Cada año se producen más diagnosis de autismo. ¿A qué se debe? (Stock)
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El de la doctora Stephanie Seneff es
uno de los nombres más polémicos de la ciencia estadounidense,
especialmente después que denunciase que los alimentos genéticamente
modificados (OGM) han disparado el número de enfermedades crónicas,
así como las alergias alimentarias y otras dolencias como la
diabetes, el alzhéimer, el párkinson, la esclerosis múltiple o el
síndrome de colon irritable, entre muchos otros. Los últimos
trabajos de esta científica del MIT ponen su foco en el autismo, una
enfermedad cada vez más frecuente y de la que, sin embargo, aún
disponemos de poca información.
Según la presentación que realizó el
pasado mes de junio, el glifosato, componente principal del herbicida
Roundup, es el principal causante de que estas enfermedades se hayan
disparado de forma tan rápida, así como la intolerancia al gluten.
El problema es que dicho herbicida es producido por Monsanto, el
mayor fabricante mundial de semillas transgénicas y una de las
multinacionales más poderosas del mundo, que ha defendido la
seguridad de su producto en su propia página web. Muchos no han
tardado en desacreditar la teoría de Seneff, como ocurre con la
veterana periodista de nutrición Tamar Haspel en las páginas de The Huffington Post. En dicho artículo, la autora recuerda que no se
trata más que pura especulación, no refrendada por ningún dato y,
además, desvela que Seneff está especializada en ciencia
computacional e ingeniería eléctrica, y que su interés por la
alimentación es reciente.
Sea como sea, lo que es innegable es
que la prevalencia del autismo ha aumentado sensiblemente durante las
últimas décadas, y aún no hemos sido capaces de llegar a un
consenso sobre la misma. Actualmente, alrededor de uno de cada 175
niños de todo el mundo nace con este trastorno, aunque varía en
cada país. En Estados Unidos, la prevalencia se encuentra
actualmente en el 1,5%, mientras que en 1975, tan sólo uno de cada
5.000 niños tenía autismo, según los datos publicados por K.
Wintraub en un artículo publicado en Nature. Seneff utiliza este
cuadro para trazar su previsión y asegurar que, si el crecimiento
sigue estable, para el año 2025 la mitad de los niños podría
sufrir autismo. "Al ritmo actual, uno de cada dos niños será
autista", anunció en la conferencia celebrada en Groton,
Massachusetts.
Uno de los principales problemas con el
autismo es que, en la mayor parte de casos, sus causas son
desconocidas. Como explicaba dicho artículo de Wintraub, en un 46%
es imposible explicar el origen del trastorno, aunque aduce otras
razones por las que se haya disparado el número de diagnósticos. Es
el caso de que algunos de los que simplemente habrían sido
considerados como víctimas de retraso mental ahora se clasifican
como autistas (25%) o aquellos que encajan en la descripción por un
mayor conocimiento de la enfermedad (15%). No existe un consenso
sobre los orígenes de la enfermedad, que se atribuyen tanto a causas
genéticas (los hermanos mellizos suelen desarrollar de igual manera
la enfermedad) o alteraciones neurológicas.
El estudio presenta una correlación
casi perfecta entre el aumento de la utilización de glifosatos y la
prevalencia del autismo aunque la correlación no tiene por qué
significar causalidad
Más preocupante aún resulta que el
autismo se deba a agentes ambientales, como la exposición a
determinadas sustancias durante el embarazo, algo se encontrarían en
sintonía con la tesis defendida por Seneff. Esta presenta una
correlación casi perfecta entre el aumento de la utilización de
glifosatos y la prevalencia del autismo aunque, como de costumbre, la
correlación no tiene por qué significar causalidad. Según la
teoría de la científica del MIT, el glifosato inhibe las encimas
CYP (citopromo p450), activas en muchos procesos metabólicos, y daña
la ruta del ácido skihímico, que sin embargo sólo es llevado a
cabo por bacterias, plantas, algas y hongos, pero no por animales,
algo que sus detractores o la propia Monsanto han planteado como una
importante inconsistencia. Seneff aclara, a tal respecto, que la
bacteria estomacal sí realiza dicho proceso, y que es necesaria para
proveernos con aminoácidos esenciales.
Otra dificultad con la que se
encuentran dichas investigaciones es que no han podido demostrar la
correlación entre el compuesto y su supuesto efecto pernicioso entre
hombres. Pero Seneff recuerda que este efecto es acumulativo, y que
es imposible que se refleje en estudios a corto plazo, como los que
se han realizado hasta el momento. Tan sólo una investigación a
largo término podría demostrar dicha vinculación. El estudio
publicado en la revista Entropy y realizado junto a Anthony Sampel
fue calificado como “falaz” por un artículo en The Examiner, que
recordaba que este no había aportado ninguna información, sino que
se había limitado a revistar otros estudios previos, algunos de los
cuales habían sido desacreditados, como aquel en el que Gilles-Eric
Sérallini aseguraba que las comidas genéticamente modificadas
provocaban la aparición de tumores en ratas.
La única solución, para Seneff, es
esa: prohibir por completo la utilización del glifosato en
agricultura
El glifosato, explican los
investigadores, puede encontrarse en la orina y en la sangre de las
embarazadas. En Estados Unidos, estos niveles son 10 veces superiores
a los de Europa. Y algunos de los biomarcadores del autismo como el
mal funcionamiento de la bacteria estomacal, la deficiencia en
metionina, el desorden mitocondrial o el síndrome de deficiencia de
la aromatasa pueden ser producto de una única causa, el tan
peligroso glifosato. En una entrevista con Alternet, Seneff aclaraba
que en Sri Lanka o El Salvador, muchos trabajadores del campo morían
jóvenes de problemas renales causados por el glifosato, lo que ha
provocado su prohibición en dichos países. La única solución,
para Seneff, es esa: prohibir por completo la utilización del
glifosato en agricultura.
Como cada vez que aparece una disputa
semejante, es complicado saber quién tiene razón y quién no, y
sobre todo, hasta qué punto. Ni siquiera un experto en química y
nutrición podría asegurar la falsedad o verosimilitud de dichas
investigaciones sin dedicarse, por su cuenta, a investigarlo, y ni
aun así llegaría a una conclusión definitiva. Además, siempre
quedará la sospecha de la influencia que grandes corporaciones
ejercen no sólo sobre diversos científicos a nivel individual, sino
también cómo esto condiciona a la comunidad científica en general.
Mientras tanto, el número de autistas, probablemente, seguirá
creciendo.
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