Trabajadores
de una fábrica de noodles (pasta) en Nanjie, la última ciudad
maoísta. / J.
LEE (REUTERS)
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- La invasión de alimentos baratos asiáticos dispara las alertas sanitarias en Bruselas
- Una partida de fresas contaminadas acabó en comedores escolares alemanes
Una
nube negra pende sobre las ciudades del corazón de China;
los camiones circulan a toda mecha por carreteras recién asfaltadas
cargados de carbón de las minas y de vigas de hierro procedentes de
las fundiciones de la zona. Mientras, en los campos acaba de terminar
la recolección de la guindilla y el algodón; dentro de dos semanas
le toca el turno al arroz. Y en abril al ajo. Miles de campesinas se
afanan ahora poniendo la semilla que impulsará un crecimiento,
extraordinariamente lucrativo, de las exportaciones de productos
alimenticios. China ha inundado Europa de mercancía hasta el punto
de acaparar mercados como los del ajo o la miel. Pero las primeras
voces de alarma han surgido ya por el nivel de contaminación de
algunos de esos alimentos y la falta de controles adecuados. Hace
unas semanas, escolares
alemanes sufrieron diarreas y vómitos tras devorar unas fresas de
Qufu,
la patria de Confucio.
El país donde ya se cose nuestra ropa,
se ensamblan nuestros teléfonos inteligentes y se fabrican los
juguetes de nuestros niños se lanza ahora a convertirse en un
importante proveedor de comida. El valor de sus exportaciones de
productos alimenticios casi se ha duplicado entre 2005 y 2010,
llegando a alcanzar los 41.000 millones de dólares. Como comentaba
un experto del ramo, “China ha entrado en este mercado de forma
asombrosamente rápida e impetuosa”.
Pero como la imagen de esta nación de
sueldos bajos no goza de mucho predicamento entre los consumidores,
generalmente el ramo de los productos alimenticios calla acerca del
origen de sus mercancías. Mucha gente empezó a tener claro qué
porcentaje de la comida que tiene en el plato ha sido cosechada y
producida en China cuando hace tres semanas miles de escolares del
este de Alemania fueron víctimas de las fresas chinas contaminadas
con norovirus.
Fabricantes
chinos han vendido guisantes teñidos de verde, orejas de cerdo
falsas o aceite de mesa usado
Como siempre, China se ha adaptado
rápidamente a las necesidades del mercado. Si antes llegaban a
Alemania fundamentalmente especialidades, hoy en día existe un
mercado en expansión de productos básicos baratos e ingredientes
preelaborados, como, por ejemplo, las fresas cortadas en cubos de 10
kilos que fueron a parar a los comedores escolares alemanes.
Hay dos cosas que hacen de China un
país muy interesante para los grandes consorcios como Nestlé,
Unilever o Metro: el precio y las cantidades. “Naturalmente,
también podríamos comparar nuestras cebollas y setas a 10
proveedores diferentes, pero eso supone un despliegue inmenso”,
explica el director de un consorcio. Las empresas tienen que
instruir, atender y controlar a cada uno de sus proveedores.
Las tierras de labranza chinas son
inmensas, como lo es también la cantidad de mano de obra barata.
“Cosechar fresas, lavarlas y cortarlas supone mucho trabajo porque
apenas se puede utilizar ninguna máquina”, explica Félix Ahlers,
director de la empresa de productos congelados Frosta. Por eso
surtirse de fruta en Europa, como hace su consorcio, resulta caro.
Pero hay fabricantes que solo tienen en cuenta el precio.
La
variedad de la mercancía que ofrece China parece prácticamente
ilimitada. Por ejemplo, el país se ha convertido en el mayor
exportador de miel del mundo.
Además, ha intensificado la fabricación de productos elaborados:
los márgenes de beneficio en el mercado son aún mayores que los de
las materias primas. Una parte considerable de las capturas mundiales
de salmón se procesan en China para obtener, por ejemplo, salmón
ahumado.
“El
ajo se come en todas partes”, explica Wu Wiuqin, de 30 años, jefa
de ventas de una empresa agrícola cuyo nombre, Success [éxito], es
toda una declaración de principios. “Nosotros vendemos ajo en los
cinco continentes”. Más del 80% del ajo comercializado en todo el
mundo procede
de China.
Wu dice que en las ferias de alimentación comprueba que ningún país
del planeta puede medirse con ellos.
Pegatinas
para el transporte de animales en
China. / K.
PFAFFENBANCH (REUTERS)
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El
mayor problema que entrañan los productos alimenticios chinos son
las prácticas cotidianas de producción sobre el terreno: la carga
de productos tóxicos debida al empleo de pesticidas o las dosis
excesivas de antibióticos en la cría de animales, unido a veces a
una total falta de escrúpulos. En 2008, un producto químico, la
melamina, dañó
la salud de 300.000 bebés.
Los comerciantes chinos habían conseguido que la leche en polvo les
cundiera más añadiendo este producto que, entre otras cosas, es
perjudicial para los riñones.
Fabricantes
chinos han vendido también guisantes teñidos de verde que pierden
el color cuando se cocinan, orejas de cerdo falsas, col con una
sustancia cancerígena como es el formaldehído y aceite
de mesa usado, procedente de restaurantes, recogido en los desagües,
reprocesado y vuelto a embotellar. El periódico estatal China
Daily
ha informado incluso de la
existencia de huevos de gallina falsificados,
cosa que solo resulta chistosa si uno está seguro de que jamás va a
tener que comerse alguno.
En
China, donde la gente no tiene esa seguridad, el
activista Wu Heng se
ha convertido en toda una estrella. La pasada primavera Wu leyó algo
sobre un extraño polvo que los comerciantes añadían a la carne de
cerdo para venderla como cara carne de vacuno. Decidió crear una
página web con un mapa en el que se localizaban los escándalos de
la industria alimentaria china a partir de la información facilitada
por los medios de comunicación.
La
supervisión de los productos vegetales es muy laxa. La mayoría
llega a la UE sin pasar ningún control
Zhou Li, docente de la Universidad
Renmin de Pekín que investiga la seguridad de los productos
alimenticios, ha observado que, antes, los propios campesinos también
comían lo que vendían. Pero ahora, una vez que han tomado
conciencia de las consecuencias perjudiciales de los pesticidas,
abonos, hormonas y antibióticos, producen una parte de los productos
agrícolas para el mercado y el resto lo cultivan a la manera
tradicional para abastecer a su familia. Hay informes que hablan de
terrenos de labranza acotados donde se cultivan los vegetales que
adquieren los funcionarios de alto rango.
Es
cierto que en 2009 el Gobierno chino introdujo una
nueva ley de seguridad alimentaria
y en 2010 creó una
comisión de seguridad alimentaria.
Además, en el futuro, los consumidores que denuncien prácticas
ilegales recibirán una recompensa.
Ahora bien, con solo volver la vista
hacia Bruselas queda claro que todavía hay muchas cosas que están
manga por hombro. Allí, un sistema de alarma rápida para productos
alimenticios y forrajes avisa a todos los países de la UE cuando
aparece un producto contaminado. Pues bien, China tiene un
protagonismo desproporcionado: este año, hasta el mes pasado, se
contabilizaban en Bruselas 262 avisos referentes a productos chinos.
Entre ellos había pasta infestada de gusanos, gambas contaminadas
con antibióticos, cacahuetes malolientes o frutas escarchadas con un
contenido excesivo de azufre.
Ulrich Nöhle conoce a fondo la
producción de alimentos en China. Este profesor de química
alimentaria trabaja desde hace muchos años como auditor por cuenta
propia en China verificando la calidad de los productos para
comerciantes alemanes. Dice que lo que se recibe de China es “lo
que uno ha pedido previamente”. Se debe “especificar a los socios
comerciales cómo deben criar o cultivar el producto o, por ejemplo,
qué requisitos implica el sello bio”. Si uno se limita a encargar
en China mercancías lo más baratas posibles, sin sujeción a
controles de ningún tipo, es responsable de no recibir los productos
esperados.
Una vez que los productos están en
camino, apenas se efectúan más controles. En el puerto de Hamburgo,
donde se desembarcan la mayoría de los productos alimenticios
procedentes de ultramar con destino al mercado europeo, más del 15%
de los envíos con productos animales y del 20% de las mercancías
vegetales proceden ya de China.
Cuando se trata de pescado, carne, miel
o productos lácteos, antes de la llegada de la mercancía el
importador debe registrarla en la Oficina de Control Veterinario e
Importación del puerto de Hamburgo y presentar la documentación de
importación. A continuación, dicha oficina decide si la mercancía
se puede introducir en el país sin examinar. Los contenedores
precintados solo se abren en caso de duda. Entonces los veterinarios
analizan si funciona la refrigeración y si la mercancía ha sido
transportada a la temperatura adecuada. A partir de ese momento, las
ulteriores inspecciones son competencia de las instancias locales
encargadas del control de productos alimenticios que están más
familiarizadas con los chiringuitos de comida rápida y las granjas
que con los flujos globales de mercancías.
Una
explotación de fresas en Matou,
al este deChina.
/ FANG
DEHUA (AP)
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Este control insuficiente dificulta
también la investigación de las causas cuando surgen problemas. En
casi la mitad de los 3.697 casos en los que la UE lanzó advertencias
durante el año pasado, los defensores de los derechos del consumidor
“no pudieron rastrear la mercancía hasta llegar a sus productores
originarios”, explica Nöhle, el experto en China. Por lo menos sí
se ha llegado a saber quién es el proveedor de las fresas
contaminadas. Estas frutas fueron cultivadas, cosechadas y congeladas
en la provincia de Shandong y embarcadas rumbo a Hamburgo por la
empresa Foodstuff.
Una vez en Europa, la empresa de
alimentos congelados Elbfrost, un intermediario, se hizo cargo de las
44 toneladas de fruta y pagó las tasas aduaneras. Un día después,
la empresa transportó las fresas en camiones hasta Mehltheuer en
Sajonia. El principal cliente de Elbfrost era Sodexo, una empresa
internacional de catering con sede en Francia que gestiona 65 cocinas
regionales en Alemania. Funcionarios del Instituto Federal de
Valoración de Riesgos y fiscales de Darmstadt investigan ahora
laboriosamente en qué lugar se contaminaron las fresas.
La gerencia de Elbfrost declara que no
volverá a importar mercancías de China en el futuro. La empresa
dice que no puede garantizar que los proveedores chinos envíen
“mercancía de calidad impecable”. Pero si la calidad es dudosa
hasta ese punto, ¿por qué Elbfrost hacía pedidos a China? Hasta
ahora la empresa sajona no solo ha adquirido allí fresas, sino
también setas y espárragos. Elbfrost afirma que se ve abocado a
importar por el “precio económico” de las mercancías chinas. El
año pasado Alemania importó más de 31.000 toneladas de fresas
procesadas procedentes de China a un precio medio de 1,10 euros el
kilo.
Las
cadenas comerciales más grandes del mundo, Walmart, Carrefour, Tesco
y Metro, pero también fabricantes como Coca-Cola, Unilever, Barilla,
Campbell’s o Nestlé, han reconocido que no pueden fiarse ni de los
proveedores ni de los controles estatales. Pero tampoco se pueden
permitir poner en circulación productos alimenticios contaminados;
eso supondría un perjuicio inmenso para su imagen. Por eso los
grandes del sector se han unido en la Global
Food Safety Initiative
[Iniciativa Mundial para la Seguridad de los Alimentos] para
desarrollar controles de calidad propios.
En general, China está plenamente
capacitada para fabricar productos de alta calidad, explica un
controlador de productos alimenticios de Hamburgo, “pero uno recibe
lo que paga”.
Artículo
firmado por Susanne
Amann,
Charlotte
Haunhorst,
Udo
Ludwig,Maximilian
Popp,
Sandra
Schulz,
Andreas
Ulrich
y Bernhard
Zand.
2012 Der Spiegel. Distribuido por The
New York Times Syndicate. Traducción: Newsclip
1 comentario:
En relación a la diarrea, cito algunos remedios caseros que creo que pueden ser de ayuda;
remedios diarrea
Un saludo
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