Silvia Ribeiro
El llamado arroz dorado es uno de los
mitos más caros de la industria biotecnológica para intentar
cambiar el rechazo generalizado a los transgénicos
Lo presentan como el arquetipo del
transgénico bueno porque es un arroz que expresa un precursor de la
vitamina A, cuya falta es una deficiencia importante para muchas
personas que padecen malnutrición y que en casos extremos puede
llevar a la ceguera. Sus promotores no han logrado probar que en la
práctica realmente sirva para aportar vitamina A. Además, en 2017,
científicos en India dieron cuenta de un experimento de campo que
mostró que al integrar ese constructo transgénico al arroz, cayó
el rendimiento y la calidad del cultivo de tal modo que la cosecha
fue inservible.
El llamado arroz dorado ha sido usado
abundantemente como arma de propaganda. Una carta –nada científica–
firmada por un ciento de Premios Nobel en 2016 fue quizá el ejemplo
más ilustrativo de la manipulación que ha hecho la industria de los
transgénicos con este arroz. La carta está plagada de falsedades,
que deberían avergonzar a quiénes la firman y a quiénes siguen
citándola como si fuera un documento serio.
(https://tinyurl.com/y9742ang)
Este tipo de campañas no sorprende por
parte de la industria agro-biotecnológica, en la que se cuenta
empresas como Monsanto, de la que se ha probado hasta casos de
corrupción para aprobar sus productos, por ejemplo en Indonesia. Lo
sorprendente en este caso es que el arroz dorado no existe
funcionalmente, ya que ni los científicos que lo promueven ni
Syngenta, que lo tiene patentado, han logrado hasta ahora producir
una línea estable de arroz dorado que cumpla con los beneficios que
le atribuyen.
A esto se sumó en 2017 que en
experimentos de campo realizados en la India, el constructo
transgénico transferido a una de las mejores variedades de ese país
dañó significativamente la productividad y calidad del arroz. Un
equipo de científicos hizo un estudio introduciendo los rasgos
transgénicos para hacer arroz dorado con la variedad Swarna, una
variedad muy productiva de la India. El arroz resultante expresó
provitamina A, pero el rendimiento bajó drásticamente, con plantas
enanas, hojas pálidas, muy pocos granos y raíces laterales
anormales.
Luego de análisis detallados, el
equipo concluyó que la atrofia de las plantas se debió a la
interferencia del constructo transgénico del arroz dorado con la
producción de auxinas, hormonas vegetales propias del arroz que
promueven su crecimiento. (Bollinedi et al, 2017
https://tinyurl.com/y94t6bjp)
Al respecto, la Dra. Allison Wilson
reflexiona en un artículo en Independent Science News en octubre
2017, que con impactos imprevistos de tal gravedad, es hora de decir
adiós a este costoso y fallido experimento.
(https://tinyurl.com/yb74o8d4)
Los que promueven los transgénicos
aseveran que si este arroz no pudo llegar a comercializarse, fue por
la oposición de organizaciones ambientalistas a los transgénicos,
lo cual habría impedido a los niños del tercer mundo acceder a él.
La realidad, afirma Wilson, es que después de dos décadas y pese a
una cantidad enorme de recursos, tiempo y apoyo financiero inusitadas
para cualquier investigador público, queda claro que son problemas
intrínsecos al desarrollo de OGM lo que ha impedido su
comercialización. Según el Dr. Jonathan Latham, director de
Bioscience Resource Project y citado en el mismo artículo, “el
arroz dorado de Syngenta causó un colapso metabólico [en el arroz
de India] … Las críticas clásicas a la ingeniería genética en
el desarrollo de cultivos se basan por una parte en que el ADN
foráneo introducido perturba las secuencias genéticas nativas y por
otra en que habrán interferencias imprevisibles del metabolismo
normal de las plantas. La experiencia con el arroz dorado ejemplifica
ambas fallas a la perfección”.
Esto es el problema fundamental de la
ingeniería metábolica, afirma Wilson. Parece ser más fácil
alterar artificialmente el metabolismo de las plantas –por ej, para
que produzcan el precursor de la vitamina A– que controlar que no
ocurran alteraciones imprevistas al mismo tiempo, con efectos
negativos para el desarrollo de los cultivos.
El denominador común de los
experimentos con ingeniería genética, transgénicos y la ahora
llamada edición genómica es el enfoque extraordinaria e
intencionalmente estrecho para apreciar tanto los problemas que se
supone quieren solucionar, como los medios para conseguirlo.
Por ejemplo, se enfoca sólo en la
deficiencia de vitamina A, aislándola de la situación general de
pobreza y malnutrición (que provoca muchas otras deficiencias) de
quienes la padecen. En Filipinas –país donde se desarrolla el
arroz dorado– las campañas para mejorar la alimentación,
volviendo a integrar verduras y arroz tradicionales en la dieta, han
dado excelentes resultados para cubrir la deficiencia de vitamina A
de forma durable, con un costo muchísimo menor. Ya ni siquiera se
considera un problema de salud pública.
La solución tecnológica propuesta por
la industria y biotecnólogos, ignora además (u obvia
intencionalmente) la complejidad de los genomas y sus interacciones
dentro de los organismos y en la co-evolución con los agro y
ecosistemas, produciendo aberraciones como sucedió con una de las
más productivas variedades de arroz de la India.
Por todo ello es absurdo que
empresarios-biotecnólogos en México, como F. Bolívar Zapata, Luis
Herrera Estrella y A. López Munguía, usen el mito del arroz dorado
como ejemplo para defender la siembra de maíz transgénico en
México. No convencen a nadie –o quizá a algún desinformado–
pero le sirven bien a Monsanto y Syngenta.
(https://tinyurl.com/y8auu5qq)
Investigadora del Grupo ETC
La
Jornada
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