Más de un millón y medio de personas
en España padecen de fibromialgía, síndrome de fatiga crónica,
sensibilidad química múltiple y electrosensibilidad; el 90 por
ciento mujeres. Recientemente el INSS ha publicado un informe sobre
estas patologías que ha provocado la indignación de pacientes y
asociaciones.
Reflejo de la fachada del Museo
Guggenheim en Bilbao. ÁLVARO MINGUITO
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BLANCA SALINAS ÁLVAREZ - 2019-11-15
ECOLOGISTAS EN ACCIÓN DE SEGOVIA Y
ASOCIACIÓN DE ELECTRO Y QUÍMICO SENSIBLES POR EL DERECHO A LA SALUD
En enero pasado, el Instituto Nacional
de la Seguridad Social (INSS) publicó un informe dirigido a
inspectores y médicos de familia titulado “Guía de actualización en la valoración de la fibromialgia, síndrome de fatiga crónica, sensibilidad química múltiple, electrosensibilidad y trastornos somatomorfos”. Las cuatro primeras enfermedades se denominan “de
sensibilización central” y de la quinta afirma esta guía que “el
antecedente histórico de los trastornos somatomorfos [una patología
psiquiátrica] se halla en el concepto de histeria”. No existe
justificación alguna para mezclar todas ellas en un mismo documento.
Las enfermedades de sensibilización
central son patologías emergentes que, en pocos años, según los
datos de prevalencia más bajos aportados por el INSS, han llegado a
afectar en España a, como mínimo, 1.500.000 personas, de ellas
entre el 85 % y el 90 % son mujeres. Para hacernos una idea de la
magnitud del problema, por comparación, esta es una cifra muy
superior a las 150.000 personas diagnosticadas en España con
párkinson.
La guía ha despertado la indignación
entre las asociaciones de pacientes, que han iniciado movilizaciones,
han solicitado su retirada y contemplan, en caso contrario, recurrir
a la vía judicial. El Ministerio ha accedido a retirar los
trastornos somatomorfos del documento, pero el contenido del informe
“sigue siendo intolerable” para las asociaciones de pacientes.
Así lo han puesto de manifiesto en el “Análisis Crítico del Informe del INSS” que pone en evidencia la falta de rigor del
mismo. Investigaciones, que no recoge el documento, apuntan a serios
problemas celulares y metabólicos en estos pacientes que podrían
estar causados por factores ambientales, en concreto, por químicos y
ondas electromagnéticas.
Entre los redactores de esta guía de
referencia médica del INSS no se encuentra nadie experto en estas
patologías. Además, se ha manejado una bibliografía exigua,
desactualizada y sesgada, ignorando criterios de consenso de
organismos internacionales y estudios científicos. Incluso, las
recomendaciones que contiene la guía podrían constituir “un
delito contra la salud”, según denuncian las asociaciones de
afectados. Por ejemplo, se afirma que “la etiología de la
fibromialgia es desconocida”, señalando que “las clasificaciones
son orientativas y ninguna tiene evidencia científica”. Aun así,
elige una que clasifica a los pacientes “basándose en el perfil
psicopatológico”. Pero, aunque reconocen que “no existe
tratamiento farmacológico específico”, aconsejan utilizar
antidepresivos. A pesar de que estudios publicados señalan que el
uso de antidepresivos, en estos casos, puede agravar los síntomas.
Por otro lado, el porcentaje de
personas con fibromialgia que también padecen depresión que la guía
recoge (30 %) es inferior al que otros autores apuntan para
patologías como lupus (56 %), esclerosis múltiple (42 %), párkinson
(50 %), asma (41 %), sida (85 %), diabetes (33 %). Además, el
documento del INSS desaconseja específicamente la realización de
pruebas que podrían servir para objetivar daños fisiológicos en
pacientes con síndrome de fatiga crónica.
La guía afirma que “los pacientes
con sensibilidad química múltiple y con trastornos somatomorfos
comparten síntomas y características psicológicas”. Cuando habla
del tratamiento hace una afirmación tan peligrosa como que “al
recomendar evitar la exposición se transmite un mensaje de
causalidad que no está basado en las evidencias y que puede hacer
perdurar la sintomatología”. Igualmente, en cuanto a
electrosensibilidad (sensibilidad a ondas y campos
electromagnéticos), afirma: “La recomendación de evitar la
exposición tampoco parece adecuada”. Luego está recomendando a
los pacientes que se expongan a aquello que los enferma.
Para entender el problema, interesa
saber que hasta 1981, cuando se ponía un nuevo químico en
circulación (tanto en alimentos como en productos de limpieza,
pesticidas, etc.), no era obligatorio hacer estudios previos. Para
entonces, ya había en torno a 100.000 sustancias comercializadas.
BARRERAS INVISIBLES
Antonio ha respondido a mis preguntas
por ordenador con mucho trabajo. Tendría que haberle hecho las
preguntas para este artículo por teléfono, aunque imagino que
también le cuesta hablar por teléfono. Me dice que la publicación
de esta guía se convierte en el mayor obstáculo para alcanzar una
mejoría en su salud, e incluso su mayor amenaza. "Para poder
mejorar en mi salud con esta hipersensibilidad es fundamental evitar
al máximo la exposición –me cuenta por escrito-, y eso en muchas
ocasiones depende de terceras personas. Actualmente la penetración
del uso de tecnologías inalámbricas en la vida cotidiana es de tal
calibre que es absolutamente omnipresente alrededor de cualquier
persona. Cada persona porta como mínimo un teléfono móvil, pero
también una tablet, un ebook, tiene un teléfono inalámbrico y un
wi-fi en su casa, pero también los transportes públicos,
bibliotecas, parques, centros culturales, hospitales, etc., tienen
wi-fi y las ciudades están repletas de antenas de telefonía móvil.
Esto significa que para poder estar con gente necesito de su
colaboración para ciertas adaptaciones, por ejemplo los teléfonos
móviles o inalámbricos o wi-fi de mis vecinos me pueden afectar a
tal extremo de dejarme totalmente ko".
Pienso en alguien con una silla de
ruedas, los obstáculos que encuentra todo el tiempo en su camino.
Antonio dice que la electrosensibilidad es una discapacidad como otra
cualquiera, "sólo que las barreras en vez de ser escaleras son
radiaciones invisibles".
Antonio no se llama Antonio, prefiere
no utilizar su verdadero nombre, pero es una persona electrosensible.
Forma parte de la asociación EQSDS, muy activa, que reivindica
fundamentalmente, y según las palabras de Antonio, "que se
reconozca formalmente la existencia de personas especialmente
sensibles que han desarrollado problemas de salud asociados a la
exposición de químicos y radiaciones que en otras personas no
implican reacciones de forma inmediata, y a niveles que actualmente
son legales para la población general".
Otras reivindicaciones tienen que ver
con necesidades sin cubrir por la ausencia del reconocimiento,
explica Antonio. Es importante el reconocimiento de la discapacidad
asociada a estas patologías, para que las personas enfermas no
pierdan derechos fundamentales, como el derecho a un puesto de
trabajo, a una vivienda accesible, a la salud, a la educación y la
integración social.
Mientras todo esto llega, Antonio
considera muy importante y urgente "la creación de espacios
libres de contaminación química y electromagnética donde las
personas en situación más crítica, puedan recuperarse y poder
retomar y reconducir sus vidas mientras gestionan un espacio
habitable".
CON ESTUDIOS CIENTÍFICOS
Desde 2006, el programa Registro,
Evaluación, Autorización y Restricción de Sustancias Químicas
(REACH) de la UE ha obligado a que se registren y demuestren la no
peligrosidad de las sustancias químicas que se ponen en circulación,
pero por sus características, más del 50 % de ellas no tienen
obligación de hacerlo. Por ello, todos tenemos en sangre decenas de
químicos de los que sólo el 2 % han sido estudiados.
World Wildlife Fund (WWF) investigó la
presencia de 103 químicos en sangre de los ministros de la Unión
Europea. Se detectaron 76 de ellos, tóxicos, bioacumulables,
persistentes, con una media de 41 compuestos por persona. Muchas de
estas sustancias son xenoestrógenos, disruptores endocrinos que
afectan en mayor medida a las mujeres.
CAMPOS ELECTROMAGNÉTICOS
Por otra parte, las tecnologías
inalámbricas, cuyo crecimiento está siendo exponencial desde 1990,
también se han puesto en circulación sin realizar estudios previos
en laboratorio para demostrar su no peligrosidad. Ante la alarma
social y científica, en 1999, con la mayoría de estas tecnologías
ya desplegadas, el ICNIRP (organismo privado en el que se apoya la
OMS), estableció unos límites de potencia que sólo contemplaban
efectos térmicos.
Investigadores en bioelectromagnetismo
han demostrado con estudios científicos revisados por pares que
además, por exposiciones crónicas y en intensidades miles de veces
por debajo de las reguladas, se producen efectos biológicos :
roturas de ADN, estrés oxidativo celular, daños neurológicos,
daños reproductivos, alteraciones celulares e iónicas, apertura de
la barrera hematoencefálica… (lo que podría permitir que pasen al
cerebro las sustancias químicas no estudiadas que todos tenemos en
sangre). Los resultados de los daños provocados por químicos y
campos electromagnéticos en células, animales y personas
demostrados por estudios científicos , son coincidentes con los
daños que los investigadores están publicando para las enfermedades
de sensibilización central. Lo que se produce es una pérdida de los
equilibrios del organismo con afectación celular, inmunológica,
hormonal y del sistema nervioso.
RECONOCER LAS ENFERMEDADES
Científicos de todo el mundo reunidos
en 2015 en la Real Academia de Medicina de Bruselas pidieron a la
Organización Mundial de la Salud (OMS) y a Naciones Unidas que
asignen un código CIE (Código Oficial de Enfermedades) y reconozcan
la existencia de electrosensibilidad y sensibilidad química múltiple
(la fibromialgia y el síndrome de fatiga crónica sí están
reconocidas por la OMS desde los años 90).
También han pedido a estos organismos
protección frente a la exposición a campos electromagnéticos, pues
las directrices actuales son inadecuadas y no protegen la salud.
Además, solicitaron a la UE, la OMS y la ONU en 2017 y 2018 que se
bloquee el despliegue de la 5G (nueva tecnología para móviles)
hasta que se cuente con informes que demuestren su inocuidad, pues
las tecnologías anteriores se ha verificado que son dañinas para
personas, plantas y animales. La ministra belga de Medio Ambiente,
alcaldes como el del municipio de Morino, en Italia, y varios
cantones suizos han bloqueado el despliegue de la tecnología 5G.
En España, curiosamente, la misma
persona que fijó los límites de emisión para las tecnologías
inalámbricas ha trabajado después para compañías de
telecomunicaciones. Este técnico, desde el Comité Científico
Asesor sobre Radiofrecuencias y Salud, ha defendido la inocuidad de
estas tecnologías y ha hecho algo tan grave como manipular las
conclusiones de estudios científicos sobre electrosensibilidad. Pero
se da la circunstancia de que, además, esa misma persona ha sido,
desde 2012, responsable técnico del Ministerio de Sanidad en
fibromialgia, síndrome de fatiga crónica, sensibilidad química
múltiple y electrosensibilidad.
¿Es creíble que casi un millón y medio de mujeres hayan desarrollado recientemente un trastorno
psiquiátrico en España? ¿O es que sale más ‘barato’
culpabilizar a las mujeres, recetarles antidepresivos y condenarlas
al ostracismo? Es incómodo reconocer que el sistema económico es
dañino para la biodiversidad y afecta a la salud de las personas,
pero es necesario aceptar las responsabilidades y el cambio de rumbo
que eso debería conllevar.
Artículo publicado en la revista
Ecologista y adaptado por Saltamontes.
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