Por Enric Llopis
Entrevista a Toni Bayón, voluntario de
Médicos Sin Fronteras. Las prioridades en la investigación médica,
el precio final de los medicamentos, el conflicto entre salud pública
y lucro privado o las consecuencias prácticas, y traducibles en
vidas humanas, del sistema de patentes pueden apreciarse en las
enfermedades “olvidadas” y en cuantas afectan singularmente a los
[…]
Las
prioridades en la investigación médica, el precio final de los
medicamentos, el conflicto entre salud pública y lucro privado o las
consecuencias prácticas, y traducibles en vidas humanas, del sistema
de patentes pueden apreciarse en las enfermedades “olvidadas” y
en cuantas afectan singularmente a los países del Sur. Sobre estos
dilemas, debajo de los cuales se mezclan la moral y el dinero,
reflexiona Toni Bayón, médico de familia en un centro de salud de
Valencia y voluntario de Médicos Sin Fronteras. Su experiencia sobre
el terreno viene avalada por la coordinación de un proyecto contra
la violencia de género y mejora de las estructuras de salud en El
Alto boliviano (2002), y otro contra la desnutrición infantil en
Níger (2007). Además, participa en el Máster de Cooperación al
Desarrollo que imparten las universidades valencianas.
-En los
medios de comunicación aparecen pocas referencias a las conocidas
como enfermedades “olvidadas”. Algunos ejemplos son la malaria,
el chagas, la enfermedad del sueño, la leishmaniasis visceral, la
fibrosis linfática, el dengue o la esquistosomiasis. ¿Qué tienen
en común estas patologías?
Se las conoce como enfermedades
“olvidadas” porque afectan a poblaciones en situación de
exclusión, en países con rentas bajas que no tiene desarrollados
tratamientos adecuados, o donde las enfermedades son difíciles de
diagnosticar. También pueden ser enfermedades en que, estando los
tratamientos disponibles, no lo están para todas las personas que lo
necesitan. Por ejemplo, el tratamiento para el VIH Sida es accesible
en los países del Norte, pero en África (donde mayor impacto tiene
el virus) una gran parte de la población carece de
tratamiento.
-¿Qué efectos producen las enfermedades
“olvidadas” en los países que las padecen?
Por ejemplo el VIH Sida está cambiando
el perfil demográfico de África, igual que la segunda guerra
mundial modificó el de Europa. La razón es que ha afectado sobre
todo a las personas con una vida sexual activa (principalmente
adultos jóvenes), pero también niños nacidos de madres infectadas.
La zona más afectada por el VIH Sida es África oriental y el tercio
sur del continente (Zimbabwe, Sudáfrica, Botswana…). Un
tratamiento adecuado permitiría convertir una enfermedad mortal en
una de tipo crónico, es decir, mucha gente podría vivir muchos años
en condiciones aceptables. Además, con el tratamiento se evitaría
la infección a otras personas. Otro ejemplo de enfermedad “olvidada”
es la enfermedad del sueño, transmitida por la mosca tse-tse.
Produce encefalitis, lesiones cerebrales y del sistema nervioso
central que dan lugar a un estado de letargia, pérdida del nivel de
consciencia y muerte. La enfermedad se concentra en la zona central
de África y no afecta a los países ricos. Ésta es la clave de las
enfermedades “olvidadas”. El caso del Chagas sería parecido,
pero afecta más a Latinoamérica, especialmente a Bolivia.
-¿Se
han desarrollado iniciativas para combatir las enfermedades
“olvidadas”?
Ha habido dos tipos de iniciativas
importantes. En primer lugar, para el desarrollo de nuevos
medicamentos, que bien no se conocían, bien no se habían utilizado
para tratar determinadas enfermedades. Por ejemplo, para combatir la
enfermedad del sueño se utilizan de manera conjunta dos
medicamentos: la eflornitina y el nifurtimox. El desarrollo de este
grupo de medicamentos ha sido posible gracias al DNDI (Iniciativa
para el desarrollo de medicamentos contra las enfermedades
olvidadas). La idea no parte, evidentemente, de un laboratorio, ya
que no le resultaría rentable investigar tratamientos contra la
enfermedad del sueño. Ha surgido de diferentes instituciones
públicas y privadas, del Norte y del Sur, que se han unido en una
red de investigación y han decidido invertir recursos. Colaboran en
el proyecto instituciones de países como Brasil o Kenia, el
Instituto Pasteur de París o también ONG como Médicos Sin
Fronteras.
-¿Y en cuanto al Ébola?
La enfermedad transmitida por el virus
del Ébola es conocida desde 1976. Desde entonces ha habido brotes en
diferentes países africanos, especialmente en zonas rurales. La
novedad es que ahora se ha producido por primera vez una situación
de epidemia, que ha afectado a diferentes países y con un número
muy importante de personas afectadas. Además, se ha dado el “salto”
con algunos casos en países como Estados Unidos, España y otros que
han repatriado a personas afectadas. Hasta ahora no se había
investigado el Ébola porque no representaba un negocio. Actualmente,
cuando afecta a países del norte, se investiga sobre la vacuna (para
prevenir la enfermedad y evitar que otras personas se contagien).
También porque se ha formado un importante grupo de presión en la
denuncia de que no podía dejarse morir a miles de personas. Hoy,
todos los centros de salud y hospitales españoles tienen protocolos
de actuación respecto al Ébola.
-Una de las grandes barreras
para el acceso universal a los tratamientos (médicos) adecuados lo
constituyen las patentes. ¿Cómo surge y se asienta este sistema?
Los acuerdos sobre los derechos de
propiedad intelectual (ADPIC) se establecen en el marco de la
Organización Mundial de Comercio (OMC), en la que participan los
países. Son acuerdos que establecen normas para las relaciones
comerciales internacionales, siempre para los países adheridos a la
OMC. En los acuerdos sobre la propiedad intelectual, en este caso en
relación con las patentes, se establecen las condiciones por las que
puede accederse a medicamentos que se encuentran patentados. Los
productos bajo patente tienen un periodo de protección en los que
sólo el propietario, o quien éste autorice, puede producir. Es un
periodo de 20 años.
-Así se estipula teóricamente. ¿Pero
cuál es tu opinión al respecto? ¿A qué intereses responde el
régimen de patentes respecto a los medicamentos?
Aunque quienes estén representados en
la OMC sean los estados, en la práctica estos representan los
intereses de sus industrias. Por tanto, cuando Estados Unidos habla,
lo hace en nombre de la industria farmacéutica norteamericana. Lo
mismo puede decirse de otros países. A las industrias les interesa,
esto es obvio, proteger sus derechos de exclusividad. En el momento
que un medicamento pierde la patente, cualquier otra empresa puede
utilizar los conocimientos que hay, producirlo y venderlo
eventualmente a un precio mucho menor. El problema básicamente es
que se han puesto por delante los beneficios y por detrás a los
pacientes.
-¿Hay ejemplos en que pueda apreciarse este
conflicto de intereses?
Hay muchos. Por ejemplo, lo que ocurrió
a principios del siglo XXI con los medicamentos para tratar el VIH
Sida. En aquel momento todos estaban bajo patente y eran
extremadamente caros (podría decirse casi que en términos
absolutos, pero sobre todo si se considera a los países afectados
por el virus). Para países como Sudáfrica (que en el contexto
continental no es un país pobre), el hecho de tener muchísimos
enfermos y la necesidad de adquirir una ingente cantidad de
medicamentos resultaba inasumible. Esas personas estaban condenadas a
muerte por una razón económica: no podía asumirse el coste que
fijaron los laboratorios. Tratarse o no del VIH Sida implicaba
convertirse en un enfermo crónico que se tome pastillas (como un
hipertenso o un diabético), o bien morirse al poco tiempo por el
desarrollo de la enfermedad.
-¿Existen situaciones
excepcionales o vías de escape al dominio de los laboratorios?
Las licencias obligatorias son un
mecanismo por el que un estado puede autorizar a un determinado
laboratorio para producir un medicamento, aunque esté bajo patente
de otro laboratorio. Puede ocurrir si se considera que hay razones
muy graves de salud pública que lo justifiquen. Por ejemplo, el
gobierno de Sudáfrica estableció este mecanismo, y toda la
industria que se dedicaba a la producción de medicamentos contra el
VIH Sida procedió judicialmente contra el gobierno. Después del
atentado contra las “torres gemelas” (11 de septiembre de 2001),
cundió la amenaza de que se iban a lanzar esporas de ántrax por
correo. El laboratorio que en aquel momento disponía de la patente
-Bayer-, no era estadounidense sino alemán, y no tenía capacidad de
producción suficiente para abastecer a toda la población
norteamericana. En este caso el gobierno de Estados Unidos concedió
la licencia obligatoria, porque consideró que había una amenaza
para la salud pública.
-La oficina de patentes de India
rechazó el 15 de enero la patente del sofosbuvir (medicamento de
última generación para combatir la hepatitis C) por parte del
laboratorio Gilead. ¿Se dan en todos los casos innovaciones que
justifiquen la patente de nuevos fármacos?
La ley de patentes india es algo
peculiar. India cuenta con una industria farmacéutica muy potente,
de hecho, todos los días tomamos medicamentos producidos en este
país. Ciertamente son muy estrictos en materia de patentes, de
manera que sólo reconocen patentes nuevas si el nuevo medicamento
supone un cambio importante. Esto ha supuesto un motivo de conflicto
entre la industria farmacéutica y el gobierno indio en más de una
ocasión.
-¿Cómo se establecen los precios de los
medicamentos?
Los precios no son universales. Además,
no necesariamente son más altos en los países con renta per cápita
y nivel de vida más elevados. En países del mismo ámbito, la Unión
Europea, como España, Francia o Alemania, los precios de los
medicamentos pueden ser diferentes. Es un misterio, porque
teóricamente el precio del medicamento permite a la industria
recuperar la inversión realizada en investigación y obtener un
beneficio razonable. Pero esto es en el plano teórico. En la
práctica, sabemos que la industria dedica mucho más dinero a la
promoción de sus medicamentos que a investigación. Dicho de otro
modo, gasta más en publicidad que en investigar. En el estado
español, el precio lo establece la Agencia Española de Medicamentos
y Productos Esenciales. Pero no hay un mecanismo transparente que
permita observar la descomposición del precio. La clave del precio
es el afán de lucro.
-Uno de los componentes del precio final
es la investigación. Sin embargo, muchas veces los fondos para
investigar proceden de la hacienda pública…
La mayor parte de la investigación es
pública. Los hospitales públicos contribuyen a la investigación
sobre medicamentos. En un país como España, la mayoría de grandes
hospitales con capacidad de investigar son de titularidad pública.
También participan las universidades. Las empresas farmacéuticas
que hacen investigación cuentan con departamentos específicos, pero
cuando necesitan que una parte de la investigación entre en un
centro público, lo utilizan. Por ejemplo, hay una parte en el
desarrollo del medicamento en la que participan pacientes voluntarios
que en su mayoría están en hospitales públicos, así como los
médicos investigadores.
-¿Existen, además del precio de los
medicamentos, otras “barreras” de acceso a las medicinas?
Las barreras de acceso a tecnología
sanitaria esencial. Hay que pensar, por ejemplo, en lugares donde no
hay neveras para guardar medicamentos o vacunas. Si no se garantiza
una resistencia de los medicamentos a temperaturas de 40º, estos no
sirven de nada. Habría que adaptar los medicamentos a las
condiciones de estos países. Por ejemplo, la mayoría de las vacunas
han de conservarse en un intervalo de 0 y 4º, desde que se producen,
durante el proceso de transporte y hasta que se administran. Ocurre
también con el test diagnóstico, en el caso de la tuberculosis. Los
países con gran incidencia de esta enfermedad no disponen muchas
veces de la tecnología adecuada para distinguir si una persona se
infectó en un momento dado, o si en este momento padece la
enfermedad.
-Por último, ¿se inventan patologías con el fin
de justificar después la necesidad de productos que ayuden a
combatir las enfermedades?
A la industria le interesa que haya una
atmósfera general, en el ámbito profesional y social, de que su
tratamiento sirve para afrontar un problema muy serio. Hoy existe una
enfermedad que se denomina “fobia social”, a la que hace algunos
años probablemente llamaríamos timidez. La “fobia social” no es
más que una cierta dificultad para establecer relaciones. En el
momento en que se consigue trascender al terreno de la enfermedad, se
cierra el círculo. Porque toda enfermedad requiere un tratamiento,
en este caso puede ser un antidepresivo. Inventar tal vez sea un
término excesivo, pero existe el concepto de “disease mongering”
(promoción de enfermedades).
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