La proliferación de redes inalámbricas
está alterando la biología de las personas, dice el profesor
Ceferino Maestú. Esta tecnología nos expone a todos.
Ana Montes
E1 doctor Ceferino Maestú Unturbe es
uno de los científicos más relevantes que estudian en España el
impacto de los campos electromagnéticos artificiales (CEM) en la
salud humana.
Además de dirigir el Laboratorio de
Bioelectromagnetismo del Centro de Tecnología Biomédica dependiente
de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), es uno de los
doscientos científicos firmantes del manifiesto internacional contra
los CEM.
Piden a los gobiernos sensibilidad,
precaución y mesura frente a la exposición exponencial
electromagnética a la que los ciudadanos estamos cada vez más
sometidos en esta sociedad súper tecnificada.
En su opinión, todos los efectos
biológicos que la ciencia ha logrado reconocer hacen imperativo
legislar para proteger la salud del ciudadano, algo que se ha negado
a recoger la Ley General de Telecomunicaciones, que únicamente
favorece el desarrollo de estas redes.
Entrevista a Ceferino Maestú
—¿Cuál es el objetivo del
manifiesto internacional que usted suscribe?
—Es un llamamiento
a las autoridades e instituciones públicas y al Parlamento Europeo
para que adopten medidas más restrictivas frente al campo
electromagnético.
Y es que los llamamientos que han hecho
otras instituciones —como la Agencia Europea del Medio Ambiente y
la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa— no han sido
escuchados ni trasladados a ninguna normativa.
El Parlamento recomendaba en 2008 y
2009 que se limitara a 0,1 microvatios/cm2 pero en España la
tasa actual para la frecuencia de 900 Mz está en 400 microvatios/cm2
(4.000 veces más).
Creemos que los estudios que se han
hecho permiten afirmar que puede usarse la telefonía móvil con
niveles de exposición mucho más bajos que los actuales sin exponer
a la población a toda esta radiación.
—¿Cuál sería la tasa
conveniente?
—Algunos piden hasta diez o cien veces menos.
Todavía no sabemos cuál sería la tasa ideal, pero la creciente
exposición media determinará la velocidad a la que irán
apareciendo los problemas.
Muchos estudios han empezado ya a
encontrar disfunciones fisiológicas en niveles inferiores a la
normativa actual. Por eso se pide precaución y que proteja a la
población reduciendo los niveles de exposición.
—¿Cuánto puede aguantar el sistema
inmunológico humano?
—No lo sabemos, pero no tenemos capacidad
de adaptación porque se necesitarían siglos, si esto fuera posible.
Si seguimos como estamos, agotaremos el
aguante del sistema inmunológico y se verá obligado a responder de
una forma aguda. El sistema de los electrohipersensibles está
respondiendo antes que el de los demás, pero esto no quiere decir
que el de los demás no vaya a hacerlo.
Los que están en contra creen que, si
fuera cierto lo que decimos, más gente estaría reaccionando a los
campos, pero esto no excluye que aparezcan más hipersensibles según
vaya aumentando la tasa de exposición.
Electrohipersensibilidad y síndrome de
sensibilidad central
—Según usted, ya hay 13 millones de
europeos (un 3-5% de la población) electrohipersensibles en mayor o
menor medida...
—Por eso no se trata de un problema pequeño.
Los que hoy no son electrohipersensibles (EHS) pueden llegar a serlo,
porque nadie ha nacido con este problema.
Los médicos de atención primaria
reconocen que reciben a gran parte de la población con síntomas
específicos de la electrohipersensibilidad, aunque estos coinciden
con otras patologías, como la fibromialgia, por lo que deberíamos
pensar que tienen un mismo origen.
Son síntomas como cansancio, pérdida
de memoria a corto plazo, desconcentración, escozor de ojos,
acúfenos, rigidez muscular, falta de libido, nerviosismo,
alteraciones tiroideas...
En cambio los organismos públicos se
resisten a considerarlo. La medicina necesita un nuevo concepto para
enfocar este tema, porque el tradicional consiste en diagnosticar
estas hipersensibilidades por separado.
—¿En qué se basaría ese
enfoque?
—Muchos investigadores creemos que existe el síndrome
de sensibilidad central.
Es una alteración en la actividad
fisiológica a nivel cerebral que modifica la modulación de las
señales que recibimos y que da lugar a nuevas patologías que tienen
probablemente el mismo origen: electrohipersensibilidad,
fibromialgia, síndrome químico múltiple, síndrome de fatiga
crónica y posiblemente otros.
Los afectados por alteraciones del
Sistema Nervioso Central son muchos. Una de cada cuatro personas
(contando con las intolerancias alimentarias) tiene algún tipo de
intolerancia ambiental y un 6o% son mujeres.
Estos cambios se producen a nivel
molecular y tisular, que conocemos mal. Solo conocemos los procesos a
nivel central.
—¿Qué ha producido esa
situación?
—Entre los agentes externos, los productos químicos
cotidianos, que están hipersensibilizando nuestro sistema, ciertos
ingredientes o alimentos a los que el cuerpo empieza a responder y
los campos electromagnéticos ambientales.
No existe un perfil puro de la persona
hipersensible al campo electromagnético, sino que generalmente quien
empieza a ser sensible a los CEM puede serlo a los químicos y
también a los alimentos. Y a la inversa.
—¿Se puede tratar este problema
desde el punto de vista médico?
—En medicina estamos en una
posición de indefensión. No hay marcadores biológicos para la EHS
y solo la clínica nos permite identificarla.
No tenemos instrumentos ni medicamentos
para bloquear estas respuestas del organismo ni sistemas de detección
automática para saber cuándo estamos expuestos o si nuestra
patología está relacionada con esto.
Para curarnos, solo podemos evitar los
desencadenantes ambientales y disminuir los tóxicos, porque esta
respuesta parece producirse por una bioacumulación de diferentes
elementos tóxicos: químicos, procesos infecciosos mal curados,
metales en la boca y campos electromagnéticos.
Uno solo a lo mejor no hace nada, pero
sí la suma de varios.
—La OMS no considera probado que esto
sea una nueva patología.
—La OMS no ha aceptado esta
clasificación porque no puede identificar siempre la misma
sintomatología para la misma exposición.
Y esto es porque cada organismo
responde de forma diferente ante diferentes procesos de exposición,
frecuencias, intensidades... Incluso algunas personas responden a un
tipo de frecuencias y no a otras. Esto dificulta los estudios
epidemiológicos.
Pero es un grave error. Atribuye la
enfermedad a personas emocionalmente desequilibradas y obsesionada
Nada más lejos de la realidad: son personas que no lo han elegido,
de toda condición, algunas muy luchadoras y vivas.
Demasiados campos electromagnéticos
—La radiación en las casas no para
de crecer. ¿Se ha calculado cuál es el porcentaje de contaminación
electromagnética que tenemos?
—En España, Enrique Navarro,
catedrático de la Facultad de Físicas de Valencia, calculó que se
había duplicado la radiación entre 1970 y 2000.
También la fundación IT'IS, con apoyo
del gobierno suizo, establece una relación entre ciertas patologías
y las tasas de exposición relativas. Pero hoy no sabemos cuánto ha
crecido porque nadie lo mide.
Nuestros hijos se enfrentan desde la
concepción a esta radiación. Van a estar expuestos a niveles miles
de veces superiores a los que hemos tenido nosotros.
—El wifi reina por doquier escuelas,
bares, bibliotecas, parques...
—El wifi actual es incompatible
con el ser humano desde el punto de vista biológico.
El microondas usa la misma frecuencia:
2,45 gigaherzios, la frecuencia de resonancia del protón del agua al
someterlo a una radiación que produce choques que generan el
calentamiento.
Nosotros somos 80% agua y. cuando
utilizamos wifi, estamos produciendo un calentamiento general en
nuestro sistema. Si se buscaran mecanismos de comunicación con otras
frecuencias y sistemas de intermodulación, que no correspondan a la
actividad biológica del ser humano, sería más interesante.
—¿Interesa en España investigar los
campos electromagnéticos?
—Solo se ocupan de esto unos 10 o 15
investigadores y 3 o 4 grupos de investigación.
En Europa hay más gente y están
haciendo investigaciones de todo tipo, porque las variables que
intervienen son muchas: frecuencia, tasa de exposición... Así
evitamos generalizar resultados, porque lo que ocurre con unos
parámetros no tiene por qué suceder con otros.
—¿Qué diría a los que dicen que no
hay estudios suficientes sobre esto?
—Sí los hay: unos 20.000,
contando con los epidemiológicos.
En los años 50 los investigadores
pedían control sobre el desarrollo industrial para comprobar la
compatibilidad biológica, en los 60 se hablaba de Radio Wave
Sickness y en 1990 el doctor Olle Johansson estableció una relación
y consiguió que Suecia reconociera la EHS.
Pero la industria va muy por delante de
la investigación.
- La información que circula por internet y otros medios sobre los riesgos de la contaminación electromagnética no puede ser más contradictoria.
- En muchos casos está claramente orientada por la industria de las telecomunicaciones, y de ahí que sea tan remarcable la labor independiente de Ceferino Maestú, uno de los poquísimos especialistas en ingeniería biomédica y bioelectromagnetismo que hay en España.
- Ha publicado múltiples estudios científicos sobre el tema y promueve el cambio de legislación española y europea para reducir la exposición de las personas a esta contaminación, como han hecho ya en Italia, Suiza y Luxemburgo.
El riesgo del wifi en las escuelas
La tecnología wifi pretende enlazar la
enseñanza con internet, pero el Dr. Ceferino Maestú no cree que se
deban usar solo conexiones inalámbricas: "La escuela 2.0 obvia
la salud de los niños al no tener en cuenta los efectos de
exponerles diariamente a tasas de radiación cuando, en principio,
tienen menor capacidad de defensa que los adultos".
Los wifis de los colegios son
industriales, no como los domésticos. Tienen más ancho de banda
porque dan servicio a unos 30 ordenadores por aula.
En una hora de clase, la exposición de
los niños es muy alta, porque están rodeados de las radiaciones de
los ordenadores de sus compañeros, más el wifi interno de su PC y
dispositivos como la pizarra digital, el móvil del profesor, los
teléfonos inalámbricos, las antenas externas... Además de lo que
el niño tenga en su hogar.
Su consejo es que "los colegios no
utilicen wifi, que lo quiten, y en su lugar cableen el edificio como
han hecho ya varias escuelas". Para el Dr. Maestú, la ventaja
principal es que así no van a radiar a los niños y multiplicarán
por mucho la capacidad de ancho de banda.
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