jueves, 25 de mayo de 2017

ME DUELE…

Hoy he leído una entrevista que me ha dolido. Era una entrevista en la que un psicólogo hablaba sobre el dolor, la fibromialgia y la fatiga crónica. Sí, me ha dolido, pero no como le duele la vida a una persona que sufre fibromialgia. No ha sido ese dolor sordo que les acompaña de noche y de día. No ha sido ese dolor cruel que espera pacientemente a que se pase el efecto del analgésico tomado con una mezcla de ilusión y desesperanza…

Me ha dolido que dijeran que el dolor es secundario a un estado de nerviosismo, ansiedad o tristeza; cuando la realidad es que el dolor crónico, aquel que te tortura cada día, es capaz de deprimirte, angustiarte, robarte la ilusión por la vida y de cambiarte el estado de ánimo. Trata de recordar tu peor dolor de cabeza, de barriga o de espalda y ahora trata de imaginarte que cada día del mundo lo estás sintiendo, de día y de noche. Trata de imaginarte que te duele el peso de la sábana, el peso de tu pelo y el solo hecho de estar de pie, sentado o tumbado. Trata de imaginarte que no hay manera de descansar y desconectar del dolor. ¿Acaso no estarías angustiado, deprimido o de los nervios?

Quizás algún día nos demos cuenta de que el estado psicológico que acompaña al dolor es consecuencia y no causa. Que un profesional de la psicología no lo entienda así y estigmatice a las personas que sufren dolor me duele.

Me duele que digan que hay personas que con dos semanas de tratamiento dejan de sentir dolor. No digo yo que no haya pasado, pero creo que tendríamos que matizar qué tipo de dolor sentían. Personalmente conozco a más de una persona que ha utilizado la fibromialgia, la fatiga crónica e incluso la depresión para hacer chantaje emocional y conseguir así captar la atención de las personas que tiene cerca.

Este tipo de simuladores, más o menos conscientes de su simulación, no pueden equipararse, ni eclipsar, ni mucho menos relativizar el sufrimiento de aquellos que no están simulando. Hace unas escasas semanas una “persona afectada de fibromialgia” se curó milagrosamente el mismo día que dejó a su pareja para unirse a otra persona. Permíteme que dude de su dolor, tanto como de su curación.

Me duele que se hagan negocios con el dolor. Con el dolor no se puede hacer nada más que compensarlo conscientes de que de momento no hay mucho que ataje el origen del mismo. Pero ello no supone que se olvide la investigación, más bien lo contrario, tenemos que redoblar esfuerzos para atajar este cancer silencioso y menospreciado que está matando en vida a millones de personas., destrozando su ilusión, su futuro y sus ganas de vivir.

Me duelen los diagnósticos frívolos y superficiales, prepotentes incluso, en los que un médico se precipita en sus conclusiones y fijándose únicamente en los síntomas más evidentes, concluye que ya no merece la pena seguir investigando en la causa de ese dolor. Me duele la mirada de superioridad e incredulidad con la que un médico escucha lo que un paciente afectado de fibromialgia tiene que explicar. La etiqueta ya está puesta, nada va a cambiar su opinión.

Me duele, mucho más, la crueldad con la que inspectores y tribunales médicos deciden que el dolor que sufre una persona no es para tanto y que seguro que puede trabajar de alguna cosa que no requiera esfuerzo físico, sin tan solo mirar a los ojos de su interlocutor para no tener que ver una mirada cansada, abatida y desesperada que les haga cuestionarse que un día juraron que lucharían contra el dolor, así como la ética de su praxis y al servicio de quién están.

Me duele que no se entienda que la vida de una persona afectada por dolor o fatiga crónica no es vida. Y me duele mucho más cuándo el que no lo entiende es un profesional de la salud que tendría que tener una sensibilidad especial. Aquel que crea que el origen del dolor es psicológico y que la mente puede controlarlo le propongo que realice un sencillo experimento. Si quieres comprobar cómo el dolor puede condicionar toda tu vida y cómo tu mente no puede hacer absolutamente nada para controlarlo, no tienes más que pellizcarte la oreja con una pinza de la ropa, apretarte dos ojales más el cinturón, ponerte unos zapatos de talla menor a la que utilizas o pincharte con una aguja cada diez minutos, durante todo un día. Al final del día trata de imaginarte que el resto de tu vida será así, cada día, cada noche… Y entonces, solo entonces, llegaras a imaginar lo que puede llegar a sentir una persona afectada por el dolor y la fatiga crónica…

Sí, solo imaginar, como la punta del iceberg que asoma por encima del mar, ya que nadie, absolutamente nadie que no lo haya vivido, puede tener una idea de la tortura que supone saber que tu vida estará empañada por el dolor y por la fatiga.

Me duele que la vida te duela. Me duele y me entristece.

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