YERAY
CALVO Madrid 20/09/2012
Mi
nombre es Yeray Calvo. Trabajo desde hace cuatro años como
periodista en Público.es.
Antes de ayer recibí una llamada de mi hermano. Raro, porque él no
suele llamar muy a menudo. “Siento darte una mala noticia Yeray;
han despedido a papá”, me dijo. Yo, señor diputado, no podía dar
crédito (mira por donde, como los bancos, pienso al escribir esto.
¡Qué guasa!). No podía dar crédito, no porque no sea conocedor de
la grave situación que vivimos, sino porque en el fondo, uno tiene
la sana esperanza de que la mierda no te acabe salpicando.
Te escribo esta carta a ti (si me permite el tuteo), diputado, porque mi padre está, desde el martes, en la calle después de toda una vida trabajando. Cuando digo ‘toda una vida’ no es una forma de hablar. De niño, ayudando a mis abuelos a sacar el campo adelante. De adulto, como conductor de autobús en una empresa familiar valenciana. ¡20 días y a la puta calle!, me repito todo el rato. Jodida reforma laboral. Si al menos hubiera servido para algo, me digo. La indemnización ridícula que se llevará mi padre (cercana a 20.000 euros) después de años y años de trabajo dolería menos si supiera que, la reforma laboral, como nos dijeron, ha servido para crear empleo. ¿Pero qué digo? ¡Si por lo menos hubiera servido para detener la sangría de desempleados! Ni eso. De hecho, visto desde otro ángulo, diputado, quizás mi padre ha sido despedido debido a la reforma laboral. Todos sabemos que ahora echar a la calle a alguien te sale casi gratis y es la salida más fácil para cualquier empresa con problemas. De este modo, extiendo mi agradecimiento a ti, Mariano Rajoy, por tu gran contribución, por la parte que me toca, al despido de mi padre.
Te escribo esta carta a ti (si me permite el tuteo), diputado, porque mi padre está, desde el martes, en la calle después de toda una vida trabajando. Cuando digo ‘toda una vida’ no es una forma de hablar. De niño, ayudando a mis abuelos a sacar el campo adelante. De adulto, como conductor de autobús en una empresa familiar valenciana. ¡20 días y a la puta calle!, me repito todo el rato. Jodida reforma laboral. Si al menos hubiera servido para algo, me digo. La indemnización ridícula que se llevará mi padre (cercana a 20.000 euros) después de años y años de trabajo dolería menos si supiera que, la reforma laboral, como nos dijeron, ha servido para crear empleo. ¿Pero qué digo? ¡Si por lo menos hubiera servido para detener la sangría de desempleados! Ni eso. De hecho, visto desde otro ángulo, diputado, quizás mi padre ha sido despedido debido a la reforma laboral. Todos sabemos que ahora echar a la calle a alguien te sale casi gratis y es la salida más fácil para cualquier empresa con problemas. De este modo, extiendo mi agradecimiento a ti, Mariano Rajoy, por tu gran contribución, por la parte que me toca, al despido de mi padre.
Si
me permites quiero hablarte un poco de mi padre, diputado. Mi padre
ha vivido siempre por encima de sus posibilidades. Sí. Se levantaba
a las cinco de la mañana para preparar el autobús para una jornada
de servicios concatenados. Comprobar que funcionaba el sistema de
apertura de puertas. Poner en marcha el viejo motor diez minutos al
menos para rodarlo y que ya no se calase durante el resto de día.
Hacer algún apaño, ya sabes cómo son los coches viejos... siempre
se estropea algo. Limpiar un poco, preparar los discos de las rutas y
llegar a tiempo. Siempre llegaba a tiempo. Por algo se levantaba tan
pronto (siempre ha sido un poco exagerado y obsesivo con estas cosas.
Lo sé porque yo lo he heredado).
Diputado,
yo he visto a mi padre, te lo prometo, trabajar dos meses seguidos
sin disfrutar de un puto día de descanso. Lunes, martes, miércoles,
jueves, viernes, sábado y domingo. Lunes, martes, miércoles,
jueves, viernes, sábado y domingo. Lunes, martes, miércoles,
jueves, viernes, sábado, y domingo. Multiplícalo por cuatro e
imagínate trabajando. Es aburrido y cansado, como leer las líneas
anteriores. Por ponerte un ejemplo, es como si tuvieras que ir al
Congreso de los Diputados (sí, ese hemiciclo que a
menudo veo vacío por la tele)
todos los días, tuvieras que estar sentado (sin volante, eso sí)
durante más de ocho horas al día, durante dos meses. La empresa va
mal y hay que arrimar el hombro y apretarse el cinturón, pensaría
para hacer tal salvajada. Ahora, el país está en ruina y tampoco
veo a los señores diputados perder el sueño por ello, así que,
visto lo visto, se tuvo que haber equivocado asumiendo toda la carga
él solo
Tienes
toda la razón, diputado, mi padre ha vivido por encima de sus
posibilidades. Lo ha dado todo por encima de sus posibilidades. Ahora
está en la calle con 56 años y unas perspectivas en el mercado
laboral más negras que la piel de Ana
Mato
o
Francisco
Camps.
Por cierto, tengo un recuerdo especial para ti, Paco. También
gracias a ti (espero que algún día leas esto) se ha podido fraguar
el despido de mi padre. Si no hubieras arruinado el País Valencià
como lo has hecho, sin las deudas a los colegios de la región, que a
su vez deben pasta de las rutas escolares a las empresas de
transporte, nada de esto sería posible. Por no hablar de mi madre,
gran mujer, que un fatal día sufrió una trombosis y que a día de
hoy, años después, sigue sufriendo las secuelas de todo aquello. De
la puesta en marcha de la Ley
de Dependencia,
de la que tanto pasaste, Paco, me río. Con tu permiso. Tampoco es
momento para hablar de mi hermano, diputado. Licenciado en derecho,
máster, inglés, francés, alemán, italiano y valenciano. Tiene que
buscarse un futuro fuera porque aquí no encuentra trabajo. Otro día
te escribo sobre las perspectivas laborales de mi generación.
En
un momento tan difícil como este, pensarás, es cuando uno debe
recurrir a sus ahorros. Los tiempos de bonanza pasaron y culpa tuya
es si no ahorraste lo suficiente de cara a futuros malos momentos,
dirás. Como han hecho el Estado y los bancos, claro. Te va a hacer
mucha gracia esto que te voy a contar, diputado. Te vas a descojonar,
pero es que resulta que los ahorros de mi padre están en no
sé qué movida de preferentes,
que un día le vendieron (engañándolo como a miles y miles de
afectados). Un buen día el encargado de una oficina de Bancaja de mi
ciudad le recomendó a mi padre meter todos sus ahorros ahí. “Los
podrás sacar cuando quieras”, le dijo. Es normal que te entre la
risa, si no son tus ahorros, resulta hasta graciosa tanta carambola
fatal seguida. No sé si decírtelo, diputado, porque ya ni me vas a
creer, pero es que mi abuela también metió parte de sus ahorros ahí
justo antes de que estallara el problema. Hay que ver, ché, qué
mala suerte...
Creo
que ya me estoy extendiendo demasiado, diputado. Sé que tu tiempo es
oro y no me gustaría hacértelo perder. Para terminar, sólo quiero
decir que, a diferencia de Cristiano
Ronaldo
o
de Esperanza
Aguirre tras su marcha,
yo no estoy triste. Estoy cabreado y profundamente decepcionado.
Estoy cabreado con una clase política incompetente que huele a
chamusquina y que dice merecerse los elevados sueldos que gana.
Perdóname, diputado. Sé que no se debe generalizar pero es un
momento jodido para mí. Sé que no todos los políticos son iguales
y que de los ciudadanos depende, con
su voto
y
con
su protesta,
saber encontrar a los pocos íntegros que valen la pena. Pero cabrón,
cada vez lo ponéis más difícil.
Atentamente
y para cualquier cosa, aquí
me tienes
PSDT:
Papá, eres un héroe jodido. Un jodido héroe. Ojalá pueda pensar
lo mismo de nuestros diputados algún día
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