No “existía” administrativamente
lo que suponía “una situación de completa indefensión” para
sus enfermos. La incorporación al sistema sanitario se ha realizado
conforme a las directrices autorizadas por la OMS y que otros países
ya habían adoptado para esta enfermedad.
DEIA - Miércoles, 24 de Septiembre de
2014 - Actualizado a las 14:16h.
MADRID. España ha reconocido
oficialmente la sensibilidad química múltiple (SQM) al incorporarla
a su Clasificación Internacional de Enfermedades o CIE (el sistema
con el que la Sanidad clasifica y codifica sus diagnósticos). Esta
es la fórmula autorizada por la Organización Mundial de la Salud
(OMS) para que un gobierno —bajo ciertas pautas— pueda
oficializar las dolencias de sus ciudadanos que ella aún no ha
catalogado a nivel internacional.
De esta forma España se suma a
la lista de países que reconocen la SQM como Alemania (2000),
Austria (2001), Japón (2009), Suiza (2010) o Dinamarca (2012).
El
proceso se ha llevado a cabo a través de una Proposición no de Ley
(PNL) presentada por la diputada María del Carmen Quintanilla del
Partido Popular; tras una petición que le hizo llegar el Fondo para
la Defensa de la Salud Ambiental (Fodesam), con la colaboración del
Servicio de Información sobre Sensibilidad Química Múltiple y
Salud Ambiental (SISS).
Un reconocimiento largamente esperado
El
reconocimiento era una antigua reivindicación del creciente número
de afectados por esta enfermedad, que arrastran un calvario cotidiano
porque “muchos de los productos químicos comunes en la vida diaria
les pueden causar reacciones como dificultades para respirar,
palpitaciones, vómitos, irritaciones en la piel o dolores de cabeza
recurrentes —apunta la diputada popular—. Por ello, la SQM cambia
la vida de quienes la padecen y los obliga, en muchos casos, a vivir
con innumerables medidas de prevención para no entrar en contacto,
ni en el aire, con esos productos”. Así, salir a la calle o entrar
a una tienda pueden ser, para estas personas, tarea prácticamente
imposible.
A este padecimiento se le añade el del inadecuado
trato que muchos de estos enfermos reciben por parte del sistema
sanitario, situación que se espera que el reconocimiento de la
enfermedad ayude a cambiar progresivamente.
Pero si algo
representa la inclusión de la SQM en la CIE, es lo más elemental
para un enfermo: que se reconoce su existencia sanitario-legal.
Porque lo que no aparece en la CIE queda en un "limbo"
administrativo, que para los pacientes de SQM implica “una
situación de completa indefensión —como admite la iniciativa en
su exposición de motivos—, puesto que más allá de sufrir sus
dolorosos efectos, no pueden recibir por parte de los sistemas
públicos de salud la atención que merecen”.
Por ello, la PNL
señala que su finalidad es “dar un reconocimiento a esta
enfermedad física asociada a la exposición a sustancias químicas
tóxicas y facilitar de este modo el manejo clínico y jurídico de
la misma” para permitir a sus afectados “disfrutar de los
derechos básicos en materia de salud, asistencia y demás derechos
derivados reconocidos por la Declaración Universal de los Derechos
Humanos y por las Cartas Magnas de todos los países
democráticos”.
"Es una cuestión de justicia —expone la
diputada popular—. La mejor solución en estos momentos para que
puedan salir de la situación de indefensión en la que se encuentran
hasta ahora".
Un tremendo calvario
“La situación de
estas personas es muy difícil —destaca Carlos de Prada, presidente
del Fodesam—. Como ha señalado María del Carmen Quintanilla, su
intolerancia a sustancias sintéticas frecuentemente empleadas en la
sociedad actual, aún a niveles bajos aparentemente ‘aceptables’
para otras personas les dificulta extraordinariamente su vida
cotidiana porque los obliga con frecuencia a vivir confinados en su
hogar, casi como ‘personas burbuja’; y a ponerse mascarilla las
escasas veces que salen a la calle, en medio de la incomprensión
general”.
La SQM afecta al sistema nervioso central, pero
también puede provocar disfunciones en otros sistemas como el
respiratorio, el gastrointestinal o el cardíaco. Se trata de una
“enfermedad emergente” de “naturaleza” crónica y “tóxico
ambiental” que —como indica la PNL— provoca una “respuesta
fisiológica frente a multitud de agentes y compuestos químicos”
que pueden encontrarse en ambientadores, colonias, productos de aseo
personal, de limpieza, comida, agua del grifo, ropa, cosmética,
tabaco… Por todo ello, aunque como en otras enfermedades la SQM
tenga grados y sus síntomas varíen según los parámetros de salud
y entorno “químico” del enfermo, es un problema de difícil
manejo, que además “limita de forma muy notable la calidad de
vida”, observa la PNL.
“El Parlamento Europeo la incluye
dentro del número creciente de enfermedades vinculadas a factores
medioambientales”, resalta la PNL. “No en vano —advierte María
José Moya, responsable del SISS y enferma grave de SQM—, vivimos
en una sobreabundancia diaria de sustancias sintéticas, cada una con
un nivel distinto de certeza o incertidumbre sobre sus efectos en la
salud, tanto de forma individual como en sinergia entre ellas. Que
apareciera algo como la SQM era cuestión de tiempo”.
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