Nicolás Olea, médico e investigador
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Por
Saúl García Publicado el Feb 28, 2020
El doctor Olea acaba de publicar el
libro ‘Libérate de tóxicos’. Estuvo en Lanzarote para
participar en una charla organizada por la Reserva de la Biosfera:
‘Pesticidas, plásticos, cosméticos, textiles y otras hormonas’.
Es una de las mayores autoridades mundiales en medio ambiente y
salud, con especial atención a la relación entre disruptores
endocrinos y cáncer.
-¿Cómo llegan estos elementos tóxicos
a nosotros y quiénes son los responsables?
-Nosotros estudiamos una parte reducida
de todos los compuestos y empezamos hace años a estudiar compuestos
químicos que imitan a las hormonas, que confunden el mensaje
hormonal o hackean el mensaje de las hormonas. Esas sustancias
químicas son de origen industrial y están en procesos tan variados
como pesticidas, envases alimentarios, cosméticos… y, ahora, la
novedad es que son parte de los textiles. No son muchos pero están
en muchos sitios porque tienen cualidades distintas, maravillosas,
que hacen que una botella de PET se pueda convertir en un jersey.
Casi todas o todas son de síntesis del petróleo. Aparecen en los
años 50 o 60 y revolucionan nuestro mundo en cosméticos,
fertilizantes, pesticidas, envases alimentarios y la ropa.
-¿Todos estos elementos se han lanzado
al mercado sin haberse testado las consecuencias?
-Probablemente sí, porque las reglas
del juego eran reducidas y los compuestos eran carcinogénicos,
mutagénicos o tóxicos para la reproducción pero no se había
pensado en los de efecto más sutil, que modifican las hormonas. Una
vez lanzados y que ha ocurrido la exposición humana empezamos a ver
que hay un efecto indeseable: aumento de cánceres, problemas en las
funciones de las hormonas, la calidad del semen que ha caído un
cincuenta por ciento en 40 años…
-Pero, ¿se sabe que es por esta razón
o se intuye?
-Se dice que son enfermedades del mundo
moderno, de nuestros hábitos de vida, y se queda ahí la cosa como
si fuera algo impreciso. La hipótesis más potente es la disrupción
endocrina. Es complicado: resulta que tu mal contaje espermático
cuando tienes 32 años está relacionado con la exposición a
sustancias hormonales cuando eras un embrión en el vientre de tu
madre.
-Entonces llegamos tarde.
-Con dificultades de demostración muy
difíciles. Esa dificultad en la demostración de causalidad hace que
no se tomen medidas. No tenemos pruebas, tenemos buenas intuiciones y
buenas asociaciones.
-¿En qué etapa está la
investigación?
-Quizá no vamos a tener más
evidencias de las que ya tenemos. Con lo que hay ya es suficiente
para tomar decisiones.
-Pero la industria o los gobiernos son
reticentes a tomar decisiones…
-Las reglas han cambiado. Desde 2007 ya
se aplica el principio de precaución, donde el proponente de
cualquier acción debe demostrar la inocuidad, no el consumidor el
daño. La industria tiene que demostrar que eso no va a ocurrir.
Dicen que pierden en competitividad, pero nosotros ganaremos en
salud. Por ejemplo, el DDT que se puso en el mercado con las
fumigaciones en Canarias en los años cincuenta, no hay que demostrar
que la epidemia de cáncer de mama está asociada a él. Eso no puede
ocurrir porque hay mucho dolor y mucho sufrimiento.
-Se ha demostrado que, a pesar de que
se prohibió hace muchos años, aún se detectan restos de DDT.
-Busca los anuncios de aquellos años:
“La solución para las plagas en el campo. Un producto que lo
aplicas ahora y dura para siempre”. Lo que nosotros ahora llamamos
persistencia antes se llamaba efecto duradero. Eso es un arma de
doble filo. Son productos de muy difícil degradación. Es tan
difícil quitarlos que el organismo los deposita en el tejido adiposo
y todos nuestros tejidos están contaminados de DDT porque se va
acumulando sin saber cómo eliminarlo. Ahora se está encontrando
pegado a los plásticos que flotan en el mar, porque no es soluble e
iba a la tripa de los grandes peces. Así que se encuentran todos
esos contaminantes pegados al plástico marino, porque ven a alguien
que tampoco es soluble. Así que los plásticos también se
contaminan.
“Si admitimos que todo esto causa el tres por ciento de la diabetes, el cinco de la obesidad, el siete de la esterilidad… pues son 6.000 millones de dólares al año y las aseguradoras dicen: no podemos pagar esa factura”
-¿Y qué estamos haciendo frente a
esto o qué están haciendo las autoridades?
-Nosotros llevamos toda la vida con
financiación pública y no nos ha faltado. Ha habido una
financiación muy potente y ahora estamos en un proyecto europeo de
75 millones de euros para que 27 países investiguen los niveles de
exposición de toda la población europea. Se está gastando un
dineral en investigación, solo faltan decisiones políticas, actuar.
Ya no hace falta mucha más investigación y las medidas son muy
lentas. En 2019 se prohibió uno de los pesticidas más tóxicos, el
clorpirifós. Su evidencia de contaminación es tan grande que se ha
suprimido. Ocurre pero es muy lento.
-¿Se puede hacer algo de forma
individual?
-Se puede hacer algo en hábitos de
consumo, como protegerte a ti y a tu familia, incorporar nuevos
hábitos de consumo respecto a los plásticos. Cuando se den cuenta
de qué es lo que quiere el consumidor dejarán de poner el plástico.
Cuanto más les digamos que no queremos seis tomates de Canarias en
una barqueta de poliuretano con un film de polietileno en una bolsa
de polipropileno en un carrito de policarbonato… Porque todo esto
se lo ha inventado alguien para vender petróleo. Se pueden quemar
barriles de brent a 72 dólares el barril o hacer gafitas de plástico
para ricos a 500 euros. Si yo tuviera un pozo de petróleo sufriría
por cada coche en la carretera.
-Porque es más rentable el plástico…
-El consumo de petróleo es el 45 por
ciento para automoción, 40 por ciento calefacción y casi el 15 por
ciento química fina derivada del petróleo. El uno por ciento es
plástico pero, si le pones el valor añadido, este uno por ciento se
come el pastel entero, que es el que está dando beneficio.
-Si eliminamos el plástico de la
ecuación, ¿todo es sustituible con los hábitos de consumo
actuales?
-Probablemente no, y sobre todo porque
tiene dos primos hermanos, que son los mismos compuestos, los
cosméticos y textiles. El poliéster es PET reciclado, botellas de
plástico para que los pobres podamos ir vestidos con un traje de
149,99 y creamos que vamos vestidos de oveja merina cuando, en
realidad, vamos vestidos de petróleo.
-¿Entonces, podemos liberarnos de
estos tóxicos?
-Sí se puede. Si empezamos desde el
principio, por una mujer embarazada que espera un bebé… Se puede
empezar por la alimentación: vamos a comer libre de pesticidas, con
una alternativa de producción ecológica. Aunque el suelo esté algo
contaminado no es lo mismo que un tomate industrial que puede tener
hasta siete tratamientos. Lo segundo, el agua que sea de máxima
calidad.
En Lanzarote, mil litros de agua del Consorcio valen tres
euros y una botella de tres litros puede valer tres euros, así que
alguien se está haciendo de oro. Aunque haga falta una inversión
enorme, aunque el Consorcio doble el precio, sigues pagando 500 veces
menos que en el supermercado. Tenemos el derecho de que el agua que
salga del grifo sea el mejor producto posible.
“Se puede hacer algo en hábitos de consumo, como protegerte a ti, a tu familia, incorporar nuevos comportamientos respecto a los plásticos… Cuando se den cuenta de qué es lo que quiere el consumidor dejarán de poner el plástico”
-Pero nos han convencido de que es
mejor el agua embotellada.
-Y que huyamos de este agua cuando el
plástico tiene un impacto ambiental tremendo, porque al final te
vuelve. Lo segundo: líneas de cosméticos más sostenibles, que los
hay, y lo tercero, el consumo textil, que no sé cómo se puede
abordar. Ellos mismos dicen que son los inventores de la
obsolescencia programada y que la llaman moda. La moda dura seis
semanas, tiene ocho temporadas al año. Eso es un consumo enorme de
material y hay que buscar una alternativa a ese consumo.
-Si los contaminantes nos afectan, nos
transforman, pero la esperanza de vida cada vez es mayor, ¿la
industria no argumenta que el ser humano se adaptará a estos
tóxicos?
-Hay un psiquiatra de Harvard, el
doctor Trasande, que trabaja en Nueva York, que ve lo que pasa en los
niños y dice: esto no puede seguir así. Escribe un libro que se ha
hecho muy famoso que se llama Más enfermos, más obesos, más
pobres, y como nadie le hace caso publica un experimento en el que
calcula: si admitimos que todo esto causa el tres por ciento de la
diabetes, el cinco de la obesidad, el siete de la esterilidad… pues
son 6.000 millones de dólares al año y las aseguradoras dicen: ‘No
podemos pagar esa factura’. Al final es el daño económico que
producen estas enfermedades lo que va a condicionar los cambios.
Alguien se está haciendo rico pero las aseguradoras no pueden seguir
pagando ese incremento de la enfermedad. Esto es imposible en Europa,
donde todo viene de papá Estado.
-Al menos ahora los medios de
comunicación hablamos de esto.
-Eso es un mensaje positivo. Desde hace
cuatro años se habla todos los días del plástico. Ahora se habla
de esto mucho más claro. La gran pregunta es cómo damos un paso
para atrás, pero si echas números cualquier paso hacia atrás
supone un abaratamiento. Ya no se habla de reciclar, sino de reducir
y reutilizar. Hay situaciones terribles como la del tetrabrik, que la
única fábrica que reciclaba en España cerró. Se está almacenando
todo en Zaragoza. Una montaña de tetrabrik. Se le quita la corteza
exterior de cartón, pero no hay tecnología rentable para separar el
aluminio del cartón. Eso lo hacía una factoría y ya no lo hace.
Foto: Adriel Perdomo
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