AUTOR Paola Opazo Sáez
Cuadros como el síndrome de fatiga
crónica (SFC) y la enfermedad de la Guerra del Golfo (GWI) o
síndrome del Golfo comparten muchos síntomas en común, como son
las mialgias, la característica fatiga, disfunción cognitiva,
trastornos del sueño, dolor de garganta, cefaleas y malestar general
después de realizar ejercicio físico.
Se estima que tan sólo en E.E.U.U.,
entre 836,000 y 2,5 millones de personas padecen de SFC, según las
últimas estimaciones. Con respecto al GWI, las cifras estimadas es
de unos 175,000 veteranos de guerra que regresaron de la Guerra del
Golfo.
La fatiga crónica ha sido considerada
de manera clásica como un cuadro de poca importancia en medicina, ya
que ha sido adjudicado con frecuencia a enfermedades de índole
psiquiátrico, como la neurastenia o la depresión.
Pero en el 2015, una revisión
exhaustiva de la literatura científica y fichas de pacientes
realizadas por la National Academy of Medicine advirtió: “Muchos
médicos son escépticos acerca de la gravedad del SFC, lo confunden
con un problema de salud mental o lo consideran un producto de la
imaginación del paciente”. “Los profesionales de la salud deben
reconocer al SFC como una enfermedad grave que requiere un
diagnóstico oportuno y la atención adecuada“. Esta revisión
indicó en su momento que las c usas que se asociaban con este
trastorno eran de índole biológico, pero sin aclarar aún.
Estos hallazgos han servido de base
para obtener un progreso significativo en la forma en que se
considera y diagnostica el SFC por parte de la comunidad médica,
aunque todavía no se conoce un tratamiento para este trastorno
y su etiología sigue siendo desconocida.
Con los nuevos hallazgos desprendidos
de estas revisiones, surge una necesidad creciente de encontrar
biomarcadores específicos que sirvan para definir y diagnosticar de
manera confiable estas enfermedades.
Nueva investigación sobre el SFC
Un nuevo estudio, dirigido por
científicos del Georgetown University Medical Center in Washington,
D.C. logró identificar cambios químicos a nivel cerebral, que son
específicos del síndrome de fatiga crónica y la enfermedad de la
Guerra del Golfo. El Dr. James N. Baraniuk, profesor de medicina de
la Georgetown University School of Medicine, dirigió la nueva
investigación, cuyos hallazgos fueron publicados en la revista
Scientific Reports.
Metodología de trabajo: química
cerebral y fMRI
El Dr. Baraniuk y su equipo analizaron
el líquido cefalorraquídeo de pacientes con SFC y GWI y de
individuos sedentarios sanos, a modo de controles.
El equipo extrajo muestras de LCR por
medio de una punción lumbar, antes y después de que los
participantes realizaran una sesión de ejercicio en bicicleta
estacionaria. Las sesiones duraron un mínimo de 25 minutos. El
equipo incrementó la resistencia de la bicicleta para que los
participantes alcanzaran el 85% de su frecuencia cardíaca máxima,
según lo establecido para su edad. También examinaron los cerebros
de los participantes empleando MRI funcional (fMRI).
Cambios encontrados las a 24 horas
después del ejercicio
Los niveles de microRNA (miRNA) en LCR
medidos previo al ejercicio fueron los mismos en todos los
participantes.
Sin embargo, 24 horas posteriores al
ejercicio, estos valores cambiaron en los tres grupos involucrados en
la investigación: cada grupo evidenció un patrón diferente de
cambio, según explican los autores del estudio: “el SFC tuvo 12
casos de miARN disminuidos después del ejercicio“, “A pesar de
la superposición de síntomas de SFC, GWI y otras enfermedades en su
diagnóstico diferencial, los patrones de miARN inducidos por el
ejercicio en el líquido cefalorraquídeo indicaron mecanismos
distintos para el malestar posterior al ejercicio en el SFC y […]
GWI“.
Además, se encontraron cambios en los
miARN en dos subtipos de GWI. Un subgrupo desarrolló taquicardia que
permaneció por 2-3 días posteriores al ejercicio. Los exámenes de
fMRI revelaron que estos pacientes tenían un tronco cerebral más
pequeño en aquellas áreas cerebrales encargadas de controlar la
frecuencia cardíaca. Las imágenes de las resonancias también
pusieron de manifiesto una actividad cerebral reducida durante la
realización de tareas cognitivas.
En contraste, el grupo de pacientes con
GWI, no presentó cambios en la frecuencia cardíaca ni atrofia del
tallo cerebral, sin embargo, sus miembros parecían requerir activar
algunas áreas cerebrales adicionales para realizar una tarea de
memoria.
Cabe destacar que Baraniuk señaló que
los cambios vistos en los miARN presentes en estas condiciones
médicas fueron distintos de los observados en otras patologías como
la depresión, la fibromialgia o la enfermedad de Alzheimer, ya que
según sus palabras: “Vemos claramente tres patrones diferentes en
la producción cerebral de estas moléculas en el grupo CFS y los dos
fenotipos GWI […] Esta noticia será bien recibida por los
pacientes que sufren estos trastornos que son diagnosticados
erróneamente y en su lugar pueden ser tratados para la depresión u
otros trastornos mentales“.
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