"No consiste en desarrollar
medidas proteccionistas sino en desplegar las bondades de un
desarrollo social y económico armónico y cohesionado"
Francisco Casero 09/12/2016
La superficie, el número de
productores, el volumen de facturación del sector ecológico crece a
buen ritmo. Al menos es ese el mensaje dominante. Ahora bien, debemos
siempre reflexionar si nos sentimos satisfechos, si cada uno de los
agentes sociales, públicos y privados estamos haciendo lo suficiente
y necesario para que el modelo de producción y consumo ecológico
ocupe el lugar económico y social que debería. El modelo
agroecológico es el único que da respuesta a los retos del siglo
XXI, pero aún no ocupa el lugar en la sociedad que debiera.
El consumo de productos certificados
como ecológicos sigue siendo demasiado reducido, la superficie
cultivada, el número de productores, transformadores y
comercializadores, tiene que seguir creciendo de manera
significativa. Según los últimos datos publicados, en el Estado
español 1.968.570 hectáreas están en producción ecológica,
37.870 operadores trabajan en el sector, 34.679 como productores
primarios, 3.492 como transformadores y comercializadores.
La Fundación Savia ha dirigido
diversos informes a las administraciones públicas solicitando que
fijemos como objetivo común para el año 2030 que el 30% de la
superficie, la producción y el consumo sea con criterios ecológicos.
Y aún a algunos les resulta muy ambicioso. Mínimo exigible diría
yo, tenemos que revisar nuestras escalas y varas de medir.
Es una cuestión que va más allá de
la propia salud. Apostar por el modelo ecológico es asumir una
responsabilidad propia y con el futuro, es ser honestos con nosotros
mismos, con el prójimo y con las generaciones futuras.
Ahora no la estamos asumiendo. No
existen políticas públicas transversales que reflejen una
convicción por el modelo. Es por eso por lo que vemos que no existe
una apuesta clara por la compra pública responsable, que recoja
criterios de sostenibilidad y proximidad, no se impulsa de manera
decidida la alimentación ecológica y sana en los comedores públicos
y sociales, no se está respaldando al sector productivo mediante
medidas públicas que incentiven a agricultores, ganaderos y
empresarios.
Andalucía está poniendo en marcha el
III Plan Estratégico de Producción Ecológica. La Junta de
Andalucía no es capaz de hacer frente a las demandas del sector,
similar circunstancia se está produciendo en Castilla-La Mancha
donde se está dejando fuera de los incentivos a miles de solicitudes
y a la vez se sigue con una alegre política de creación de centros
comerciales y de ocio donde abundan los establecimientos de comida
basura.
Más allá de cortinas de humo en forma
de páginas de periódico o anuncios generalistas que, está probado,
no calan en la población, no se están poniendo en marcha acciones
específicas que hagan crecer el mercado. Por el camino, seguimos
aumentando el consumo de carne, la importación de alimentos
producidos a miles de kilómetros en detrimento de la producción
local.
Mejorar la cadena de valor del mercado
de alimentos
No consiste en desarrollar medidas
proteccionistas sino en desplegar las bondades de un desarrollo
social y económico armónico y cohesionado. Son las empresas locales
las que crean riqueza y empleo en el territorio, son las empresas
ecológicas las que tienen demostrada una mayor vinculación con el
lugar y la sociedad en la que desarrollan su actividad.
Resulta fundamental seguir mejorando la
cadena de valor del mercado de alimentos, la producción local y en
ecológico ofrece muchas respuestas, muchas mejoras a la misma. El
80% de los alimentos que encontramos en nuestros platos procede de la
agricultura familiar. Otorgar transparencia al mercado, mejorar la
información suministrada a los consumidores permitiría trasladarles
mayor conciencia y responsabilidad. Muchos deberíamos saber, del
precio que pagamos por un alimento, cuánto recibe un productor o
cuánto tiene que ir destinado a medidas que palíen la contaminación
generada en la producción, transporte y reciclaje de residuos. A
buen seguro que el modelo de producción ecológico mejoraría su
posición competitiva a los ojos de los compradores.
El actual descontento del sector
productivo sobre la política de asignación de ayudas no es más que
la punta del iceberg. Ayudas, que, además, van escasamente ligadas
al compromiso real y duradero de los beneficiarios.
Una parte menos visible de las acciones
públicas y privadas esconde, un nulo sentido crítico hacia las
directrices de la PAC, la incapacidad de reconocer la inviabilidad de
ciertos cultivos, destructores de recursos, el absoluto fracaso de
las acciones de concienciación, la falta de ejemplo en las conductas
y prioridades de las administraciones públicas. En definitiva, una,
en el fondo, falta de convicción en el modelo de producción
ecológico que puede pasarnos una factura impagable.
La responsabilidad tiene que ser
compartida. El sector privado tiene que ser más dinámico, más
eficiente, más acorde con la disponibilidad y calidad de los
recursos, tiene que territorializar su actividad, ejerciendo de
agente social, aplicando prácticas respetuosas con el entorno.
Igualmente, resulta imperioso impregnar
de manera trasversal las políticas públicas de conceptos y
principios de la ecología social, sólo así, podremos seguir
manteniendo un desarrollo y calidad de vida aceptable en el futuro. Redefinir políticas como la Política Agraria Común (PAC) hacia un
claro y contundente compromiso medioambiental, revertir el proceso de
migración hacia las ciudades y la costa, apostar de forma clara y
contundente por un modelo productivo agroecológico que permita la
generación de riqueza y empleo de manera sostenible y sostenida,
tiene que ser el camino.
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