Durante los últimos meses algunas administraciones, como la gallega, han impulsado medidas encaminadas a reducir el gasto de la factura sanitaria. El diario El Correo Gallego ha entrevistado a Luis Ferrer i Balsebre (Madrid, 1958) que trabajó como jefe del servicio de Salud Mental del ahora hospital Clínico de A Coruña (Chuac) hasta que en el año 2008 tomó las riendas del área de Psiquiatría del servicio gallego de salud. Este médico habla de una burbuja sanitaria igual que la inmobiliaria y de la posibilidad de que el sistema sanitario tal como lo conocemos estalle, como ha sucedido con el negocio del ladrillo con las consecuencias de todos conocidas:
“Creo que hay una analogía absolutamente clara entre la burbuja inmobiliaria y la sanitaria. La industria farmacéutica es también un negocio y, como tal, tuvo sus políticas para incrementar beneficios. También existieron mecanismos de control cuya finalidad es reducirlos. Durante diez años, la empresa que comercializa un producto mantiene la patente. Como en cualquier otra burbuja, los mecanismos de control fallaron, y lo que debería ser la norma, que pasado el tiempo de patente de forma mayoritaria el producto recetado sea el genérico, en Galicia no fue así. En los tratamientos farmacológicos, siempre aparecerá un medicamento más caro en el mercado, sin que eso implique que sea más eficaz. En ocasiones, la novedad simplemente reside en que se presenta en comprimidos en lugar de en cápsulas. Y esto es una clara dinámica de burbuja que, como la inmobiliaria, finalizará en colapso. Es alucinante que desde un punto de vista político no se den cuenta, cuando nos pasó hace dos días con el asunto de la vivienda. Es muy llamativo que España esté a la cola de los países más avanzados en porcentaje de genéricos, como era alucinante que se construyesen tantos pisos”.
Además de apostar por los medicamentos genéricos antes que por los de marca cuando los haya, huelga decir que es necesario racionalizar el consumo, en general, de cualquier tipo de fármaco; tratarse sólo cuando sea necesario, con la menor dosis posible, durante el menor tiempo posible. Y que debemos ser los mayores interesados en conservar la salud llevando estilos de vida saludables. Las administraciones han de hacer mayores esfuerzos por prevenir la aparición de enfermedades fomentando la vida sana con medidas concretas más que con campañas de detección de patologías que tienen como objetivo abrir nuevos mercados para los medicamentos.
La Administración mira para otro lado, cuando no intenta obstaculizar, el avance de muchas terapias no convencionales, menos agresivas, más “naturales” o como se quiera explicar, que son efectivas, casi sin efectos secundarios y cuyo desembolso por la Seguridad Social, como hacen otros países de Europa, conllevaría una bajada en su precio y a la larga un ahorro por la mejora de la salud general de la población.
Los lobbies de la industria de patente han conseguido un cierto rechazo a los genéricos por los pacientes, como a las terapias biológicas o no tóxicas en parte de la población (aunque su uso va en aumento). Dice Ferrer i Balsebre:
“Pienso que la gente lo entendería si se le explicase bien, porque la prescripción de genéricos es algo que repercute en beneficio de todos. El dinero que la sanidad pública no ahorra por no prescribir genéricos incrementa el beneficio de las multinacionales, en lugar de beneficiar a la población”.
En Galicia el sistema de ahorro ya está comenzando a dar sus frutos. Por último preguntan a este médico por el aumento de las cifras de consumo de fármacos en psiquiatría y ofrece una de las claves de todo lo que estamos tratando: un modelo social justo, equilibrado, que respeta a la persona es un modelo que genera salud en la población. Lo otro no:
“La burbuja farmacéutica incidió demasiado en el hecho de que tratar es recetar, cuando en medicina, y en psiquiatría más todavía, son más cosas que la burbuja puso en peligro: pisos protegidos, psicoterapias, empleo protegido, talleres ocupacionales… Pero las cifras de consumo de fármacos aumentan. Los pacientes no nos piden solo que les quitemos o aliviemos el dolor de la enfermedad, sino el dolor de vivir. Y la crisis no ayudó. Las consultas se nos llenan de problemas cotidianos de la vida, nos exigen una solución y además que sea farmacológica. Están llenas de gente normal, que tienen problemas en la vida como tenemos todos. Las unidades de base de salud mental, nuestra consulta externa, están absolutamente colapsadas por problemas de vivir. Por eso aumentan tan exponencialmente los fármacos que alivian la angustia y que te levantan el ánimo, y los analgésicos que te quitan el dolor. La presión ni siquiera es la misma que había, pero lo que disminuyó es la tolerancia a la frustración. Se dio una lógica del alivio de estas tensiones vitales pensando que el alivio farmacológico puede resolver todos los problemas, y no es cierto. El único fármaco que recetaría sería una pastilla del olvido colectivo“.
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