domingo, 22 de enero de 2012

Enfermedades de la civilización

Unas jornadas sobre alimentación y salud despiertan una gran expectación de público. La doctora Dorleta Martínez alerta de la proliferación de enfermedades derivadas de la mala alimentación actual

22.01.12 -02:26 - KEPA OLIDEN | ARRASATE.

Enfermedades de la civilización
Una muy nutrida asistencia de público abarrota el 
salón de actos de Kulturate, para seguir la charla 
que la doctora Dorleta Martínez impartió sobre la 
salud de los huesos, a través de la alimentación 
natural OLIDEN
Cuando Hipócrates (460-377 a.C.) aconsejaba aquello de «que la comida sea tu alimento y el alimento tu medicina», los pesticidas, químicos, aditivos, metales pesados, fármacos y transgénicos no estaban en el menú. Y la dieta en tiempos del médico más importante de la antigüedad poco tenía que ver con la alimentación actual «rica en grasas artificiales y desnaturalizadas, con exceso de proteínas cárnicas, de azúcares y de alimentos muy refinados y manipulados y carentes de nutrientes vitales».

A principios del siglo XX prácticamente no había casos de cáncer, y mucho menos en niños

La alimentación actual está acortando la esperanza media de vida con salud en Occidente

La doctora Dorleta Martínez (Arrasate, 1963) no es nada complaciente con los 'beneficios' reportados por la industrialización agroalimentaria que siguió a la II Guerra Mundial. Esta revolución multiplicó el número de alimentos disponibles en la dieta hasta límites nunca antes conocidos. Pero el peaje de este progreso tecnoalimentario se ha traducido, según la doctora Martínez, en la proliferación de «muchos tipos de cáncer, obesidad, osteoporosis, artritis, trastornos cardiovasculares, esclerosis múltiple, fibromialgia, alzheimer...». Son las denominadas 'enfermedades de la civilización', producto, en opinión de la doctora Martínez, de la alimentación moderna, de la polución ambiental y marina... entre otros factores.

Hematóloga

La doctora Dorleta Martínez es hematóloga de formación y especialista en transplantes de médula ósea. Atesora 20 años de experiencia en el tratamiento de tumores hematológicos, leucemias y linfomas principalmente. Unas dolencias cuya incidencia «se ha disparado en los últimas décadas». La doctora Martínez aseveraba que «a principios del siglo XX prácticamente no había casos, y mucho menos infantiles». De hecho, los médicos más veteranos «apenas han conocido casos de estas características» añadía.

La generalizada creencia de que antiguamente muchos casos oncológicos no se diagnosticaban correctamente, o que la longevidad se ha incrementado gracias a la abundancia alimentaria, no sirven de consuelo. De hecho, Dorleta Martínez argumentaba que la expectativa de vida con salud en los países desarrollados «cada vez es más corta; ahora ronda los 30 años de media, edad a partir de la cual empiezan a proliferar cada vez más enfermedades como diabetes, hipertensión, esclerosis...»

En la actualidad la alimentación «ha dejado de ser la base para lograr un buen estado de salud y bienestar». 

Los alimentos de calidad, frescos, sanos y naturales nos aportan vitalidad y energía, además de proporcionarnos los nutrientes que necesitamos. Estos alimentos poseedores de un notable poder preventivo y curativo han desaparecido de la dieta, y han sido reemplazados por otros desnaturalizados y refinados cuyo impacto sobre la salud parece incuestionable.

Preguntado sobre una hipotética dieta que favoreciera el cáncer, el especialista canadiense en cáncer y alimentación Richard Béliveau contestaba que no hace falta buscar mucho: la actual dieta occidental es perfecta para ello. Y el doctor Béliveau «sólo se refiere al consumo de alimentos refinados, sin ahondar en los aspectos relativos a pesticidas, aditivos, metales pesados, hormonas, antibióticos...» explicaba Dorleta Martínez.

Refinados

Los refinados a que aludía el doctor Béliveau constituyen una muestra de la desnaturalización de los alimentos iniciada en los años 40-50 del siglo XX a requerimiento de la industrial agroalimentaria. Por ejemplo, en el caso de los cereales, la doctora Martínez explicaba que el refinado de harinas y arroces es fruto de las necesidades de conservación y logística de la industria. «Son totalmente desprovistos de minerales y vitaminas para su mejor conservación». La consecuencia es que, perdido todo su contenido nutritivo, su consumo sólo aporta calorías. Las vitaminas y minerales de los que carece nos los quita del organismo durante la digestión, con la pérdida consiguiente». Con el azúcar ocurre algo parecido: «su ingesta nos roba vitaminas y minerales».

Sobre la negativa incidencia de los refinados cree la doctora Martínez que un «mendigo indio seguramente tendrá menos déficits nutricionales que un occidental alimentado a base de hamburguesas, cereales refinados, azúcar...»

El inquietante panorama pintado por esta doctora se extiende asimismo al exceso de productos de origen animal, como la carne roja y los lácteos, con sus abundantes grasas saturadas.

En la concurridísima conferencia impartida sobre la osteoporosis, un fenómeno «reciente y prácticamente desconocido en muchas culturas», la doctora Martínez cargó contra los lácteos argumentando que las personas que consumen grandes cantidades de ellos «suelen tener más problemas debido a la deficiencia de calcio».

A su juicio, el «exceso de proteínas en la dieta, productoras ácidos, sí puede ser una de las principales causas de osteoporosis.

La carne, el pescado y otros productos animales ricos en proteínas hacen que el organismo deba procesar muchas moléculas de ácido, que deben ser neutralizadas por el calcio de los huesos, que luego se elimina por la orina».

La lista negra de la alimentación perjudicial para la salud vendría a completarse con el consumo de aceites refinados, grasas hidrogenadas y ácidos grasos trans, «presentes en margarinas, bollería industrial...» especificaba.

Y a esta dieta tan poco saludable se le añaden otros riesgos, como son el procesamiento moderno de alimentos: envasados, enlatados, precocinados, rápidos... que contienen «gran cantidad de aditivos y tienen un valor nutricional mínimo o nulo».

Además de sobre los pesticidas y abonos químicos, la doctora Martínez hacía hincapié en unos aditivos que abarcan a los edulcorantes, sabores artificiales, conservante... cuya peligrosidad está fuera de cuestión.

Algunos de ellos «pueden afectar al sistema inmune e incluso se ha relacionado con el cáncer, como es el caso de aspartamo, un edulcorante presente en todos los chicles, golosinas y refrescos sin azúcar».

Metales pesados presentes en el pescado, fármacos y hormonas en el ganado y transgénicos complican aún más los esfuerzos de cualquier consumidor consciente que procure alimentarse de forma saludable y natural.

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