viernes, 15 de noviembre de 2013

BioCultura. Los verdaderos "brotes verdes" (I)


Carlos 
de Prada

El sector ecológico medra en medio de la crisis. España es líder de la UE en agricultura ecológica. El mercado español de productos ecológicos podría crecer un 12% anual hasta el 2020
Feria BioCultura.  
11/11/2013

Decenas de miles de personas atestaremos estos días el inmenso pabellón de IFEMA, en la Feria de Madrid. El motivo: BioCultura, la feria de productos ecológicos y consumo responsable (14 al 17 de noviembre). Una feria optimista y llena de vida, que cada año, desde hace 29, se celebra en Madrid, superando expectativas de asistencia de año en año. Éxitos comparables, en proporción, alcanza también BioCultura en las otras ciudades a las que ha ido extendiéndose, como Barcelona, Valencia y Bilbao.

Frente al pesimismo de muchos que piensan que otro mundo no es posible, hay en marcha un cambio de modelo que puede traernos un mundo mejor, un mundo menos tóxico. Y que, además, es un buen negocio. Un negocio que nos beneficia a todos, incluida la propia Naturaleza. Un negocio sin activos tóxicos que ya está dando de comer a mucha gente en España.

De hecho, mientras otros sectores se estancan o retroceden, como luego comentaré, el sector bio crece. Y ello acaso, más que ser algo anecdótico sea un hecho importante a considerar cuando se habla de volver a la senda de un crecimiento. Y sobre todo si queremos que sea un crecimiento más real, más sostenible y más justo.

El sector bio aporta el único camino para un crecimiento verdadero y sostenible

La feria es una especie de maremagnum, casi inabarcable, a no ser que se dedique mucho tiempo a recorrerla. Cuenta con más de 800 expositores, la mayor parte de ellos de agricultura y alimentación ecológicas que ofrecen a los visitantes más de 18.000 productos certificados diferentes. Pero en BioCultura también se dan cita otros sectores florecientes, como el de la bioconstrucción y las energías renovables, el turismo rural, la ropa, los productos de limpieza sin tóxicos o, entre otros, el de la cosmética ecológica, que prescinde de la utilización de determinadas sustancias sintéticas que preocupan a muchos consumidores, y que está creciendo de manera fulgurante. Además en la feria tienen lugar infinidad de actividades y charlas (entre ellas las dos que daré yo mismo, una sobre pesticidas y otra sobre los tóxicos domésticos).

El consumo "bio" florece. Y con una fuerza increíble. Son algo más que "brotes verdes". Son los verdaderos brotes verdes. Verdes de verdad. Los que más esperanza pueden traernos en unos momentos de crisis como los actuales. Porque acaso nos muestren la verdadera salida. El color de la esperanza es el verde, no nos engañemos.

Estamos en una crisis que no solo es una crisis económica. Sino de modelo de producción. Y seguir insistiendo en repetir errores, en una ciega huida hacia delante, sería lamentable. El modelo actual, uno de cuyos principales lastres es el escaso peso de la ética y la racionalidad en él, genera, incluso en sus momentos de "bonanza", una serie de impactos y daños inasumibles. No solo en la economía del hombre de a pie, al que pocas veces le dicen nada bueno ciertas supuestas mejoras en "competividad" o en algunas cifras macroeconómicas. También impactos que, como los ambientales o los sanitarios, acabamos pagando luego todos de una manera u otra.

El sector bio aporta una salida a todo eso. Mostrando que otro modelo de crecimiento es posible. Es más, no sólo eso. Lo que aporta, en realidad, es el único camino para un crecimiento verdadero y sostenible. Un crecimiento con todas las letras. Porque lo otro, eso a lo que estamos acostumbrados es, en realidad, un decrecimiento para el conjunto de la sociedad en la mayoría de los órdenes -desde los materiales a los morales- y solo un crecimiento de una serie de indicadores de pan para hoy y hambre para mañana (en la situación actual, más bien hambre para hoy).

Lo que aporta el sector bio es de una trascendencia crucial. Un crecimiento real, ético, que no se basa en empobrecer a los demás y en arruinar el mundo de las generaciones venideras. Un crecimiento en el que la salud de la economía es al mismo tiempo la salud de las personas y del planeta. Y no es una utopía. No es un proyecto. Es una realidad tangible y en auge, a pesar de las zancadillas de quienes tienen su negocio en el otro tipo de "crecimiento".

Una realidad vibrante que entusiasma a sus actores mucho más que otros negocios convencionales, porque, junto a la satisfacción de ganar dinero, se añade la inmensa satisfacción moral que siente el que, además, sabe que forma parte de algo que está mejorando realmente el mundo combatiendo algunos de sus más graves problemas.

Junto a la satisfacción de ganar dinero, se añade la moral del que sabe que está mejorando el mundo

Cualquier visitante de BioCultura lo ve de forma inequívoca. Lo verde vende. Y de qué modo. A pesar de que algunos de estos productos, en parte por el sabotaje oficial que ha hecho más bien poco o nada por favorecer este tipo de mercado, puedan tener un precio superior al de los convencionales. A pesar de eso, la gente se ve cada vez más interesada por ellos. Incluso con la que está cayendo. Además, no siempre es cierto que sean más caros, y cada vez lo serán menos a medida que crezca el número de consumidores que los demanden.

Reza el dicho que "a veces lo barato sale caro". Pensemos, por ejemplo, en un producto muy barato pero cargado de sustancias tóxicas que nos pueden hacer contraer una enfermedad. No es un ejemplo baladí, ya que, demasiadas veces, es una realidad bien tangible. Lo que nos ahorramos por un lado, podemos acabar pagándolo por otro, y con creces, por ejemplo, por las consecuencias sanitarias de la rampante contaminación química de nuestra vida cotidiana inherente al uso de una serie de productos. Y la gente concienciada, que lo sabe, se esfuerza por adquirir lo que sabe que es más sano, aunque en algún caso le cueste algo más porque sabe el precio real de las cosas y que lo "barato", lo supuestamente "competitivo", lo es simplemente a base de no computar sus costes reales: acuíferos contaminados con pesticidas y nitratos, comida con presencia de sustancias preocupantes, facturas sanitarias, agricultores en manos de multinacionales químicas y que se intoxican y nos intoxican con sus pesticidas, uso de materias primas poco recomendables pero más baratas.

La diferencia entre ciertos consumidores convencionales y los de BioCultura es, a veces, simplemente, la diferencia entre el autómata y la persona que piensa. La cultura sobre estas cosas está creciendo entre la población, y ello lleva a que cada vez más gente desconfíe más acerca de la calidad de muchos alimentos. Cada vez menos gente confía en que un producto sea sano porque tenga, por ejemplo, el nivel "legal" de residuos de pesticidas que determinados señores de la Administración han juzgado como "seguro" basándose a saber en qué. Cada vez más gente sabe que la comunidad científica está discutiendo desde hace mucho los parámetros oficiales de seguridad alimentaria.

Y por eso, cada vez más personas buscan productos como los que se exponen en BioCultura. Productos en los que se ha hecho un esfuerzo para librarse de esa carga, de ese coste oculto y a veces terrible. En BioCultura no encontraremos tanto esa complacencia que encontramos tantas veces a nivel oficial y que transige y bendice que nuestra comida esté desnaturalizada y tenga residuos de pesticidas sintéticos, conservantes, colorantes, hormonas... Y que establece como "legales" los niveles de contaminación que hoy en día tienen nuestros cuerpos. No. En BioCultura, lo que vemos, más bien, es el esfuerzo de muchas empresas y personas por, simplemente, eliminar la presencia de ésas sustancias de modo que no las tengamos en nuestro organismo. Lo cual está más en consonancia con las recomendaciones de miles de estudios científicos que lo que hace nuestra Administración, siempre más preocupada de no molestar a determinados intereses económicos que de velar por nuestra salud.

BioCultura no es más que la expresión de un movimiento ético pionero que se adelanta en décadas a lo que un día deberá ser todo el sistema productivo, si es que alguna vez se consigue imponer la verdad de la Ciencia y la defensa de las personas, a los intereses mezquinos de unas cuantas grandes corporaciones.

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