10 Febrero 2020 Julia Yébenes CIUDAD
REAL
Nicolás Olea en una reciente visita a
Ciudad Real / J. Jurado
El reconocido investigador sobre el
impacto de los tóxicos en la salud y catedrático de Radiología de
la Universidad de Granada advierte de los efectos nocivos para la
salud de las sustancias químicas del entorno cotidiano. Sólo hacen
falta pequeñas dosis para que “jaqueen la señal de las hormonas”
y tengan serias consecuencias, aunque “pasen inadvertidas para la
población en general”
Paradojas del mundo occidental: la
esperanza de vida ha aumentado gracias a los altos niveles de
bienestar y los beneficios de la tecnología. Un espejismo si
analizamos los nuevos males: enfermedades ambientales hasta hace poco
inéditas -desde las múltiples alergias a la Sensibilidad Química
Múltiple (SQM)-, y otras ampliamente tratadas que se están
convirtiendo en epidemias: cancer, diabetes, infertilidad y
obesidad. Los causantes son, según las evidencias obtenidas por
Nicolás Olea (“los niños mean plástico”), reconocido
investigador de los tóxicos en la salud, los llamados disruptores
endocrinos, es decir, las sustancias químicas del entorno cotidiano
que respiramos o inoculamos. Sólo hacen falta pequeñas dosis para
que “jaqueen la señal de las hormonas” y tengan consecuencias
nocivas. La pena es que “pasan inadvertidas para la población en
general”.
El catedrático de Radiología de la
Universidad de Granada pide una ‘revolución social’ que remueva
a la administración y pueda “atender nuestros requerimientos”.
Porque tal y como dijo hace unos días en una visita a Ciudad Real,
“no debería haber ocurrido que los monómeros del polímero que
conocemos como plástico estén en la orina de los más jóvenes”.
Serían grupos de presión “para protegernos” y para transmitir
también un mensaje positivo como es la reducción de la exposición
a los tóxicos. Habría que empezar, apunta, por protestar en bloque
contra el excesivo embalaje de los tomates del súper, que “van en
una barqueta de poliuretano, con un film de polietileno, metidos en
un carro de policarbonato”.
El riesgo es ya una realidad y las
‘víctimas’ son las nuevas generaciones, que desde que fueron
concebidas ‘han bebido’ de los ‘adelantos’ de la sociedad del
desarrollo, con los químicos como protagonistas. Los iruptores están
en los alimentos que evocan los fertilizantes en el plato, están en
los envases de líquidos, en los cosméticos, en los productos de
limpieza o en los numerosos e imprescindibles dispositivos
electrónicos.
Los riesgos de los milenials son
mayores a los de sus padres y abuelos. “Mi infancia fue de cristal,
metal y madera, y la de ahora es de policarbonato, poliestireno,
polipropileno, de polietileno de alta y baja densidad y PVC”,
apunta el investigador.
Afortunadamente hay solución, y gran
parte de la salvación, explica Olea, está en el documento El Pacto
Verde Europeo, aprobado el 15 de enero por la UE. Apuesta por
“ponerlo todo patas arriba” en el impulso de un espacio
climatológicamente limpio, y fomenta la reducción a la exposición
a tóxicos, en vez del reciclado.
PREGUNTA: En román paladino, ¿qué
son los disruptores endocrinos de los que usted lleva hablando
décadas?
RESPUESTA.- La exposición a
contaminantes ligada a determinadas enfermedades es un asunto muy
antiguo y conocido, fundamentalmente en las zonas industriales, pero
se conocen menos, sobre todo por parte de la ciudadanía, aquellos
que afectan a las hormonas. Lo curioso es que desde el año 96 se
sabe que cuando algunas de las sustancias químicas más habituales
del medio ambiente entran dentro del organismo alteran el sistema
endocrino. Es como un jaqueo de la señal hormonal. Esos elementos
son los que llamamos iruptores endocrinos. Producen enfermedades
ligadas las hormonas, desde el cáncer de mama al cáncer de
próstata, la diabetes, o la obesidad. También se liga a la
infertilidad, que es una epidemia en el mundo occidental por la mala
calidad seminal de los hombres y la abundancia de diagnóstico de
endometriosis en la mujer. Igualmente, se relaciona con el
hipotiroidismo y entra de lleno en la hipótesis etiológica de la
Sensibilidad Química Múltiple.
P.- ¿Y dónde están esos
contaminantes químicos?
R.- Cuando empezamos con las
investigaciones nos centramos en los pesticidas y pensamos durante
mucho tiempo que estas sustancias eran las más malas porque estaban
ligadas a la producción alimentaria y agrícola. Posteriormente,
vimos otras fuentes tóxicas en la cosmética, en los plásticos, en
los materiales utilizados en el procesamiento de alimentos o bien en
los productos de consumo del día a día. Desde el ambientador hasta
el móvil o un ordenador encendido son fuentes de contaminantes
químicos. Los dispositivos electrónicos tienen circuitos para que
no ardan a pesar del calor. Son los protectores o retardadores de la
llama y llevan polibromados que están evaporándose de forma
continua. Recientemente se ha descubierto que son el componente más
habitual del polvo de casa.
Para reducir los riesgos, es necesario
ofrecer recomendaciones sencillas, como ventilar la casa para renovar
el aire interior -por la noche si vives en zona de tráfico pesado-,
aspirar en vez de barrer, o diversificar los platos a los niños. Son
los más perjudicados, porque los contaminantes están en la
placenta, en la leche materna, en el suero, en la sangre y en el
tejido adiposo. Cuando hemos dicho que los niños españoles orinan
derivados del plástico ha habido voces que decían que era una
barbaridad. Pero no debería haber ocurrido que los monómeros del
polímero que conocemos como plástico estén presentes en la orina
de los más jóvenes, tal y como hemos comprobado. Alguien ha sido
demasiado permisivo.
P.- ¿Y podría decirse que se debe al
desarrollismo de la sociedad?
R.- Se supone que desde el siglo XIX
hemos incorporado 140.000 compuestos químicos sintetizados por el
hombre y la mujer, y de esos apenas un millar producen errores
endocrinos y están controlados e identificados. La administración
debería estar vigilante con ellos. Los parabenos están en los
cosméticos, el látex en los preservativos, los filtros ultravioleta
tienen mucha presencia, y los tickets de las tiendas y supermercados
están elaborados con papel térmico y contienen bisfenol-A.
Precisamente, esta sustancia dañina para la salud ha sido prohibida
desde el 1 de enero por la UE, y los países serios están marcando
que está ausente, mientras que en España nadie lo ha marcado.
P.- Se ha celebrado el Día Mundial del
Cáncer y uno de los principales mensajes es que la mitad de todos
los casos que se diagnostican al año se podrían evitar adoptando
hábitos saludables, ¿esta recomendación va en consonancia con sus
estudios, no?
R.- Claro. No más del 6% de los
cánceres es de origen genético. En términos de predicción del
riesgo acierta más el código postal que el código genético.
Porque el código postal es la forma a que te expones e informa de
los riesgos ambientales en tu pueblo, pero el mundo occidental ha
cambiado los métodos de procesamiento y de manipulación, por
ejemplo de alimentos, que se nos ha vuelto en contra. Por eso tenemos
que decir no a los envases de plástico y si lo decimos una y otra
vez, tendrá efecto.
P.- Usted apela al activismo social,
¿qué tendríamos que hacer cada uno en nuestro entorno?
R.- Lo más difícil es encontrarse
solo, porque uno no tiene el conocimiento científico como para
responder a todo. Habría que ser ingeniero químico, químico
analítico, y sanitario. Por ello, tenemos dos opciones: una exigirle
más atención a la administración, y otra tomar conciencia como
ciudadanos. No todo el mundo es igual de sensible. Una persona es más
sensible cuando tiene cambios hormonales, como es el caso de las
mujeres. El embarazo, la lactancia, la pubertad y la menopausia son
momentos críticos para la contaminación.
P.- ¿Entonces las mujeres tienen más
riesgo de sufrir las consecuencias de los iruptores endocrinos?
R.- Absolutamente. Ganan nueve a uno
por goleada. Sufren más hipotiroidismo, más falta de vitamina D, en
el país del sol, y otras afecciones que nosotros atribuimos a la
irupción endocrina.
P.- Sobre los químicos ambientales, la
OMS ya ha puesto el foco en la contaminación del aire interior y en
sus consecuencias, a través de trabajos como en el que participa la
investigadora ciudarrealeña Florentina Villanueva. ¿Qué opina?
R.- El trabajo de Florentina se centra
en la medición de químicos dentro de la casa y la gran sorpresa es
que algunos compuestos volátiles son disruptores endocrinos. Por
otro lado, es bueno estar en la Unión Europea porque hay un
parlamento que discute los temas ambientales, aunque los procesos y
trámites sean terriblemente lentos. Por ejemplo, después de 21 años
de investigación, la Unión Europea ha prohibido el pesticida
fosforado más usado en España, el clorpirifos. Su eliminación en
el mercado se debe a la abrumadora evidencia de su toxicidad
neurológica, fundamentalmente en niños. Y ha sido España quien ha
defendido la ponencia. Igualmente, el 15 de enero un documento
importantísimo, el Pacto Verde Europeo, para impulsar un espacio lo
más limpio posible dentro del ámbito climático antes de 2050. Es
muy bueno y muy avanzado y si se instaura pondrá patas arriba todo
lo que se ha hablado hasta ahora. Deja a un lado el reciclado para
poner el énfasis en la reducción del consumo de materiales, y así
bajar la exposición humana a elementos nocivos.
Nicolás Olea, junto a Carmen Lozano y
Margarita Girona, de la asociación SFC-SQM
Castilla-La Mancha / J. Jurado
|
P.- En su libro ‘Libérate de
tóxicos. Guía para evitar los disruptores endocrinos’ recoge
pautas para conseguir esta reducción, ¿cuáles son?
R.- Es un conjunto de recomendaciones
positivas en cinco escenarios, como la comida y la bebida, objetos de
consumo, la cosmética, la casa y la ropa. Damos consejos sobre
ciertos compuestos que con la acción hormonal provocan una actividad
biológica. El problema es que no pican ni dan señales.
P.- Usted lleva décadas estudiando los
tóxicos ambientales y es una referencia, ¿Cuáles han sido los
hitos de sus investigaciones?
R.- Llevo 43 años, desde 1977. Estuve
trabajando en cáncer de mama en Bélgica y me fui a Estados Unidos
donde determinamos que los envases de plástico donde llevé desde
España muestras de pacientes con cáncer de próstata eran altamente
estrogénicos. A partir de ahí empezamos a tirar del hilo y además
de comprobar que algunos aditivos del plástico eran estrogénicos,
también vimos que había otros elementos como las resinas de
policarbonato que estaban muy expuestos o los polímeros de los
cosméticos y objetos de consumo. Luego descubrimos que todo viene
del petróleo, con sus derivados: mesas de melanina, papel reciclado,
sillones de poliéster, o teléfonos con policarbonatos. Mi infancia
fue de cristal, metal y madera, y la de ahora es de policarbonato,
poliestireno, polipropileno, de polietileno de alta y baja densidad y
PVC. No son los mismos riesgos.
P.- ¿Se puede decir que de alguna
manera estos contaminantes nos están matando?
R.- No porque nos llamarían
alarmistas. Dicen que la vida se alarga, y que vivimos más tiempo.
Pero cuando una joven de 38 años se muere de cáncer metastásico
inflamatorio no es bienestar. Eso no existía antes. Cuando yo acabe
la carrera, iban las mujeres con 80 años con un cáncer muy
extendido, era la historia natural de la enfermedad, que acompañaba
con la edad. Ahora hay diabetes, obesidad, hipotiroidismo,
avitaminosis, o déficit de atención. En Europa hemos perdido en 30
años dos puntos de coeficiente intelectual y la calidad seminal ha
caído un 50% en 50 años. Y lo más preocupante es que la
reproducción asistida se ha convertido en la respuesta clínica. En
Granada hay tantas clínicas como farmacias. Es hacer frente con la
técnica a un problema que la propia técnica ha provocado, y sin
estudiar su causa. Alguien tendrá que darte recomendaciones sobre el
peligro de la exposición a tóxicos. Es una cuestión prevenible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario