Por Carlos Alvarez Berlana
El Proyecto CEM de la OMS y la ICNIRP
criticados por la comunidad científica por sus conflictos de interés
y por su planteamiento de negación de efectos biológicos no
térmicos y consecuencia de la exposición crónica y a largo plazo
de la población mundial
Científicos del Grupo BioInitiative y
del ECERI han pedido a la OMS que incluya a investigadores que no
sean de la ICNIRP en la elaboración de la próxima monografía del
Proyecto CEM
Nuevas investigaciones siguen alertando
frente a los peligros de la creciente exposición electromagnética
Mientras en el Parlamento Europeo está
en proceso una propuesta de resolución para impulsar las redes
inalámbricas 5G que incluirán nuevas frecuencias del espectro
electromagnético ante las que están alertando expertos científicos
por los nuevos peligros para la salud que implicará; el Proyecto CEM
–campos electromagnéticos- de la OMS –EMF Project- ultima un
documento sobre criterios de salud ambiental envuelto en la polémica
desde sus comienzos. La monografía de la OMS sobre radiofrecuencias
ha sido criticada tanto por la composición del staff como por los
criterios metodológicos del informe. En 2014 el Proyecto CEM
presentaba un borrador abierto a consulta en el que no se
identificaba a los autores, no se ofrecía los capítulos esenciales
ni bibliografía completa, a pesar de que de manera anticipada
descartaba toda evidencia de efectos no térmicos para la salud
humana. La consulta pública fue considerada por algunos
investigadores como farsa pues iba destinada a corroborar la
incompleta información ofrecida y no a incorporar nuevas
investigaciones.
El Proyecto CEM –campos
electromagnéticos- de la OMS –EMF Project- surge en 1996 con el
objetivo prioritario farsa de lograr una armonización de las normas
de seguridad en cuanto a los límites de emisión de campos
electromagnéticos de radiofrecuencia. Aunque países como Rusia y
China rechazaron los nuevos baremos, naciones como Polonia y la
república Checa aumentaron sus límites a instancias del Proyecto
CEM de la OMS. El primer presidente, Michael Repacholi, fue a la vez
presidente de la ICNIRP –Comisión internacional para la protección
de la radiación no ionizante-, fundada por la IRPA en 1992, y que
sigue los postulados y los límites propuestos por el IEEE -Instituto
de ingeniería eléctrica y electrónica de los Estados Unidos-. La
ICNIRP, que es una institución privada bajo el estatus de
Organización No Gubernamental, surge en el ámbito de la industria
nuclear, cuyos miembros son por designación interna y de la IRPA y
cuyas fuentes de financiación son desconocidas. La ICNIRP ha
mantenido una posición de negación de riesgos duramente criticada
por excluir múltiples investigaciones científicas que demuestran
alteraciones biológicas por debajo de los límites de intensidad de
sus recomendaciones. Los Estados Unidos, Canadá y la mayoría de
países de la UE como Alemania, Inglaterra o Francia siguen en su
normativa los límites marcados por la ICNIRP y apoyados por la OMS.
El Proyecto CEM de la OMS en cuanto a planteamientos e investigadores
adscritos es indistinguible de la ICNIRP, y la ICNIRP ha sido
reiteradamente acusada de seguir las tesis más favorables a la
industria de las telecomunicaciones. En la actualidad los seis
miembros del grupo principal del Proyecto CEM de la OMS incluida su
presidenta pertenecen también a la ICNIRP. Si repasamos los
conflictos de interés en el seno de la ICNIRP, nos encontramos con
que prácticamente todos sus expertos científicos tiene vínculos
con empresas de telecomunicaciones. Mirando los curriculums públicos,
pues en muchos casos sus declaraciones de interés ante la ICNIRP
omiten información sustancial, este grupo de expertos integrado en
su mayor parte por ingenieros, por encima de epidemiólogos o
biólogos, trabaja para fundaciones creadas o financiadas por
empresas de telecomunicaciones, asesora directamente a asociaciones
de ingeniería por el desarrollo tecnológico, tiene investigaciones
financiadas por entidades de las empresas de telefonía como la GSM
association, la Mobil manufacturer forum o participadas por empresas
de telefonía como la MTHR -UK´s Mobile telecommunication and health
research program-, o forma parte de fundaciones o programas por la
seguridad radiológica de origen público pero financiadas al 50% por
fondos privados de la industria como la Fondation santé et
radiofréquences de Francia o la Fundación sanidad y
radiofrecuencias de Suiza.
En Enero de este año, asociaciones
europeas de electrosensibles y en contra de la contaminación
electromagnética -entre las que estaban EQSDS y la PECCEM de España-
expresaron su adhesión a la carta enviada por el Grupo de trabajo
BioInitiative a la OMS pidiendo un panel de expertos equitativo que
no estuviera copado por miembros de la ICNIRP afín a la industria de
cara a la próxima publicación de la monografía sobre CEM por parte
de esta organización. En Marzo, Oleg Grigoriev, presidente de la
RNCNIRP –Comisión nacional rusa de protección radiológica-
enviaba una carta a María Neira –directora de Salud pública y
medioambiente de la OMS y Emilie Van Deventer –directora del
Proyecto CEM de la OMS- solicitando un grupo de trabajo de la OMS
sobre radiofrecuencias equilibrado en el que estén representados los
científicos que corroboran efectos no térmicos, como condición
para alcanzar un conclusión creíble. Ese mismo mes, el ECERI
-Instituto europeo para la investigación del cáncer y el
medioambiente- con sede en Bruselas informa de su reunión con María
Neira con la finalidad de que la organización mundial incluya los
efectos no térmicos de los campos electromagnéticos en la salud en
el documento que se está realizando. En esa reunión, la responsable
de la OMS María Neira se mostró abierta a recibir información
científica, pero rechazó que se vaya a cambiar la composición del
grupo básico de elaboración de la monografía, en el que cinco de
los seis miembros pertenecen a la ICNIRP, y se negó a mantener más
reuniones. En la actualidad las aportaciones públicas están
cerradas y los capítulos 1, 3 y 14 sobre evaluación de riesgos
siguen sin estar disponibles para consulta.
En 2006, tras diez años al frente del
Proyecto CEM y después de saberse que había estado recibiendo
financiación irregular procedente del Mobile Manufactures Forum
–MMF- a través de un hospital en Adelaida, Michael Repacholi
abandona la OMS. Pocos meses después de dejar el cargo testificaba
como perito de la industria ante el consejo designado por el Estado
de Connecticut a favor de los trazados de líneas de alta tensión
propuestos por la Connecticut Light Power y la United Iluminated
Company. Repacholi, que durante su mandato había invitado a las
industrias de telecomunicaciones y militar a las reuniones del
Proyecto CEM, posteriormente ha participado en actos promocionales de
la industria como los realizados por la Association GSM e Hydro
Québec. En la actualidad sigue siendo presidente emérito de la
ICNIRP. Al frente del Proyecto CEM le sucede Emilie Van Deventer,
doctorada en ingeniería eléctrica por la Universidad de Michigan,
que entre 1992 al 2000 fue profesora adjunta de ingeniería
informática en una cátedra financiada por Bell Canada y Nortel en
la Universidad de Toronto. Van Deventer, miembro del IEEE, es
contratada en el 2000 para el Proyecto CEM a pesar de no tener
conocimientos previos en medicina, biología o epidemiología y haber
estado sus investigaciones financiadas por el CRSNG –Consejo de
investigación de ciencias naturales e ingeniería de Canadá-, CITO
–Communications & Information Technology Ontario- y Nortel.
Emilie Van Deventer ha publicado diversos artículos científicos, en
su mayoría junto a Michael Repacholi, negando los riesgos para la
salud de la radiación de la telefonía móvil. En un artículo
científico de 2006, también junto a Michael Repacholi, Van Deventer
se posiciona en contra de la aplicación del Principio de Precaución
en relación a los riesgos de los Campos electromagnéticos de las
tecnologías inalámbricas. Entre las instituciones colaboradoras del
Proyecto CEM de la OMS está el ejército de los Estados Unidos, que
por medio de la AFORS –Air Force Office of Research Scientif-
participa en investigaciones destinadas a descartar los riesgos de
las microondas. En este caso los intereses de las compañías de
telefonía representados en el Proyecto CEM de la OMS coinciden con
los del ejercito de los Estados Unidos en una política para
implantar límites permisivos que posibiliten la utilización de
radares más potentes y diversos equipos electrónicos militares en
todo el mundo.
En 2015 más de 200 científicos
expertos en bioelectromagnetismo realizaron un llamamiento a los
dirigentes de la ONU y de la OMS alertando sobre el problema para la
salud que va a suponer el aumento de campos electromagnéticos de las
nuevas tecnologías inalámbricas. En 2011 la IARC clasificó los
campos electromagnéticos de radiofrecuencia –emitidos por móviles,
wifis y otros dispositivos inteligentes- como categoría 2B o
posiblemente cancerígeno. Algunos científicos como Lennart Hardell
solicitaron una clasificación más estricta como categoría 1 o
demostrado agente cancerígeno. Desde el año 95 en el que Henry Lai
demostró un aumento de daños en el ADN consecuencia de la
exposición a campos electromagnéticos de microondas las evidencias
en cuanto a procesos biológicos, estudios de laboratorio y
epidemiológicos respecto de la radiofrecuencia como causante de
cáncer se han ido multiplicando. En 2016 el National Toxicology
Program –NTP- de los Estados Unidos publicó un avance del estudio
encargado por la Food and Drug Administration –FDA- en el que
encontraba un aumento de cáncer cerebral y de corazón en ratas
expuestas a radiofrecuencia de telefonía. Paralelamente al
incremento de la contaminación electromagnética hemos asistido a un
aumento de enfermedades como las neurodegenerativas y trastornos de
la conducta infantil que diversos autores e informes consideran que
están relacionadas con los campos electromagnéticos artificiales.
Sin embargo, a pesar de toda esta información científica y de los
llamamientos institucionales, científicos y ciudadanos el Proyecto
CEM de la OMS prepara una monografía en la cual sólo se
considerarán los efectos asociados al calentamiento de los tejidos y
descartará cualquier riesgo a largo plazo consecuencia de la
exposición crónica a radiofrecuencias a la que está sometida
actualmente la población mundial.
Carlos Alvarez Berlana
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