El estuario del Tinto y el Odiel recibe
378.000 m3 anuales de líquido por los puntos de fuga Los expertos
alertan de que la zona 3 debería contar con un plan de restauración
especial
ISMAEL GAONA HUELVA | ACTUALIZADO
13.09.2015

En
concreto son 378.000 metros cúbicos los que se vierten al estuario
del Tinto y el Odiel procedentes de las salidas de borde de las pilas
de yeso, tanto las que supuestamente habían sido restauradas a
finales del siglo pasado como las que se encuentran pendientes de su
regeneración ambiental por la empresa Ardaman. El caudal medio que
el grupo de la UHU ha analizado en los puntos muestreados es de 0,2
litros por segundo, aunque el aporte puede fluctuar "porque no
controlamos las salidas de bordes difusas existentes, solo las
puntuales".
Huelva Información adelantaba en un informe
publicado el pasado jueves que un investigador de la Universidad,
Rafael Pérez-López, había detectado filtraciones de arsénico,
cadmio, uranio y zinc desde las cuatro zonas de la marisma ocupadas
por fosfoyeso (tanto las restauradas como por regenerar). Es en ese
marco en el que se ha realizado la estimación de la cantidad de agua
contaminada que llega al Tinto: 150 piscinas olímpicas al año.
En
cuanto a la restauración de las balsas, cuyo proyecto tramita la
empresa Fertiberia ante el Ministerio de Medio Ambiente y para cuyo
debate se va a crear una comisión de expertos, especialistas de la
Universidad de Huelva y el CSIC recomiendan que se opere de forma
aislada en la conocida como zona 3 (una de las zonas activas) al
tratarse de una auténtica "trampa química". Ésta es una
de las conclusiones a la que han llegado investigadores de la Unidad
Asociada CSIC-Universidad de Huelva Contaminación Atmosférica del
Centro de Investigación en Química Sostenible (Ciqso) de la UHU,
quienes han analizado el comportamiento y la composición de los
compuestos gaseosos y aerosoles atmosféricos que se producen en la
evaporación de las aguas ácidas, así como las "costras"
que quedan fijadas en el vaso de la balsa.
Con 180 hectáreas y
una altura de entre ocho y doce metros, la zona 3 ha recibido
fosfoyesos hasta 1997. Desde entonces, este gigantesco espacio ha
estado sometido a procesos de descomposición por acción de la
lluvia, la humedad o el calor. Los investigadores critican que no se
haya hecho antes ninguna actuación de minimización de impacto
ambiental de este "desgaste". "Este espacio ha venido
recibiendo y recibe los lixiviados ácidos derivados de la
meteorización de los fosfoyesos mezclados con agua de lluvia y agua
derivada de procesos industriales, principalmente, desde la zona
2".
El problema, a juicio de Jesús de la Rosa, investigador
principal del proyecto, está localizado en la zona 3, ya que este
agua con carga contaminante se ha ido evaporando -transportando gases
y aerosoles al aire- y acumulando en el vaso de la piscina que la
aloja en la balsa. En este recipiente de yeso están los concentrados
de los lixiviados y una costra con restos de metales pesados y
elementos del grupo de las tierras raras.
"Anterior a las
operaciones de restauración de las balsas, y según requerimiento
judicial, la prioridad de la empresa gestora de estos residuos ha
sido la evaporación de los lixiviados desde la zona 3. Sin embargo,
no se ha hecho un solo estudio sobre su comportamiento y cómo pueden
afectar estos compuestos y el alcance que pueden tener en la
población y el medio ambiente", asegura De la Rosa.
Los
expertos que trabajan en este proyecto consideran que la zona 3 actúa
como una trampa química de elementos tóxicos como el cadmio, zinc,
uranio o tierras raras, acumulados durante estos años derivados de
la evaporación de los lixiviados ácidos. "Estos compuestos
podrían actuar como precursores de las denominadas partículas
ultrafinas, caso del sulfatos y fluoruros. Precisamente, esta
cuestión se está investigando en la actualidad", prosigue.
Los
primeros análisis científicos datan de 1999, fecha en la que se
colapsó una de las balsas. "El CSIC trabajó en la
monitorizacion de la calidad del aire durante el desastre de
Aznalcóllar, cambiando toda la instrumentación científica desde
Doñana a Huelva para analizar lo ocurrido", subraya.
De la
Rosa admite que ya en 1999 el problema existía y que la falta de
soluciones hasta la fecha no ha hecho sino agravarlo.
Desde 2014,
UHU y CSIC realizan un muestreo semanal de lixiviados ácidos en
colaboración con la Consejería de Medio Ambiente en la zona 3 con
objeto de conocer la evolución química de iones y elementos traza
durante los procesos de precipitación y recarga de lixiviados y agua
de lluvia.
"Los rangos de pH varían entre 1,5 y 0,5,
tratándose de una acidez muy alta. Todos los iones estudiados salvo
F (flúor) poseen un comportamiento muy parecido, diluyéndose
durante la precipitación de agua de lluvia ó bombeo de lixiviado
hacia la zona 3 ó incrementando la concentración durante la
evaporación", confirman en el estudio.
En conclusión, para
De la Rosa, la restauración de la zona 3 no debe realizarse de forma
estándar, y de igual forma que la prevista en la zona 2. "Sugerimos
el traslado selectivo de ciertos residuos tales como los concentrados
ácidos y sales procedentes de la evaporación de la zona 3 hacia
plantas de almacenamiento y/o tratamiento especializadas de
residuos", concluye.
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