La asociación gallega de SQM solicita
al consello Rías Baixas el uso de productos ecológicos en la
viticultura
MÓNICA IRAGO
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Hace un par de años empezó a notar
que algo no iba bien. Vómitos, irritación de la piel, asfixia…
algo le hacía daño y no sabía qué hasta que por fin en abril del
2017 dieron con el problema: le diagnosticaron sensibilidad química
múltiple (SQM).
A María Costa le hace daño todo lo
que contenga componentes químicos, desde un detergente a una
colonia, desde el humo del tabaco a una lechuga de invernadero. Su
última penitencia le llegó con un simple nardo. Su madre le regaló
la flor con la mejor intención, «pero debía de estar tratada con
algún producto, que me mataba», explica. La contaminación del aire
también le afecta, y en un municipio vitivinícola como el suyo,
Cambados, lo tiene complicado.
Los agricultores aplican durante todo
el año productos fitosanitarios en el viñedo para combatir las
plagas de la viña, pero la medicina de las plantas, enferma a
personas como ella. «Y seguramente a más gente, pero no se sabe»,
matiza.
María Costa se ha propuesto aportar su
grano de arena en la batalla por una atmósfera libre de químicos,
de modo que la semana pasada se presentó en unas jornadas sobre
sostenibilidad y enoturismo que se celebraron en Castrelo (Cambados)
para hablar de su problema. Ante científicos, profesores y
profesionales del sector relató los efectos que le provocan los
productos fitosanitarios. «Si cuando sulfatan van con mascarilla y
cubiertos como si fueran a tratar el ébola, ¿cómo al día
siguiente de dejar esos productos en la viña no van a estar en el
aire, cómo no le va afectar a la gente?. La normativa dice que no se
puede sulfatar a menos de quinientos metros de las casas, pero no se
cumple», afirma. «Es necesario concienciar a la gente desde abajo,
es la única forma de cambiar las cosas», y en su opinión son
muchas las cosas que hay que cambiar.
La cambadesa forma parte de la
asociación gallega de afectados por sensibilidad química múltiple,
que ha iniciado una campaña para dar visibilidad a su enfermedad y a
los problemas con que se encuentran a diario los afectados.
Demandas de los enfermos
Entre las muchas gestiones que tienen
en su agenda se incluye pedir una reunión con el Consello Regulador
da Denominación de Orixe Rías Baixas para solicitar al
sector viticultor que dé prioridad a los productos ecológicos en
detrimento de los químicos a la hora de tratar el viñedo.
«En O Salnés algo raro tiene que
haber, por algo será que aquí hay más cánceres que en ningún
otro sitio. Está claro que tiene que haber un problema ambiental
general porque están surgiendo un montón de enfermedades. La gente
tiene que saberlo», insiste María Costa.
Más allá del caso puntual que atañe
a los viticultores, desde la asociación gallega tienen otras muchas
demandas, especialmente dirigidas a la administración. Reclaman una
atención sanitaria adaptada a sus necesidades, porque, hoy por hoy,
incluso tienen problemas para que se les diagnostique la enfermedad.
Los afectados por SQM sostienen que no hay profesionales
especializados ni protocolos de actuación para tratarlos en centros
de salud y hospitales, lo cual aumenta los riesgos para su salud.
«Antes que ir a las urgencias del PAC de Cambados prefiero morirme
de dolor en casa, si vas te pinchan cualquier cosa, y te mueres.
Menos mal que mi médico de cabecera está concienciado, me da la
vida», relata María.
La asociación nació de la
desesperación de personas como ella, y ya no se van a callar más.
En septiembre esperan empezar a ser recibidos por los grupos del
Parlamento de Galicia; se van a dirigir a la ministra de Sanidad para
instar a que la Organización Mundial de la Salud reconozca esta
enfermedad y van a iniciar un programa de charlas en los colegios
para dar a conocer los efectos de los productos químicos entre las
personas, entre otras medidas.
Esperando juicio para que se le
reconozca la incapacidad
María Costa está dispuesta a pelear,
aunque para ello tenga que dejar la burbuja de su hogar -allí no
entra comida sin revisar ni nadie que se haya duchado con un champú
del súper- y no desprenderse de esa mascarilla que la protege del
veneno ambiental. Además de alzar la voz en aquellos foros en los
que la dejen expresarse, también acudirá a los juzgados. Para
octubre del 2019 tiene fijada la vista de la demanda que ha
interpuesto contra el Instituto Nacional de la Seguridad Social para
que le reconozca una incapacidad laboral permanente. María trabaja
en el despacho de un procurador en el que está de cara al público
«y no me dejan ponerme la mascarilla», afirma.
Esta exposición pública le provoca
continuos problemas de salud que la obligan a encerrarse en casa, con
dolor, asfixia y vómitos, y la aboca a coger bajas continuamente.
«No sé que va a pasar hasta el juicio, yo así no puedo volver a
trabajar. Y lo mío no es un problema psiquiátrico ni psicológico
como dicen».
El ejemplo de Merchi Álvarez
María Costa tiene un espejo en el que
mirarse. El de otra cambadesa, Merchi Álvarez, que se ha convertido
en el rostro de la lucha contra la atrofia muscular espinal (AME) y
que, gracias a su labor incansable, ha conseguido dar a conocer el
problema que representa esta enfermedad rara y que los poderes
públicos empiecen a implicarse en la búsqueda de tratamientos. «Sí,
conozco su trabajo y la conozco a ella», comenta María Costa, y
está dispuesta a seguir su ejemplo. Salir en los medios de
comunicación contando su historia es uno de los caminos que está
dispuesta a recorrer.
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