Por Miguel Jara
Sabemos que
una agricultura (y ganadería) basada en el uso de productos químicos
tóxicos, como los pesticidas, envenena el medio natural y a nosotros
mismos. La utilización de pesticidas en la agricultura causa muchas
enfermedades pero ¿qué datos más o menos recientes tenemos y cual
es la dimensión del problema?
Cada año se esparcen sobre las áreas
cultivadas de la Unión Europea (UE) más de 400.000 toneladas de pesticidas. Según los últimos datos de Eurostat, nuestro país es
donde más se utilizan estos productos destinados a “matar bichos”.
Así nos lo cuenta el periodista Carlos de Prada en el informe
Alimentos con residuos de pesticidas alteradores hormonales.
Un alto porcentaje de los productos
alimentarios europeos contienen residuos de pesticidas, tal y como
muestran los informes regulares de la Agencia Europea de Seguridad
Alimentaria (EFSA). Existe una exposición generalizada de la
población a estas sustancias.
Muchos pesticidas son disruptores
endocrinos, esto es, sustancias que podrían alterar el equilibrio
hormonal.
Son sustancias como el polémico
glifosato, el herbicida más utilizado en el mundo (en Francia se han
hecho estudios que muestran que casi todo el mundo lo orina);
clorpirifos, cipermetrina, dimetoato, epoxiconazol, procloraz,
conazol, tebuconazol o tiacloprid.
Numerosos estudios científicos muestran que las sustancias disruptoras endocrinas podrían actuar a niveles muy bajos de concentración, inferiores a los de los límites legales actualmente establecidos. Es más, de modo semejante a como sucede con las sustancias cancerígenas, por ejemplo, se duda también de que para las sustancias disruptoras endocrinas se pueda establecer un umbral realmente seguro de exposición por bajo que sea”, afirma el informe.
Estas sustancias una vez en nuestro
organismo imitan la actividad de las hormonas y con sus “mensajes”
confunden los sistemas claves de nuestro cuerpo provocando
disfunciones. Los daños más conocidos son los relacionados con la
sexualidad y la fertilidad y también con el debilitamiento del
sistema inmunitario y los retrasos en el aprendizaje infantil.
Los pesticidas disruptores endocrinos
han sido asociados a infinidad de posibles efectos secundarios como
diferentes tipos de cáncer, malformaciones, diabetes u obesidad. De
hecho, hace tiempo nos preguntamos en este blog: ¿Estamos más gordos porque somos más tóxicos?
Existe relación causal entre el
aumento de los químicos tóxicos ambientales (más bien serían
industriales) y el crecimiento de la frecuencia de la obesidad en la
población.
Muchas
sustancias químicas sintéticas con las que nos relacionamos todos
los días son los conocidos como “disruptores endocrinos” que interfieren con nuestro sistema hormonal, causando alteraciones en
nuestro metabolismo. Lo hacen porque el cuerpo las acumula y las
“confunde” con nuestras hormonas y pueden interferir con la
regulación y conservación de la energía.
Las enfermedades son el reflejo de la
pérdida de calidad de vida de una sociedad. Por paradójico que
pueda parecer además, esos efectos de la industrialización
alimentaria mal concebida también tiene un reverso económico. Un
ejemplo que cita De Prada:
La Endocrine Society, entidad de referencia mundial en el ámbito de las enfermedades ligadas a las hormonas atribuye a un tipo de pesticidas, los organofosforados, unas pérdidas económicas de unos 146.000 millones de euros anuales en Europa a causa de los daños sobre el sistema nervioso central infantil que se saldan con la pérdida de millones de puntos de coeficiente intelectual entre otros efectos”.
Las alertas oficiales sólo se disparan
cuando esos límites se superan, cosa que solo sucede con un porcentaje reducido de las muestras que se analizan. Así que intenta
convencerse a la población de que ello no representa un riesgo
para su salud pero no es así.
Si antes citaba lo del glifosato en la
orina de franceses y francesas hay que tener en cuenta otro dato:
Existen estudios en Europa que muestran que más del 90% de los niños
y madres analizados tenían en su orina al menos un metabolito asociado a la exposición a pesticidas organofosforados y que un 30%
tuviese cuatro de los metabolitos estudiados.
La exposición a estos productos
tóxicos es a través de la dieta, como comentaban los autores de la
investigación. Y se mostraron preocupados porque la amplia
literatura científica sobre el tema asocia una mayor presencia de
estos residuos con un aumento del riesgo de padecer problemas de
salud durante la infancia.
Hay que saber que sólo en la UE
existen unas 480 sustancias autorizadas para su uso industrial en la
agricultura. Pero los criterios oficiales hoy han quedado obsoletos,
no tienen en cuenta el nivel de conocimiento actual de la ciencia o
lo que es lo mismo, esta va muy por delante de los reguladores cuya
indefinición y lentitud en la toma de decisiones que favorezcan la
salud pública es clamorosa (¿quizá por la enorme presión de los
lobbies que actúan en el ámbito?).
Se fijan límites de concentración de
residuos de pesticidas considerando que si esos niveles no se superan
no existe riesgo para la salud. Los llamados Límites Máximos de
Residuos (LMR), que junto con la Ingesta Diaria Admisible (IDA),
constituyen las supuestas líneas de defensa de la salud de los
ciudadanos frente a estos contaminantes.
Pero lo que hoy sabe la ciencia al
respecto plantea una gran incertidumbre acerca de si los LMR y la IDA
cumplen adecuadamente su función de ofrecer una plena garantía
sanitaria.
¿Por qué? El informe lo explica:
Pues porque a la hora de establecer los Límites Máximos de Residuo no se ha tenido en cuenta lo que la ciencia sabe acerca de los efectos de disrupción endocrina como, por ejemplo, su capacidad de causar efectos a muy bajas concentraciones, muy inferiores a los límites legales, en especial sobre sectores de población más sensibles tales como los niños o las embarazadas, ni el efecto cóctel [sustancias que de manera aislada pueden no tener un efecto sí pueden causarlo cuando están juntas]”.
Los científicos no tienen claro que
pueda haber un umbral seguro claro de exposición a estas sustancias,
lo que cuestiona que los Límites Máximos de Residuos de estos
productos garanticen con claridad la defensa de la salud.
Todo esto nos lleva a que han de
adoptarse medidas urgentes que tienen que ver con la prohibición de
estas sustancias, la correcta información para que el derecho de la
población a la salud sea auténtico y la implantación de un modelo
sano de producción de alimentos que pasa porque sea ecológico todo
el proceso.
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