La
epidemióloga estadounidense advierte sobre los efectos de los
teléfonos móviles en la salud.
Foto: Nestor Gómez / EL TIEMPO
Según
Devra Davis, el cerebro en desarrollo de los niños absorbe más radiación
que el de un adulto.
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Por:
LAURA BETANCUR ALARCÓN
29
de mayo de 2014
Antes
de comenzar su conferencia, Devra Davis, una de las expertas en
prevención del cáncer más reconocidas en el mundo, sostiene un
juguete para bebés en sus manos. Es un rasca encías que en la mitad
tiene un espacio rectangular en el que encaja perfecto un iPhone.
“¿Para
qué necesita un bebé un sonajero en el que pueda llevar su celular?
¿A qué extremos estamos llegando y cómo estamos exponiendo a
nuestros niños”, cuestiona.
Davis
es una de las científicas que más ha investigado la radiación de
los teléfonos celulares y su efecto en la salud. Es doctora en
ciencias de la Universidad de Chicago y posdoctora en epidemiología
en la Universidad Johns Hopkins. Actualmente da clases en el
Instituto de Cáncer de la Universidad de Pittsburg (EE. UU.).
En
su reciente libro Disconnect, reconocido por la revista Time como una
de sus mejores publicaciones, ofrece evidencia científica sobre los
efectos de la radiación de los celulares en las células cerebrales.
Por
ejemplo, argumenta que las personas que usan celular por más de 30
minutos al día, en promedio, durante 10 años, tienen un riesgo
doble o más alto de contraer cáncer en el cerebro.
También
sostiene que niños y jóvenes son los más afectados, debido a que
las ondas de telecomunicación se absorben más durante el desarrollo
cerebral. La revista IEEE Transactions on Microwave Theory and
Techniques comprobó cómo en niños de 5 y 10 años la absorción es
más profunda que en adultos.
Estudios
realizados por la Escuela de Asuntos Ambientales de la Universidad de
Bloomington (EE. UU.) y la Universidad de Campinas (Brasil) han
compilado investigaciones que relacionan las radiaciones de baja
frecuencia con daños oxidativos en las células, publicados en la
revista Oxidants and Antioxidants in Medical Science.
“No
tenemos pruebas definitivas de riesgo en relación a muertes, como
los tenemos con el tabaco, pero debemos hacer algo por prevenir desde
ya a la sociedad”, afirma.
En
2011, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer
(IARC, por sus siglas en inglés) clasificó las radiaciones
electromagnéticas de los teléfonos celulares como posiblemente
cancerígenas para los humanos, basada en un aumento del gliobastoma
(tipo de cáncer maligno de cerebro).
Sin
embargo, otros estudios como el del Instituto de Epidemiología de
Copenhague en ese mismo año, que incluyó a 350 mil personas mayores
de 30 años, entre las que había usuarios de móviles y otras que
nunca habían tenido acceso a los celulares, concluyó que no existe
conexión entre las radiaciones y algún tipo de cáncer, según se
publicó en la revista British Medical Journal.
En
conversación con EL TIEMPO, la investigadora explica cómo
actualmente la industria de telecomunicaciones afronta esta polémica
y cómo la clave no está en dejar de usar celulares sino en
alejarlos del cuerpo. “La distancia es tu amiga”, enfatiza.
¿Son
o no nocivos los celulares para la salud?
No
hay evidencia científica definitiva de que lo sean o no. Pero he
trabajado por más de 35 años en investigación. Esperamos demasiado
para actuar en contra del tabaco, del asbesto, de la terapia de
reparación de hormonas.
Se
demoraron mucho tiempo logrando que las ratas o los perros fumaran
para probar que el tabaco sí producía cáncer de pulmón, aun
cuando se sabía desde el siglo XIX que era un causante.
Hoy,
la mayoría del mundo está usando celulares, en especial los niños,
y no hay estándares para su uso. Por eso, mi posición es que aunque
no tenemos pruebas definitivas de riesgo en relación a estadísticas
de mortalidad, como los tenemos con el tabaco, hay que empezar a
prevenir.
Nuestra
civilización ha madurado y se ha hecho más sofisticada, como para
dejar de insistir en que los muertos son la única prueba que debe
existir.
Pero
entonces, en relación con los celulares, ¿qué pruebas existen?
En
el caso de los celulares sí tenemos evidencia de peligro. Cada
estudio que se ha hecho, bien diseñado, con grupos de personas que
han utilizado los celulares con frecuencia durante los últimos 10
años o más, y que lo han comparado con gente que no lo ha hecho,
han encontrado que hay un riesgo doble o más alto de contraer
gliobastoma, incluso cuando el uso ha sido moderado: solo de media
hora al día en promedio durante una década. Es algo común, lo que
consumen hoy la mayoría de personas.
También
tenemos evidencia científica en cultivos de células. Si tomas las
células neuronales de un cerebro inmaduro, realmente son muy
sensibles a este tipo de radiación; si tomas linfocitos maduros, que
son células más viejas, no responden de la misma manera.
Específicamente,
¿cómo afecta la radiación de los celulares a las células del
cuerpo?
Hay
que ser claros: la radiación ionizante directamente daña los
nucleotipos que mantienen al ADN junto, porque rompe estos vínculos.
Aunque la radiación de los celulares no hace esto de esa manera, sí
causa daño porque interfiere en la resonancia de la célula y
debilita las membranas, lo que perturba la regulación de las
células.
¿Con
qué enfermedades se relaciona la radiación de los celulares?
Se
ha encontrado que los hombres que usan teléfonos celulares de 2 a 4
horas al día tienen un 30 por ciento menos de espermatozoides que
los que no los usan. Se ha demostrado que aumenta el cáncer de
cerebro; también, un tumor en la zona del oído conocido como
neuroma acústico, y además se relaciona con un raro tumor en la
mejilla conocido como tumor de la parótida. En Israel, uno de cada
cinco casos de esta enfermedad se presenta en personas de menos de 20
años.
¿Por
qué a esta edad?, ¿cuál es la población más afectada por la
radiación de los celulares?
El
cerebro en desarrollo absorbe más radiación que el que ya está
maduro. Estudios hechos por la industria demuestran mayor absorción
de la radiación electromagnética en niños de 5 años, en
comparación con los de 10 o un adulto. El doctor Om. P. Gandhi,
quien realizó esta investigación, dejó de recibir patrocinio para
sus proyectos tras la publicación de esta. Hacemos esfuerzos por
cuidar el desarrollo cerebral en los niños; les damos cinturones de
seguridad, cascos para cuando montan bicicleta... y jamás les
daríamos un trago de whisky o un cigarrillo; ¿entonces, por qué
les damos un celular cuando tenemos evidencia? En 2011, la
Organización Mundial de la Salud (OMS) consideró la radiación de
los celulares una posible causa cancerígena en la misma categoría
que el DDT, uno de los plaguicidas más usados en el mundo para el
control de mosquitos.
Entonces,
según su visión, no se deben usar celulares. ¿O cómo debe ser el
uso?
Yo
no le estoy diciendo a la gente que no use celulares. Los celulares
pueden salvar vidas y han mejorado nuestra habilidad para responder a
las emergencias. Pero el 90% de la banda ancha en el mundo lo está
utilizando el 10% de la población, y la están empleando para
juegos, pornografía y videos. Desde el punto de vista de la
industria, es una gran respuesta de consumo, pero tenemos que
preguntarnos si esto es realmente lo que necesitamos hacer: ¿es
necesario tener al lado de las ventanas de nuestro cuarto una gran
antena para que todo el mundo pueda bajar una película? Por ejemplo,
en Suiza es imposible vender un celular si no viene con auriculares;
lo mismo, en Israel. Los audífonos reducen la exposición. El
concepto es simple: la distancia es tu amigo. Sin importar qué tipo
de celular que se tenga, no se debe portar en los bolsillos.
En
Colombia el debate se concentra en la ubicación de las antenas, más
que en el uso de los celulares. ¿Qué efecto tienen estas en la
salud?
No
es cuestión de que se ubiquen o no las antenas, sino que necesitamos
que sean mejor diseñadas. Tendrían que haber más, pero más
pequeñas y menos potentes. Por ejemplo, el gobierno Suizo y la
industria telefónica, que tiene altos estándares de calidad, tienen
de 100 a 1.000 antenas menos que Colombia. El software y el hardware
tienen que estar de la mejor calidad y de la forma más segura.
Actualmente así no se construyen. El gran problema es la ignorancia.
¿Cuáles
son los obstáculos para hacer masiva esta información?
Yo
he publicado casi 200 artículos científicos al respecto y 11 libros
técnicos, pero no hice ninguna diferencia. Si vamos a cambiar la
salud pública, hay que prevenir el cáncer; tenemos que parar de
debatir si tenemos o no las pruebas suficientes y empezar a tomar
pasos para disminuir nuestra posición. La razón por la que no
tenemos casi progreso es porque la gente es ignorante, y mi trabajo
es transferir este tema que me tomó siete años comprender. Las
personas que instalan esas torres no saben nada de salud; lo que
ellos quieren hacer es lograr que la señal sea la más fuerte de
todas y hacerse más ricos.
Usted
compara los efectos de las tabacaleras con los del sector de
telecomunicaciones. ¿Qué opina de los esfuerzos de esta industria?
Creo
que esta industria está dividida. Hay quienes me hablan y toman nota
de mis advertencias; otros no. Yo doy conferencias en Stanford, en
Sillicon Valley, y me pregunto por qué ellos, que son los grandes de
la tecnología, no les dan celulares a sus hijos y los envían a las
escuelas Waldorf, donde no tienen contacto con los computadores hasta
que cumplen 12 años, y por qué no tienen ningún problema en hacer
dinero a costa de otros niños.
¿Usted
utiliza el celular?
Cuando
empecé a escribir de este tema tenía tres. Andaba como un vaquero
con dos en cada bolsillo. Era muy entusiasta con las tecnologías, y
todavía lo soy. Utilizo celular, pero ahora mi equipo está en mi
bolso en modo avión, excepto cuando quiero llamar a alguien. Yo
reclamo mi espacio.
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