- Dos investigadores analizan en el libro 'Por qué la austeridad mata' cómo la gestión de los Gobiernos durante las crisis tienen consecuencias sobre la salud de las personas
- Aseguran que en los países más tocados por la recesión las tasas de suicidio han aumentado
ELENA
HERRERA Actualizada
13/06/2013
En
España el número de pacientes con dependencia y abuso del alcohol
se ha multiplicado por seis entre 2006 y 2011. En Grecia han
aumentado un 224% los casos de VIH entre los consumidores de drogas
por vía intravenosa. En EEUU más de cinco millones de personas
han perdido el acceso al sistema de salud. En Gran Bretaña 10.000
personas se han quedado sin hogar tras los tijeretazos en las ayudas
a la vivienda.
Recortar
los programas de bienestar social en época de crisis no sale gratis.
Y
los datos recabados desde 2008, cuando estalló la crisis financiera
global, lo demuestran. Es la principal conclusión a la que llegan
David Stuckler, investigador de la Universidad de Oxford, y Sanjay
Basu, epidemiólogo y profesor de la Universidad de Stanford, que en
el libro El
coste humano de las políticas de recorte: por qué la austeridad
mata(Taurus)
analizan los efectos de la recesión en la salud de la
población.
Para
los autores, que publican de forma habitual en revistas científicas
como The
Lancet y
British
Medical Journal, hay
algo claro: los Gobiernos que en época de crisis aplican medidas de
austeridad agudizan los problemas de salud que ya de por sí acarrea
una mala situación económica. Ambos insisten en que los recortes
está teniendo un "efecto
devastador" en
la salud pública de Europa y EEUU. Y revelan que en estos luagres se
han producido
10.000
suicidios y un millón de casos de depresión desde
que las autoridades se empeñaron en combatir la recesión con tajos
en el gasto social.
En
el otro lado, los investigadores sitúan a países que como Suecia,
Canadá, Noruega o Islandia vieron en sus crisis una oportunidad para
mejorar el sistema de salud. "Lo
que hemos aprendido es que el verdadero peligro para la salud pública
no es la recesión en sí, sino la austeridad",
señalan. Así, recuerdan que Islandia, que se vio sacudida por la
peor crisis bancaria de la historia, no experimentó un aumento de
las muertes durante ese periodo. Decidió no sólo mantener sus
programas de bienestar social, sino que los reforzó. En este
sentido, los autores aseguran que la inversión en programas
específicos de sanidad pública contribuye a reducir el déficit
porque cada dólar invertido en estos programas rinde tres dólares
en crecimiento económico que puede utilizarse para saldar el
déficit.
Los
casos de Grecia y España
Stuckler
y Basu dedican el prólogo a la situación de España.
Y avisan de que el "desastre" de Grecia pone de manifiesto
el riesgo que supone para otros países la insistencia en medidas
"temerarias" de austeridad. Como consecuencia del recorte
de los programas de fumigación contra mosquitos, Grecia sufrió su
primera epidemia de malaria en muchas décadas. Además, dicen los
autores, las autoridades helenas redujeron un 40% el presupuesto
dedicado a Sanidad desde 2008 por lo que se han eliminado 35.000
puestos de médicos y personal de enfermería. La existencia de más
de 200 medicamentos está agotada debido a la reducción de los
presupuestos farmacéuticos.
De
forma parecida a lo que ha ocurrido en Grecia, señalan, ya hay
indicios de que el sistema sanitario español está empezando a
"tambalearse" por efecto de las medidas de recorte del
gasto público. En 2007, aseguran citando datos de Eurostat, menos
del 0,1% de los ciudadanos se declaraban incapaces de acceder a la
asistencia sanitaria por resultarle demasiado cara. Esa cifra aumentó
hasta el 0,4% (más de 180.000 personas) a medida que se trasladaba
una parte del coste a los pacientes. Sin embargo, los que padecían
las consecuencias no eran los ricos; el 20% de la población con
mayores ingresos no perdió la asistencia médica. Por el contrario,
el 80% con menores ingresos experimentó algún tipo de desatención
de sus necesidades sanitarias. Lo cierto es que en
abril de 2012 el Gobierno aprobó la norma que retira la tarjeta
sanitaria a los sin papeles y los excluye de la atención normalizada
en la red pública.
Además,
los científicos dan cuenta de un estudio
en
el que con una muestra de 7.940 pacientes investigaron los riesgos de
depresión y los síntomas de problemas de salud mental de las
clínicas de atención primaria en España antes de la crisis, en
2006-2007, y después, en 2010-2011. "Observamos que el número
de pacientes con dependencia y abuso del alcohol se había
multiplicado por seis, y las tasas más altas se daban entre las
personas que habían perdido empleo y tenían problemas para pagar su
hipoteca", concluyen.
En
las más de 300 páginas de su libro hay decenas de advertencias a
los Gobiernos que siguen empeñados en recortar el gasto social para
equilibrar sus balances. Pero, entre ellas, hay una que sobresale:
"El
precio de la austeridad se cifra en vidas humanas. Y esas vidas
perdidas no volverán cuando las bolsas se recuperen".
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