Desde que más de un tercio de la
Humanidad anda confinada, varias son las investigaciones que, a tenor
de los datos, han revelado cómo los índices de contaminación
ambiental han caído en picado. Cielos más limpios, más pájaros
que cantan en nuestras ventanas, mariposas que revolotean por las
azoteas... Ahora, un nuevo artículo científico nos dice que en los
lugares donde las personas estamos más expuesta a más partículas
PM2,5, es decir, las partículas en suspensión de menos de 2,5
micras que provienen, mayoritariamente del transporte, tenemos más
riesgo de fallecer a causa del COVID-19. Una prueba más de que la
contaminación mata, aunque haya responsables políticos que no se lo
crean.
Esta investigación, publicada el
martes, ha sido realizada por un grupo de la Escuela de Salud Pública
Harvard T.H. Chan, cuando ya se han superado los 76.000 muertos y hay
1.360.000 infectados en el mundo, la inmensa mayoría en países
desarrollados o grandes ciudades, como Wuhan (11,8 millones de
habitantes). Evidentemente, los científicos, dirigidos por Francesca
Dominicil, tuvieron en cuenta la existencia de enfermedades o
problemas de salud previos que aumentan el riesgo de morir o factores
como la edad, pero se fijaron en otra variable: ¿Dónde vivían los
fallecidos? ¿Podía tener que ver la limpieza del aire que
respiraban en el elevado índice de mortalidad, como ha ocurrido en
otras infecciones?
Para encontrar la respuesta recopilaron
los datos de unos 3.000 condados de su país, lo que supone el 98% de
la población, hasta el pasado sábado 4 de abril de 2020. Para que
no hubiera distorsiones graves, ajustaron sus modelos en función de
16 variables: tamaño de las poblaciones, las camas de hospital, el
número de individuos examinados, origen étnico, clima y variables
socioeconómicas y de comportamiento que incluyen, entre otras,
obesidad y tabaquismo, etcétera. Además, para que el brote en Nueva
York, el más elevado del país, no distorsionara el resultado,
dejaron fuera a esta ciudad y también excluyeron los condados
con menos de 10 casos de coronavirus confirmados.
El resultado fue que con el aumento de
sólo 1 μg / m3 de PM2.5, es decir de una micra de partículas
contaminantes, la tasa de mortalidad causadas por el COVID-19 aumenta
un 15%, cuando esa contaminación asociada a otras causas supone el
0.73%. Es decir, una magnitud 20 veces mayor. Sólo en Manhattan, con
una micra por metro cúbico menos de estas partículas contaminantes,
hasta el pasado día 4 se hubieran salvado 248 personas de las 1.905
fallecidas.
"Son resultados estadísticamente
significativos y sólidos", aseguran en un comunicado de la
Universidad de Harvard, donde subrayan la importancia de seguir
haciendo cumplir las regulaciones sobre contaminación del aire si el
objetivo principal es el de proteger la salud humana ahora y después
de la pandemia. "Las PM2.5 contienen sólidos microscópicos o
gotas de líquido que son tan pequeños que pueden inhalarse y causar
graves problemas de salud", aseguran en un trabajo que da
continuidad a uno anterior, en el que detectaron también la
correlación entre polución y altas tasas de muertes por SARS.
La investigación se inició apenas
unos días después de que el presidente Donald Trump aprovechara la
crisis sanitaria global para suspender las leyes ambientales
aprobadas por su antecesor, Barack Obama. Entre otras limitaciones,
revocó las medidas que obligaban a los fabricantes de automóviles,
desde 2012, a hacer vehículos. menos contaminantes. Incluso llegó a
decir que con coches más baratos se comprarían más nuevos y habría
menos accidentes.
Los científicos de Harvard no han
tardado en responder y para ello han utilizado las bases de datos que
tenían homologadas de estudios anteriores, en total sobre unos 60
millones de ciudadanos afiliados a la sanidad pública. Los datos de
fallecidos los sacaron del recuento exhaustivo que realiza la
Universidad Johns Hopkins y explican que introdujeron hasta 16
variables según los condados para que el resultado fuera lo más
fiable posible.
Este estudio, que nos vuelve a recordar
lo importante que es respirar aire limpio, contrasta con la
consecuencia que tendrá la relajación en Estados Unidos de la
normativa ambiental. Como publicaba The New York Times, se
emitirán unos 1.000 millones de toneladas más de dióxido de
carbono a raíz de la decisión de Trump.
Ahora que las grandes ciudades amanecen
con el aire más transparente, no es mal momento para reflexionar
sobre ese "después del confinamiento" del que tanto
hablamos. Hoy nos mantiene en riesgo el COVID-19, como antes fue el
SARS, y nadie puede saber cuál microorganismo se rebelará en el
futuro, pero está claro que decisiones que buscan el beneficio
cortoplacista a costa de la salud humana global, al final son un
'boomerang' que golpea de vuelta mucho más fuerte.
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