Emilio
y sus hermanos pequeños, en una plaza pública de Vallecas, Madrid.
(JORGE PARÍS)
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- El paro, los desahucios y los recortes ponen jaque la salud física y mental de 2.267.000 de niños en España, según Unicef.
- Varios menores cuentan qué significa vivir por debajo del umbral de la pobreza.
- La crisis golpea duro a las familias de Emilio, Evelyn, Ismael y Ariana.
- Las ONG alertan de que el número de pobres aumenta mientras los que ya lo eran lo son más: hay neveras vacías, abandonos y violencia.
- El 17 de octubre es el Día Mundial para la Erradicación de la Pobreza.
A.
LARRAÑETA 17.10.2012
Sentado
en un banco de Puente de Vallecas (Madrid), Emilio
—14
años y tres desahucios vividos—opina que la
crisis
"es
un problema que nos está dejando sin trabajo y hace que cada vez
escasee más la comida. "Eso
provoca cabreos y hace que los mayores estén la mayor parte del
tiempo enfadados"
La
familia de Emilio -padres en el paro desde hace años con seis hijos
(tres menores y tres mayores de edad, que ni estudian ni trabajan)-
viven en un piso que no quieren enseñar. Lo encontraron de chiripa
tras el último desalojo a la carrera en junio. "Es
pequeño como un cuarto trastero", pero
ha evitado su huida a un escondite de "piso de patada"
(okupa)
donde los Servicios Sociales pierden el rastro de los niños. "Es
desesperante verte en la calle", confiesa la madre de Emilio, "y
que te puedan quitar a tus hijos. No es miedo, es pánico lo que se
siente".
"
La
crisis hace que los mayores estén la mayor parte del tiempo
enfadados"
Emilio
ha bajado a este banco de la calle a explicar qué
significa habitar en el interior de la estadística de 2.267.000
niños en situación de pobreza en España.
Grandullón y tierno, no se ve pobre, se ve "normal",
porque "pobre es el que no tiene donde alojarse, ropa para
cambiarse, ni comida. Hay gente peor"... y la congoja le quiebra
la voz. Sus confesiones hoy son el fruto del esfuerzo de su madre
porque sus seis hijos —"sin engañarles, que no se puede"—
no sientan que en sus vidas falta lo básico. Han vivido en pisos sin
agua y sin luz, donde las paredes "eran humedades". Y no
salen las cuentas con ocho bocas a alimentar si por la puerta entran
512 euros de una renta de inserción y la calderilla 'en B' de las
chapuzas
del
padre de familia.
Responsables
de las ONG que escrutan la pobreza en España aseguran que aquí "no
se pasa hambre", pero María del Pino hay veces que no come
para
repartir las lentejas -"a lo pobre, solo con agua y sal"-
que saca a la mesa por tercer día consecutivo. Y si los niños
protestan ella dirá que se ha pasado en cantidad. Más "rabia"
le da no tener dinero para comprar unas zapatillas de deporte que
impidan que a Emilio le apoden el "marginado" en el
colegio.
Cuesta
explicar a los hijos que son pobres. Más que pedir ayuda.
Emilio es adolescente, pero no inconsciente. Si pudiera elegir el
regalo de su próximo cumpleaños sería un perro, "que se liga
mucho sacándolo a pasear", o "una Play". Aterriza en
este banco de Vallecas y añade: "Aunque tal y como está la
cosa, mejor comprar comida".
La
crisis está acabando con la familia
La
madre de Emilio tiene una teoría: "Esta crisis está acabando
con las familias". Muchas a su alrededor se rompen y "llegan
a las manos". Falta
dinero, sobran estrés y violencia, insiste poniendo
esa mirada de haberlo visto de cerca. Afortunadamente no es su caso,
cuenta, y se lleva la mano al pecho. "Nosotros seguimos juntos,
nos apoyamos, y eso es como tener un tesoro", se despide.
En
España hay
760.000 hogares como el de Emilio, en los que todos los adultos de la
casa están en el paro.
En 2007 eran 324.000. A Gabriel González, coautor del último
informe sobre pobreza infantil de Unicef, le escandaliza que cada vez haya más pobres y que los que eran pobres todavía lo sean más.
En
España hay 760.000 hogares con niños en los que todos los adultos
están en el paro
Ismael
no
quiere salir en la foto del periódico. A sus 15 años no le gustaría
que sus compañeros del instituto de una localidad al sur de Madrid
supieran que el sofá de su casa está cojo (parcheado con un gato de
coche) o que los muelles de su
colchón le dejan marcas
en
la espalda.
Su
madre, Susi, parada y separada,
casi ningún mes junta íntegros los 650 euros que los padres de sus
tres hijos están obligados a pasarle para su manutención. Hace
unos meses el Ivima casi le quita el piso
después
de acumular 13.000 euros de impagos. Con la ayuda de vecinos y padres
del cole reunió lo suficiente para frenar el desahucio y firmó una
moratoria para la deuda.
Ismael
quiere unas zapatillas nuevas y no pasa el día en que le recuerde
que cambie el colchón. "Son
críos y piden cosas y cuando les digo que no podemos permitírnoslo
se enfadan".
Les digo que no hay trabajo, que sus padres no ayudan, que por no
haber ya no hay ni becas y que si entonces un día nos comemos el
colchón o las zapatillas".
Susi
llora a menudo por su mala suerte, sobre todo después de otra
entrevista de trabajo fallida. Si sus hijos la descubren, les oye
decir "venga
mami, que de esta salimos".
Ellos son su motor y su ancla.
El
peor año, con diferencia
La
ONG Save
The Children
tiene
un centro de día en Vallecas (Madrid) donde -con
la ayuda de la obra social de La Caixa-
lleva a cabo desde 2005 el programa Proinfancia, de ayuda a familias
con niños en proceso de atención social
que
tienen necesidades no suficientemente cubiertas. Silvia, la psicóloga
del centro, resopla afirmativamente a la pregunta de si
este es el peor momento de la crisis.
Vienen
madres que abren la nevera y solo tienen una naranja podrida
"Con
tanto paro y la retirada de las ayudas públicas, becas de comedor o
libros, estamos
viendo cosas y situaciones impensables".
Según Silvia, "al centro vienen madres que abren la nevera y
solo tienen una naranja podrida; o madres que cogen cualquier trabajo
-a cualquier hora, a cualquier precio- y se ven obligadas a dejar a
sus hijos solos. Es la pescadilla que se muerde la cola: si ellas no
trabajan, sus hijos no comen".
Susi
es una de las que tira
de vecinos para que le echen un ojo a sus hijos cuando
le sale un trabajillo. No tiene para pagar una cuidadora. Y ahora que
está en litigio la custodia de su pequeño, tiene miedo. "Son
mis hijos, ¿sabes? Me los he parido yo y me los estoy criando. No
tendrán para jamón, pero chorizo no les falta", reivindica.
Durmiendo
junto a una maleta
Evelyn
tiene
14 años y duerme
pegada a un maleta
negra.
Cada mañana saca la ropa que se va a poner para ir al colegio. Entre
los jerséis asoman fotos y recuerdos. Evelyn
guarda todo lo que no quiere dejar atrás en el desahucio inminente
que
le quita el sueño a la familia Alomoto, ecuatorianos en España
desde 2000.
Evelyn
duerme pegada a una maleta negra en la que guarda ropa, fotos y
recuerdos, por si vienen los del banco a echarla de casa
Mario
y Jenny Alomoto tenían que haber entregado al banco las llaves de
esta casa de Entrevías el 28 de septiembre. La compraron en 2005 y
la dejaron de pagar en 2010, cuando los cheques sin fondos y las
nóminas impagadas llevaron a Mario a la ruina. El matrimonio y sus
tres hijas —Evelyn de 14 años, Karen, de 13, y la pequeña Paula,
de 3— no tienen a dónde ir. "Cada
noche me acuesto con el miedo en el cuerpo y me pregunto si al día
siguiente será cuando vengan a echarnos",
dice el padre. Este conductor de hormigonera en paro hace lo posible
porque sus hijas no noten los problemas económicos que padecen, pero
Evelyn sabe de sobra qué es un desahucio. "Es cuando no puedes
pagar tu casa y el banco te la quita", explica tímida ante la
atenta mirada de su hermana Karen, mientras Paula, de 3, juega en el
suelo con un juguete que recita una letanía de números.
Evelyn
y Karen afrontan la misma amenaza de expulsión de forma dispar.
Karen ni piensa en empaquetar sus cosas por adelantado, más bien le
hace gracia ver la maleta de Evelyn. Eso sí, ya le ha dicho a su
mejor amiga que igual un día deja de ir al colegio. Evelyn,
de puertas para fuera, no habla del desahucio. "Prefiero
no hacerlo. Con mis amigas hablo de las asignaturas y de otras
cosas".
Secuelas
en los niños
La
psicóloga de Save The Children, Silvia, explica que son
muchas las secuelas que la pobreza deja en los niños,
tanto físicas como psicológicas. "Están peor alimentados y
tienen problemas de salud, sufren fracaso escolar y el estrés que
viven en sus casas se plasma en su comportamiento, a veces incluso
violento contra sus progenitores. Algunos
niños, además, expresan que se sienten culpables de la situación
que
atraviesan".
Las
familias numerosas, los inmigrantes y las familias monoparentales
padecen en mayor proporción la pobreza, aunque cada vez haya más en
la exclase media española.
Maribel
es madre soltera e inmigrante. Su hija Ariana,
de 12 años, está en la cama "pachucha", por una gripe
asociada a la enfermedad
degenerativa que sufre,
esclerodermia sistémica, de la que no le gusta hablar. Gracias a la
caridad Maribel puede ponerle a Ariana las cremas que necesita para
que su piel no se desgaste y sus músculos no se atrofien. Y pagar
las medicinas. Todas las familias coinciden en que los servicios
sociales están desbordados, las trabajadoras sociales -a las que
conocen por su nombre de pila y consideran como de la familia- no
pueden hacer más por ayudarles, pues con los recortes "tienen
las manos atadas". Sí, las parroquias y las ONG han suplido al
Estado.
A
las carencias de Emilio, Ismael, Evelyn o Ariana se añade otra
peculiaridad de la
pobreza y es que esta se hereda y
forma barreras que impiden la igualdad de oportunidades, según los
expertos. "Se
puede pasar una temporada en la pobreza, pero si se prolonga, se
interioriza y se pasa de padres a hijos",
explican. Romper esa cadena es bien difícil. Si le preguntamos a
Emilio, sentado en el banco de Vallecas, en qué quiere trabajar de
mayor, responde: "¿Trabajar? Lo tendré muy crudo".
Maribel,
abrazando a su hija Ariana.
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