lunes, 25 de enero de 2016

Entrevista a Ceferino Maestu Unturbe

Director del Laboratorio de Bioelectromagnetismo 
del Centro de Tecnología Biomédica 
Universidad Politécnica de Madrid
Para la asociación Electro y Químico Sensibles por el Derecho a la Salud
¿Qué mecanismos biológicos –fisiológicos o bioeléctricos- concretos propician o facilitan la interacción con estas energías de los CEM?

Los campos electromagnéticos han vivido con los seres vivos siempre. De hecho, la vida sobre la Tierra no podría existir sin campos electromagnéticos. Son campos electromagnéticos a los que nos hemos adaptado naturalmente a ellos, a lo largo del tiempo, y que han sido el vehículo de nuestra evolución, no de nosotros sino de todos los seres vivos: las plantas, los animales, etc., las bacterias, los virus... todos ellos han tenido un oscilador básico de trabajo que es el campo electromagnético.

En los últimos tiempos hemos inventado un montón nuevo de emisores de campos electromagnéticos artificiales. Estos nuevos emisores de campos electromagnéticos artificiales tienen la característica de que nuestros sistema no está adaptado a ellos y tardará muchos miles de años en adaptarse. Es posible que nos adaptemos como nos hemos adaptado a los anteriores, pero tardaremos unos miles de años en poder hacerlo; no tenemos facilidad para hacerlo porque la evolución de los cambios en los sistemas biológicos es lenta, muy lenta, y estos cambios evolutivos hacen que tengamos dificultades de adaptarnos. Hay unas personas que lo hacen mejor, unos organismos que lo hacen mejor, y hay unos organismos que lo hacen peor; su capacidad de adaptación a situaciones cambiantes es diferente. Lo que encontramos frente a esto son diferentes mecanismos de respuesta. Un primer mecanismo de respuesta es el que está protegido por la legislación actual, que es el llamado efecto térmico. Las microondas, las radiaciones electromagnéticas generales producen calentamiento de los tejidos porque hacen oscilar a las moléculas a gran velocidad y eso hace que se calienten. Frente a este concepto está desarrollada toda la legislación actual. Pero no es el único mecanismo de interacción. Existen otros mecanismos, como es el efecto de resonancia o el efecto de inducción de corrientes o microcorrientes, o el efecto de transporte iónico transmembrana, que son mecanismos que necesitan mucha menos cantidad de energía para producirse, que de hecho se están produciendo diariamente y que están produciendo cambios. Frente a estos mecanismos que hemos dicho anteriormente no hay legislación, nadie nos protege, y se sitúan siempre en niveles mucho más pequeños que los que protege la normativa actual. Por tanto, digamos, no existen mecanismos de protección frente a estos efectos no conocidos o no legislados del campo electromagnético.

¿En qué grado podemos hablar a corto medio y largo plazo de una relación dosis-respuesta para los CEM de las radiofrecuencias de los modernos sistemas inalámbricos?

En cualquier sistema biológico existe una relación dosis-respuesta. Cualquier exposición depende de su dosis, de su intensidad para que produzca un efecto u otro. Esto, en términos generales, es verdad en la física, es verdad en la biología, pero no es verdad en la biología, digamos, de los sistemas humanos o incluso de los animales porque cada uno tiene un mecanismo diferente de respuesta. Establecer un estándar para todo el mundo igual es hoy difícil. Sí es necesario establecer un mecanismo de dosis-respuesta, pero no desde el punto de vista que conocemos habitualmente que llamamos causa-efecto. Es muy difícil encontrar que una sola dosis de radiación produzca una sola respuesta. Generalmente, esto no sucede así. Además, porque estamos en un medio muy ruidoso desde el punto de vista electromagnético, encontramos una interacción entre muchas fuentes de exposición simultáneas, que quiere decir que el mecanismo de dosis sería la acumulación de todas esas fuentes de radiación simultáneas. Pero es imposible establecer un criterio para saber cuál sería la dosis para que en cada organismo produjera determinada respuesta. Y estamos hablando en términos genéricos de respuesta, pero la respuesta se puede contemplar a nivel celular, a nivel del sistema o a nivel de todo el individuo. Y respuestas que son instantáneas o acumuladas en el tiempo. Como véis, el tema es suficientemente complejo.

En el laboratorio de Bioelectromagnetismo que usted dirige, ¿se ha detectado un incremento de la incidencia de la electrohipersensibilidad en la población?, ¿existen datos al respecto?

No existen datos al respecto. No tenemos cuantificada cuánta gente hay afectada por este problema. Hay estadísticas en Europa, de algunos investigadores, que hablan del 3-4 % de la población. Yo no sé si eso es cierto. Lo que sí se es que a mi me llegan cada vez más personas con este problema. Cada vez estamos viendo más personas que están sufriendo alguna relación con el campo electromagnético. Hay que decir que no siempre todas las personas que llegan realmente se pueden considerar hipersensibles porque hay gente que tiene otros problemas, que dicen que son hipersensibles, y luego realmente no es cierto. Pero sí que hay un incremento muy importante. En nuestro laboratorio intentamos ver qué sucede con estas personas, si podemos cuantificar su respuesta de alguna manera y si podemos poner algún tipo de tratamiento. Porque yo pienso que los problemas de hipersensibilidad electromagnética no están disociados de otras patologías que están apareciendo actualmente, como es la fibromialgia, el síndrome de fatiga crónica, la sensibilidad química múltiple, etc. Hay una serie de patologías que tienen todas un componente común y que probablemente hoy se están tratando o diagnosticando de forma separada y hay que empezar a tener un nuevo concepto de enfoque y análisis que permita identificar que todas esas enfermedades, en realidad, son lo mismo, y que al final podrían tener un origen común. Pero todavía estamos empezando; todavía tenemos poca capacidad de respuesta.

En un artículo reciente, Panagopoulos, Johansson y George L. Carlo explican que los resultados de los estudios experimentales que muestran resultados positivos de los efectos biológicos de la radiación de radiofrecuencias estarían resultando adulterados a la baja por estar realizados por medio de simuladores en vez de por teléfonos móviles reales, cuyas emisiones son variables. ¿Está usted de acuerdo con ellos

Sí. Yo creo que uno de los grandes problemas que tenemos en la investigación en este campo es el tema de la dosimetría. Se están utilizando, generalmente, en muchas publicaciones, sistemas de modelado, de simulación de campos electromagnéticos para considerar la tasa de exposición. Yo creo que esto es un sistema incorrecto y lo que hay que hacer es establecer una buena dosimetría, saber medir en cada momento y en tiempo real cuál es la tasa real de radiación. No es fácil, pero hay que intentarlo porque es la única manera de garantizar establecer en qué proporción, digamos, las emisiones están generando respuestas en el organismo.

Nos comentaba ayer cómo uno de los factores más relevantes a tener en cuenta a la hora de valorar la contaminación electromagnética de un espacio, a su juicio, descansa en que las mediciones se tomen de cierta forma: a 360 grados de incidencia, con determinado tipo de antena y, especialmente, que los distintos valores de frecuencia no estén promediados entre sí. ¿podría explicárnoslo brevemente? 

En general, la norma que se aplica actualmente para establecer la dosimetría es una norma que proviene de un organismo de regulación internacional que se llama CEMELEC. Este organismo dijo que la manera de medir el campo electromagnético consistía en los sistemas promediados de señal, a un metro de altura, durante seis minutos, de forma continuada. Este sistema es normalmente incorrecto. ¿Por qué razón? Porque tiende a camuflar los picos de mayor intensidad que se producen en la señal capturada. La manera correcta de hacerlo, creo yo, es una medida en que el pico sea lo que consideremos como elemento básico y una medida en tiempo real, de forma que podamos estar monitorizando de forma permanente cuál es la tasa de radiación relativa que hay, sin promediar. Porque el promedio al final, como hay mucho espacio en la banda que tiene poca señal, pues baja mucho los niveles, digamos, reales de incidencia. Por tanto, creo que hay que modificar la norma, el procedimiento de medida, y hay que comenzar a medir realmente sobre situaciones de pico a pico y no de promedio.

¿Qué diferencia observa usted en la validez de esos dos tipos de datos? ¿Cómo se relacionan esas dos formas de medir con la justificación de los posibles efectos que los niveles de radiación obtenidos puedan tener respecto a la salud?

Claro, porque uno siempre toma como dato de referencia el nivel de dosis, digamos, acumulada frente a una radiación. Si esa radiación está mal medida, no podemos establecer el efecto-dosis, es imposible saber qué cantidad de campo electromagnético produce tal o cual respuesta. En todos los estudios epidemiológicos además que se utilizan habitualmente en investigación, casi en ningún caso se hace un buen estudio dosimétrico, se hace de forma intermediada por otros criterios tales como encuestas, la factura de teléfono o cosas así para estudiar cuál es la tasa de uso, por ejemplo, de un teléfono móvil, pero no se mide realmente lo que está emitiendo el teléfono móvil. Con lo cual, establecer las relaciones de las consecuencias, por ejemplo, de la exposición a campos electromagnéticos de una población, si no se hace una dosimetría buena, pues es un ejercicio un poco absurdo.

Cambiando de ámbito, ¿qué proyectos tienen en el Laboratorio?

Tenemos una parte de los proyectos que tienen que ver con la dosimetría ambiental. Nosotros diseñamos algunos sistemas de dosimetría ambiental para hacer esto de lo que hablaba anteriormente: la posibilidad de hacer registros de campo electromagnético en tiempo real. Para eso, por ejemplo, el Ayuntamiento de Leganés en Madrid, diseñamos una normativa municipal y pusimos en marcha un sistema de control integrado de la contaminación electromagnética que consistía en cien sensores, colocados encima de las casas, que permitía hacer un mapeo constantemente, en tiempo real, de lo que estaba pasando en el municipio, de forma que pudiéramos saber, en cualquier momento, cuál era la tasa de contaminación, en cualquier lugar del municipio. Este estudio, este desarrollo, que nos supuso una evolución electrónica importante fue suspendido porque hubo un juez que nos impidió continuar hacia adelante con el proyecto porque consideró que estábamos lesionando, al bajar mucho los índices de radiación media de la población, estábamos lesionando las posibilidades de comunicación de los vecinos del municipio. Este es uno de los proyectos que tenemos y saltando en otra dirección, pero con la misma preocupación hemos desarrollado un sistema dosimétrico personal, de forma que podamos calcular la tasa media de radiación que recibe cada persona a lo largo de su día y luego se puedan establecer mapeos, digamos, situacionales. Porque, claro, las personas no solamente están en su casa, están en el trabajo o están en muchos sitios y en cada lugar están sometidas a niveles de radiación diferentes. Lo que necesitamos saber es la tasa de radiación que recibe ese organismo a lo largo de un día completo. Estamos desarrollando la electrónica actualmente y ya tenemos patentado un dosímetro personal que permita hacer esto. Esta es otra de las líneas de investigación. Y luego tenemos una serie de líneas de investigación que van dirigidas hacia cómo los campos electromagnéticos pueden modificar determinados procesos del sistema biológico. Concretamente, algunas patologías como la fibromialgia, la fatiga crónica, incluso la artritis o la regeneración de tejidos a partir de la emisión de pequeños campos magnéticos, campos magnéticos que son siempre muy pequeños, tan pequeños como un millón de veces más pequeños que los que utiliza el teléfono móvil y eso consigue modificar tejidos y sistemas del organismo.

¿Cómo ve la situación del Bioelectromagnetismo en España?

La situación no es buena. No es buena porque somos muy pocos los investigadores que nos estamos dedicando a este campo, ya nos gustaría que hubiera más preocupación y es más, los que estamos en este mundo ya nos estamos casi jubilando. Es decir, que no hay muchos relevos, que nos permitieran continuar con esta investigación. Parece que se va apagando poco a poco lo que es la influencia de esta corriente de investigación. Espero que haya nuevas personas que se incorporen. Y una de las razones de esto es que las administraciones públicas sistemáticamente bloquean los fondos de investigación que tienen que ver con este campo. Ni en los organismos europeos, ni en España existen buenas dotaciones económicas que permitan investigar seriamente esto y esto hace que las nuevas personas que se incorporan no puedan progresar.

¿Cuéntan las instituciones oficiales nacionales con el consejo de los especialistas que trabajan acerca de los daños biológicos de los CEM?

A mi las autoridades nunca me han consultado. Yo no puedo hablar por los demás, pero por mi debo decir que solamente en la redacción de esta nueva Ley de Telecomunicaciones tuve varias comparecencias en el Parlamento para preguntarme cuál era mi opinión sobre el tema y fueron comparecencias pedidas por los afectados por los campos electromagnéticos, no por los partidos políticos. Las instituciones públicas en general están poco preocupadas o nada preocupadas por este problema.

La resolución 1815 recomendaba proteger y atender al colectivo de científicos que advierten sobre los riesgos potenciales de la contaminación electromagnética ¿Se está cumpliendo esa recomendación? ¿Considera usted que es necesaria?

Somos una especie en extinción (bromea), creo que deberíamos estar más protegidos. Realmente, no se está cumpliendo nada. La presión a la que está sometida la administración pública por la industria hace que no interese demasiado saber mucho del tema y, por tanto, la progresión de la investigación tiene que ver con la capacidad económica con la que se dote a este área de investigación. Por ahora, tenemos pocos recursos.

Ha sido usted invitado como experto por la Comisión sobre Emisiones Electromagnéticas de la Universidad de Murcia ¿Qué mensaje ha trasladado usted a la comisión?

En esta comisión, hemos estado hablando de las preocupaciones y de lo que llamamos entre comillas “evidencias científicas” sobre este problema. Existen diferentes opiniones sobre lo que significa una evidencia científica. Yo les he expresado mi opinión sobre lo que consideraba que no se podía establecer como un absoluto en la evidencia científica, porque la hipótesis general manejada era que no había evidencia científica en torno a este problema. Debo recordar que hay más de 25 mil artículos publicados en este tema, de los cuales más del 50% encuentran efectos que de alguna manera modifican las condiciones biológicas normales. Si esto no es evidencia, pues no lo sé. Lo que sí es cierto es que la evidencia está muy contaminada por lo que llamamos los intereses generales de la industria y hay que pensar que esta comisión que, yo entiendo que con buena voluntad intenta resolver un problema planteado en el Campus de la Universidad de Murcia en torno a la contaminación electromagnética, debe tener los oídos más abiertos a otras opiniones que permitan enfocar las cosas desde un punto de vista proteccionista. Hay que entender que hay personas que están sufriendo este problema y estas personas que están sufriendo este problema deben tener un marco para desarrollar su trabajo sin estar sometidos diariamente a estas formas nuevas de contaminación. Y eso significa que la Universidad debe preocuparse de establecer esos espacios propios para ellos. Yo creo que eso podría ser una conclusión, pero no sé finalmente en qué quedarán las cosas.

La exposición de los niños a la contaminación electromagnética supone una de las grandes preocupaciones de científicos, padres y ONG’s implicadas. ¿Qué recomendaciones al respecto podemos extraer de las actuales evidencias en bioelectromagnetismo? 

Como todas las modas –esta es otra nueva moda que se ha puesto en marcha, se considera que es muy beneficioso para la educación haber puesto en marcha la Escuela 2.0. escuela que conecta al alumno con el mundo a través de internet. Yo también estoy de acuerdo con eso. El problema es que para conectarse con el mundo a través de internet no hace falta hacerlo utilizar para ello medios inalámbricos. Todo el sistema que hoy se ha vendido como inevitable, que es el sistema wifi, en los colegios, no tendría porqué haberse producido. Se pueden cablear perfectamente los colegios para que tengan acceso a internet sin necesidad de someter a los alumnos a las radiaciones de este sistema wifi. Hay que recordar que el wifi utiliza una frecuencia de trabajo de 2.45 Gigaherzios que es la misma frecuencia que utiliza el horno de microondas de nuestra casa. Si el horno de microondas es capaz de calentar los tejidos a esa frecuencia, probablemente la frecuencia que utilicemos produzca efectos también en el comportamiento normal de ello. Por tanto, creo que no es adecuado tener a los niños expuestos. Sobre todo en un aula, en donde hay normalmente veinte o treinta ordenadores simultáneamente produciendo cada uno con su wifi emitiendo. Mis experencias de, por ejemplo, cuando he ido a medir a algún sitio donde los padres se quejan, por ejemplo, de una antena que hay cerca del colegio y mido la antena y mido lo que hay dentro del aula, me encuentro con que la radiación relativa que hay dentro del aula con los wifis de los niños es superior a la de la antena próxima. A eso estamos sometiendo a nuestros hijos diariamente. ¿Cuál es la consecuencia a corto o medio plazo de eso? No la sabemos muy bien, pero creo que, razonablemente, el principio de precaución obliga a que eso no suceda. Además, hay que tener en cuenta otra cosa importante y es que nosotros no hemos vivido con los sistemas inalámbricos nunca. Por tanto, no conocemos la evolución a corto-medio plazo que van a tener estos procesos. Nuestros hijos nacen hoy con un móvil en la mano, prácticamente, incluso, antes de nacer. La posible consecuencia patológica que tengan esos niños será más rápida porque sí sabemos que tiene un efecto acumulativo en el tiempo y que no sabemos las consecuencias reales que van a tener. Tardaremos unos cuantos años hasta que comiencen a aparecer los primeros procesos. Creo que, racionalmente, debemos establecer medidas de precaución para evitar que eso suceda: limitar el uso de los teléfonos móviles en los niños pequeños y grandes, conseguir que se use solamente para llamadas breves, conseguir que no se use en el momento de establecer la llamada en que utiliza el móvil la máxima potencia para emitir, hacerlo solamente cuando aparece en la pantalla el número de teléfono llamado que reduce la potencia a menos de la mitad, conseguir que se utilice lo que se puedan los “manos libres”, es decir, hay una serie de medidas de precaución que permitirían aconsejar esto y, sobre todo, evitar que nuestros hijos sean dependientes del móvil, que el móvil no es un juguete. Al final es un elemento que va a condicionarles, no solamente desde el punto de vista de las radiaciones electromagnéticas sino también de su conducta diaria y va a hacerles que no sepan hacer otra cosa que no sea utilizar el móvil como elemento de juego. Creo que hay otras cosas y creo que hay que buscar alternativas y, sobre todo, cuando no sabemos cuáles van a ser las consecuencias a corto-medio plazo de este proceso.

Hace escasas fechas ha tenido lugar el primer encuentro de la asociación nacional Electro y Químico Sensibles por el Derecho a la Salud. Esta entrevista va a ser publicada en la web de nuestra asociación. Nos gustaría que dirigiera unas palabras al colectivo.

Creo que es muy importante que las personas que tienen estos problemas o que suponen que los tienen se organicen. Creo que es muy importante establecer una fuente de convicción a la sociedad. La sociedad, los científicos y los medios de comunicación hoy no están convencidos de que esto sea real. Siguen considerando, incluso la OMS, que las personas que dicen que sufren este problema, pues son poco más o menos que carne de psiquiátrico, ¿no?, que es una enfermedad psicosomática que está poco más o menos que inventada. Creo que esto no es así, que la enfermedad es real, que la patología es real, que es una respuesta excesiva del organismo y que lo que tienen que hacer las personas que comienzan a tener pequeños síntomas tales como cefaleas, trastornos del sueño, desorientación, malestar general, mareos, es acudir a un especialista, ponerse en contacto con una asociación que permita identificar que sus síntomas tienen algo en común. Hay mucha más gente que está sufriendo este problema sin saber que realmente tiene este origen. Creo que es importante que haya asociaciones fuertes que permitan poner a la sociedad frente a sus propias contradicciones y esta es una contradicción importante en esta sociedad.


Fuente: http://cemyelectrosensibilidad.blogspot.com.es/2015/10/entrevista-ceferino-maestu-unturbe.html

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