Una crónica histórica desde el punto
de vista de la salud
Carlos Álvarez Berlana
Rebelión
“CIENCIA”
El método científico es en esencia
sencillo, pero requiere rigor en el planteamiento de los experimentos
y especial cuidado en la interpretación de los datos. El método
científico, por tanto, no resulta tan fácil de aplicar y está
sujeto a errores de planteamiento, sesgo y falacias lógicas. Según
el investigador de la ciencia John P. Ioanidis la mitad de estudios
publicados podrían ser falsos. Estas valoraciones dan por supuesta
la buena fe de los investigadores. En su libro Mala ciencia Ben
Goldacre hace un repaso de los trucos utilizados por la industria
farmacéutica para que los ensayos clínicos den los resultados
deseados, entre los que se encuentra introducir una Variable
Independiente que no discrimina, cortar el experimento en el momento
más propicio o no tener en cuenta variables contaminantes que
camuflarán los resultados. Sin embargo Goldacre no es por sí mismo
un ejemplo de buen criterio cuando se muestra afín a determinadas
opiniones científicas establecidas bajo intereses económicos, como
la inocuidad de las vacunas o el carácter psicosomático de la
electrosensibilidad.
La cercanía entre las multinacionales
de la telefonía y las administraciones públicas ha favorecido la
aprobación de reglamentaciones que permitiesen el despliegue de las
redes inalámbricas sin pruebas sobre sus riesgos sanitarios y bajo
unos criterios establecidos desde la propia industria. Pero esta
fácil puesta en marcha de la telefonía móvil sin tener en cuenta
sus posibles peligros no hubiera sido posible sin la colaboración de
expertos y científicos en connivencia con las empresas de
telecomunicaciones.
ANTECEDENTES MILITARES
Los campos electromagnéticos de alta
frecuencia pulsados se sabe que son dañinos al menos desde los años
50 por los problemas de salud producidos en los trabajadores de radar
que los ejércitos no divulgaron por motivos estratégicos. El
biofisiólogo Pierre Le Ruz explica que hay estudios científicos
encargados por el ejercito francés en la década de los 70 en los
que ya se demuestra el llamado Síndrome de microondas, con síntomas
asociados a los campos electromagnéticos entre los que se puede
encontrar alteraciones en el electroencefalograma, en el
electrocardiograma, en el comportamiento y aparición de cáncer.
Esas ondas fueron abandonadas por los militares por otras de mayor
frecuencia y liberadas para la telefonía móvil comercial que cobró
auge a finales de los años 80. Así pues, hasta los años 90 los
límites de exposición a los campos electromagnéticos de alta
frecuencia fueron necesarios principalmente para trabajadores
militares y personal especializado. La marina de los EEUU en base a
las teorías del biofisiólogo alemán Herman Paul Schawn, que
afirmaba que no eran posibles otros efectos biológicos que no fueran
consecuencia del calentamiento apreciable de los tejidos por la
exposición a los campos electromagnéticos, fijó el límite en 10 µ
W/cm2 (microvatios por centímetro cuadrado). A partir de los 90 fue
preciso fijar límites de exposición para la población en general y
se asumió que un descenso de 10 a 1 garantizaría la seguridad,
quedando el límite fijado por el Instituto de ingeniería eléctrica
y electrónica –IEEE- en los Estados Unidos en 1 µ W/cm2. El
cambio de posición posterior de Paul Schawn, que consideró que no
eran descartables los efectos biológicos no térmicos fue ignorado y
los científicos que postularon efectos biológicos distintos al
calentamiento en el periodo 1950-95 ridiculizados.
WTR, GEORGE CARLO, HENRY LAI
En Enero del 93 David Reinhart presentó
una demanda en los Estados Unidos alegando que el teléfono móvil
había sido la causa del cáncer que mató a su mujer. El cirujano
que atendió a la esposa de Reinhart, David Peallmother, destacó que
la forma del tumor cerebral coincidía con la posición de la antena
del teléfono móvil. Reinhart logró asistir al programa de
televisión de Larry King en la CNN y generó revuelo en la opinión
pública, lo que acabó dando lugar a una serie de audiencias en el
congreso de los EEUU en las que se puso de manifiesto que el negocio
de la telefonía móvil se había desplegado sin unos estudios
previos sobre su seguridad –los únicos estudios aportados por las
compañías eran relativos al horno microondas- y bajo la discutible
premisa de que las ondas utilizadas eran no ionizantes y por lo tanto
inocuas para el ser humano. La industria móvil para mejorar su
imagen y legitimar su posición se comprometió a financiar estudios
sobre los efectos en la salud de las radiaciones de telefonía. La
CTIA –asociación para las comunicaciones inalámbricas de las
compañías operadoras- escogió a George Carlo para encabezar unas
investigaciones que limpiasen la imagen de la telefonía móvil.
George Carlo era un médico epidemiólogo y abogado cuya consultoría
científica había colaborado con la industria del papel para
defenderse de las acusaciones ambientalistas respecto de las dioxinas
emitidas durante el proceso de fabricación. Se fundó la
organización sin fines de lucro WTR –Wireless Tecnology Research-.
La industria de telefonía consiguió que fuese la FDA –agencia del
medicamento- (institución con fama de ser más tolerante con los
intereses de las compañías) en vez de la EPA –agencia
medioambiental- quien supervisase el trabajo de la WTR. Recayeron
sospechas sobre George Carlo, que en ese momento trabajaba en el tema
de la seguridad de los implantes mamarios, de ser un hombre pagado
por la industria de telefonía. Carlo crea una junta de revisión
presidida por John Graham, presidente de la Escuela de Salud pública
de la Universidad de Harvard y suma una nómina con más de 200
médicos y científicos. Se diseñaron sistemas para reproducir la
exposición a teléfonos móviles, se realizaron estudios “in
vitro” e “in vivo” y se pusieron en marcha estudios
epidemiológicos. En los estudios de laboratorio se utilizó sangre
humana y tejido linfático que fueron analizados en placas de Petri.
Uno de los científicos contratados por
el WTR fue Henry Lai, del departamento de bioingeniería de la
Universidad de Washington. Lai, que había trabajado para la fuerza
naval sobre los efectos del radar, comunicó a Carlo en el 94 que
había descubierto que la radiación de microondas similar a la de
los teléfonos móviles podía inducir daños en el ADN de las
células. Después de este descubrimiento, según una carta interna
de Diciembre del 94 titulada “Juegos de Guerra” y filtrada a
Microwave news en el 97, Motorola ponía en marcha una estrategia
destinada a desacreditar a Henry Lai y tranquilizar a los usuarios.
Hubo una llamada de teléfono (presuntamente de Bill Guy -asesor
científico en el WTR) al NIH–National Institute Health-, que
financiaba parte de la investigación, denunciando que Lai estaba
haciendo un trabajo no especificado que implicaba al ADN. El NIH
aceptó las explicaciones de Lai acerca de los motivos que le habían
llevado a incluir el ADN en su estudio. Desde la CTIA se restó
importancia a los hallazgos de Lai. Carlo le pidió a Lai que
siguiese con sus investigaciones y le prometió una financiación que
nunca llegaría. En el 95 se publica el trabajo de Lai en
Bioelectromagnetics y la CTIA dice que no afecta a la seguridad
puesto que la frecuencia no es la misma que la utilizada por los
teléfonos celulares. Motorola contrata a Jerry Phillips,
investigador del Centro médico de veteranos en Florida –California-,
para duplicar los estudios de Lai. Jerry Phillips encuentra que a
algunas intensidades se produce un mayor número de roturas de ADN y
a otras uno menor (algo que el investigador tejano considera normal
dados los mecanismos compensatorios de reparación del propio
organismo). Motorola no estuvo de acuerdo con los resultados e
intentó evitar que el trabajo saliera a la luz. Phillips lo acabó
publicando, aunque no ha vuelto a encontrar financiación para sus
trabajos. Posteriormente aparecieron replicaciones que negaban los
estudios de Lai, todas ellas realizadas por Joe Roti en la
Universidad de St Louise. La postura de los diferentes responsables
de la CTIA ha sido la de que los experimentos de Lai no han podido
ser reproducidos y que los estudios científicos demuestran que los
teléfonos móviles no afectan a los genes. Sin embargo, un buen
número de investigaciones han encontrado daños en el ADN
consecuencia de la exposición a las microondas, como las realizadas
por dos de los laboratorios europeos dependientes del proyecto REFLEX
(que trataremos a continuación) y la de la Escuela de medicina de
Zhejiang en China. En el 98 Henry Lai entró a trabajar para un
laboratorio dependiente de Motorola. En el 99 escribió una carta
abierta a Microwave news denunciando irregularidades durante su época
en el WTR que fue duramente contestada por George Carlo. En
declaraciones posteriores ha reconocido su ingenuidad al creer que
realmente le estaban contratando para realizar investigación
científica. Actualmente sigue con sus trabajos en relación a los
riesgos de los campos electromagnéticos aunque se niega a recibir
financiación de las empresas de telecomunicaciones.
La actitud colaborativa de Carlo con la
CTIA no duró mucho. Se fueron rebelando informaciones que no
resultaron del agrado de las compañías de teléfonos. En el 97,
tras la publicación en el New England Journal of Medicine de un
artículo en el que se mostraba que los teléfonos móviles podían
interferir con los marcapasos la CTIA decide reducir la financiación.
Carlo pone su cargo a disposición pero ambas partes por cuestiones
de imagen deciden que continúe al frente del proyecto. En el 98
cuando los resultados están listos la industria pide que le sean
entregados y ser ella quien se encargue de su difusión. Carlo
comenta a la CTIA que no puede garantizar la seguridad de los
teléfonos móviles. Thomas E. Wheeler, cabeza visible de la CTIA,
ejerce presiones sobre Carlo que decide presentar los resultados por
su cuenta. La industria de telefonía comienza una campaña de
desprestigio contra George Carlo con acusaciones de inestabilidad
emocional o de haberse quedado con el dinero de la WTR. En Junio del
99 en el Simposio State of the Sciencie para discutir el impacto de
los móviles en la salud celebrado en el hotel Hyatt Regency de
California Carlo ofrece su informe, en el que acusa a las compañías
de irresponsabilidad y hace un llamamiento a la prudencia en el uso
de la telefonía móvil. En total bajo el patrocinio de la WTR fueron
publicados 56 estudios científicos en los que además de
micronúcleos en la sangre –formación roleau-, daño genético y
funcional se halló fuerte relación entre el uso del móvil y
distintos tipos de cáncer cerebral. La campaña de descrédito en
torno a George Carlo aún prosigue y el médico epidemiólogo
americano se ha convertido en un luchador en contra de los teléfonos
móviles. Sin embargo no nos debemos engañar, Carlo se presenta como
un héroe pero su figura no está suficientemente clara. Fue elegido
por la industria móvil por haber realizado previamente trabajos de
lavado de imagen de grandes compañías que atentaban contra la
salud, durante un tiempo promocionó un sistema de protección
electromagnética -Biopro- que él mismo ha acabado reconociendo que
era inútil y actualmente da charlas exponiendo teorías que explican
el daño producido por las ondas de sistemas inalámbricos sin el
suficiente fundamento científico, que ante un sector informado de la
población generan más desconfianza que simpatía hacia la causa en
contra de la contaminación electromagnética.
LA ICNIRP
En 1992 al amparo de la IRPA
–Asociación Internacional de Protección Radiológica-, afín a la
industria nuclear, se funda en Europa la ICNIRP –Comisión
internacional para la protección de la radiación no-ionizante- con
el doctor Michael Repacholi a la cabeza, que posteriormente será
también jefe del Proyecto CEM –campos electromagnéticos- de la
OMS. Según sus estatutos los miembros de la ICNIRP son elegidos por
voto secreto en mayoría simple de la junta general de socios a
propuesta de los miembros actuales y el consejo ejecutivo del IRPA y
sociedades asociadas a la IRPA. El ICNIRP se constituye como una
organización no gubernamental que sin embargo por la condición de
Repacholi como miembro de la OMS recibió reconocimiento oficial de
la OMS, la UE y diversos países incluyendo Alemania en el que tiene
su sede. Repacholi se retiró de la OMS en 2006 tras acusaciones de
corrupción y se fue a Norteamérica donde trabajó para la industria
eléctrica. La ICNIRP basa sus posicionamientos en la teoría de
Schawn en su primera época asumida por el ejército de los Estados
Unidos de que no existen efectos para la salud que no sean termales
causados por las radiofrecuencias. Hay que mencionar aquí que tanto
las bases teóricas de la ICNIRP como sus límites de exposición
propuestos están copiados del IEEE –Instituto de ingeniería
eléctrica y electrónica de los Estados Unidos-. Estos límites, que
fueron ligeramente disminuidos en su guía del año 98 por la ICNIRP,
que sólo consideran los efectos térmicos y excluyen cualquier
incidencia a largo plazo como cáncer o trastornos
neurodegenerativos, fueron adoptados por la OMS y recomendados en el
99 por la UE a los Estados miembros. Para la medición del efecto de
calentamiento en las proximidades de una fuente de emisión como un
teléfono móvil se desarrolló la tasa SAR de absorción térmica,
que es una medida general de calentamiento de cualquier material sin
tener en cuenta las particularidades de los organismos vivos.
Citaré a continuación las palabras
del profesor Adlkofer de la universidad de Viena, director de la
fundación VERUM -que nos servirá de guía posteriormente en
relación al proyecto REFLEX- y del investigador sobre
bioeléctromagnetismo de la universidad de Trent Neil Cherry:
“Para el ICNIRP el problema se
concentra y se basa en un solo mecanismo biológico, el calentamiento
de tejidos, esto es inadecuado e incorrecto. Gran parte de los
documentos oficiales del ICNIRP se han dedicado a extensos discursos
sobre el SAR y a la determinación de un umbral térmico. Toda esta
metodología es errónea, sus evaluaciones de efectos en la salud
comienzan considerando irrelevantes la evidencia epidemiológica y la
existencia de mecanismos biológicos no termales.” –Frank
Adlkofer [2012]-
“La OMS, el ICNIRP y sus homólogos
internacionales y nacionales han desarrollado un sofisticado sistema
de enfoque para descartar toda la evidencia epidemiológica, de
estudios con animales o sobre células que estén en conflicto con su
punto de vista de que la RF sólo puede causar efectos dañinos
térmicos. Como la evidencia epidemiológica y de laboratorio ha
crecido en gran número, la metodología de desdeñar todo estudio
contrario ha perdido toda sofisticación. Como lo demuestra su
informe del año 98 el ICNIRP es descaradamente selectivo,
reduccionista, parcial y científicamente deshonesto. El ICNIRP es
científicamente deshonesto ya que cita documentos que informan
claramente de un aumento significativo en el cáncer tras la
exposición a campos electromagnéticos como si no mostrasen
evidencia de cáncer. El ICNIRP deliberadamente opta por aceptar las
conclusiones que pretenden que no hay ninguna asociación entre la
exposición al radar y efectos en la salud cuando los datos de los
informes demuestran lo contrario. El ICNIRP también incluye estudios
en su evaluación que son incapaces de mostrar los efectos no
térmicos, como si ello proporcionase la evidencia de que no hay
efectos. (...) Yo sostengo firmemente que el enfoque y las
conclusiones de la ICNIRP y la posición de la OMS es
metodológicamente y de hecho científicamente errónea. Colocan la
salud pública severamente y demostrablemente en riesgo.” –Neil
Cherry [2008]-
Hay que mencionar la situación del
Proyecto CEM de la OMS, que iniciado en el año 96 con la finalidad
de impulsar una armonización de normas de seguridad, es de hecho una
entidad supeditada a la ICNIRP. La duplicidad entre la ICNIRP y el
Proyecto CEM de la OMS no se reduce a sus orígenes en la figura del
Michael Repacholi; en la actualidad los seis miembros del grupo
principal del Proyecto CEM de la OMS pertenecen también a la ICNIRP.
Si repasamos los conflictos de interés en el seno de la ICNIRP, algo
que hizo la Asociación Española de Afectados por Antenas de
Telefonía –AVAATE- en 2015, nos encontramos con que la práctica
totalidad de sus expertos científicos tiene vínculos con empresas
de telecomunicaciones. Mirando los curriculums públicos, pues en
muchos casos sus declaraciones de interés ante la ICNIRP omiten
información sustancial, este grupo de expertos integrado en su mayor
parte por ingenieros, por encima de epidemiólogos o biólogos,
trabaja para fundaciones creadas o financiadas por empresas de
telecomunicaciones, asesora directamente a asociaciones de ingeniería
por el desarrollo tecnológico, tiene investigaciones financiadas por
entidades de las empresas de telefonía como la GSM association, la
Mobil manufacturer forum o participadas por empresas de telefonía
como la MTHR -UK´s Mobile telecommunication and health research
program-, o forma parte de fundaciones o programas por la seguridad
radiológica de origen público pero financiadas al 50% por fondos
privados de la industria como la Fondation santé et radiofréquences
de Francia o la Fundación sanidad y radiofrecuencias de suiza.
A finales de los 90 la EPA –Agencia
de protección ambiental de los Estados Unidos– consideró los
estándares de la ICNIRP erróneos por no incluir los efectos no
térmicos. Desde China y Rusia, que manejaban sus propias
investigaciones científicas se rehusaron los varemos de la ICNIRP.
El profesor Karl Hecht de la Academia de ciencias médicas de Rusia
opina que los límites de la ICNIRP están basados en pseudo-ciencia
y que inclusive exposiciones mucho más bajas no garantizan la
seguridad dada la complejidad biológica del cerebro. El biofísico
teórico ruso Vladimir N. Binhi afirma que la exclusión de los
efectos no térmicos se sustenta en argumentos que son falacias
lógicas y con experimentos que son artefactos con una finalidad
intencionada. David Mercer de la Universidad de Wollongong, en un
análisis sociológico en el que destaca la dimensión política del
Proyecto CEM de la OMS, explica como la utilización de un discurso a
medida de la ciencia, en el cual no pueden realizarse extrapolaciones
a niveles distintos del mundo real, las asociaciones epidemiológicas
en ausencia de mecanismos explicativos deben descartarse, la revisión
por pares no es suficiente y se precisa de experimentación con
animales enteros y del establecimiento de una relación dosis
respuesta; facilita la eliminación de un importante número de
investigaciones científicas relevantes sobre el tema. Igor Belyaev
del Instituto de investigación radiobiológica de la Academia rusa
de ciencias destaca la exclusión de informes con efectos no térmicos
en la revisión del IEEE. En comparación con una revisión sueca de
2005 de mucho menor tamaño, en la que se incluyen 115 referencias
con investigación por pares con efectos no térmicos, el IEEE sólo
incluye un 25% de estos estudios. En el 2008 el Parlamento Europeo,
tras el informe Bioinitiative, declaró que los límites de la ICNIRP
estaban obsoletos. Sin embargo los límites de exposición no fueron
disminuidos en ninguno de los países europeos.
ELECTROSENSIBILIDAD
Investigadores destacados en
bioelectromagnetismo como Henry Lai en su revisión de estudios sobre
los efectos de las torres celulares de 2010 o Magda Havas en su
estudio sobre efectos de las tecnologías inalámbricas de 2013 nos
cuentan que tenemos constancia de casos de electrosensibilidad desde
la década de los años 50. La entonces denominada enfermedad por
radiación de radiofrecuencia o Síndrome de microondas surgió entre
los operadores militares tras la utilización del radar de largo
alcance. Los síntomas que incluyen dolor de cabeza, fatiga, mareos,
trastornos del sueño, tumores, anormalidades reproductivas,
cardiovasculares, depresión, irritabilidad y deterioro de la memoria
según Jonson-Liakouris en 1998 están bien descritos en el estudio
realizado por Lilienfield en el año 1978 para el Servicio exterior
de salud con datos entre 1953 y 1976 que tenía como finalidad
determinar los efectos en la salud después de saberse que la
embajada de los EEUU en Moscú había estado siendo irradiada
sistemáticamente con microondas. Según Lai los síntomas detallados
por Lilienfield son idénticos a los de Santini en 2002, Navarro en
2004 o Abdel-Rassoul en 2007, considerando que las características
de la radiación detectada en la embajada estadounidense, con
frecuencias moduladas entre 0.6 y 9.5 Ghz y exposiciones de bajo
nivel de 6 a 8 horas por día con un tiempo medio de exposición de
2-4 años son equiparables a las que recibimos de manera habitual en
la actualidad, que por tanto el estudio Lilinfield es asimilable a
los estudios realizados sobre síntomas de salud en las cercanías de
las torres celulares y que hay una base consistente que caracteriza
el cuadro de síntomas de la electrosensibilidad.
Las investigaciones y los informes
sobre problemas de salud ocasionados por telecomunicaciones de alta
frecuencia a partir de la década de los años 60 se fueron
multiplicando. Según menciona Brodeur en su trabajo de 1977 “The
zapping of america: microwave, their deadly risk and the cover-up”
en 1971 aparece el primer informe del Programa de control de polución
electromagnética en el medioambiente de la Oficina de Política en
las telecomunicaciones de los Estados Unidos sobre los efectos de los
campos electromagnéticos en el que se alerta respecto al riesgo del
uso creciente de tecnologías con microondas. Hace unos meses tuvimos
acceso a una revisión de Karl Hecht de 878 investigaciones rusas
entre los años 1960 y 1997 realizada para el Programa alemán de
investigación en telecomunicaciones en la que se demuestra que la
radiación por microondas es causa de múltiples patologías y
trastornos no específicos. El informe de la investigación de 120
páginas desapareció de los archivos de la Agencia federal de
comunicaciones que lo había encargado.
Con el incremento de exposición
electromagnética de la población consecuencia del desarrollo de
infraestructuras eléctricas, de redes de radio y televisión, mayor
acceso a electrodomésticos, de manera destacada el uso creciente de
monitores de computador y especialmente la llegada del teléfono
móvil, el fenómeno de la electrosensibilidad salta del ámbito
profesional militar a la población en general. Según expone George
Carlo, el WTR en la década de los noventa contacta con cientos de
personas que manifiestan padecer síntomas físicos tras el uso del
teléfono móvil y la conclusión tras las investigaciones es que las
alteraciones físicas son reales. En 2001 la IARC –Agencia
internacional para la investigación del cáncer- clasifica los
campos magnéticos procedentes de redes eléctricas como posiblemente
cancerígenos sobre la base de un aumento estadístico del doble de
riesgo de leucemia en intensidades superiores a 0.4 µT (
microteslas). En 2002 un grupo de científicos, entre los que se
encontraban los presidentes de la sociedad Bioelectromagnetics Carl
F. Blackman y Martin Blank, tras la Conferencia internacional acerca
del estado de la investigación sobre campos electromagnéticos
celebrada en Catania, hacía pública una Resolución en la que
declaraban que existen mecanismos que explican de manera plausible
efectos que los estudios epidemiológicos y experimentales demuestran
que pueden ser adversos y que ocurren por debajo de los límites
actuales de ICNIRP e IEEE. En 2003 un estudio del gobierno holandés
sobre afecciones de salud y alteraciones cognitivas realizado por
Zwaborm y Vossem en el Laboratorio de física y electrónica TNO
destaca alteraciones en la memoria, atención visual y tiempos de
reacción, así como modificaciones en el sentimiento de hostilidad y
disminución en la sensación de bienestar en los sujetos expuestos a
emisiones GSM y UMTS. En 2004, además del proyecto Reflex que
constata daños en el ADN de las células expuestas a campos
electromagnéticos dentro de los límites legales, aparecen estudios
epidemiológicos sobre las poblaciones de la Ñora en España, en
Netanya de Israel y Naila de Alemania que demuestran un aumento de
síntomas de salud –asimilables a los síntomas de la
electrosensibilidad- en las cercanías de las antenas celulares. En
una revisión sistemática realizada por las universidades de
Basilea, Berna y Bristol por Huss, Egger, Hug, Huwiler-Muntener y
Roosli sobre fuentes de financiación y resultados de los estudios se
concluye que el 68% de los estudios publicados entre 1995 y 2005
establecen que la exposición a los CEM puede afectar a la salud.
La OMS aborda la cuestión de la
electrosensibilidad en el 2005. A pesar de los múltiples estudios
sobre efectos nocivos de los campos electromagnéticos la posición
de la máxima autoridad mundial sanitaria es la de que no existe
relación demostrada entre los síntomas de la electrosensibilidad y
las exposiciones a campos electromagnéticos. De manera relevante
tenemos que destacar los trabajos del Comité nacional ruso para la
protección frente a la radiación no-ionizante –RNCNIRP-, que
fundado en 1997 y participando dentro del Proyecto CEM de la OMS
–cuyo papel en defensa de la industria de telecomunicaciones merece
mención aparte- reiteradamente alerta sobre distintos problemas de
salud como procesos autoinmunes y denuncia el planteamiento
termalista de la ICNIRP asumido por la OMS por no proteger
adecuadamente la salud. La posición de la OMS sobre la
electrosensibilidad, que no ha variado hasta la actualidad, proviene
de un taller realizado en Praga dirigido por Michael Repacholi y con
Anders Alhbom como responsable de epidemiología en 2004. Como hemos
mencionado Repacholi abandonó la OMS en 2006 después de saberse que
el Proyecto CEM de la OMS que encabezaba había estado recibiendo
financiación irregular procedente del Mobile Manufactures Forum
–MMF- a través de un hospital en Adelaida. Pocos meses después de
dejar el cargo Repacholi testificaba ante el consejo designado por el
Estado de Connecticut a favor de los trazados de líneas de alta
tensión propuestos por la Connecticut Light Power y la United
Iluminated Company. Anders Alhbom, como mencionaremos a continuación,
fue excluido del panel de la IARC en 2011 al conocerse sus vínculos
con empresas de telefonía. De ese taller de Praga se trató de dejar
fuera a Olle Johasson, que finalmente logró asistir aunque sus
trabajos no fueron tenidos en cuenta.
En el debate acerca de la condición
real de este problema de salud se suelen esgrimir los estudios
subjetivos de provocación como la prueba de la no existencia de la
electrosensibilidad. Expertos en bioelectromagnetismo como Andrew A.
Marino en su estudio de provocación de 2011, en el que demuestra la
capacidad de un sujeto electrosensible de distinguir los CEM,
precisan que el afectado puede experimentar alteraciones y no ser
capaz de reconocerlas o atribuirlas y que por lo tanto no es lo mismo
padecer electrosensibilidad que poder distinguir los campos
electromagnéticos en unas condiciones experimentales. El
investigador más citado desde la posición de negación de la
electrosensibilidad es James Rubin, que ha realizado revisiones de
estudios y estudios subjetivos de provocación. A pesar de que en sus
revisiones de estudios encuentra un porcentaje de estudios que
demuestran la capacidad de los electrosensibles para reconocer los
CEM, como la realizada en 2005 para el Departamento de móviles de la
Escuela de psiquiatría del King´s collage de Londres, en la que hay
un 23% de estudios con indicios que demuestran la capacidad de los
electronsensibles para distinguir los CEM -cifra que supera el 50% en
una revisión anterior realizada por otros autores según se cita en
el propio trabajo-, Rubin considera que o los resultados no son
significativos o que los experimentos en los cuales los
electrosensibles demuestran su capacidad de reconocer los CEM
lamentablemente no reúnen las condiciones adecuadas y concluye que
la electrosensibilidad es un trastorno psicosomático. Los estudios
de provocación realizados por Rubin han sido considerados muy
dudosos por no cumplir condiciones de aislamiento y por utilizar
dispositivos que acoplados a la cabeza emitían radiación aún en la
situación de apagado. Rea en un estudio de provocación sobre un
amplio abanico de síntomas que incluye somnolencia, mareos, dolores
de cabeza y variables somáticas como latido cardiaco y respiratorias
en el año 91 describe las dificultades de este tipo de
investigaciones con electrosensibles; la necesidad de un ambiente
limpio electromagnético y químico, los tiempos de recuperación
después de las exposiciones, la discriminación de los individuos
reactivos al placebo y la utilización de las frecuencias que
producen mayor respuesta en cada individuo. Tras seleccionar a 16
pacientes de entre 100 electrosensibles frente a un grupo de control
de 25 individuos Rea alcanza cifras del 100% de respuestas positivas
en afectados frente al 0% en el grupo de control. James Rubin que ha
trabajado como perito en la defensa de compañías de telefonía,
además de por el diseño de sus experimentos, ha sido criticado por
estar sus investigaciones financiadas por la industria de telefonía.
Tras la aparición del primer Informe
BioInitiative en 2007, una revisión de más de 2000 estudios sobre
efectos de los campos electromagnéticos de alta y de baja frecuencia
dentro de los límites legales realizada por 14 científicos y
expertos en salud pública de universidades de todo el mundo se
produce el posicionamiento de la Agencia Europea de Medioambiente
–AEMA- a favor de aplicar el principio de Precaución y dos
resoluciones del Parlamento Europeo en 2008 y 2009 pidiendo revisar
los límites de seguridad para tener en cuenta las nuevas evidencias
científicas. El Informe BioInitiative que apunta la presencia de
proteínas de stress, el stress oxidativo y los daños en el ADN como
los mecanismos biológicos que explican las alteraciones ante la
exposición, constata un aumento de cáncer, alhzeimer y reacciones
alérgicas y autoinmunes. En su resolución de 4 de Septiembre de
2008 sobre la Revisión intermedia del plan de acción europeo sobre
medioambiente y salud 2004-2010 el Parlamento Europeo considera que
los límites de exposición para el público son obsoletos e insta a
adaptar la normativa de 1999 a la evolución de las tecnologías, las
recomendaciones de la AEMA y normas más exigentes adoptadas en
Bélgica, Italia o Austria, y a abordar la cuestión de los grupos
vulnerables como embarazadas y niños. En la resolución de 2009,
Campos electromagnéticos: consideraciones sanitarias el Parlamento
Europeo pide que se revise el fundamento científico y los límites
de seguridad de la Recomendación 1999/519/CE, así como el
reconocimiento de la electrosensibilidad con la finalidad de
garantizar una adecuada protección e igualdad de oportunidades a las
personas que la sufren. En 2011 la Asamblea Parlamentaria del Consejo
de Europa en su resolución 1815 Peligros potenciales de los campos
electromagnéticos y sus efectos en el medioambiente pide
reconsiderar la base científica de las actuales normas de seguridad
establecidas por la ICNIRP que tienen graves limitaciones y prestar
atención a las personas electrosensibles afectadas por un síndrome
de intolerancia a los campos electromagnéticos.
Tras los posicionamientos de la AEMA,
del Parlamento Europeo y de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de
Europa ningún país del entorno ha rebajado sus límites de
seguridad y a día de hoy el único país del mundo que reconoce la
electrosensibilidad como discapacidad funcional es Suecia, desde el
año 2000. A pesar del prestigioso panel en el que en sus diferentes
actualizaciones han participado 29 expertos de los cuales 10 son
médicos, 21 doctorados y 3 master, además de tres expresidentes de
la Sociedad Bioelectromagnetics y tres miembros de BEMS,
BioInitiative ha sido criticado por la falta de currículum de sus
integrantes y organismos como el Electric Power Research Institute
–EPRI- lo han minimizado por la débil evidencia epidemiológica y
la ausencia de mecanismos explicativos plausibles. Comités
designados para evaluar el riesgo de las radiofrecuencias de
telecomunicaciones como el SCENIRH, instancias de salud públicas
nacionales o internacionales como la OMS han eludido sistemáticamente
tomar en consideración el informe.
La teoría del carácter psicológico
de la electrosensibilidad, especialmente la expectativa negativa de
respuesta o efecto nocevo tiene cierto número de seguidores entre
sectores cientifistas y tecnologicistas supuestamente bien
informados. Los médicos que la tratan, investigadores independientes
y las asociaciones de afectados de todo el mundo, sin embargo,
afirman que es una respuesta fisiológica ante los campos
electromagnéticos. Hemos de reconocer que la investigación sobre
este problema de salud aún tiene mucho camino por recorrer, y una de
las reclamaciones de las asociaciones de personas que la padecen es
que se asignen más fondos para investigación. Hay no obstante una
creciente evidencia sobre las alteraciones bioquímicas y
fisiológicas tanto en afectados como en la población en general
ante los campos electromagnéticos. Olle Johanson en su estudio sobre
la electrosensibilidad de 2006 constata un aumento de mastocitos de
la piel en personas electrosensibles, cuyas observaciones realizadas
en animales y en tejidos celulares descartan según el investigador
una explicación psicológica o psiquiátrica. Magda Havas en su
investigación de 2013 en la que afirma que la electrosensibilidad es
fisiológica, destaca alteraciones en la variabilidad cardiaca,
formación rouleaux –acúmulos de eritrocitos en la sangre-, así
como alteraciones del sistema nervioso autónomo caracterizadas por
una activación del sistema simpático y regulación a la baja del
sistema parasimpático típicas de las reacciones lucha-huída.
Chiara de Luca en 2014 que postula una desintoxicación celular
deteriorada como precursora de procesos inflamatorios encuentra
mutaciones en las isoenzimas CYP2C9, CYP2C19 y CYP2CD6 del genotipo
que pueden identificar a los pacientes de Sensibilidad Química y
electromagnética. Dominique Belpomme en 2015 desarrolla una serie de
pruebas para caracterizar la electrosensibilidad y la Sensibilidad
Química que incluye aumento de histamina como marcador de procesos
inflamatorios, aumento de nitrotirosina como marcador de stress
oxidativo, proteína SB100 como marcador de apertura de Barrera
Hematoencefálica –BHE-, proteínas de choque térmico -proteínas
de stress- HSP70 y HSP27, anticuerpos anti O-mielina, y disminución
de melatonina en orina.
A pesar de la creciente evidencia de
alteraciones producidas por los campos electromagnéticos existe un
número de profesionales y expertos que explican la
electrosensibilidad bajo el efecto nocebo. Erika Mallery Blyte en su
dossier enviado al Comité económico y social europeo de 2014 con
más de 200 referencias considera que está probada la condición
fisiológica y que no es válido el efecto nocebo. Mael Dieudonné
del centro Max Weber en su investigación de 2016 concluye que la
hipótesis del efecto nocebo no es consistente ya que la
sintomatología aparece antes de que los sujetos sean conscientes de
las exposiciones. En la Declaración científica internacional de
Bruselas sobre electrosensibilidad y Sensibilidad Química Múltiple
de 2015 se considera que el efecto nocebo no es una explicación
válida pues hay marcadores biológicos objetivos detectables en
pacientes y en animales.
Ante toda esta información científica
que demuestra que la electrosensibilidad es un trastorno fisiológico
en respuesta a los campos electromagnéticos llama la atención la
insistencia de algunos profesionales en explicar el problema bajo un
punto de vista psicológico. Estos miembros de comités de salud,
periodistas, médicos sin experiencia directa con electrosensibles, o
“expertos” en ciencia descartan sistemáticamente toda
información contraria a sus opiniones y propugnan teorías
psicológicas sin demostración que nunca han proporcionado mejoría
clínica a los afectados. Sabemos después de las filtraciones que se
produjeron y que les supusieron indemnizaciones millonarias que la
industria del tabaco contrató a científicos y profesionales de la
información desde los años 50 para decir que no estaba demostrado
que el tabaco perjudicase la salud. Tenemos ejemplos de la lucha de
los lobbys como son en la actualidad los ftalatos y el glifosato y
más atrás en el tiempo el del amianto por defender sustancias de
demostrado daño para la salud. Recientemente durante su liquidación
se ha hecho público a través del Center for Media and Democracy que
la empresa carbonera Peabody estuvo financiando a toda una red de
individuos, científicos, ONGs y organizaciones políticas dedicadas
a negar el cambio climático. Estas posturas de apoyo ciego a la
tecnología podrían considerarse irracionales y ser explicadas como
Sesgos de confirmación o bajo la categoría de Disonancia cognitiva.
Por otro lado, cabe pensar que detrás de la defensa a ultranza de la
inocuidad de los campos electromagnéticos y la calificación de los
electrosensibles como enfermos psiquiátricos por parte de algunos
profesionales de la información están los intereses económicos.
PROYECTO REFLEX
En el ámbito de la Unión Europea
–UE-, en lo referente a campos electromagnéticos emitidos por los
sistemas de telefonía encontramos en el año 92 una propuesta de
resolución realizada por los eurodiputados Santos Vernier y Pepper
en la que se solicitan medidas en contra de los efectos nocivos de
las radiaciones no ionizantes dado el creciente número de estudios
que apuntan a los mecanismos subyacentes de trastornos de tipo
nervioso, del ritmo circadiano y al probable papel de las radiaciones
no ionizantes en la promoción del cáncer. En el año 94 el informe
realizado por el eurodiputado Lannoye a petición del Parlamento pide
la aplicación de los Principios de precaución y ALARA –emisión
en niveles tan bajo como sea posible-. En la Resolución A3-0238/1994
el Parlamento europeo solicita reglamentaciones que limiten la
exposición, se promocione la investigación sobre los efectos en la
salud, la instauración de un sistema de medición armonizado del
impacto de los CEM e información en el etiquetado de productos sobre
emisión de campos electromagnéticos, así como insta a los Estados
miembros a supeditar la instalación de subestaciones a un estudio
previo de impacto mediombiental. En el 98 el informe Tamino, ponente
designado por la Comisión de salud y medioambiente del Parlamento
Europeo vuelve a solicitar los Principios de precaución y ALARA. En
la propuesta de resolución del 25-2-99 el Parlamento Europeo insta a
la seguridad e investigación sobre los riesgos para la salud que
contemple los riesgos no térmicos. Sin embargo, Gianni Tamino
considera insuficiente la propuesta del Parlamento Europeo del año
99 ante su informe del año 98.
En el año 2004 la UE encarga a la
fundación VERUM de Munich la realización del estudio Reflex con
financiación de 4 millones de dólares sobre los efectos biológicos
de los campos electromagnéticos, que se llevará a cabo por 12
grupos de investigación en 7 países europeos. El grupo de la
Universidad libre de Berlín y el de la Universidad de medicina de
Viena demostró que los campos de extremadamente baja frecuencia y
los electromagnéticos de radiofrecuencias de exposición actual
semejantes a los de los teléfonos móviles poseen potencial dañino
sobre los genes. Dos de los miembros del grupo de Viena intentaron
introducir datos alternativos de procedencia indeterminada y
recusaron las principales conclusiones de la investigación. En 2008,
poco antes de que la UE decidiese la nueva financiación para el
proyecto con la finalidad de comenzar los estudios en animales tras
los estudios realizados en cultivos celulares, el profesor Alexander
Lerchl de la Universidad privada Jacobs de Bremen y miembro del
Comité sobre radiación no-ionizante de la Comisión alemana de
protección radiológica afirmó que los datos de REFLEX habían sido
fabricados. La nueva propuesta de investigación realizada por la
fundación VERUM fue rechazada a pesar de que el estudio anterior
había recibido una puntuación excelente por parte de los revisores
de la UE y había sido recomendada para su financiación. Lerchl fue
ascendido a jefe del Comité de radiación no-ionizante de la
Comisión sobre seguridad radiológica alemana. La fundación
Vodafone colabora estrechamente con la Universidad Jacobs de Bremen y
el propio Lerchl recibió apoyo financiero de la FGF –Fundación
alemana para la investigación de las ondas de radio- dependiente de
la industria de telecomunicaciones. Junto a Wolfgang Schutz, rector
de la Universidad de Viena, y el periodista de Der spiegel Manfred
Dworschak, Alexander Lerchl continúo con una campaña de
desprestigio en contra del proyecto REFLEX, pretendiendo que dos de
los artículos publicados por el grupo de trabajo de Viena fueran
retirados de la literatura científica. El Consejo para la ética
científica de la Universidad de Viena confirmó las acusaciones de
fraude sin contrastar los datos de laboratorio. Pocos días después
se filtró que el director del Consejo para la ética científica era
un abogado contratado por la industria de telefonía austriaca y
Schutz ante las demandas de Rudiger, jefe del equipo de investigación
de Viena, se vio obligado a sustituirlo por un nuevo director. El
Consejo para la ética científica bajo la dirección del nuevo
responsable encontró infundadas las acusaciones de fraude. Los
medios de comunicación ya habían sido informados del supuesto
engaño en el proyecto Reflex y el acuerdo al que llegaron Schutz y
Rudiger fue eliminar uno de los dos artículos científicos por
cuestiones de forma para limitar el desprestigio de la Universidad de
Viena, pero este acuerdo no se pudo llevar a cabo por la negativa de
los firmantes del artículo –uno de ellos AdlKofer- y de los
editores de la revista científica. A pesar de la retirada de las
acusaciones de fraude por parte del Consejo para la ética científica
de la universidad, Schutz continuó con sus denuncias ante la prensa.
El periodista Dworschak publicó en Der spiegel dos artículos
haciéndose eco de las acusaciones de fraude pero no de los
desmentidos, y Lerchl prosiguió con sus ataques al proyecto Reflex y
una defensa a ultranza de la inocuidad de los campos
electromagnéticos utilizados en telefonía. Diversos resultados de
investigación han ido avalando las observaciones del proyecto Reflex
respecto del daño genético producido por los CEM. Lerchl, sin
embargo, fue confirmado en el 2010 para un segundo periodo como
presidente de la Comisión de seguridad radiológica por el gobierno
alemán .
En Marzo de 2012 Lerchl consigue que
retiren un estudio de Nader Salama sobre la función reproductora en
presencia de CEM de los conejos macho adultos publicada en el
Internacional Journal of Andrology. El tribunal que en 2012 juzgó la
denuncia presentada por Frank Adlkofer contra Suddeustche Zeitun –SZ-
consideró que aunque fue un error que el diario alemán se sumase a
una campaña de difamación sin confirmación, se debió a la
información falsa que les había suministrado Alexander Lerchl. En
2012 y tras la sentencia de la Corte suprema de derecho al trabajo de
Italia a favor de Innocento Marcolini, gerente comercial en Brescia,
considerando que el tumor junto a su oído era consecuencia de hablar
por el móvil varias horas al día por motivos de trabajo; Lerchl
lanzó ataques que incluían acusaciones de fraude contra Lennart
Hardell, cuyos trabajos habían sido tenidos en cuenta por la Corte
de apelación en Brescia por encima del Estudio Interphone al no
estar financiados por la industria de telefonía. Frank Adlkofer
enmarca estos ataques como un intento de conseguir que SZ no recurra
la sentencia y le recuerda a Lerchl que su solicitud ante el Panel de
la IARC en 2011 fue rechazada por sus conflictos de interés al estar
trabajando su asesoría para el Informationszentrum Mobilfunk alemán
–IZMF-. Paradójicamente en Marzo de 2015 aparece un estudio en el
que figura Alexander Lerchl que demuestra un mayor crecimiento de
cáncer en ratones expuestos a niveles legales de radiación de
radiofrecuencia. Poco después, en la primavera de 2015, Alexander
Lerchl es condenado por el tribunal del distrito de Hamburgo por
difamación en relación al estudio Reflex, cuyos resultados
considera que están corroborados por estudios posteriores. La
ayudante de laboratorio de la División de medicina en el trabajo del
Hospital general de Viena, Sra E. Kratochvil le había denunciado por
la violación de sus derechos personales. La sentencia dice que las
declaraciones de Lerchl son acusaciones deliberadamente falsas y no
deben ser aceptadas.
En el 2002 el gobierno alemán ingresó
unos 65 millones de dólares por la concesión de licencias para la
telefonía UMTS. Entre el 2002 y el 2008 el Programa alemán de
investigación sobre telecomunicaciones –DMF- instaurado por la
Oficina alemana para la protección de la radiación –BFS- llevó a
cabo 54 estudios, en ninguno de los cuales se encontró daño
biológico –no termal- a las intensidades y frecuencias
establecidas legalmente y ninguna evidencia de un descenso en los
niveles de la hormona melatonina. Estos resultados de la DMF
constituyen la base para la reglamentación alemana, a pesar de que
son totalmente incongruentes con el estado de la investigación
científica actual que ha demostrado efectos biológicos no termales
y un descenso de la melatonina en presencia de los CEM usados en
comunicaciones inalámbricas.
HPA, SIR WILLIAM STEWART
En el año 2000 el IEGMP –Independent
Expert Group of Mobile Phones- presidido por Sir William Stewart
(biólogo y jefe del equipo científico asesor presidencial en el
periodo 1990-95) como parte del Nacional Radiological Protection
Board –NRPB- a petición del gobierno británico emitió un informe
sobre los peligros de la telefonía móvil. En este contradictorio
informe el IEGMP encontró evidencias preliminares de efectos
biológicos no térmicos, aunque no necesariamente implicasen daños
o enfermedad, y evidencia de que el bienestar de las personas podía
verse afectado por el emplazamiento de las torres de telefonía
móvil. Así mismo, considerando las diferencias genéticas en la
población, que existan factores que influyan en la sensibilidad
particular. El IEGMP dadas las lagunas en el conocimiento consideró
conveniente un enfoque de precaución y de gestión de riesgos
respecto el tema de la telefonía móvil. Sin embargo, a pesar de
todo ello, el informe afirmó que la telefonía móvil no implicaba
perjuicios para la salud y recomendó unos límites de exposición
según las directrices de la ICNIRP del año 98– que proponen unos
niveles cinco veces inferiores a los vigentes en ese momento en el
Reino Unido-. El informe se emplazó a realizar una nueva revisión
en dos o tres años.
En 2005 el grupo de expertos del NRPB
presidido por William Stewart, englobados ya en la HPA –Health
Protection Agency- (Agencia de seguridad en la salud del Reino
Unido), también presidida por William Stewart, presenta una revisión
de su informe del año 2000. El informe no está disponible en los
archivos de la página web de la HPA. Aunque el buscador del gobierno
de UK no proporciona ninguna entrada que corresponda, a través de un
enlace de la noticia en Microwave News hemos podido acceder al
archivo de informaciones del NRPB de 2005, en el cual hemos podido
encontrar un link de descarga del documento. El informe continúa
siendo contradictorio pues aunque comienza diciendo que el balance de
pruebas sugiere que las exposiciones en niveles ICNIRP no tienen
efectos adversos para la población en general a continuación afirma
“que actualmente no es posible afirmar que la exposición a
radiación de radiofrecuencia, incluso en niveles inferiores a las
directrices nacionales, carece de efectos potenciales negativos para
la salud”. El informe insiste en que debe realizarse una
aproximación de precaución, hace hincapié en un mayor riesgo de
daño en niños, pide un endurecimiento en las reglamentaciones sobre
mástiles de telefonía, una mejor información comparativa de los
niveles de radiación de los teléfonos móviles –expresada
mediante la tasa SAR-, la utilización de kits manos libres, la
delimitación de áreas de exclusión y mayor investigación sobre
efectos biológicos, cerebrales y electrosensibilidad. En la
presentación del informe realizada en Enero de 2005, Stewart dice
que en esos cinco años ha aumentado la evidencia de un posible daño
provocado por los campos electromagnéticos y menciona el proyecto
REFLEX en el que se habían confirmado las alteraciones en el ADN y
en la síntesis de proteínas como posiblemente precursoras del
cáncer, los estudios epidemiológicos de Lennard Hardell de la
Universidad de Orebro que habían relacionado el uso del móvil con
el cáncer cerebral y los trabajos de Leif Salford sobre la
permeabilidad de la barrera hematoencefálica como mecanismo causal
explicativo de posibles daños neurológicos asociados al uso del
teléfono móvil. En sus intervenciones públicas el presidente de la
HPA William Stewart dijo que no creía que pudiese afirmar que los
móviles fuesen totalmente seguros y pidió a los padres que no
dieran teléfonos a niños menores de 8 años y que entre 8 y 14 años
sólo deberían usarlo cuando fuese necesario, preferiblemente
mediante mensajes de texto.
En Diciembre de 2007 el grupo de
discusión sobre campos electromagnéticos de la HPA creado a
instancias de William Stewart publicó un memorándum en el que se
apelaba al principio de precaución en relación al wifi en las
escuelas. Unos meses antes, en Mayo del 2007, se emitía en el
programa Panorama de la cadena BBC un documental –Wifi: a warning
signal- en el que se comprobaba que la radiación del wifi dentro de
un aula inglesa alcanzaba el triple de intensidad que en las
inmediaciones de una antena de telefonía. En el programa de la
televisión pública británica se entrevistaba a varios expertos,
entre los que se encontraba William Stewart que señaló que el wifi
podía producir cambios en la función cognitiva, que había indicios
de posibles inducciones al cáncer y cambios en la biología dentro
de la célula que no se deberían pasar por alto. El citado
memorándum del grupo de trabajo sobre CEM de la HPA resaltaba que
los niveles de exposición de wifi y WLAN en las aulas casi siempre
superaban los de cualquier estación base y que ello iba en contra
del Principio de precaución propuesto y de las recomendaciones de
los informes del 2000 y 2005 de la NRPB-HPA sobre la protección en
las escuelas. El documental presentado en Panorama a pesar de dar
datos fiables y contar con reputados investigadores fue duramente
atacado bajo la acusación de alarmismo y falta de rigor y la BBC se
desvinculó públicamente de sus afirmaciones. Aunque el gobierno de
Tony Blair teóricamente asumió la recomendación de no permitir que
las escuelas se encontrasen frente al haz principal de las antenas de
telefonía, el despliegue de wifi ha proseguido en los colegios
británicos. En 2015 tuvimos noticia del suicidio en Chadlington de
Jenny Fry, de 15 años de edad, que padecía electrosensibilidad. En
contra de las peticiones de su madre, Jenny recibía frecuentes
castigos en su colegio por ausentarse del aula buscando lugares en
los que realizar su tarea escapando del wifi. Jenny, que durante la
investigación fue descrita como inteligente y organizada, horas
antes de su fallecimiento mandó un mensaje a un compañero diciendo
que no podía soportar más su electrosensibilidad. La HPA, tras la
marcha de William Stewart en 2009 ha publicado informes en los que
niega la posibilidad de riesgos en la telefonía móvil y el wifi, y
se desdice de las anteriores recomendaciones.
INTERPHONE
El proyecto Interphone es un estudio de
casos y controles en el que las personas con tumores cerebrales son
comparadas con un grupo de referencia, con la finalidad de averiguar
si el uso del móvil está relacionado con los cánceres de cabeza y
cuello. Se puso en marcha en el 2000 con una financiación de 19.2
millones de euros provenientes de la comisión europea -3.7 mill-, la
industria de telefonía -5.5mill- y otras fuentes. Grupos de 13
países dirigidos por Elizabeth Cardís bajo la coordinación de la
IARC –Agencia internacional para la investigación del cáncer-
revisaron 2708 casos de glioma –tumor cerebral maligno- y 2409 de
meningioma acústico diagnosticados entre el 2000 y 2004 respecto a
un grupo de control de 5634 individuos. Lennart Hardell de la
universidad de Orebro y Kjell Hansson Mild –National Institute for
Working life- publican por su cuenta en 2002 en la revista European
Journal of Cancer Prevention un estudio en el que se halló un riesgo
3 veces superior de neurinoma acústico para los usuarios habituales
de teléfono móvil. Anders Ahlbom –jefe de epidemiología en la
Sociedad danesa del cáncer en Copenhague- y María Feyching del
Instituto Karolinska publican en 2004 dos estudios en los que se
encontró el doble de riesgo de neurinoma y un riesgo mayor para el
lado de la cabeza en el que se posiciona el móvil, pero no lo
consideraron estadísticamente significativo. En el mismo año 2004
el grupo de trabajo del Karolinska para Interphone dirigido por
Feychting da a conocer un estudio en el que no hay ninguna asociación
entre los dos tipos de cáncer cerebral con el uso de móvil que se
publicaría al año siguiente en el American Journal of Epidemiology.
Dentro del proyecto Interphone el estudio danés con 2 casos de
neurinoma acústico entre usuarios de mayor uso se publica en 2004 y
no encuentra riesgo. El equipo sueco publica en 2005 con 12 casos y
encuentra relación entre neurinoma y uso de móvil. En 2005 cinco
países del norte de Europa incluidas Dinamarca y Suecia agrupan sus
datos e informan de un riesgo de más del 80% en el lado de la cabeza
para usuarios de más de 10 años. El estudio alemán se publica en
2006 con 12 casos de más de diez años de uso de móvil encontrando
2.2 más riesgo de glioma. Michael Schuz –de la Sociedad danesa del
cáncer- publica en 2006 un estudio junto a Cardís sobre el glioma
que halla relación con el lado de la cabeza en el que se usa el
móvil. En 2006 el grupo británico publica en el British Medical
Journal un incremento del 20% en glioma para usuarios de más de diez
años, pero lo consideran no significativo. En 2007 Dinamarca,
Finlandia, Suecia y Reino Unido publican conjuntamente en el
International Journal of Cancer un estudio que incluye 1521 casos de
glioma y 3301 controles que dio un aumento de casi un 40% en gliomas
para usuarios de móvil por más de 10 años. En 2008 Australia,
Canadá, Israel, Italia y Nueva Zelanda aún no habían publicado
estudios Interphone. En 2009 Seung-Kwon Myung, que sostuvo que los
estudios de Hardell eran de calidad superior a los de Interphone,
desde Corea del Sur en colaboración con los EEUU publica un
meta-análisis de 13 estudios en el Journal of Clinical Oncology que
informa de un 20-25% de aumento de riesgo cáncer.
Tras varios años de discusiones y una
solución de compromiso forzada por el director de la IARC
Christopher Wild, el comité Interphone publicó un documento en 2010
con datos eliminados y otros pasados a anexos. Desde el comienzo de
los trabajos con la conclusión de un primer borrador en 2005 las
posiciones habían sido enfrentadas, algunos investigadores
consideraron el riesgo establecido, mientras otros cuestionaban el
diseño de las investigaciones. María Feychting del Instituto
Karolisnka negó la relación con los usuarios de mayor uso en un
comunicado de prensa. Michael Schuz explicó toda relación
establecida en Interphone entre móvil y cáncer por medio de los
problemas de sesgo en las investigaciones. Para Siegal Sadetzki –del
Instituto Gertner en Israel- el estudio no fue concluyente, aunque
los datos eran coherentes con un mayor riesgo en usuarios habituales,
en el lado de la cabeza en el que se suele sostener el móvil, así
como en el lóbulo temporal más cercano al teléfono. Bruce
Armstrong -de la Universidad de Sydney- consideró que se demostraba
una cierta incidencia del riesgo de aumento de gliomas, aunque no lo
pudo afirmar con certeza. Jack Siemiatycki -de la Universidad de
Montreal- dijo que los datos estaban “sucios” -había problemas
de recogida-. (Tras la selección inicial de datos el móvil parecía
ser un factor de protección frente al cáncer, debido a casos de
tumor no incluidos en relación al grupo de control). Según Cardís
cuando se realizó la selección de nuevo tras el análisis para
evitar los sesgos el riesgo se hizo significativo. Estos problemas de
sesgo de selección pueden suponer que la relación entre móvil y
cáncer esté minimizada, afirmaron Hardell y Milham. Ahlbom y
Feychting se mostraron muy preocupados por el sesgo de recuerdo
respecto al lado de la cabeza en el que se sostiene el móvil. Cardis
y Sadeztki consideraron que la imprecisión en la dosimetría, el uso
relativamente bajo y los métodos indirectos de adquisición de datos
habían favorecido la minimización de los resultados. Otras críticas
incluyen la sospecha de que el protocolo Interphone, influido por las
compañías de telefonía, que no incluía a jóvenes ni ancianos, ni
incluía el uso del teléfono inalámbrico y tenía
sobrerepresentados a los usuarios en el grupo de control, estaba
diseñado para no obtener resultados. Elizabeth Cardis -jefa del
proyecto Interpone- dijo que los resultados mostraban un efecto real.
La ausencia de consenso hizo que el proyecto Interphone no realizase
la revisión de estudios epidemiológicos anteriores que suele ser
habitual. Hardell opinó que Interphone corroboraba sus propios
estudios que relacionaban el móvil con el cáncer. David Carpenter
-director del Instituto de salud y medio ambiente de Albany (y
miembro de Bioinitiative)- consideró que era muy poco profesional
ignorar algunas de las pruebas más sólidas que mostraban riesgo.
Sin embargo la IARC concluyó que un aumento del riesgo de cáncer no
había sido establecido.
El proyecto Interphone tenía especial
relevancia para la IARC, puesto que iba a servir como base de los
estudios a revisar por el grupo de científicos designados para
realizar una nueva clasificación de la telefonía móvil en relación
al cáncer. Poco antes del encuentro fijado en Lyón para mayo de
2011, la periodista sueca sobre temas ambientales Mona Nilsson
publicó un artículo en el que se rebelaba que Anders Ahlbom
pertenecía al consejo de administración de la empresa de su hermano
-Gunnar Ahlbom AB-, una consultoría que tenía contratos con
Ericsson. Ahlbom, director de epidemiología de la ICNIRP, fue
excluido del panel de la IARC como miembro con derecho a voto, aunque
se le mantuvo la invitación en calidad de experto, ante lo cual
Ahlbom decidió no asistir. María Feyching –ex estudiante de
Ahlbolm en Karolisnska-, Adele Verde, Anthony Swerdlow y Paolo
Vecchia –presidente de la ICNIRP- pidieron por carta junto a otras
firmas a la IARC que se eliminase a Hardell del panel de Lyon, aunque
la IARC mantuvo la invitación y su trabajo acabó resultando
esencial en la decisión tomada respecto a la clasificación de la
telefonía móvil. El escándalo de conflicto de interés
protagonizado por Ahlbom no le impidió seguir siendo director del
proyecto COSMOS financiado por TeliaSonera, Ericsson y Telenor, que
aportan el 50% de los 7 millones de dólares de presupuesto, que hará
un seguimiento de 250.000 usuarios de móvil en Suecia, Finlandia,
Gran Bretaña, Dinamarca y Países Bajos durante 25 años,
produciendo bases de datos e índices de exposición cruzados con
datos de tráfico proporcionados por las operadoras que se
conciliarán con índices de morbilidad y mortalidad. Otras
instituciones participan en la financiación de COSMOS entre las que
se encontraba el Swedish Research Council que declinó seguir con su
aportación al no compartirse los datos con otros investigadores.
Junto a Ahlbom al cargo del proyecto COSMOS se encuentra María
Feychting, vicepresidente de la ICNIRP y miembro de la Fundación
suiza de investigación sobre comunicaciones móviles fundada por
Swisscom, Orage y 3G mobil, que no considera incurrir en conflicto de
interés puesto que la financiación se recibe a través de una
entidad intermediaria –Vinnona-. Sin embargo, la empresa Ericsson
cree normal que puedan aportar opiniones sobre el diseño de los
estudios. Los encuentros entre los investigadores y las compañías
de teléfonos iniciados en 2005 a pesar de realizarse por medio de
intermediarios y ser “completamente transparentes” no cuentan con
informes disponibles. María Feychting es coinvestigadora del estudio
“EMF y supervivencia a la leucemia infantil”, cuyo investigador
principal es Joachin Schuz -de la Sociedad danesa del cáncer-,
financiado por el Electric Power Research Institute –EPRI- (El EPRI
es una institución vinculada a la industria eléctrica que ha
mantenido una firme posición de apoyo a la inocuidad de los
teléfonos móviles). Michael Schuz, además de director de
Interphone desde 2009, presidente de la asociación profesional BEMS,
miembro de COSMOS y CEFALO por la investigación del cáncer cerebral
asociado a los teléfonos móviles, es consultor de la
Wissenschaftlicher Beirat Funk -FMB- (un grupo asesor de empresas de
telefonía en Austria). Michael Schuz, aunque en límites por debajo
de los establecidos por la ICNIRP hay estudios de laboratorio y
epidemiológicos que demuestran que las radiofrecuencias de telefonía
son posiblemente cancerígenas, no ve motivos para bajar dichos
límites al no haber estudios de laboratorio ni mecanismos
explicativos para estos efectos. Schuz prefiere considerar que estas
conclusiones son efecto del sesgo, el azar o factores contaminantes,
y pide sopesar los beneficios de la telefonía y prudencia antes de
tomar acciones precipitadas basadas en razones emocionales.
En Mayo de 2011 en Lyon un panel de 30
científicos de 14 países de la IARC –organismo para la
investigación del cáncer de la OMS- y tres observadores de la
industria, dirigidos por Jonathan Samet de la Universidad Sur de
California, tras una semana de discusiones en las que no se tuvo en
consideración el estudio REFLEX clasificó los campos
electromagnéticos de telefonía en la categoría 2B o posiblemente
cancerígenos. Antes de la reunión de la IARC en Lyon hubo dos
documentos totalmente contradictorios elaborados bajo los auspicios
de Interphone, a los que se sumaron dos nuevos estudios de última
hora apoyando los riesgos; uno sobre la ubicación del cáncer en
relación a la posición del teléfono móvil que se mantenía
sacando los usuarios de mayor uso publicado en Occupational and
Enviromental Medicine elaborado por Australia, Canadá, Francia,
Israel y Nueva Zelanda, que no contó con los datos que se había
negado a compartir el Norte de Europa. El segundo fue un trabajo
firmado por Cardís y Schuz que relacionaba el lado de la cabeza con
el que se usa el móvil en el neurinoma acústico. Sin embargo, a
pesar de que buena parte de las investigaciones y varios de los
científicos miembros del proyecto Interphone encontraron riesgo de
cáncer para la telefonía móvil, las conclusiones de la IARC fueron
que no lo hay. La OMS sigue manifestando que no hay evidencia de
vínculo entre la telefonía móvil y el cáncer, aunque ha incluido
algunas recomendaciones como alejar el teléfono de la cabeza, usar
el manos libres, llamar en zonas de alta cobertura y no prolongar las
llamadas.
Peter Skip del Instituto nacional del
cáncer de Estados Unidos y María Brettner de la Universidad de
Mainz disintieron de la categoría 2B en la clasificación del panel
de científicos de la IARC y cuestionaron Interphone y a Hardell
apoyándose en el estudio de cohortes danés. El estudio de cohortes
danés es ampliamente citado por individuos u organismos que
pretenden negar el riesgo de cáncer producido por los teléfonos
móviles. El Nacional Cancer Institute –NCI- publicó la segunda
entrega del estudio danés en 2006. La American Cancer Society –ACS-
se basó en el estudio de la Sociedad danesa del cáncer para
manifestar que el temor a que el móvil de cáncer es una creencia
sin fundamento. Anders Ahlbom y María Feychting que criticaron
duramente los posibles sesgos en los trabajos de Hardell y los
estudios publicados dentro de Interphone minimizaron sin embargo los
problemas de sesgo del estudio de cohortes danés. Michael Kundi de
la Universidad médica de Viena –y miembro de la IARC- critica el
estudio de cohortes de Dinamarca por graves problemas de sesgo. El
estudio de cohortes de la Sociedad danesa del cáncer -en el que
participa Joachim Schuz-, dirigido por Christoffer Johansen,
publicado en su tercera entrega en el American Journal of
Epidemiology en Junio del 2011 (actualización en el British Medical
Journal en Octubre), que se realiza sobre 400.000 abonados poseedores
de móvil en el 95 –un 20% de la población-, cataloga como no
usuarios a enfermos de cáncer que compraron un teléfono móvil con
posterioridad y a 200.000 usuarios de empresa -considerados como un
tercio de mayor uso en esa época de precios altos para la telefonía-
que acabaron en el grupo de control. En el 97 había un 44% de
usuarios de móvil, lo que significa que un 22% de considerados no
usuarios en el 2007, fecha del corte de datos, podrían haber
acumulado diez u once años de uso y también fueron incluidos en el
grupo de control. El estudio no considera los teléfonos
inalámbricos, trata a los abonados como usuarios (no es lo mismo ser
titular que realizar el uso) y no tiene en cuenta a aquellos que
abandonaron el uso del móvil con posterioridad al 95.
El 20 de Mayo de 2011 (antes de la
reunión de Lyon) Feychting y Swerdlow publican un estudio en el
American Journal of Epidemiology en el que descartan la relación
entre el penacho de radiación del móvil y la ubicación de los
tumores. En Junio de 2011, en una editorial de Occupational and
Enviromental Medicine Cardís y Siegal Sadetzki consideran que el
riesgo no se puede descartar y recomiendan usar el manos libres. En
Julio de 2011 la ICNIRP dice en Environmental Health Perspectives que
los teléfonos móviles son seguros y cita el estudio de Feychting y
Swedlow pero no las conclusiones de Cardís y Sadetzki. La IARC
publica Interphone en 2012 y niega el riesgo de cáncer. No se
prosigue la investigación sobre la parótida a pesar de que el grupo
de Israel había encontrado vínculo entre el uso de móvil y el
cáncer en estas glándulas. La Sociedad danesa del cáncer informa
en 2012 que el número de hombres diagnosticados con glioblastoma
-tipo de cáncer cerebral maligno- casi se ha duplicado en los
últimos diez años. En 2013 se publica el estudio CERENAT 5 por
Isabelle Baldi en el que se establece que los usuarios de mayor uso
-media hora al día- tienen entre dos y tres veces más riesgo de
glioma.
El proyecto Interphone es un ejemplo de
la lucha dentro de la ciencia entre las posiciones independientes y
las marcadas por la industria de telefonía. Los estudios
estadísticos y epidemiológicos son un terreno fácil para la
manipulación de los resultados mediante el sesgo en la recogida de
los datos, pero también en la interpretación estadística de los
mismos. Este tipo de investigaciones, sobre todo si son a muy largo
plazo para retrasar cualquier posible medida de protección frente a
la telefonía, son las preferidas por las empresas, siempre que sean
realizadas por sus científicos afines. No en vano Ahlbom y Feychting
recibirán para el proyecto COSMOS a 25 años una fuerte financiación
de las operadoras, mientras que Hardell se queja de que no le llegan
fondos para sus trabajos. Estos estudios implican cada vez una mayor
dificultad; dada la proliferación de fuentes hoy día se hace muy
complicado tener una medida de la exposición real de cada individuo.
Por este motivo era de capital importancia el proyecto Interphone,
que aunque con periodos de uso aún no muy prolongados –Milham y
Hardell consideran que muchos efectos se encontrarán a partir de los
20 años de uso- se realizó con datos de una época en la que el
usuario de móvil aún no estaba tan expuestos a múltiples fuentes
de radiación. Sin embargo los científicos cercanos a las empresas
de telefonía consiguieron enturbiar el Proyecto Interphone hasta el
punto de que se le considere científicamente con muy poco crédito.
CESE
En Julio de 2014 el Comité Económico
y Social Europeo –CESE-, un órgano consultivo que asesora a la
Unión Europea, decidió iniciar un proceso para la realización de
un dictamen sobre electrosensibilidad. La sección de Transportes,
Energía y Sociedad de la Información –TEN- se encargó de
elaborar la propuesta de dictamen. El grupo de trabajo designado por
la sección TEN consultó a expertos y a asociaciones de afectados y
el 7 Enero de 2015 aprobó un propuesta en la que se denunciaba que
estaban en juego derechos fundamentales como la integridad física,
la salud y la libre circulación de las personas electrosensibles y
se pedía el reconocimiento de la electrosensibilidad como enfermedad
en los ámbitos sanitario y laboral y como discapacidad en el ámbito
social. La mencionada propuesta de dictamen además señalaba la
necesidad de reforzar la independencia de los organismos que
intervienen en la determinación de los límites legales dada la
seria divergencia científica entre los diferentes informes y pedía
un descenso de los niveles de exposición electromagnética para el
público en general. Richard Adams, miembro del Grupo III
–consumidores y medioambiente- del CESE, que se había manifestado
desacreditando a Lennart Hardell, uno de los expertos citados en la
información adjuntada al CESE por la organización de denuncia de la
contaminación electromagnética Radiation research trust, tras la
aprobación de la propuesta de dictamen en la sección TEN anuncia
que presentará una propuesta de dictamen alternativa. Paralelamente
la publicación Powerwatch destapa el conflicto de interés de
Richard Adams, que aunque figura como representante de asociaciones
medioambientales pertenece al consejo de administración de
Sustainability First, -una organización patrocinada por empresas que
promueven tecnologías inalámbricas- y al consejo asesor de RWE, una
empresa que comercializa sistemas inteligentes que utilizan
transmisión por radiofrecuencias . A pesar de las informaciones
aparecidas sobre sus conflictos de interés, el día anterior a la
votación en el pleno del CESE, el 21 de Enero de 2015, Richard Adams
presenta un contradictamen acorde a los intereses de las compañías
operadoras, que niega la relación entre los campos electromagnéticos
y la electrohipersensibilidad y que deja a las personas afectadas en
la misma situación de indefensión que padecían. Este dictamen
alternativo sale adelante con el apoyo mayoritario del Grupo I del
CESE –empresarios- con un resultado ajustado de 136 votos a favor,
110 en contra y 19 abstenciones. El 16 de Febrero de 2015
asociaciones de electrosensibles europeos y de defensa ante la
contaminación electromagnética, envían una carta de queja al
presidente del CESE, en la que se denuncian los conflictos de interés
de Richard Adams, ponente del contradictamen finalmente aprobado. El
presidente del CESE responde que el contradictamen ha sido aprobado
de acuerdo con el procedimiento establecido en el reglamento del
Comité y que no se puede revocar. En Marzo de 2016 siete
asociaciones europeas de electrosensibles envían diferentes quejas
al Defensor del Pueblo Europeo en las que se denuncian los conflictos
de interés de Richard Adams y la irregularidad de un proceso en el
que se aprobó en el último momento un dictamen diferente al
elaborado por el grupo de trabajo designado. En Septiembre de 2016,
tras el proceso de investigación y alegaciones realizado, el
Defensor del Pueblo Europeo concluye mala administración por parte
del CESE por permitir la ocultación de los conflictos de interés de
uno de sus miembros y por la aprobación de una enmienda a la
totalidad a un dictamen sin dejar tiempo suficiente para examinarla.
En Octubre de 2015 se produce la renovación del CESE y el gobierno
británico no designa a Richard Adams para un nuevo mandato como
miembro, sin embargo Luca Jahier, presidente del grupo III
–organizaciones sociales- nombra a Richard Adams técnico asesor. A
día de hoy organizaciones de defensa medioambiental y de
electrosensibles europeos siguen luchando por que se realice un nuevo
dictamen sobre electrosensibilidad en el CESE y para que Richard
Adams deje de ocupar funciones dentro del mismo.
ESTRATEGIAS DE LA INDUSTRIA
Como hemos visto los científicos que
sostienen las tesis de las operadoras pueden llegar a lo más alto en
las instituciones de protección radiológica y encuentran sobrada
financiación para sus investigaciones. Aquellos científicos que
denuncian los efectos dañinos de los campos electromagnéticos de
telefonía son desacreditados y tienen dificultades para encontrar
dinero para sus proyectos. Hay una clara disparidad en los resultados
de los experimentos científicos según su fuente de financiación.
Una revisión de estudios publicada en Environmental Health
Perspectives en Enero de 2007 realizada por Huss, Egger, Hug,
Huwiler-Muntener y Roosli da como resultados que los estudios
financiados por la industria de telefonía constatan en un 42% que no
hay vínculo entre el uso de tecnologías inalámbricas con problemas
de salud y ni uno sólo halla relación. Mientras que según los
estudios con financiación pública un 36% encuentra efectos nocivos
para la salud y el 18% no encontró relación. Lloyd Morgan en 2012
realiza un análisis en relación al cáncer en el que puede
apreciarse que las investigaciones independientes siempre encuentra
riesgo, aunque no sea estadísticamente significativo, mientras que
las investigaciones financiadas por la industria nunca lo hacen. Se
puede decir que conociendo quien sea el patrocinador es posible
adivinar las conclusiones a las que llegarán las distintas
investigaciones. Sabemos que hay diferentes maneras de conseguir que
un experimento científico diga lo que nosotros queremos que diga,
por eso es importante la replicación de experimentos con la que
poder confirmar sucesivamente las observaciones. Sin embargo, la
replicación es un arma utilizada por la industria para mantener
artificialmente abierto el debate científico. En el Laboratorio de
sistemas de integración de materiales –IMS- de Bordeux, Isabelle
Lagroye y Bernard Veyret se dedican a la repetición de experimentos
sobre riesgos asociados a la exposición a campos electromagnéticos.
Lagroye, es profesora de la Escuela EPHE de estudios superiores de
París y fue responsable del proyecto REFLEX en Bordeux. Veyret, un
negacionista respecto de los efectos carcinógenos y no termales de
los CEM, es jefe del Proyecto ELF y salud, pertenece al Centro
nacional de investigación científica francés, es miembro fundador
de la asociación de investigadores EBEA, es miembro de la ICNIRP y
consultor de la OMS. Lagroye casualmente consiguió un post-doctorado
en el Centro de radiación oncológica del doctor Rotti en Saint
Louis, el cual se encargó de realizar varias replicaciones que
negaban el experimento de Henry Lai en el año 95 sobre el efecto de
la radiación de radiofrecuencia en el ADN. Curiosamente en el IMS la
bióloga Isabelle Lagroye y el físico Bernard Veyret nunca confirman
los experimentos que afirman daños biológicos ante la exposición a
CEM. En uno de sus trabajos de replicación Lagroye y Veyret
repitieron los experimentos de Leif G. Salford, neurocirujano del
Hospital Lund de Suecia sobre la apertura de la barrera
hematoencefálica –BHE- en presencia de CEM. La barrera
hematoencefálica protege al cerebro del paso de determinadas
sustancias tóxicas a través de la sangre que pueden afectarle
negativamente. Este efecto de apertura de la barrera sanguínea del
cerebro en presencia de los CEM es uno de los mecanismos explicativos
respecto de los posibles daños neurológicos ocasionados por las
microondas de telefonía. Este experimento es relativamente sencillo,
se expone a un grupo de ratas y a otro de control a los CEM y después
se las realiza un análisis para detectar sustancias en el cerebro
como la albúmina que no deberían estar allí si la BHE hubiera
funcionado correctamente. Los experimentos de replicación realizados
en el IMS niegan el efecto de apertura de la BHE encontrados por
Salford, sin embargo con posterioridad al menos 15 experimentos
diferentes han confirmado el impacto de los CEM en la barrera
hematoencefálica.
A la industria de telefonía no le
importa que más de 7000 estudios científicos con financiación
independiente aseguren que hay efectos biológicos perniciosos ante
la exposición en los niveles actuales a las ondas de telefonía. Una
de sus principales estrategias es retrasar las decisiones, mantener
la incertidumbre de manera engañosa y decir que es necesario seguir
investigando. Mientras tanto, por supuesto, no se reducirán
cautelarmente las emisiones de los sistemas inalámbricos y las
conclusiones de los expertos afines nunca serán contrarias al
negocio de la telefonía. Si diseñar investigaciones erróneas y
jamás publicar las que sean contrarias no fuese suficiente, siempre
queda la opción de mentir descaradamente o interpretar los estudios
científicos en el sentido contrario en el que se debería, como
cuando se dice que uno de cada cinco estudios que demuestra la
capacidad de los electrosensibles de distinguir los CEM no es
suficiente para considerar este problema de salud desde un punto de
vista fisiológico, o que la relación entre uso de móvil y cáncer
cerebral está descartada y que por lo tanto la telefonía móvil es
segura.
Carlos Álvarez Berlana, miembro de
Electro y Químico Sensibles por el Derecho a la Salud- EQSDS
Artículo en pdf:
http://electroyquimicosensibles.org/wordpress/wp-content/uploads/2017/09/El-negocio-de-la-telefonía-móvil.pdf
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