naturales, de comercio justo o en conservas preparadas en
la cocina de la casa rural.
Iablena Petrova limpia la cocina de la
casa con bicarbonato y vinagre. JESÚS F.
SALVADORES
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