lunes, 10 de septiembre de 2018

Los afectados por sensibilidad química reclaman atención sanitaria adaptada

En Galicia no hay ningún centro especializado y los enfermos tienen que irse fuera para ser diagnosticados
AGOSTIÑO IGLESIAS
UXÍA CARRERA R. N.

La representante de la Asociación de Afectados por la Sensibilidad Química Múltiple de Galicia, la ourensana María Argentina Rey, visitó ayer al alcalde de la capital, Jesús Vázquez, con el fin de visibilizar esta enfermedad emergente.

La Sensibilidad Química Múltiple (SQM) es una enfermedad crónica y sin cura que consiste en la intolerancia a los productos químicos. Afecta más a las mujeres y se puede adquirir en un momento determinado bien por una fuerte exposición única a tóxicos o debido a múltiples exposiciones pequeñas. Los síntomas afectan a todos los sistemas del organismo y reaparecen cada vez que el afectado se topa con una exposición de químicos incluso en bajos niveles. «No es una enfermedad rara, se desarrolló de forma paralela a la industria química y por lo tanto es cada vez más frecuente en los países industrializados por el uso excesivo de productos químicos», aclara la representante y afectada.

La Asociación nació hace un año a partir de un grupo de personas que padecen la enfermedad y se sentían «abandonadas», por lo que no tenían otra opción que luchar por sus derechos, según explica María Argentina. Los dos pilares fundamentales en los que trabajan son la formación sobre la enfermedad y la necesidad de una atención sanitaria que los tenga en cuenta. Reclaman que se implante en Galicia un protocolo para la atención de enfermos de SQM y que se creen unidades especializadas, una en el hospital de referencia de cada provincia, ya que no hay ninguna y los afectados tienen que irse de la comunidad para ser diagnosticados. «Si bien una persona acude al hospital para curarse, nosotros cada vez que vamos agravamos nuestra enfermedad porque no hay un protocolo», explica.

«Yo era médica, hubo un vertido de gasoil y mi vida no volvió a ser la misma»

La afectada por la sensibilidad química, María Argentina Rey, llevaba una vida normal hasta hace 10 años. «Mi profesión era la medicina, trabajaba en un centro donde hubo un vertido de gasoil y mi vida no volvió a ser la misma -relata-, antes podía asistir a conferencias o a congresos fuera de aquí, ahora no puedo ir ni al teatro, al cine, tengo una vida muy limitada». La integrante de la asociación cuenta su historia personal sabiendo que es necesario transmitirlo por el bien común. «Lo que le estamos diciendo a la sociedad es que no puede vivir rodeada de tantos productos químicos, es un problema muy grave que hay que solucionar, mucho más importante de lo que se piensa y del que nosotros sólo somos la parte visible, una parte mínima», afirma.

La asociación tiene en cuenta tanto a los casos diagnosticados como a los que aún no lo están. «Si las empresas adaptan los puestos de trabajo para no estar en contacto con este tipo de productos tendríamos una mayor vida laboral, y si la gente tuviera más concienciación sobre las barreras químicas a las que nos enfrentamos podríamos salir a más sitios. De lo contrario, la enfermedad avanza y llegaremos a la incapacidad», esclarece la afectada. «Pero lo más preocupante son los miles de casos que están sin diagnosticar», añade. A la asociación acuden numerosas personas que se sienten identificadas con los síntomas que se explican desde el colectivo y que no encuentran una respuesta en al sistema sanitario. Tras esto, les recomiendan un especialista en Barcelona o Madrid. María Argentina afirma que el Sergas puede tardar entre cinco o seis años en realizar el diagnóstico acertado, cuando la enfermedad ya se agravó.

«Yo lo resumiría en que mañana detrás de la mascarilla puede estar cualquiera, y cada vez habrá más gente que las lleve si no se actúa», concluye.

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