Director del Laboratorio de
Bioelectromagnetismo
del Centro de Tecnología Biomédica
Universidad Politécnica de Madrid
Para la asociación Electro y Químico
Sensibles por el Derecho a la Salud
¿Qué mecanismos biológicos
–fisiológicos o bioeléctricos- concretos propician o facilitan la
interacción con estas energías de los CEM?
Los campos
electromagnéticos han vivido con los seres vivos siempre. De hecho,
la vida sobre la Tierra no podría existir sin campos
electromagnéticos. Son campos electromagnéticos a los que nos hemos
adaptado naturalmente a ellos, a lo largo del tiempo, y que han sido
el vehículo de nuestra evolución, no de nosotros sino de todos los
seres vivos: las plantas, los animales, etc., las bacterias, los
virus... todos ellos han tenido un oscilador básico de trabajo que
es el campo electromagnético.
En los últimos tiempos hemos
inventado un montón nuevo de emisores de campos electromagnéticos
artificiales. Estos nuevos emisores de campos electromagnéticos
artificiales tienen la característica de que nuestros sistema no
está adaptado a ellos y tardará muchos miles de años en adaptarse.
Es posible que nos adaptemos como nos hemos adaptado a los
anteriores, pero tardaremos unos miles de años en poder hacerlo; no
tenemos facilidad para hacerlo porque la evolución de los cambios en
los sistemas biológicos es lenta, muy lenta, y estos cambios
evolutivos hacen que tengamos dificultades de adaptarnos. Hay unas
personas que lo hacen mejor, unos organismos que lo hacen mejor, y
hay unos organismos que lo hacen peor; su capacidad de adaptación a
situaciones cambiantes es diferente. Lo que encontramos frente a esto
son diferentes mecanismos de respuesta. Un primer mecanismo de
respuesta es el que está protegido por la legislación actual, que
es el llamado efecto térmico. Las microondas, las radiaciones
electromagnéticas generales producen calentamiento de los tejidos
porque hacen oscilar a las moléculas a gran velocidad y eso hace que
se calienten. Frente a este concepto está desarrollada toda la
legislación actual. Pero no es el único mecanismo de interacción.
Existen otros mecanismos, como es el efecto de resonancia o el efecto
de inducción de corrientes o microcorrientes, o el efecto de
transporte iónico transmembrana, que son mecanismos que necesitan
mucha menos cantidad de energía para producirse, que de hecho se
están produciendo diariamente y que están produciendo cambios.
Frente a estos mecanismos que hemos dicho anteriormente no hay
legislación, nadie nos protege, y se sitúan siempre en niveles
mucho más pequeños que los que protege la normativa actual. Por
tanto, digamos, no existen mecanismos de protección frente a estos
efectos no conocidos o no legislados del campo electromagnético.
¿En
qué grado podemos hablar a corto medio y largo plazo de una relación
dosis-respuesta para los CEM de las radiofrecuencias de los modernos
sistemas inalámbricos?
En cualquier sistema biológico existe
una relación dosis-respuesta. Cualquier exposición depende de su
dosis, de su intensidad para que produzca un efecto u otro. Esto, en
términos generales, es verdad en la física, es verdad en la
biología, pero no es verdad en la biología, digamos, de los
sistemas humanos o incluso de los animales porque cada uno tiene un
mecanismo diferente de respuesta. Establecer un estándar para todo
el mundo igual es hoy difícil. Sí es necesario establecer un
mecanismo de dosis-respuesta, pero no desde el punto de vista que
conocemos habitualmente que llamamos causa-efecto. Es muy difícil
encontrar que una sola dosis de radiación produzca una sola
respuesta. Generalmente, esto no sucede así. Además, porque estamos
en un medio muy ruidoso desde el punto de vista electromagnético,
encontramos una interacción entre muchas fuentes de exposición
simultáneas, que quiere decir que el mecanismo de dosis sería la
acumulación de todas esas fuentes de radiación simultáneas. Pero
es imposible establecer un criterio para saber cuál sería la dosis
para que en cada organismo produjera determinada respuesta. Y estamos
hablando en términos genéricos de respuesta, pero la respuesta se
puede contemplar a nivel celular, a nivel del sistema o a nivel de
todo el individuo. Y respuestas que son instantáneas o acumuladas en
el tiempo. Como véis, el tema es suficientemente complejo.
En el
laboratorio de Bioelectromagnetismo que usted dirige, ¿se ha
detectado un incremento de la incidencia de la
electrohipersensibilidad en la población?, ¿existen datos al
respecto?
No existen datos al respecto. No tenemos cuantificada
cuánta gente hay afectada por este problema. Hay estadísticas en
Europa, de algunos investigadores, que hablan del 3-4 % de la
población. Yo no sé si eso es cierto. Lo que sí se es que a mi me
llegan cada vez más personas con este problema. Cada vez estamos
viendo más personas que están sufriendo alguna relación con el
campo electromagnético. Hay que decir que no siempre todas las
personas que llegan realmente se pueden considerar hipersensibles
porque hay gente que tiene otros problemas, que dicen que son
hipersensibles, y luego realmente no es cierto. Pero sí que hay un
incremento muy importante. En nuestro laboratorio intentamos ver qué
sucede con estas personas, si podemos cuantificar su respuesta de
alguna manera y si podemos poner algún tipo de tratamiento. Porque
yo pienso que los problemas de hipersensibilidad electromagnética no
están disociados de otras patologías que están apareciendo
actualmente, como es la fibromialgia, el síndrome de fatiga crónica,
la sensibilidad química múltiple, etc. Hay una serie de patologías
que tienen todas un componente común y que probablemente hoy se
están tratando o diagnosticando de forma separada y hay que empezar
a tener un nuevo concepto de enfoque y análisis que permita
identificar que todas esas enfermedades, en realidad, son lo mismo, y
que al final podrían tener un origen común. Pero todavía estamos
empezando; todavía tenemos poca capacidad de respuesta.
En un
artículo reciente, Panagopoulos, Johansson y George L. Carlo
explican que los resultados de los estudios experimentales que
muestran resultados positivos de los efectos biológicos de la
radiación de radiofrecuencias estarían resultando adulterados a la
baja por estar realizados por medio de simuladores en vez de por
teléfonos móviles reales, cuyas emisiones son variables. ¿Está
usted de acuerdo con ellos
Sí. Yo creo que uno de los grandes
problemas que tenemos en la investigación en este campo es el tema
de la dosimetría. Se están utilizando, generalmente, en muchas
publicaciones, sistemas de modelado, de simulación de campos
electromagnéticos para considerar la tasa de exposición. Yo creo
que esto es un sistema incorrecto y lo que hay que hacer es
establecer una buena dosimetría, saber medir en cada momento y en
tiempo real cuál es la tasa real de radiación. No es fácil, pero
hay que intentarlo porque es la única manera de garantizar
establecer en qué proporción, digamos, las emisiones están
generando respuestas en el organismo.
Nos comentaba ayer cómo uno
de los factores más relevantes a tener en cuenta a la hora de
valorar la contaminación electromagnética de un espacio, a su
juicio, descansa en que las mediciones se tomen de cierta forma: a
360 grados de incidencia, con determinado tipo de antena y,
especialmente, que los distintos valores de frecuencia no estén
promediados entre sí. ¿podría explicárnoslo brevemente?
En
general, la norma que se aplica actualmente para establecer la
dosimetría es una norma que proviene de un organismo de regulación
internacional que se llama CEMELEC. Este organismo dijo que la manera
de medir el campo electromagnético consistía en los sistemas
promediados de señal, a un metro de altura, durante seis minutos, de
forma continuada. Este sistema es normalmente incorrecto. ¿Por qué
razón? Porque tiende a camuflar los picos de mayor intensidad que se
producen en la señal capturada. La manera correcta de hacerlo, creo
yo, es una medida en que el pico sea lo que consideremos como
elemento básico y una medida en tiempo real, de forma que podamos
estar monitorizando de forma permanente cuál es la tasa de radiación
relativa que hay, sin promediar. Porque el promedio al final, como
hay mucho espacio en la banda que tiene poca señal, pues baja mucho
los niveles, digamos, reales de incidencia. Por tanto, creo que hay
que modificar la norma, el procedimiento de medida, y hay que
comenzar a medir realmente sobre situaciones de pico a pico y no de
promedio.
¿Qué diferencia observa usted en la validez de esos
dos tipos de datos? ¿Cómo se relacionan esas dos formas de medir
con la justificación de los posibles efectos que los niveles de
radiación obtenidos puedan tener respecto a la salud?
Claro,
porque uno siempre toma como dato de referencia el nivel de dosis,
digamos, acumulada frente a una radiación. Si esa radiación está
mal medida, no podemos establecer el efecto-dosis, es imposible saber
qué cantidad de campo electromagnético produce tal o cual
respuesta. En todos los estudios epidemiológicos además que se
utilizan habitualmente en investigación, casi en ningún caso se
hace un buen estudio dosimétrico, se hace de forma intermediada por
otros criterios tales como encuestas, la factura de teléfono o cosas
así para estudiar cuál es la tasa de uso, por ejemplo, de un
teléfono móvil, pero no se mide realmente lo que está emitiendo el
teléfono móvil. Con lo cual, establecer las relaciones de las
consecuencias, por ejemplo, de la exposición a campos
electromagnéticos de una población, si no se hace una dosimetría
buena, pues es un ejercicio un poco absurdo.
Cambiando de ámbito,
¿qué proyectos tienen en el Laboratorio?
Tenemos una parte de
los proyectos que tienen que ver con la dosimetría ambiental.
Nosotros diseñamos algunos sistemas de dosimetría ambiental para
hacer esto de lo que hablaba anteriormente: la posibilidad de hacer
registros de campo electromagnético en tiempo real. Para eso, por
ejemplo, el Ayuntamiento de Leganés en Madrid, diseñamos una
normativa municipal y pusimos en marcha un sistema de control
integrado de la contaminación electromagnética que consistía en
cien sensores, colocados encima de las casas, que permitía hacer un
mapeo constantemente, en tiempo real, de lo que estaba pasando en el
municipio, de forma que pudiéramos saber, en cualquier momento, cuál
era la tasa de contaminación, en cualquier lugar del municipio. Este
estudio, este desarrollo, que nos supuso una evolución electrónica
importante fue suspendido porque hubo un juez que nos impidió
continuar hacia adelante con el proyecto porque consideró que
estábamos lesionando, al bajar mucho los índices de radiación
media de la población, estábamos lesionando las posibilidades de
comunicación de los vecinos del municipio. Este es uno de los
proyectos que tenemos y saltando en otra dirección, pero con la
misma preocupación hemos desarrollado un sistema dosimétrico
personal, de forma que podamos calcular la tasa media de radiación
que recibe cada persona a lo largo de su día y luego se puedan
establecer mapeos, digamos, situacionales. Porque, claro, las
personas no solamente están en su casa, están en el trabajo o están
en muchos sitios y en cada lugar están sometidas a niveles de
radiación diferentes. Lo que necesitamos saber es la tasa de
radiación que recibe ese organismo a lo largo de un día completo.
Estamos desarrollando la electrónica actualmente y ya tenemos
patentado un dosímetro personal que permita hacer esto. Esta es otra
de las líneas de investigación. Y luego tenemos una serie de líneas
de investigación que van dirigidas hacia cómo los campos
electromagnéticos pueden modificar determinados procesos del sistema
biológico. Concretamente, algunas patologías como la fibromialgia,
la fatiga crónica, incluso la artritis o la regeneración de tejidos
a partir de la emisión de pequeños campos magnéticos, campos
magnéticos que son siempre muy pequeños, tan pequeños como un
millón de veces más pequeños que los que utiliza el teléfono
móvil y eso consigue modificar tejidos y sistemas del
organismo.
¿Cómo ve la situación del Bioelectromagnetismo en
España?
La situación no es buena. No es buena porque somos muy
pocos los investigadores que nos estamos dedicando a este campo, ya
nos gustaría que hubiera más preocupación y es más, los que
estamos en este mundo ya nos estamos casi jubilando. Es decir, que no
hay muchos relevos, que nos permitieran continuar con esta
investigación. Parece que se va apagando poco a poco lo que es la
influencia de esta corriente de investigación. Espero que haya
nuevas personas que se incorporen. Y una de las razones de esto es
que las administraciones públicas sistemáticamente bloquean los
fondos de investigación que tienen que ver con este campo. Ni en los
organismos europeos, ni en España existen buenas dotaciones
económicas que permitan investigar seriamente esto y esto hace que
las nuevas personas que se incorporan no puedan progresar.
¿Cuéntan
las instituciones oficiales nacionales con el consejo de los
especialistas que trabajan acerca de los daños biológicos de los
CEM?
A mi las autoridades nunca me han consultado. Yo no puedo
hablar por los demás, pero por mi debo decir que solamente en la
redacción de esta nueva Ley de Telecomunicaciones tuve varias
comparecencias en el Parlamento para preguntarme cuál era mi opinión
sobre el tema y fueron comparecencias pedidas por los afectados por
los campos electromagnéticos, no por los partidos políticos. Las
instituciones públicas en general están poco preocupadas o nada
preocupadas por este problema.
La resolución 1815 recomendaba
proteger y atender al colectivo de científicos que advierten sobre
los riesgos potenciales de la contaminación electromagnética ¿Se
está cumpliendo esa recomendación? ¿Considera usted que es
necesaria?
Somos una especie en extinción (bromea), creo que
deberíamos estar más protegidos. Realmente, no se está cumpliendo
nada. La presión a la que está sometida la administración pública
por la industria hace que no interese demasiado saber mucho del tema
y, por tanto, la progresión de la investigación tiene que ver con
la capacidad económica con la que se dote a este área de
investigación. Por ahora, tenemos pocos recursos.
Ha sido usted
invitado como experto por la Comisión sobre Emisiones
Electromagnéticas de la Universidad de Murcia ¿Qué mensaje ha
trasladado usted a la comisión?
En esta comisión, hemos estado
hablando de las preocupaciones y de lo que llamamos entre comillas
“evidencias científicas” sobre este problema. Existen diferentes
opiniones sobre lo que significa una evidencia científica. Yo les he
expresado mi opinión sobre lo que consideraba que no se podía
establecer como un absoluto en la evidencia científica, porque la
hipótesis general manejada era que no había evidencia científica
en torno a este problema. Debo recordar que hay más de 25 mil
artículos publicados en este tema, de los cuales más del 50%
encuentran efectos que de alguna manera modifican las condiciones
biológicas normales. Si esto no es evidencia, pues no lo sé. Lo que
sí es cierto es que la evidencia está muy contaminada por lo que
llamamos los intereses generales de la industria y hay que pensar que
esta comisión que, yo entiendo que con buena voluntad intenta
resolver un problema planteado en el Campus de la Universidad de
Murcia en torno a la contaminación electromagnética, debe tener los
oídos más abiertos a otras opiniones que permitan enfocar las cosas
desde un punto de vista proteccionista. Hay que entender que hay
personas que están sufriendo este problema y estas personas que
están sufriendo este problema deben tener un marco para desarrollar
su trabajo sin estar sometidos diariamente a estas formas nuevas de
contaminación. Y eso significa que la Universidad debe preocuparse
de establecer esos espacios propios para ellos. Yo creo que eso
podría ser una conclusión, pero no sé finalmente en qué quedarán
las cosas.
La exposición de los niños a la contaminación
electromagnética supone una de las grandes preocupaciones de
científicos, padres y ONG’s implicadas. ¿Qué recomendaciones al
respecto podemos extraer de las actuales evidencias en
bioelectromagnetismo?
Como todas las modas –esta es otra
nueva moda que se ha puesto en marcha, se considera que es muy
beneficioso para la educación haber puesto en marcha la Escuela 2.0.
escuela que conecta al alumno con el mundo a través de internet. Yo
también estoy de acuerdo con eso. El problema es que para conectarse
con el mundo a través de internet no hace falta hacerlo utilizar
para ello medios inalámbricos. Todo el sistema que hoy se ha vendido
como inevitable, que es el sistema wifi, en los colegios, no tendría
porqué haberse producido. Se pueden cablear perfectamente los
colegios para que tengan acceso a internet sin necesidad de someter a
los alumnos a las radiaciones de este sistema wifi. Hay que recordar
que el wifi utiliza una frecuencia de trabajo de 2.45 Gigaherzios que
es la misma frecuencia que utiliza el horno de microondas de nuestra
casa. Si el horno de microondas es capaz de calentar los tejidos a
esa frecuencia, probablemente la frecuencia que utilicemos produzca
efectos también en el comportamiento normal de ello. Por tanto, creo
que no es adecuado tener a los niños expuestos. Sobre todo en un
aula, en donde hay normalmente veinte o treinta ordenadores
simultáneamente produciendo cada uno con su wifi emitiendo. Mis
experencias de, por ejemplo, cuando he ido a medir a algún sitio
donde los padres se quejan, por ejemplo, de una antena que hay cerca
del colegio y mido la antena y mido lo que hay dentro del aula, me
encuentro con que la radiación relativa que hay dentro del aula con
los wifis de los niños es superior a la de la antena próxima. A eso
estamos sometiendo a nuestros hijos diariamente. ¿Cuál es la
consecuencia a corto o medio plazo de eso? No la sabemos muy bien,
pero creo que, razonablemente, el principio de precaución obliga a
que eso no suceda. Además, hay que tener en cuenta otra cosa
importante y es que nosotros no hemos vivido con los sistemas
inalámbricos nunca. Por tanto, no conocemos la evolución a
corto-medio plazo que van a tener estos procesos. Nuestros hijos
nacen hoy con un móvil en la mano, prácticamente, incluso, antes de
nacer. La posible consecuencia patológica que tengan esos niños
será más rápida porque sí sabemos que tiene un efecto acumulativo
en el tiempo y que no sabemos las consecuencias reales que van a
tener. Tardaremos unos cuantos años hasta que comiencen a aparecer
los primeros procesos. Creo que, racionalmente, debemos establecer
medidas de precaución para evitar que eso suceda: limitar el uso de
los teléfonos móviles en los niños pequeños y grandes, conseguir
que se use solamente para llamadas breves, conseguir que no se use en
el momento de establecer la llamada en que utiliza el móvil la
máxima potencia para emitir, hacerlo solamente cuando aparece en la
pantalla el número de teléfono llamado que reduce la potencia a
menos de la mitad, conseguir que se utilice lo que se puedan los
“manos libres”, es decir, hay una serie de medidas de precaución
que permitirían aconsejar esto y, sobre todo, evitar que nuestros
hijos sean dependientes del móvil, que el móvil no es un juguete.
Al final es un elemento que va a condicionarles, no solamente desde
el punto de vista de las radiaciones electromagnéticas sino también
de su conducta diaria y va a hacerles que no sepan hacer otra cosa
que no sea utilizar el móvil como elemento de juego. Creo que hay
otras cosas y creo que hay que buscar alternativas y, sobre todo,
cuando no sabemos cuáles van a ser las consecuencias a corto-medio
plazo de este proceso.
Hace escasas fechas ha tenido lugar el
primer encuentro de la asociación nacional Electro y Químico
Sensibles por el Derecho a la Salud. Esta entrevista va a ser
publicada en la web de nuestra asociación. Nos gustaría que
dirigiera unas palabras al colectivo.
Creo que es muy importante que las
personas que tienen estos problemas o que suponen que los tienen se
organicen. Creo que es muy importante establecer una fuente de
convicción a la sociedad. La sociedad, los científicos y los medios
de comunicación hoy no están convencidos de que esto sea real.
Siguen considerando, incluso la OMS, que las personas que dicen que
sufren este problema, pues son poco más o menos que carne de
psiquiátrico, ¿no?, que es una enfermedad psicosomática que está
poco más o menos que inventada. Creo que esto no es así, que la
enfermedad es real, que la patología es real, que es una respuesta
excesiva del organismo y que lo que tienen que hacer las personas que
comienzan a tener pequeños síntomas tales como cefaleas, trastornos
del sueño, desorientación, malestar general, mareos, es acudir a un
especialista, ponerse en contacto con una asociación que permita
identificar que sus síntomas tienen algo en común. Hay mucha más
gente que está sufriendo este problema sin saber que realmente tiene
este origen. Creo que es importante que haya asociaciones fuertes que
permitan poner a la sociedad frente a sus propias contradicciones y
esta es una contradicción importante en esta sociedad.
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