Fecha:16-01-2017
Los contaminantes orgánicos
persistentes (COP) son “la élite” de los contaminantes químicos
que se liberan al medio ambiente. Pueden viajar por aire y agua y
pasar de un medio a otro, convirtiéndose en una amenaza global.
Ahora, un grupo de investigadores españoles analizará su presencia
en la Antártida.
La primera evidencia de COP en la
región antártica data de los 60, cuando se comprobó la presencia
del pesticida DDT (dicloro difenil tricloroetano) en sus ecosistemas,
detalla a Efe José Luis Roscales, del departamento de Química
Ambiental del Instituto de Química Orgánica General del CSIC, quien
estudiará la presencia de estos compuestos en la Antártida dentro
del proyecto Sentinel.
Después, han sido varios los estudios
que han constatado la presencia de COP en la Antártida, como el
publicado en noviembre pasado en la revista Atmosferic Environment
por científicos del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios
del Agua (CSIC).
Restos de bifenilos policlorados en la
Antártida
En el artículo, los investigadores
aseguraban que la atmósfera antártica almacena, entre otros, restos
de bifenilos policlorados, que se usaron en el pasado como
revestimiento en muchos aparatos eléctricos y que fueron prohibidos
hace décadas.
Muchas de las sustancias consideradas hoy COP fueron sintetizadas para ser utilizadas en la agricultura, como el pesticida DDT, o por sus aplicaciones industriales o para productos de consumo.
Estos se caracterizan por una gran
persistencia en el medio, una alta toxicidad para el hombre y
ecosistemas, incluyendo su carácter carcinogénico y su capacidad
para imitar nuestras hormonas (disrupción endocrina); además, los
procesos de bioacumulación y biomagnificación les permiten
acumularse en organismos a lo largo de su vida y amplificar su
presencia a través de la cadena trófica (si un animal come plancton
con COP, lo acumulará en su organismo).
Regulados por el Convenio de Estocolmo
El Convenio de Estocolmo, ratificado
por 180 países, entre ellos España, aunque no EEUU ni Italia,
reguló inicialmente 12 productos químicos, que llamó la “docena
sucia“, entre los que estaba el DDT. En 2009 incorporó otros
nueve, muchos como familias de compuestos.
El convenio está vivo y ha seguido
metiendo sustancias en la lista de COP, como endosulfán en 2011 o
hexabromociclododecano en 2013.
Algunos de estos contaminantes
orgánicos están totalmente prohibidos, como la aldrina (plaguicida)
pero en otros se establecen excepciones en su uso, como en el caso
del sulfonato de perfluorooctano, utilizado en determinados
dispositivos médicos, o del DDT, usado como insecticida para el
control de la malaria.
También se recogerán muestras de
sangre de
pingüinos. Imagen del CSIC.
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Además, el convenio establece las
medidas a tomar para minimizar el impacto de aquellas sustancias que
no se generan intencionadamente, como las dioxinas y furanos
derivados de la combustión a altas temperaturas, detalla el
investigador del CSIC.
Precisamente Roscales, junto a Elena
Cerro y Mariana Pizarro del CSIC, estudiará la presencia de los COP
en el ecosistema antártico.
Mañana parten a la Antártida y
estudiarán los COP en el marco de Sentinel, un proyecto financiado
por el Ministerio de Economía y Competitividad que se desarrolla
entre el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua
(IDAEA) de Barcelona y el Instituto de Química Orgánica General
(IQOG) de Madrid. Los investigadores principales son Jordi Dachs
(IDAEA) y Begoña Jiménez (IQOG).
El objetivo es mejorar el conocimiento de los mecanismos por los que estos nocivos contaminantes viajan y se acumulan en los ecosistemas polares.
La campaña de muestreo se desarrollará
del 19 de enero al 23 de febrero desde la Base Antártica Española
Gabriel de Castilla del ejército de tierra, situada en la isla
Decepción, y se enmarca en la XXX Campaña Antártica (2016-2017),
informa el CSIC en una nota.
Roscales indica a Efe que se recogerán
muestras de aire, suelos, sedimentos, de restos de excrementos de
aves, plancton o nieve.
El equipo de Andrés Barbosa, del Museo
Nacional de Ciencias Naturales, recopilará muestras de sangre de
pingüinos y un equipo de la Universidad de Barcelona (proyecto
Distantcom) lo hará de invertebrados de los fondos marinos.
Fotografía de archivo unos tubos de
ensayo.
EFE/Alberto Jiménez
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Todas las muestras serán luego
analizadas en los laboratorios de IQOG y del IDAEA.
Sentinel, que también estudiará la
influencia de los COP en las comunidades bacterianas marinas, parte
de la hipótesis de que la Antártida, y específicamente la parte
norte de la Península Antártica, es una región centinela para la
identificación de los contaminantes químicos que tienen el
potencial de ser dispersados a nivel mundial.
“La Antártida ofrece una oportunidad
muy interesante para identificar qué sustancias químicas tienen ese
comportamiento de ser transportadas globalmente“, según el
investigador del CSIC, quien afirma: “el continente ártico es un
lienzo en blanco para estudiar estos componentes, élite de los
contaminantes químicos, ya que refleja la huella química que
dejamos a escala global”.
En la Antártida, continúa, no hay
fuentes directas destacables de COP, aunque recientemente algunos
estudios han identificado las bases científicas y la actividad
turística como fuentes locales de algunos COP, por eso los
investigadores también van a tratar de evaluar su propia huella
allí.
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