- Federico Relimpio, especialista en Endocrinología, publica una novela en la que explica cómo los laboratorios farmacéuticos crean líderes de opinión abonando así el terreno para multiplicar sus ventas en el sistema sanitario público.
- El autor denuncia el control de foros y congresos médicos para que determinados estudios tengan más o menos peso en función de sus intereses.
Ramiro Navarro 03/05/2013
Federico Relimpio Astolfi es
especialista en Endocrinología y Nutrición en el Hospital Virgen
del Rocío de Sevilla. Acaba de publicar su primer libro, KOL Líder
de Opinión (editorial Anantes), presentado la semana pasada en la
capital hispalense. De sus páginas emana la realidad cotidiana de un
sistema sanitario asfixiante pero, sobre todo, describe cómo la
industria farmacéutica dirige, a través de la formación, los
congresos y las revistas científicas, y la creación de líderes de
opinión que posteriormente influirán en la autorización y
prescripción de los nuevos medicamentos.
Según explica, no es una autobiografía
pero está basada en hechos reales: "La ficción sólo es la
forma en la que he reunido y combinado los hechos para exponerlos".
Aunque sus páginas pintan estampas muy realistas del ámbito
hospitalario, el epicentro de su novela es la industria farmacéutica
y su relación con los profesionales médicos. Relimpio deja claro
que la industria farmacéutica, como tal, "es benéfica y
necesaria pues desarrolla medicamentos que han convertido procesos
como infecciones graves, la diabetes o el sida, que eran sentencias
de muerte, en problemas crónicos".
Salvado el concepto, Federico explica
cómo desde la década de los 80 el poder del sector se multiplica y
su radio de acción también. "La industria farmacéutica lo
compra todo", resume. Así, "abarca cuotas de influencia,
desde las sociedades científicas, las personas que la componen, los
foros y las revistas de cada especialidad", afirma. En general,
traslada esa sensación de haber vivido muchas batallas y verlas
ahora con cierta perspectiva. Batallas científicas junto a
laboratorios que llevaron su firma a Diabetes Research and Clinical
Practice, New England Journal of Medicine, Clinical Nutrition o
Diabetes Medicine.
Para Federico, esta relación se
construye desde el principio de la vida profesional. "Una vez
que dejas las aulas universitarias, la formación está encomendada
en buena parte a la industria farmacéutica. Si vas a un congreso
organizado por una sociedad científica cuya fuente de financiación
es en gran medida dicha industria, comprobarás que el que paga manda
y tiene una influencia impropia sobre conferenciantes, temarios,
etc.". De este modo, "uno empieza confiadamente hablando de
Ciencia y al final se acaba hablando de las bondades del producto que
se quiere vender en ese momento", explica. Todo en paralelo al
propio desarrollo como clínico.
"Desde que eres residente, te van
a seleccionar y te promocionan. Te ponen en contacto con líderes de
opinión del extranjero, vas a más charlas, participas en foros,
conferencias, adquieres formación y vas cobrando por ello".
Poco a poco, según explica, la relación se vuelve más explícita.
"En un momento dado, cuando vas a dar una charla, los hombres de
alpaca o las mujeres trajeadas te dicen que sería conveniente que
tal trabajo fuera soslayado o que tal cuestión no es conveniente o
que hay otros que son más interesantes...". Para Federico, ese
fue el momento de línea roja: "Algo olía mal y yo me bajé
ahí, pero muchos se quedaron".
Quizás la cuestión más importante no
es la legitimidad de las relaciones corporativas con los
profesionales de su entorno sino hasta qué punto esas relaciones se
traducen en mordida directa en los presupuestos públicos de Salud.
El autor cita un ejemplo de su ámbito, los tratamientos para la
diabetes: "Hay una estrategia dirigida para introducir nuevas
terapias cuya población diana es el 3% de la población".
"Cuando te das cuenta de que el 80% del presupuesto para
fármacos orales en diabetes en algunos servicios de salud se viene
consumiendo en medicamentos de aparición reciente y dudosa ventaja
comparativa, como son las gleptinas, te preguntas por obra de quién
ha ocurrido eso". En el fondo no es corruptela pues el médico
sólo ha ido a congresos de su especialidad. "El que realmente
ha hecho de motor de todo esto es el líder de opinión, el que yo
describo en la novela y que forma parte de una palanca mucho más
grande: la industria farmacéutica".
Esos líderes de opinión firman
artículos científicos de impacto y consensos que se presentan ante
la Administración como la evidencia científica que sustenta o debe
inducir la toma de decisiones. Diabetes, gripe A, vacuna del VPH
son algunos ejemplos. Pero ¿cuestionar eso no es cuestionar la
evidencia científica? Para Relimpio, "la evidencia científica
debe incluir más datos". El endocrino no niega que la evidencia
científica ha de seguir manejándose como tal; pero cree que "a
la hora de ser utilizada como palanca de decisión en un Ministerio
deberían incluirse otros elementos, máxime en tiempos de crisis".
Y pone un ejemplo: "si yo para dar un medicamento tengo que
prescindir de profesionales de enfermería especializados en
diabetología o reducir servicios en atención primaria, quizás no
esté haciendo un buen negocio".
Para Federico, es un círculo vicioso y
complejo. "El Ministerio aprueba unos fármacos y posteriormente
la legión de la industria farmacéutica va a moverse puerta por
puerta a los consultorios, llevando a los médicos a viajes y actos
de formación con el dinero de sus beneficios, procedente de tus
impuestos. De hecho, esas labores se hacen en jornadas consideradas
días libres para formación científica, pero ¿qué formación?,
¿financiada por quién? Por la industria, ¿Para conseguir qué?",
se pregunta. Eso también determina la propia práctica de la
medicina. Así, el mundo del medicamento, la prescripción y la
farmacología es lo que copa la formación y la práctica del
sanitario. Se ha convertido a la atención primaria en emisores de
recetas. "No se ha movido un dedo para que el médico salga de
su condición de oficinista y se prestigie verdaderamente frente a la
población, encontrando un contrapunto al especialista y haciendo una
medicina verdaderamente integral".
Prescripción de novedades
Quizás y parafraseando mantras
cotidianos, se le ha dado a la industria un privilegio y un prestigio
por encima de sus posibilidades. Según sus datos, "el
porcentaje de prescripción de novedades terapéuticas de España
frente a Alemania o Inglaterra es de vergüenza". Es decir, nos
damos mucha prisa en incorporar lo nuevo, lo caro, pero no siempre lo
más oportuno. En su opinión, "hay que sacar al médico de una
mentalidad excesivamente farmacológica cuyos resultados son
matizables, para darle aire a la asistencia personal y mejorar la
enfermería comunitaria, que tienen que estar mejor coordinadas".
Federico subraya: "aquí practicamos una medicina que se basa en
la figura patriarcal del médico".
"Cuando yo entré de líder de
opinión, se me recluta justamente para el lanzamiento de la
repaglinida, que hoy es un fármaco menor, pero entonces se
consideraba que iba a comerse el mundo". Tenía entonces treinta
y pocos años y Federico en ese momento estaba satisfecho con su
creciente labor.
"De repente estás en todos lados y te reclutan
para hablar sobre una nueva molécula, pero te dicen que quieren
saber qué vas a decir y empiezan aconsejarte si es mejor decir algo
de tal o cual manera, hasta incluso pedirte no citar un trabajo
concreto", afirma, con otra sentencia añadida: "Yo ahí me
bajé del carro". Es importante tener conciencia de lo que se
gasta, de la sostenibilidad del sistema, de la conciencia de formar
parte de una organización. Esa conciencia no es algo generalizado,
según Relimpio. De hecho, recuerda cómo en un congreso reciente
introdujo el debate sobre la sostenibilidad del sistema y la gestión
del gasto farmacéutico y "un compañero, relevante jefe de
Servicio, me dijo que eso excedía el campo de actuación clínica, a
ser un problema político". "Claro -subraya el doctor
Relimpio- él era un líder de opinión".
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