La asociación de Electro y Químico
Sensibles por el Derecho a la Salud llama a la prudencia y el rigor
entre los agentes sociales y medios de comunicación a la hora de
difundir un informe sin consenso internacional y con incongruencias
demostrables
- El negacionismo y la banalización de los estudios científicos solventes sobre esta materia muestran la urgencia desmesurada del Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS) por zanjar un tema que sigue acumulando evidencias científicas
- Para allanar el camino a la tecnología 5G, el informe del CCARS desinforma a la población ante la preocupación generalizada por los efectos de esta tecnología
- El informe de los telecos hace propaganda a favor de los intereses de la industria mostrando conflicto de interés
Ante la presentación del nuevo informe
del Comité Científico Asesor en R adiofrecuencias y Salud (CCARS),
que tanta difusión mediática ha tenido en los últimos días, la
asociación Electro y Químico Sensibles por el Derecho a la Salud
(compuesta por afectados de electrohipersensibilidad y sensibilidad
química) denuncia el enfoque tendencioso de este informe y el
conflicto de interés de la organización privada CCARS, que depende
del Colegio de Ingenieros de Telecomunicación. Dada la inminencia de
la tecnología 5G, la creciente tecnificación de la sociedad y la
controversia que ésta presenta a nivel científico y social, el
CCARS, autoproclamado comité asesor del Gobierno, ha presentado un
informe sin consenso internacional que se apresura a garantizar y
justificar la total inocuidad en la salud humana del gran despliegue
tecnológico de wifis, antenas de telefonía móvil y dispositivos
móviles que se está acometiendo en todos los ámbitos
Este informe desdeña advertencias como
la llamada al Principio de Precaución, emitida en 2011 por la
Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa en su Resolución 1815,
en la que se alerta sobre los efectos biológicos para la salud
humana de los campos electromagnéticos, y en especial del peligro
sobre la salud de los niños y los adolescentes de los dispositivos
inalámbricos que emiten microondas (móviles, WiFi, etc.). También
con este estudio el CCARS minimiza la advertencia de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que incluyó en 2011 a las ondas
electromagnéticas en el grupo 2B de la clasificación de elementos
cancerígenos, así como la actualización del macroestudio
Bioinitiative de 2012.
Especialmente reseñable es el
Llamamiento Científico Internacional del 11 de mayo de 2015,
International EMF Scientist Appeal, que más de 200 científicos
internacionales independientes y expertos en bioelectromagnetismo
presentaron ante la ONU y la OMS para reclamar una legislación que
proteja a la población internacional de los efectos de los campos
electromagnéticos, amparándose en más de 2000 estudios -cifra muy
superior a los 350 que dice haber revisado el CCARS-. Este
llamamiento aún vigente alerta de que los campos electromagnéticos
“afectan a los organismos vivos muy por debajo de las directrices
internacionales y nacionales”, además del “aumento de riesgo de
cáncer, estrés celular, aumento de radicales libres dañinos, daños
genéticos, cambios estructurales y funcionales del sistema
reproductor, déficit en el aprendizaje y la memoria, trastornos
neurológicos y efectos negativos en el bienestar general de los
seres humanos”.
Muy al contrario, el informe del CCARS
no ha tenido en cuenta estas evidencias en sus conclusiones y
minimiza todo ello como “mareos, vómitos y malestar general”,
cuando los enfermos de electrohipersensibilidad padecen una
sintomatología más amplia y discapacitante provocada por la
exposición, que según investigaciones se debería a la apertura de
la barrera hematoencefálica y conllevaría un riesgo adicional de
desarrollar enfermedades crónicas neurodegenerativas. Sin embargo el
informe del CCARS se sigue respaldando en el efecto nocebo, que la
comunidad científica independiente ya no da por válido al haber
sido totalmente descartado ante la evidencia de respuestas
fisiológicas objetivadas, lo que queda de manifiesto en la
Declaración Científica Internacional de Bruselas sobre EHS y SQM de mayo de 2015.
En su lugar, las técnicas de imagen
médica y detección de marcadores biológicos en sangre proporcionan
un método de diagnóstico más objetivo y estudian además la
relación entre la electrosensibilidad y la sensibilidad química
múltiple, enfermedad provocada por los tóxicos ambientales
presentes en aire, agua, alimentos etc. Estos
marcadores biológicos pueden consultarse en Reliable diseasebiomarkers characterizing and identifying electrohypersensitivity andmultiple chemical sensitivity as two etiopathogenic aspects of aunique pathological disorder (Belpomme, Campagnac e Irigaray, 2015Review of Enviromental Health.
El negacionismo sobre la
electrosensibilidad como afección orgánica está generando en las
personas damnificadas un nuevo tipo de exclusión que supone una
vulneración de sus derechos fundamentales, además de la pérdida de
la salud. Sin embargo, la realidad cotidiana de nuestra asociación
es que cada vez nos llegan más personas afectadas cuyos síntomas
disminuyen cuando reducen su exposición.
Por tanto, cuando países europeos como
Francia ya han tomado medidas con respecto a la aplicación del
principio de precaución protegiendo principalmente a la infancia,
prohibiendo el uso de wifi y tecnologías inalámbricas en escuelas
infantiles y con algunas iniciativas en marcha de reducir niveles de
emisión en hospitales con sistemas inalámbricos no peligrosos
(LIFI), consideramos que negar la evidencia en pro de los conflictos
de interés no es el camino a seguir. Por eso denunciamos que el
informe de CCARS puede poner en peligro la salud de la población al
ningunear información científica rigurosa y múltiples estudios
actuales sobre esta materia.
Para ampliar la información consultar:
Ampliaciones a la nota de prensa de EQSDS por la presentación del nuevo informe del Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS)
http://electrosensiblesderechosalud.org/
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