jueves, 17 de septiembre de 2015

El agua contaminada que se filtra de las balsas llenaría 150 piscinas olímpicas al año

El estuario del Tinto y el Odiel recibe 378.000 m3 anuales de líquido por los puntos de fuga Los expertos alertan de que la zona 3 debería contar con un plan de restauración especial

ISMAEL GAONA HUELVA | ACTUALIZADO 13.09.2015

El agua contaminada que se filtra cada año al estuario del Tinto y el Odiel procedente de las cuatro balsas de fosfoyesos llenaría 150 piscinas olímpicas, según las estimaciones realizadas por la Universidad de Huelva en el proyecto de excelencia de la Junta de Andalucía Fosfoyeso: de su evaluación ambiental como residuo a su revalorización como recurso.

En concreto son 378.000 metros cúbicos los que se vierten al estuario del Tinto y el Odiel procedentes de las salidas de borde de las pilas de yeso, tanto las que supuestamente habían sido restauradas a finales del siglo pasado como las que se encuentran pendientes de su regeneración ambiental por la empresa Ardaman. El caudal medio que el grupo de la UHU ha analizado en los puntos muestreados es de 0,2 litros por segundo, aunque el aporte puede fluctuar "porque no controlamos las salidas de bordes difusas existentes, solo las puntuales".

Huelva Información adelantaba en un informe publicado el pasado jueves que un investigador de la Universidad, Rafael Pérez-López, había detectado filtraciones de arsénico, cadmio, uranio y zinc desde las cuatro zonas de la marisma ocupadas por fosfoyeso (tanto las restauradas como por regenerar). Es en ese marco en el que se ha realizado la estimación de la cantidad de agua contaminada que llega al Tinto: 150 piscinas olímpicas al año.

En cuanto a la restauración de las balsas, cuyo proyecto tramita la empresa Fertiberia ante el Ministerio de Medio Ambiente y para cuyo debate se va a crear una comisión de expertos, especialistas de la Universidad de Huelva y el CSIC recomiendan que se opere de forma aislada en la conocida como zona 3 (una de las zonas activas) al tratarse de una auténtica "trampa química". Ésta es una de las conclusiones a la que han llegado investigadores de la Unidad Asociada CSIC-Universidad de Huelva Contaminación Atmosférica del Centro de Investigación en Química Sostenible (Ciqso) de la UHU, quienes han analizado el comportamiento y la composición de los compuestos gaseosos y aerosoles atmosféricos que se producen en la evaporación de las aguas ácidas, así como las "costras" que quedan fijadas en el vaso de la balsa.

Con 180 hectáreas y una altura de entre ocho y doce metros, la zona 3 ha recibido fosfoyesos hasta 1997. Desde entonces, este gigantesco espacio ha estado sometido a procesos de descomposición por acción de la lluvia, la humedad o el calor. Los investigadores critican que no se haya hecho antes ninguna actuación de minimización de impacto ambiental de este "desgaste". "Este espacio ha venido recibiendo y recibe los lixiviados ácidos derivados de la meteorización de los fosfoyesos mezclados con agua de lluvia y agua derivada de procesos industriales, principalmente, desde la zona 2".

El problema, a juicio de Jesús de la Rosa, investigador principal del proyecto, está localizado en la zona 3, ya que este agua con carga contaminante se ha ido evaporando -transportando gases y aerosoles al aire- y acumulando en el vaso de la piscina que la aloja en la balsa. En este recipiente de yeso están los concentrados de los lixiviados y una costra con restos de metales pesados y elementos del grupo de las tierras raras.

"Anterior a las operaciones de restauración de las balsas, y según requerimiento judicial, la prioridad de la empresa gestora de estos residuos ha sido la evaporación de los lixiviados desde la zona 3. Sin embargo, no se ha hecho un solo estudio sobre su comportamiento y cómo pueden afectar estos compuestos y el alcance que pueden tener en la población y el medio ambiente", asegura De la Rosa.

Los expertos que trabajan en este proyecto consideran que la zona 3 actúa como una trampa química de elementos tóxicos como el cadmio, zinc, uranio o tierras raras, acumulados durante estos años derivados de la evaporación de los lixiviados ácidos. "Estos compuestos podrían actuar como precursores de las denominadas partículas ultrafinas, caso del sulfatos y fluoruros. Precisamente, esta cuestión se está investigando en la actualidad", prosigue.

Los primeros análisis científicos datan de 1999, fecha en la que se colapsó una de las balsas. "El CSIC trabajó en la monitorizacion de la calidad del aire durante el desastre de Aznalcóllar, cambiando toda la instrumentación científica desde Doñana a Huelva para analizar lo ocurrido", subraya.

De la Rosa admite que ya en 1999 el problema existía y que la falta de soluciones hasta la fecha no ha hecho sino agravarlo.

Desde 2014, UHU y CSIC realizan un muestreo semanal de lixiviados ácidos en colaboración con la Consejería de Medio Ambiente en la zona 3 con objeto de conocer la evolución química de iones y elementos traza durante los procesos de precipitación y recarga de lixiviados y agua de lluvia. 

"Los rangos de pH varían entre 1,5 y 0,5, tratándose de una acidez muy alta. Todos los iones estudiados salvo F (flúor) poseen un comportamiento muy parecido, diluyéndose durante la precipitación de agua de lluvia ó bombeo de lixiviado hacia la zona 3 ó incrementando la concentración durante la evaporación", confirman en el estudio.

En conclusión, para De la Rosa, la restauración de la zona 3 no debe realizarse de forma estándar, y de igual forma que la prevista en la zona 2. "Sugerimos el traslado selectivo de ciertos residuos tales como los concentrados ácidos y sales procedentes de la evaporación de la zona 3 hacia plantas de almacenamiento y/o tratamiento especializadas de residuos", concluye.

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