JORDI
SUNYER Dirige el Centro de Epidemiología Ambiental
- Es Catedrático de la Universidad Pompeu Fabra y un reconocido investigador internacional
- Acaba de recibir el prestigioso Premio internacional John Golsmith
Jordi
Sunyer lleva 30 años estudiando la relación entre medio ambiente y
salud. Jordi Soteras
|
CRISTINA G. LUCIO Madrid
15/09/2014
Planeaba
vivir la medicina a través del fonendoscopio, pero el destino le
sacó de la consulta y le llevó a estudiar las enfermedades del
aire. Después de 30 años destapando la relación entre medio
ambiente y salud, Jordi Sunyer acaba de recibir el Premio
internacional John Goldsmith, el más prestigioso en epidemiología
ambiental.
¿Es muy nocivo el aire que respiramos?
Es el noveno factor de riesgo respecto a la salud. Por delante está
el alcohol, el tabaco, la hipertensión, y pocas cosas más. Está
demostrado que la contaminación afecta al aparato respiratorio y
también al cardiovascular, entre otros. De hecho, desde hace unos
años estamos viendo cuál es su efecto neurotóxico. Mi
investigación actual se centra en el posible papel de la
contaminación en el crecimiento del cerebro, en su desarrollo.
Si existe una relación tan clara con la salud, ¿por qué recibe
menos atención que otros factores?
Supongo que si lo viéramos dentro de 100 años nos llevaríamos las
manos a la cabeza, porque realmente lo que está pasando es que
estamos respirando un aire tóxico. Y no le damos ninguna importancia
porque estamos acostumbrados y nadie cae muerto a nuestro lado.
Tenemos una vida en la que el coche es un elemento de alta prioridad,
socialmente representa mucho y no queremos renunciar a él.
¿Cómo podemos saber si el sitio en el que vivimos tiene unos
niveles altos de contaminación?
Es muy fácil: cuanto más coches, más contaminación. Esto tiene
que ver con la densidad del tráfico, así de claro. En California
varios estudios demostraron que los niños que acudían a colegios
cercanos a vías de tránsito muy denso tenían peor desarrollo
pulmonar. Allí ya no se pueden instalar centros educativos cerca de
autopistas. Y Dinamarca y otros países han hecho lo mismo.
¿En España estamos a años luz de este tipo de medidas?
Aquí
no nos lo hemos tomado en serio. Y claro, en algún momento deberemos
hacerlo, tendremos que cambiar porque tenemos unos niveles de
contaminación que doblan a los de la mayoría de países europeos.
¿En estos 30 años ha notado cierta evolución en este sentido?
Ha aumentado mucho la cultura de la gente, el nivel educativo. De
manera que hay más gente preocupada por estos temas. Y hay algunos
parámetros de contaminación atmosférica que han disminuido. Pero
el problema del tránsito no lo ha hecho y en Europa las cosas han
sido muy diferentes. Ha habido planes de calidad del aire en más de
200 ciudades europeas, pero no aquí. Por otra parte yo no querría
ser excesivamente crítico con la política. Es decir, lo que
necesitamos es diálogo entre los que hemos estudiado estos fenómenos
y los que pueden aportar soluciones.
Mientras llegan estas soluciones. ¿Hay algo que podamos hacer de
forma individual?
Nosostros hemos publicado recientemente que los niveles de
contaminación dentro de las escuelas son iguales que fuera de las
escuelas, es decir, que el confinamiento no sirve para nada. Hay
algunos estudios que dicen que una dieta rica en vegetales y fruta
tiene un papel protector, y es útil escoger la calles menos
contaminadas si vas a usar la bici o hacer jogging. Pero las
soluciones han de ser colectivas, no pueden ser individuales. Es un
problema colectivo y lo que necesitamos son planes de
descontaminación.
¿Qué se conseguiría?
Las ciudades que han hecho estos planes tienen más conectividad
social, porque la gente está más en la calle; los niños pueden
jugar, hay más espacios verdes, menos ruido, la gente hace más
ejercicio... Es todo un paquete de circunstancias que benefian la
salud y además reducen riesgos. Por eso es clave la implicación de
profesionales como los urbanistas o los arquitectos.
¿Por qué decidió estudiar este ámbito?
Todos somos esclavos del destino. Cuando terminé mi especialidad de
medicina de familia y comunitaria, había hecho un master en
epidemiología y en aquel momento había unas epidemias de asma en
Barcelona y no había mucha gente formada para estudiarlas. Empecé
haciendo este tipo de investigación a pesar de que mi vocación era
ser clínico. La primera hipótesis que se planteó era que el
problema se debía a la contaminación atmosférica, pero luego
descubrimos que estas epidemias, que se produjeron en los años 80 y
eran muy graves, estaban causadas por la descarga de soja. A partir
de ahí ya cogí este camino.
¿Usted cómo se desplaza?
Yo utilizo el transporte público o ando. Andar me relaja y llego a
caminar hasta 2 horas al día.
Las ciudades de todo el Sur de Europa
son perfectas para caminar o ir en bicicleta alternativamente.
¿Alguien que conoce también la relación entre contaminación y
salud vive con cierta ansiedad aquí?
No, ansiedad ninguna. Pero resignación tampoco. Al contrario, vivo
con mucha voluntad de seguir luchando para que se apliquen soluciones
a este problema. Deben ser soluciones muy radicales. Aquí estamos
hablando de cambiar el aire de las ciudades. Este será un tema que
en pocos años tendrá impacto en la elección de los alcaldes. Al
menos este es mi deseo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario