13/11/2013
Opinión
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BioCultura
no es solamente una feria "simpática" en la que podemos
probar o comprar infinidad de cosas. BioCultura es, ante todo,
expresión de una cuestión medular como es el modelo de desarrollo.
Lo que muestra esta feria, en la que están representadas empresas de
sectores muy variados -desde el de la alimentación, a los productos
de limpieza, el turismo, el textil, etc.- es
un modelo ideal, una filosofía, de lo que debería ser todo el
tejido productivo de un país.
Una de las cosas prioritarias que se
hacen cuando una enfermedad arrasa una población es buscar a los
individuos resistentes, aquellos que han soportado mejor el trance, y
estudiarlos para ver qué es lo que tienen que les haya dado una
ventaja de supervivencia. Aplicando esto a la devastación causada
por la crisis, y viendo que el sector bio ha seguido creciendo
mientras otros sucumbían, sería de locos no tenerlo en cuenta.
Porque es evidente que si todo nuestro tejido productivo hubiese
tenido algo de lo que tiene el sector bio acaso habría sobrevivido
mejor. ¿Y qué es ese algo? ¿Qué es esa "poción mágica"
de Asterix? Creo que, básicamente, ese principio de fortaleza es la
ética como premisa de los negocios.
Que
si nuestro "modelo" económico -si es que es realmente un
"modelo" en algún sentido- ha hecho aguas es,
precisamente, por ser un "modelo" bastante falto de moral y
de decencia, e incluso de una mínima orientación racional (de ahí
lo de poner entrecomillado lo de "modelo"), sujeto ante
todo a caprichos de grandes corporaciones que nadie controla e
inversores codiciosos, así como a vaivenes demenciales de ese ente
abstracto que se llama "mercado" y al que tanto le da
arrasar un país como levantarlo, vender algo que cause una
enfermedad como algo que la cure (e incluso, si es posible, vender
mejor algo que la cronifique más que curarla). Un "modelo"
predestinado, por todas las cosas importantes que no considera, por
su cruel ceguera, a causar graves daños. Porque no está diseñado
partiendo de criterios morales sino ante todo, de beneficios
corporativos egoístas, cortoplacistas, que pocas veces tienen en
cuenta realmente el bien de las personas (y no digamos del medio
ambiente, que en la práctica es lo mismo).
BioCultura
es un modelo ideal, una filosofía, de lo que debería ser todo el
tejido productivo de un país
Lo preocupante es que, a pesar de haber
demostrado los daños que causa, y estar predestinado al fracaso,
arrastrando al planeta consigo, ciertos gobiernos e instituciones
internacionales insisten en seguir aplicándolo diciendo que nos
volverá a llevar al "crecimiento". ¿A qué clase de
"crecimiento" nos va a llevar? Muy probablemente: al
crecimiento de los balances de algunas entidades concretas, a costa
del decrecimiento de la mayor parte de los mortales (condenados a
convertirse en mano de obra cada vez más barata y desprotegida) y de
la progresiva eliminación de cualquier cosa que estorbe como las
regulaciones sanitarias o ecológicas (e incluso de libertad de
información y expresión). Acercándose así cada vez más a
"modelos" como el chino o el de Bangladesh que, eso sí,
"crecen", ya sabemos cómo y a costa de qué. Rebajar lo
que ya era un más que precario y discutible "estado del
bienestar" dejándolo al nivel de un país en vías de
desarrollo. Un supuesto "crecimiento", en fin, basado, en
realidad, en un verdadero decrecimiento general -en lo económico, lo
sanitario, lo ambiental, lo cultural...- para que solo crezcan los
beneficios de algunas corporaciones y algunas cifras macroeconómicas
trucadas.
Ya
hemos visto lo que puede dar de sí el "modelo" imperante,
incluso en sus mejores años de bonanza. Y si ni en ellos pudiera
decirse que fuese bueno -para empezar, porque de aquellos polvos
vinieron estos lodos- mucho menos ahora cuando se están eliminando
las pocas cosas que lo hacían relativamente llevadero para algunos
(y aún así sólo desde ópticas bastante miopes). Durante
la bonanza el "crecimiento" anestesiaba a las masas, con un
poquito de pan y circo, acerca de sus riesgos y sus daños.
Riesgos como los económicos y daños como los ambientales o los
sanitarios, se relativizaban con planteamientos ibéricos tan
edificantes como el del "coge
el dinero y corre" o "el que venga detrás que arree".
Pero
ya hemos visto a dónde nos han llevado los años de loca huida hacia
adelante, aplaudidos por masas consumistas que vivían dejándose
llevar por la corriente de una serie de intereses. Muchos, mientras
se endeudaban, comieron gracias a ello. Pero eran tiempos de ceba.
Los de ahora más bien, en algunos sentidos, parecen de matanza.
Muchos
solo pensaban en tener un puesto de trabajo, sirviendo a lo que
fuese, con tal de cobrar. Se reían de quien les hablaba de lo del
pan para hoy y hambre para mañana y mucho más aún de quien les
plantease dudas éticas. Igual les daba extraer carbón subvencionado
(no rentable) y lleno de azufre causante de lluvia ácida, que
arrasar hayedos y robledales en una mina ruinosa a cielo abierto. Lo
mismo daba trabajar en una industria química siniestra, que en las
minas de Aznalcóllar que envenenaron Doñana, en una cementera que
incinerase residuos tóxicos, en una empresa de residuos radiactivos,
en la central nuclear de Homer Simpson, en la construcción de una
urbanización en el último tramo virgen de costa, en el pesquero más
esquilmador que tirase por la borda el 85% de los peces, en el
aeropuerto de Castellón, vendiendo preferentes a las ancianas,
achicharrando la tierra con fertilizantes químicos y pesticidas para
producir cebollinos de precio "competitivo” o cualquier otra
cosa, mientras con ello pagasen -con el agua al cuello- las facturas.
Muchos españolitos ni se lo planteaban. Les importaba un pimiento a
lo que estuviesen contribuyendo. Si su pagador era una corporación
sin escrúpulos que pensaba solo en el corto plazo, si aquello para
lo que trabajaban era un despilfarro innecesario, si era dañino...
¿qué les importaba? El caso era trabajar y cobrar. Donde había
euros, allí estaban ellos trabajando "honradamente" al
servicio de un "modelo" no sabemos si demasiado honrado.
Regando con el sudor de su frente el árbol de un "crecimiento"
que se sabía que tenía las raíces podridas. Era
el "crecimiento", no sabemos si de una burbuja o de un
tumor.
Y todos estaban (relativamente) felices. "Primero es comer y
luego filosofar" era la máxima. ¿Pensar? ¿Para qué? El
pensamiento y la moral no pintan nada en un modelo deshumanizador que
convierte a los individuos en elementos técnicos y fríos,
obedientes piezas útiles de maquinarias ciegas.
Acercándose
así cada vez más a "modelos" como el chino o el de
Bangladesh que, eso sí, "crecen", ya sabemos cómo y a
costa de qué
Poco
importaba que, por ejemplo, ese "crecimiento" pudiese ser,
en el fondo, ficticio, quetuviese
que ver con inflar artificialmente el precio de algunas cosas (como
la vivienda), con un crecimiento del despilfarro y su prima hermana
la corrupción y , mucho menos, con la devastación de la Naturaleza,
la contaminación, la desnaturalización de lo que comemos, el auge
de enfermedades crónicas cuyas gráficas no paran de subir y subir
sin que nadie las detenga, de la precariedad, del estrés, del vacío
de la existencia...
Buena parte de cierto modelo de
"crecimiento" no deja de ser más que el crecimiento de
problemas. Problemas que están ahí y que son gravísimos. Pero que,
siguiendo la táctica del avestruz, se ha optado por no querer ver,
metiéndolos debajo de la alfombra.
Cuestionarse
las cosas así se juzga, por muchos, como algo de mal gusto. Es como
cuestionar el "progreso". Algo que no se lleva. Lo "guay"
es otra cosa. Se impone por la fuerza la fe ciega en que todo lo que
hacemos, todo lo que nos venden, todo lo que se inventa es
"progreso". Y
el que se plantea cosas como, por ejemplo, hacia dónde
"progresamos", o si es que progresamos hacia alguna parte
(que no sea hacia el borde de un precipicio), es un maleducado.
Incluso un "enemigo del pueblo" como el personaje de Ibsen.
Porque, aunque muchas veces se esté en un "progreso"
ficticio, que genera más males que bienes, muchos viven de ese
cuento. Además, ese "progreso" impone una "cultura"
de la aceleración, que más bien es una anti-cultura descerebrante y
que cada vez nubla más el escaso juicio de las masas. Ya se sabe lo
que se dice de las prisas como consejeras.
La
actual crisis económica no es, en el fondo, más que consecuencia de
una crisis ética.
Una corrupción estructural de toda una sociedad que antepone el
beneficio económico a todo. Y da igual que el que lo hace sea un
banquero, un político, un empresario o cualquiera que simplemente
quiera un empleo sin importarle a lo que esté sirviendo con ése
empleo. Una crisis ética que, en el fondo, encierra un pesimismo
suicida. Porque se prefiere, se antepone la "bolsa" (el
dinero) a la "vida" (o a lo que esta representa en toda su
amplitud).
BioCultura
representa lo contrario. Se antepone la vida (lo bio) al dinero. No
son los criterios económicos los que retuercen sádicamente la vida
(humana y no humana), explotándola, adulterándola,
desnaturalizándola, manipulándola (como con los transgénicos).
Sino que es la vida y sus ritmos y sus intereses los que dominan
sobre los negocios. Lo que se pone a la venta así tiene más valor,
más fuerza, más VIDA. Por eso lo bio crece. Un crecimiento sin
efectos secundarios que, además, ha probado su fortaleza medrando
cuando lo demás caía. En el que no importa solo el propio
beneficio, sino el de todos, incluida la Naturaleza. Rentable. Sin
aditivos ni activos tóxicos (en el sentido figurado, el económico,
y en el sentido literal, el de la contaminación química, por
ejemplo). Sin ingenierías contables ni genéticas. Desde la
conciencia de que el cómo y el por qué se crece es tan importante
como el crecimiento en sí. Que
más importante que "progresar" deprisa es ver hacia dónde
se progresa (y
si es hacia un muro, se frena para no chocarse). Que cosas como, por
ejemplo, si se destroza o no el planeta, son importantes. Que no todo
vale en aras de crear o tener un puesto de trabajo. Crecer sí. Pero
crecer de verdad. Crear puestos de trabajos dignos al servicio de
algo digno. Crecer en calidad de vida, crecer en tiempo disponible
para la familia, crecer personalmente, crecer incluso culturalmente,
crecer económicamente (e incluso pudiendo ahorrar como hacían
nuestros padres y abuelos, con un sentido cabal de la austeridad).
La
actual crisis económica no es, en el fondo, más que consecuencia de
una crisis ética
A
no ser que queramos un día amanecer no en España sino en
Bangladesh, es probable que debamos reflexionar sobre ello. Esta
crisis es una ocasión para hacerlo. Una oportunidad que Dios nos ha
dado. Bangladesh "crece", sí, según ciertos baremos de
"crecimiento". Bangladesh es "competitivo". Y
crece también el veneno en sus ríos, crecen los casos de cáncer,
crece la explotación. Según
los mismos criterios es más "competitiva" una manzana que
no sabe a nada y que apenas tiene nutrientes pero que, eso sí,
parece más grande y lustrosa,
más "crecida", aunque esté atiborrada de residuos de
pesticidas, que una manzana biológica como las que venden en
BioCultura. Deberíamos tener mucho cuidado con qué manzana
escogemos. Porque bien pueda ser que una de ellas, ya pueden imaginar
cual, nos la esté ofreciendo la madrastra de Blancanieves,
haciéndose pasar por venerable anciana del FMI.
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