La UE obliga al Gobierno a eliminar el
radón en viviendas y lugares de trabajo tras 30 años de alertas
científicas ignoradas
SONIA VIZOSO Santiago de Compostela 14
FEB 2017
El investigador Alberto Ruano muestra
un bote utilizado para medir la presencia de radón.
OSCAR CORRA
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Las mujeres de la provincia de Ourense
encabezan una triste y misteriosa estadística: son las españolas
más golpeadas por el cáncer de pulmón. “Eso no puede ser por el
tabaco, la culpa es del radón”, afirma, rotundo, desde su despacho
de la Facultad de Medicina de Santiago el investigador Alberto Ruano,
que lleva tiempo siguiéndole la pista a este gas radiactivo,
imperceptible, que emana del subsuelo de buena parte de la Península
y que se concentra en viviendas y lugares de trabajo, sobre todo en
sótanos y plantas bajas. La Unión Europea reconoce que esa
exposición constante al radón supone un importante riesgo para la
salud y, tras 30 años de alertas científicas, obligará a partir
del año que viene al Gobierno español a tomar medidas.
Es en los subsuelos graníticos donde
más radón se genera porque sus rocas son ricas en uranio, el
elemento origen de este gas. Las zonas de mayor riesgo en España son
Galicia –con las provincias de Ourense y Pontevedra a la cabeza-,
un área importante de Castilla y León, Extremadura, Comunidad de
Madrid y ciertas zonas de Castilla La-Mancha, según el Consejo de
Seguridad Nuclear. Lo que hace este elemento es emitir partículas
alfa, muy energéticas, que impactan de forma continua contra el
epitelio pulmonar y multiplican el riesgo de sufrir cáncer, incluso
en mayor medida que el humo ambiental del tabaco, incide Ruano.
Este profesor de Medicina Preventiva
dirige junto a Xoán Miguel Barros el Laboratorio de Radón de Galicia, que acaba de publicar el mapa más preciso hasta el momento
de los puntos críticos del territorio gallego, basado en 3.000
mediciones. “La práctica totalidad de Galicia es una zona de riesgo y hay áreas en las que casi todos los lugares de trabajo
tienen esta consideración”, advierte Ruano.
La Unión Europea aprobó en 2013 una
directiva (2013/59/Euratom) que entrará en vigor el año que viene y
que por primera vez obliga a los gobiernos a realizar mediciones en
lugares de trabajo ubicados en áreas de riesgo y mitigar la
concentración de radón en los que se registre un mínimo de 300
becquerelios por metro cúbico, la unidad de medida utilizada con
este gas y que equivale a la desintegración atómica que se produce
en un segundo. Los países miembros deberán además introducir
requisitos específicos en los códigos de edificación que eviten la
entrada de este gas en los inmuebles de nueva construcción y
“fomentarán” su reducción en las casas ya existentes.
Los expertos del Laboratorio de Radón
de Galicia se felicitan de que por fin se exija a la Administración
que proteja a los ciudadanos de este agente cancerígeno pero
consideran “insuficiente” el “nivel de acción” marcado por
la UE (300 becquerelios por metro cúbico), teniendo en cuenta que en
Estados Unidos es de 148 becquerelios y que la Organización Mundial
de la Salud fija en 100 la frontera del peligro. En este centro
universitario de investigación recuerdan mediciones en viviendas
gallegas en las que se detectaron hasta 3.000 y 4.000 becquerelios.
El Ministerio de Sanidad ha creado un
grupo de trabajo para redactar un plan estatal de actuación contra
el radón “en viviendas, edificios públicos y lugares de trabajo”.
El Ministerio de Fomento tramitará a lo largo de 2017 un decreto
para introducir en el Código Técnico para la Edificación
“exigencias reglamentarias relativas a la protección frente al gas
radón en edificios residenciales”. Los cambios, sostienen fuentes
oficiales de este departamento, incluirán requisitos para las obras
que haya que realizar en inmuebles construidos donde se supere el
nivel de referencia que el Gobierno español determine, que no podrá
ser mayor que los 300 becquerelios fijados por la directiva europea.
Borja Frutos, arquitecto del Instituto
de Ciencias de la Construcción Eduardo Torroja, cree que la nueva
normativa contra el radón, un contaminante “olvidado”, ayudará
“a mejorar notablemente la calidad del aire” de los espacios
cerrados sin ser “traumática”, añade, porque el sector de la
construcción “está bien preparado”. “El radón es un
desconocido incluso para muchos médicos en España”, lamenta
Ruano. “Y las autoridades españolas hasta ahora han mirado para
otro lado”.
La peligrosidad de este agresor
invisible se descubrió en 1985, cuando Stanley Watras, empleado de
una central nuclear de Pennsylvania, hizo saltar las alarmas del
complejo con una insólita radiación en el cuerpo que no había
adquirido en su puesto de trabajo sino en su hogar. En EEUU se
tomaron medidas contra el radón solo tres años después de aquel
incidente y en Reino Unido los niveles de este gas influyen hasta en
el precio de una casa. El modelo a seguir, indican los expertos, es
Irlanda, donde se realizaron entre 2000 y 2005 decenas de miles de
mediciones para conocer al detalle su incidencia en todo el país.
Tres empresarios irlandeses fueron condenados en 2010 a penas de
cárcel, señalan desde el Laboratorio de Radón de Galicia, por no
controlar el radón en sus centros de trabajo.
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