Examen de la nueva resolución de la
OMS “absolviendo” al glifosato del dictamen anterior como
“probablemente cancerígeno”, tratando de desnudar los motivos,
que no parecen para nada científicos, para tal resolución.
Hagamos un pequeño racconto: el
glifosato es el herbicida de uso màs extendido hoy día. Se venía
usando extensivamente, sobre todo para los abundantes céspedes de
EE.UU., porque se había verificado que no tenía la virulencia de
otros temidos herbicidas, con letalidad inmediata comprobada (el
paraquat, el temido “Agente Naranja, por ejemplo, que es una mezcla
de 2,3,7,8-tetraclorodibenzodioxina (TCDD) y 2-4-5-t. O un “primo”
suyo de menor potencia pero aun altamente tóxico, el “abundante”
y muy presente en campos argentinos 2-4-d y otros también temibles;
atrazina, glufosinato, carbamatos…
El glifosato se multiplicó con la
implantación de cultivos transgénicos, precisamente preparados para
soportar glifosato que tiende a eliminar a los demás vegetales.
Por su baja letalidad inmediata, se lo
consideró inofensivo. Estuvo durante muchos años considerado no
tóxico, atóxico o como el lector prefiera piropearlo.
Sin embargo, investigaciones reiteradas
de biólogos como el argentino Andrés Ca-rrasco, descubrieron y
describieron preocupantes índices de intoxicación… con glifosato.
Gilles-Eric Seralini, francés, por
ejemplo, retomó las experiencias de la “investigación” que
Monsanto había hecho con conejillos de Indias y que le habían dado
total inocuidad y así lo había publicado en revistas “científicas”
y en comunicados emitidos, no por el laboratorio transnacional que
podría considerarse parte interesada sino a través de
organizaciones que proclaman ser “sin fines de lucro”, aunque
precisamente están fundadas, montadas y financiadas por empresas,
como es el ILSI, International Life Sciences Institute, que responde
por entero a Monsanto, o Croplife International que está
patrocinada, financiada, etcétera por Syngenta, Monsanto, Bayer,
Basf, Sumitomo Chemical y otros entre los mayores laboratorios del
mundo.
Séralini observó que los estudios de
Monsanto se habían limitado a tres meses, exactamente. Entonces
repitió exactamente la misma hoja de ruta (cantidad de glifosato
administrado, mismo tamaño de los conejillos y el mismo tipo de
encierro, de comida, etcétera pero lo prolongó después de los tres
meses. Y pudo verificar que ya en el mismísimo cuarto mes empezaban
a aparecer alteraciones en la salud de los animalitos de prueba, cada
vez más patentes, como por ejemplo, enormes tumores. Las
conclusiones sobre inocuidad del glifosato quedaban barridas,
literalmente.
Entre 1996,
momento de implantación de cultivos transgénicos (soja,
fundamentalmente) y 2014, es decir durante casi dos décadas, la
Organización Mundial de la Salud (OMS) aceptó como inocuo al
glifosato pese a que sobre todo en el correr de los años del s. XXI,
se empezaron a verificar preocupantes efectos contaminantes desde los
campos “transgénicos”. Los ya mencionados hicieron sus
verificaciones, Carrasco en 2009 y Séralini en 2012.
No fue, sin embargo, hasta 2014 momento
en que finalmente, la OMS (a través de su Agencia Internacional para
la Investigación sobre Cáncer, IARC) declaró al glifosato
“probablemente cancerígeno”. Durante los años previos su
latiguillo había sido que ”no estaba suficientemente probado”.
2014 se presenta así como condena de
muerte para Monsanto. Como dicen los jóvenes, “se les vino la
noche”; a Monsanto, Syngenta y a todos los laboratorios
comprometidos con la quimiquizaciòn de los campos.
Monsanto, por ejemplo (que es el
laboratorio con mayor participación en los “negocios transgénicos”
del mundo entero) obtenía unos cinco mil millones de dólares
anuales por la venta de glifosato (bajo su marca Round Up Ready).
Monsanto, y seguramente todo el pool de
laboratorios con el mismo enfoque y administración de agroquímicos,
se dedicaron a cuestionar e invalidar el resultado asumido por IARC.
Observe el lector que el IARC se había tomado su tiempo para el
dictamen que invalidaba el uso y abuso de glifosato.
Pero la ciencia es hoy día más
compleja. O al menos más complicada sus relaciones con los
intereses… empresariales.
Hemos mencionado a la OMS, al IARC, que
es una institución dependiente de la OMS (diríamos una de sus
reparticiones); hemos mencionado a ILSI y a CropLife que no son sino
pantallas empresariales, naves de campaña de empresas que optan por
no presentar sus intereses a través de propaganda sino escondiendo
sus intereses a través de sedicentes “organizaciones sin fines de
lucro”.
Como dice la Unión de Científicos
Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza de América Latina
(UCCSNAL), “A través de un ejército de ejecutivos de la
industria, profesionales de relaciones públicas y científicos de
algunas universidades públicas, la empresa despliega su trabajo
contra el IARC y sus resultados sobre el glifosato”. (Revista
Biodiversidad, nro. 89, julio 2016). La empresa es Monsanto, faltaba
más.
Así llegamos a una reunión en mayo de
2016 de JMPR en que le vuelve al alma al cuerpo a Monsanto y demás
cultores de la transgenetización de los campos.
Porque la JMPR declara: “Es poco
probable que haya riesgo de que el glifosato sea carcinógeno para
los seres humanos, en una exposición a través de la dieta”.
Pero ¿qué es JMPR? Es la sigla de
Joint Meeting FAO-WHO of Pesticide Residues (Reunión Conjunta
FAO/OMS sobre Residuos de Plaguicidas).
Como reza su folletería en internet:
“La JMPR desempeña funciones de asesoramiento científico para
establecer los límites máximos para residuos que pudieran
producirse como resultado de la utilización de los plaguicidas”.
Y abunda: Examina los datos
toxicológicos y conexos. Estima las ingestas diarias admisibles
(IDA) de plaguicidas para las personas.”Aquí estamos entrando a un
terreno resbaladizo. Cuando se hace “de necesidad virtud”. Los
laboratorios no sólo emplean, y abundantemente, tóxicos para
ofrecernos alimentos sino que nos quieren hacer creer que eso es
saludable.
Solo así se explica el término
“admisible”. Ingesta diaria resultado de una determinada forma de
producir alimentos, que puede ser discutible, que si fuere necesaria
habría que reconocer que es tóxica pero que mediante Public
Relations nos quieren hacer creer que es admisible.
Esta comisión JMPR asesora a la FAO, a
la OMS y a sus estados miembros. Ahora empezamos a entender porqué
costó tanto tiempo referirse a la toxicidad del glifosato.
Tal vez lo más significativo esté en
cómo se integra la JMPR.
Dice su folletería oficial en
internet: “Selección de los miembros. Los expertos desempeñan sus
funciones a título personal, y no como representantes de su país u
organización. ”En una palabra, no responden sino a su interés
personal, que es seguramente muy, pero muy bien atendido por
laboratorios que ganan miles de millones de dólares anuales.
Constituido entonces por una casta de profesionales cooptados.
Y observe el lector cuáles son las
funciones que la misma JMPR presenta como propias; “Establece las
IDA y las dosis agudas de referencia tomando como base los datos
toxicológicos y la información conexa disponible;
Recomienda límites máximos para
residuos de plaguicidas […]”.
Cuando declaran que “es poco probable
que haya riesgo… en una exposición a través de una dieta”
ignoran a los que trabajan con dicha sustancia, ignoran a los miles
de campesinos que se han suicidado (especialmente en India) con menos
de un vaso de glifosato. Está claro: se trata de una comisión
organizada desde el mundo empresario, con profesionales adictos, pero
investida de autoridad a través de las redes de la ONU como para que
se presenten como “ciencia” y se dedica a calibrar cuanto veneno,
cuántos tóxicos podemos ingerir… sin caer fulminados tan de
inmediato como para que se rastree fácilmente la causa.
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