En Galicia no hay ningún centro
especializado y los enfermos tienen que irse fuera para ser
diagnosticados
UXÍA CARRERA R. N.
La representante de la Asociación de
Afectados por la Sensibilidad Química Múltiple de Galicia, la
ourensana María Argentina Rey, visitó ayer al alcalde de la
capital, Jesús Vázquez, con el fin de visibilizar esta enfermedad
emergente.
La Sensibilidad Química Múltiple
(SQM) es una enfermedad crónica y sin cura que consiste en la
intolerancia a los productos químicos. Afecta más a las mujeres y
se puede adquirir en un momento determinado bien por una fuerte
exposición única a tóxicos o debido a múltiples exposiciones
pequeñas. Los síntomas afectan a todos los sistemas del organismo y
reaparecen cada vez que el afectado se topa con una exposición de
químicos incluso en bajos niveles. «No es una enfermedad rara, se
desarrolló de forma paralela a la industria química y por lo tanto
es cada vez más frecuente en los países industrializados por el uso
excesivo de productos químicos», aclara la representante y afectada.
La Asociación nació hace un año a
partir de un grupo de personas que padecen la enfermedad y se sentían
«abandonadas», por lo que no tenían otra opción que luchar por
sus derechos, según explica María Argentina. Los dos pilares
fundamentales en los que trabajan son la formación sobre la
enfermedad y la necesidad de una atención sanitaria que los tenga en
cuenta. Reclaman que se implante en Galicia un protocolo para la
atención de enfermos de SQM y que se creen unidades especializadas,
una en el hospital de referencia de cada provincia, ya que no hay
ninguna y los afectados tienen que irse de la comunidad para ser
diagnosticados. «Si bien una persona acude al hospital para curarse,
nosotros cada vez que vamos agravamos nuestra enfermedad porque no
hay un protocolo», explica.
«Yo era médica, hubo un vertido de
gasoil y mi vida no volvió a ser la misma»
La afectada por la sensibilidad
química, María Argentina Rey, llevaba una vida normal hasta hace 10
años. «Mi profesión era la medicina, trabajaba en un centro donde
hubo un vertido de gasoil y mi vida no volvió a ser la misma
-relata-, antes podía asistir a conferencias o a congresos fuera de
aquí, ahora no puedo ir ni al teatro, al cine, tengo una vida muy
limitada». La integrante de la asociación cuenta su historia
personal sabiendo que es necesario transmitirlo por el bien común.
«Lo que le estamos diciendo a la sociedad es que no puede vivir
rodeada de tantos productos químicos, es un problema muy grave que
hay que solucionar, mucho más importante de lo que se piensa y del
que nosotros sólo somos la parte visible, una parte mínima»,
afirma.
La asociación tiene en cuenta tanto a
los casos diagnosticados como a los que aún no lo están. «Si las
empresas adaptan los puestos de trabajo para no estar en contacto con
este tipo de productos tendríamos una mayor vida laboral, y si la
gente tuviera más concienciación sobre las barreras químicas a las
que nos enfrentamos podríamos salir a más sitios. De lo contrario,
la enfermedad avanza y llegaremos a la incapacidad», esclarece la
afectada. «Pero lo más preocupante son los miles de casos que están
sin diagnosticar», añade. A la asociación acuden numerosas
personas que se sienten identificadas con los síntomas que se
explican desde el colectivo y que no encuentran una respuesta en al
sistema sanitario. Tras esto, les recomiendan un especialista en
Barcelona o Madrid. María Argentina afirma que el Sergas puede
tardar entre cinco o seis años en realizar el diagnóstico acertado,
cuando la enfermedad ya se agravó.
«Yo lo resumiría en que mañana
detrás de la mascarilla puede estar cualquiera, y cada vez habrá
más gente que las lleve si no se actúa», concluye.
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