La falta de interés de Europa y España
por informar, limitar y prohibir las sustancias que interfieren con
el funcionamiento hormonal es un atentado directo contra la salud de
las mujeres.
KISTIÑE GARCÍA, DOLORES ROMANO, CARME VALLS-LLOBET, PUBLICADO 2018-01-19
A finales del siglo pasado, la
científica Theo Colborn descubrió un nuevo tipo de contaminación
capaz de modificar el funcionamiento de nuestro sistema hormonal. La
comunidad científica no acertó en la elección de un buen nombre
para estos nuevos tóxicos, a los que bautizaron como “disruptores
endocrinos”, difícil de recordar e incluso de traducir (existen
diversas traducciones al castellano como contaminantes, alteradores o
perturbadores hormonales).
Sin embargo, es importante que
recordemos estos nombres porque, como dice el adagio vasco, “todo
lo que tiene nombre, existe”. Y si hay algo que existe, aunque a
menudo de forma invisible e invisibilizada, son los efectos de estos
“venenos invisibles”, los disruptores endocrinos, en especial
sobre la salud de las mujeres.
LAS MUJERES SOMOS MÁS VULNERABLES A
LOS DISRUPTORES ENDOCRINOS
Las mujeres somos más vulnerables a
los disruptores endocrinos porque la mayoría de estas sustancias
sintéticas imitan el funcionamiento de los estrógenos, que son las
hormonas más abundantes en nuestro cuerpo. No por casualidad, otro
nombre habitual para estos tóxicos es el de xenoestrógenos (el
prefijo xeno significa extraño, ajeno).
Nuestro organismo no puede diferenciar
entre las hormonas naturales y estos impostores, que acaban
influyendo en enfermedades tan graves como el cáncer de mama y que
tienen la capacidad de alterar la armonía del ciclo menstrual.
Además, nuestros cuerpos acumulan más
disruptores endocrinos que los de los hombres debido a que la mayoría
de los contaminantes hormonales son solubles en las grasas y el
cuerpo de las mujeres posee un mayor número de células grasas para
poder producir leche para amamantar. Por si fuera poco, algunas de
las patologías que se han relacionado con la exposición a los
disruptores endocrinos son exclusivas de la mujer: la endometriosis,
el síndrome ovario poliquístico, la pubertad precoz, la menopausia
precoz, el cáncer de ovarios y las alteraciones del ciclo menstrual.
El cáncer de mama en mujeres (y
también en hombres) tiene estrecha relación con la exposición a
estas sustancias. Según las estadísticas, una de cada ocho europeas
desarrollará uno a lo largo de su vida. Sólo en el Estado español
se diagnostican 25.000 nuevos casos cada año. Dos tercios de ellos
están relacionados con la exposición a los contaminantes
ambientales y los estudios científicos evidencian la fuerte
asociación entre la cantidad de estrógenos sintéticos acumulados
en el cuerpo de la mujer y un mayor riesgo de desarrollar cáncer de
mama. Otras enfermedades, como la fibromialgia, la fatiga crónica o
la Sensibilidad Química Múltiple, predominantes en mujeres, también
muestran relación con los contaminantes hormonales.
Estas diferencias de incidencia no se
contemplan adecuadamente en los estudios toxicológicos ni en los
protocolos de atención médica, dando lugar a una protección
insuficiente de las mujeres frente a los disruptores endocrinos.
ESTOS VENENOS, EN TU TRABAJO
Las malas condiciones laborales son un
factor de riesgo. No existe protección adecuada frente a la
exposición en sectores muy feminizados,como los de la limpieza, el
comercio, la hostelería o la agricultura. Y son empleos con una alta
exposición a estas sustancias insalubres.
¿ES MI COMPRA TÓXICA?
Dependerá de lo que adquieras, pero...
¿sabías que los tickets de supermercado suelen ser de Bisfenol-A,
un disruptor endocrino reconocido por Europa y fuertemente
relacionado con el cáncer de mama? Seguramente no, una prueba de lo
silenciada que se encuentra este tipo de contaminación. Imagínate
el riesgo que supone para el personal de caja de los supermercados,
un trabajo realizado, en un 89% de los casos, por mujeres.
A diario, miles de mujeres se exponen
durante su jornada laboral a esta hormona sintética. Las Agencias
europeas ya han admitido que cientos de las hijas de las cajeras
padecerán cáncer de mama por culpa de la exposición laboral de sus
madres. Sin embargo, los tickets de bisfenol-A seguirán siendo
legales hasta 2019 y sin que se tome ninguna medida de prevención
hasta entonces (como la sustitución voluntaria por tickets de otro
material o el uso de guantes). Y este no es el único caso. También
las limpiadoras o las mujeres que trabajan en peluquerías, que se
exponen a diario a químicos tóxicos, tienen un riesgo mayor de
sufrir cáncer de mama.
Sin embargo, los problemas de salud ocupacional de las mujeres son habitualmente minusvalorados y achacados a fuentes de exposición ajenas al trabajo.
¿Y MI CASA?
Sin embargo, los problemas de salud ocupacional de las mujeres son habitualmente minusvalorados y achacados a fuentes de exposición ajenas al trabajo.
¿Y MI CASA?
No hace falta trabajar en estos
sectores para estar más expuesta a los disruptores endocrinos.
Trabajes donde trabajes, si eres mujer, según las estadísticas,
dedicas el doble de tiempo que los hombres a las tareas domésticas y
usas más cosméticos, que también contienen disruptores endocrinos
como los parabenos. Utilizados para emulsionar las cremas, imitan en
el cuerpo el efecto de los estrógenos y se han relacionado con la
aparición del cáncer de mama.
La falta de interés de Europa y España
por informar, limitar y prohibir estos tóxicos es un atentado
directo contra la salud de las mujeres.
No debemos creer a unas autoridades que
se ponen el lazo rosa pero no toman medidas para reducir la
exposición a los agentes causantes del cáncer de mama. Hasta el
momento, los gobiernos no han adoptado ni una sola medida en contra
de estos tóxicos, a pesar de las alarmas lanzadas por comunidades
científicas y por las Naciones Unidas. También es necesario que las
ciencias de la salud incorporen por fin en la docencia la gran
información que ya existe sobre la contaminación ambiental y la
salud. La falta de formación adecuada sobre este nuevo riesgo es
también un atentado contra la salud. En este, como en otros muchos
casos, los gobiernos defienden antes los intereses de las empresas
que la salud de sus ciudadanas.
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