Vivimos tiempos difíciles, aunque en
realidad siempre lo son y lo han sido en alguna parte del mundo.
Nunca en la historia de la humanidad hemos estado libres de conflictos
sociales, guerras, daños medioambientales, etc., pero actualmente
todas estas circunstancias se han globalizado y sus efectos llegan a
todos los rincones del planeta.
Uno de los ejemplos más preocupantes
es el del declive de la salud de la población. Vivamos donde vivamos
el cambio climático, los tóxicos medioambientales, los tóxicos de
consumo cotidiano en la alimentación, los productos de higiene, de
limpieza, etc., y las radiaciones artificiales procedentes
especialmente del gran despliegue de antenas emisoras de potentes
microondas para dar servicio a la ingente cantidad de teléfonos
móviles y otros instrumentos de la nueva tecnología, están dañando
de forma drástica, rápida y quizá irreversible la salud de miles
de millones de personas.
Es fácil observar el exponencial
incremento de afectados por las radiaciones artificiales.

ELECTROSENSIBILIDAD
Hay que entender que la exposición a
distintas radiofrecuencias de radio, televisión, wifi o telefonía
móvil, unida a frecuencias extremadamente bajas de líneas
eléctricas y transformadores, puede aumentar los riesgos en las
personas expuestas, y es una de las vías de respuesta biológica que
conduce a la electrosensibilidad y a una amplia gama de trastornos
ligados a esta múltiple exposición. En general, la persona
electrosensible presenta síntomas de su enfermedad especialmente
cuando está expuesta a focos de radiación electromagnética. Por
ello, la mejor defensa es evitar dicha exposición. Esto puede
parecer algo sencillo, pero para las personas que sufren de
electrosensibilidad en grado crónico es realmente difícil encontrar
espacios libres de radiaciones. Las ciudades están inundadas de
infinitas frecuencias e incluso en la naturaleza estos espacios
limpios son cada vez más escasos.
SINERGIAS
Los campos electromagnéticos generan
una serie de efectos nocivos por sí solos y también crean una serie
de sinergias en el organismo en las que pueden intervenir otros
factores de riesgo. Un aspecto poco difundido, pero de especial
trascendencia para conocer el origen de algunos de los efectos
nocivos relacionados con la toxicidad de productos químicos y de
determinados fármacos, es su interacción con los campos
electromagnéticos. Algunos de estos factores son de riesgo en sí
mismos y otros se transforman en peligrosos o aumentan su nocividad
al interaccionar con campos electromagnéticos. De la misma forma que
la exposición a campos electromagnéticos puede provocar
electrosensibilidad y ser en muchos casos el disparador de la
sensibilidad química, un factor decisivo en la aparición de la
electrosensibilidad y la sensibilidad química es la presencia de
alteraciones geofísicas en los lugares donde más tiempo permanece
la persona, especialmente en el lugar de descanso.
Muchos estudios han comprobado que las
radiaciones artificiales son el desencadenante o el aumento de la
nocividad de muchas sustancias y productos considerados tóxicos.
Personalmente he podido comprobar en cientos de casos que las
personas especialmente sensibles a campos electromagnéticos y a
productos químicos han vivido sobre zonas consideradas geopáticas,
debido a la presencia de corrientes de agua subterránea, fracturas
geológicas y otros elementos distorsionadores de la radiación
natural habitual en una determinada zona.
Esto no quiere decir que por el mero
hecho de no estar sobre estas zonas alteradas podemos estar sometidos
a radiaciones o a productos tóxicos, si no que el organismo tendrá
mayor capacidad de defensa al no estar bajo la influencia
debilitante e inmunodepresora de estas variaciones geofísicas, si no
que sus efectos tóxicos serán, en muchos casos, menores.
Cuando la persona vive y sobre todo
duerme en este medioambiente agresivo va deteriorando la capacidad de
respuesta del organismo para defenderse, y paulatinamente abre la
puerta a otros síntomas y enfermedades.
GEOBIOLOGÍA
La Tierra emite constantemente energía
de diversos rangos y frecuencias. También del Cosmos nos llegan
otras radiaciones que cubren prácticamente todo el espectro
electromagnético. De esta interacción energética ha surgido, de
hecho, la vida sobre la Tierra; sin embargo, cuando algún elemento,
como una corriente de agua subterránea, una fisura geológica,
minerales cristalizados, materiales magnéticos, bolsas subterráneas
de agua o de aire, etc., distorsiona la resultante de la energía
cosmotelúrica, aparece una zona perturbadora para la mayoría de los
procesos biológicos, lo cual repercute de forma fehaciente en el
desarrollo de muchas especies vegetales y animales y, sobre todo, en
el ser humano.
Al entrar en un edificio o en una
vivienda a veces notamos una sensación de agobio o de malestar; en
otros casos, sin embargo, nos encontramos relajados y tranquilos. En
el primer caso es probable que se trate de una casa con radiaciones
nocivas ante las que nuestro organismo adopta una actitud defensiva,
tensándose muscularmente y segregando inmediatamente sustancias
internas –como las endorfinas– para contrarrestar el impacto
negativo de dicha agresión. Cuando la permanencia en el lugar
perturbado se prolonga, nuestro sistema inmunológico, desbordado por
la intensidad y/o por el tiempo de exposición, comienza a perder
eficacia.
Esto nos hace más sensibles a
cualquier elemento patógeno que en circunstancias normales sería
contrarrestado, pero que en estas condiciones puede resultar
altamente perjudicial.
Las perturbaciones geofísicas más
significativas en relación a la salud son las corrientes de agua
subterránea y las fracturas geológicas en las que en su vertical
suelen encontrarse importantes variaciones medibles con respecto al
entorno geofísico: del campo magnético local, del potencial
eléctrico del aire, de la radiación natural de microondas, de la
conductividad del suelo y del aire, de la radiación infrarroja y de
los rayos gamma, etc. Los sistemas moleculares de los diversos
organismos –seres humanos, animales o plantas– se encuentran en
constante interacción con las radiaciones electromagnéticas
ambientales a través de las leyes físicas de absorción y de
resonancia. Estas radiaciones electromagnéticas actúan asimismo
sobre los procesos microbiológicos que se desarrollan en el interior
de las células de los organismos.
MEDICINA DEL HÁBITAT
Aunque estas variaciones se pueden
detectar con magnetómetros (incluso en ocasiones con una simple
brújula), geiger, ionómetros, etc., la radiestesia es la mejor
forma, y la más rápida y segura, de obtener una información global
de la calidad biótica de un lugar. La radiestesia es el uso práctico
de la intuición, y uno de los aspectos más importantes dentro de la
geobiología, gracias a ella podemos determinar los niveles de
salubridad de un lugar, que en muchos casos se puede confirmar
posteriormente con aparatos de medición que nos indicarán si las
constantes naturales de la zona están o no alteradas en un lugar
concreto. Efectivamente, es posible determinar los niveles de
radiactividad o las variaciones del campo magnético natural (entre
otros parámetros) existentes en un punto mediante un detector geiger
o un magnetómetro, aunque sólo la radiestesia nos permite conocer
su estado global, imposible de averiguar, por otra parte, con otros
sistemas de medición, ya que sólo sirven para evaluar un
determinado parámetro, dándonos una visión parcial de la realidad
y, por tanto, de la posible problemática.
Desde hace años cada vez más médicos
comienzan a considerar los riesgos de los campos electromagnéticos y
las variaciones geofísicas como un elemento de riesgo de suma
importancia a la hora de establecer un diagnóstico clínico y
especialmente a la hora de prescribir la terapia adecuada.
En muchas
ocasiones, los trastornos desaparecen simplemente con cambiar la
ubicación de la cama; en otras, es necesario una determinada terapia
de apoyo para restablecer las constantes normales, siempre y cuando
la persona haya salido de la zona afectada.
La geobiología es una auténtica
medicina preventiva, paliativa y curativa. Por lo tanto, es
importante para cualquier persona realizar un estudio geobiológico
de la vivienda, pero más aún lo es para las personas
electrosensibles para comprobar que los lugares de estancia
prolongada estén en un lugar favorable, especialmente la cama.
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