- Cerrar fronteras y ofrecer buenas oportunidades para el negocio de las empresas farmacológicas son aspectos que están muy presentes en la gestión del ébola tanto en Europa como en Estados Unidos.
- En España, el primer contagio de ébola ha puesto de manifiesto, una vez más, las carencias de un sistema de salud externalizado y puesto al servicio de las empresas privadas.
09/10/2014
Varios operarios trasladan el cadáver
de una víctima del virus del ébola en una barriada de
Logan, afueras de Monrovia, Liberia, la semana pasada.
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Mientras el virus ha tenido fronteras
en África -inframundo habitado por parias- el orden de las cosas
sigue inmutable. Los muertos no cuentan, salvo los pertenecientes a
organizaciones religiosas, misioneros, médicos, enfermeras o
personal auxiliar de organizaciones humanitarias trasplantados al
eufemísticamente apodado "continente negro". Hombres y
mujeres de piel blanca, altruistas, que se dejan la vida por los
desheredados de la tierra. Para algunos, verdaderos "santos"
y "mártires".
Igualmente, deportistas, actores y gentes de
la farándula apadrinan niños y hacen campañas para construir
escuelas y levantar hospitales. África es un buen lugar donde
practicar la condición de buen samaritano. Acciones que reivindican
al homo sapiens, un ser reflexivo, consciente y atormentado con la
desgracia ajena, al decir de Adam Smith.
En los años sesenta del siglo pasado,
se hicieron famosas las imágenes de niños famélicos con estómagos
hinchados por el hambre en Biafra. Así entró África en las casas
del primer mundo. Más tarde, Naciones Unidas creó la fórmula de
"embajadores" de la paz, contra el hambre, la pobreza, el
trabajo esclavo, etc., para mover la conciencia en los sectores
medios de los países del primer mundo. Sus ídolos se fotografían
junto a niños desnutridos, felices de tener la camiseta, el balón,
la foto firmada, los chocolates, caramelos, chicles o globos que
reparten los famosos en las comunidades y pueblos perdidos de África.
Un baño de realidad que no olvidan.
Algo habrá que hacer con tanta
hambruna, falta de escuelas, hospitales, guerras y enfermedades que
asolan África para encubrir la responsabilidad de Occidente en tal
desaguisado. Así, primero se implantaron los programas de la FAO;
luego, las ayudas al desarrollo y el apoyo político a regímenes
considerados amigos (como Idi Amin Dada en Uganda); y, en la era de
la globalización neoliberal, políticas de inversión especulativa.
La sequía puede ser un buen negocio para los capitales de riesgo.
En el siglo XXI, ninguno de los grandes
males que aquejan al continente se ha superado. En este contexto, las
campañas humanitarias se diversifican. La iglesia, las ONG, las
grandes marcas y las multinacionales quieren ser protagonistas de la
ayuda humanitaria. Una manera de redimir pecados a partir de mil
ideas. Desde bonos solidarios ubicados en las cajas registradoras de
supermercados que nos recuerdan la necesidad de ser misericordiosos
con la desgracia ajena, hasta la recogida de medicamentos o juguetes,
según la temporada.
Bajo esta nube, se esconde el lavado de
dinero, el fraude fiscal, el comercio ilícito y la acción con fines
evangelizadores. La cruz y la espada no es la mejor manera de
convertir almas; ahora es más rentable traducir la Biblia a las
lenguas aborígenes, regalar ropa, montar escuelas, hospitales y
centros deportivos. El amor de Dios por los pobres es infinito, pero
hay que ayudarlo mediante donaciones y pagos por servicios. La
iglesia lo agradece.
Solo un dato: la Orden San Juan de
Dios, a la que pertenecían los dos misioneros trasladados a España,
contaba en 2011 para su filial, Orden Hospitalaria San Juan de Dios,
con 12 millones de euros en productos financieros entre bonos de
deuda pública del tesoro y capital de riesgo. Asimismo, acumula 1,16
millones de euros en renta fija del Banco de Santander. Todo un
detalle, si consideramos que el Estado financió el traslado de los
misioneros infectados de ébola, muertos en Madrid, y las religiosas
sobrevivientes. Los costes aún no han sido aportados, especulando
que la cifra supera el millón y medio de euros.
Eso sí, mientras algunos se
congratulaban del éxito del operativo, aunque el resultado fuese la
muerte de los misioneros, hoy salen a relucir las deficiencias de una
acción denunciada en su día por la Coordinadora Antiprivatización
de la Sanidad Pública como una aberración sanitaria, dado el
desmantelamiento de las instalaciones del Hospital Carlos III y el
cierre de la unidad de investigación en caso de alertas epidémicas.
El traslado era una locura. Hoy se demuestra que la operación
ocultaba un motivo menos humanitario, un mecanismo para obtener la
cepa del ébola para el manejo de las empresas farmacológicas.
En Estados Unidos, a mediados de
agosto, el Ejército estadounidense anunció estar en posesión de
fármaco secreto ZMapp, considerado la respuesta al virus del ébola.
Dicho anuncio se hizo coincidir con el traslado desde Liberia del
médico Kent Brantly y la cooperante Nancy Writebol, ambos afectados
por el virus, al centro de enfermedades infecciosas en Atlanta, uno
de los más completos y prestigiosos a nivel mundial. Una vez
superada la enfermedad, se publicitó que los fármacos
experimentales habían ganado la guerra al virus. En su comparecencia
ante los medios, Brantly pidió que "rezaran por los africanos
afectados". Así, el Gobierno estadounidense envió a 3.000
soldados para "combatir la epidemia". ¿Por qué militares
y no médicos o enfermeras? ¿Quién posee el fármaco? Curiosamente,
el Ejército estadounidense.
Igualmente, en Sierra Leona el
Instituto de Investigación Médica de Enfermedades Infeccionas de la
Armada de EEUU tiene un equipo de especialistas para trabajar con el
virus del ébola desde hace un año, justo cuando aparece el brote
infeccioso. Mientras tanto, en España un hospital, el Carlos III,
desmantelado, sin medios, ni personal cualificado, despedido por los
recortes, recibe un curso acelerado de un protocolo a seguir. Recibe
además el fármaco del ejército estadounidense, donado por sus
autoridades militares. De esta forma se da vía libre para
experimentar en humanos. De paso, el Comité de Ética de la OMS
aprueba su uso en África, sin conocer sus efectos secundarios.
La confirmación del contagio de la
enfermera en contacto con Manuel García Viejo, segunda víctima de
ébola, levanta las alarmas y descubre las carencias de un sistema de
salud externalizado, al servicio de las empresas privadas. Además,
sitúa el problema en Europa, cuestión que modifica la política
sobre el ébola. El miedo y la especulación son un buen caldo de
cultivo para lanzar un fármaco. Pero -¡qué casualidad!-, el
fármaco experimental está agotado. Y la empresa canadiense que
posee la patente del medicamento TMK-Ebola señala la dificultad de
proporcionarlo en un corto espacio de tiempo. Misteriosamente, la
empresa ha visto subir sus acciones en bolsa. De un 25% en agosto
llega a superar el 70% en octubre. Precisamente, eldiario.es señala
que las tres empresas farmacéuticas -dos norteamericanas, BioCryst
yChimerix, y la canadiense Tekemira- han aumentado en 1.100 millones
su valor desde el comienzo de la crisis.
Utilizar la variante norteamericana, el
ZMapp, fármaco con el cual se trató a los enfermos en Atlanta, como
autoriza la OMS, facilita a sus dueños el control a pie de campo,
convirtiendo así África en un laboratorio. Por el momento, el brote
se ha cobrado más de tres mil personas, situando la tasa de
mortalidad por ébola entre un 25% y un 70% de los infectados. Un
porcentaje nada despreciable en términos de rentabilidad económica.
La guerra entre las farmacéuticas se ha desatado.
Recordemos que los países afectados
forman parte del Tercer Mundo, donde la venta de armas, la extracción
de materias primas y el comercio ilegal de diamantes y animales
exóticos se realiza por mafias y empresas trasnacionales
occidentales. No hay nada mejor que una espléndida pandemia vírica
para aumentar beneficios. África, sus gentes y sus riquezas han sido
explotadas en nombre del progreso y la civilización occidental.
Bélgica, Holanda o Gran Bretaña. Pero sin olvidarnos de Francia,
España, Portugal, Alemania o Italia. Desde el siglo XVI, hombres,
mujeres y niños fueron capturados, encadenados y transportados a
Europa y América para ser vendidos como esclavos.
Reyes, cortesanos
y burgueses amasaron sus fortunas potenciando el comercio de carne
humana. Expropiaron sus territorios y establecieron sus lindes para
monocultivos, plantaciones de caucho, cacao, azúcar y cuanta materia
prima fuese capaz de generar ganancias. El marfil, las pieles y los
trofeos de caza lucieron en las mansiones de Londres, Amsterdam,
Paris, Bruselas, Brujas, Roma o Hamburgo.
Hoy la Europa culta y civilizada cierra
filas con leyes de emigración canallas. Jóvenes africanos, atraídos
por el espejismo de las sociedades opulentas, pierden la vida por un
sueño imposible en alambradas, concertinas y pateras. Son miles los
africanos abandonados a su suerte en las aguas que bañan las costas
de España o Italia. El ébola es un argumento para clausurar
fronteras y una bendición para las empresas farmacológicas. Es una
ventaja que el ébola se asiente en Europa. ¿Alguien recuerda la
gripe aviar? El resto es mercadotecnia.
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